Letrinas: «El olor de las gardenias»


El olor de las gardenias

Mónica Blumen


JUEVES. VICTORIA ESTABA LISTA PARA SALIR AL ESCENARIO. Tenía los labios brillosísimos e hinchados de color rojo ardiente, y las tetas operadas y espectaculares. Todas las demás áreas de su cuerpo, sí cumplían con el cánon visual que ponía a los hombres como perros rabiosos. Janis, trabajaba con ella en el Amadeo Night Club. Bailaba en lencería delgadamente peligrosa y dominaba el arte del tubo como una mariposa que se desliza por las hendiduras de un tornillo. El show de ella, le abría pista a la única bailarina exótica que se desnudaba por completo y en partes, conforme los guitarrazos eléctricos de Scorpions, con Still loving you, y era, Victoria.

Los jueves se habían popularizado gracias a ella. Los hombres, que ya eran fieles a su show, lo bautizaron como «los jueves victoriosos».

Victoria también trabajaba como secretaria en un consultorio dental por las mañanas. Ya había comprado una camioneta y enganchado una casa pequeña de un piso. Se estaba haciendo de un buen ahorro, producto de sus desvelos y empeño físico; de trabajo arduo. Ya llevaba tiempo pensado en dejar el Amadeo.

Sabía que como cada jueves, iba a llegar El Chino Moreno a llenarle los tacones de billetes, y le iba a mandar un arreglo más de flores caras y exóticas, acompañadas de peticiones para tener una noche a solas, con ella.

Él, era uno de los clientes que más dinero le ponía alrededor de la correa de los altísimos tacones de charol negro. Lo hacía con el suficiente tiempo, mientras ella bailaba despacio y totalmente desnuda sobre su mesa. Contoneaba cada conjunto de sus huesos de manera suave, como una víbora que se arrastra en un desierto, dejando perfectas curvas en la arena.

            El jueves anterior, El Chino Moreno le había enviado un frondoso arreglo de tulipanes, y en la tarjeta decía «Para Victoria: la más exótica de las flores salvajes. Deseoso de tener una noche contigo a solas. Quiero que seas mía. De: Damián Tzu, tu Chino Moreno». El jueves antepasado le había enviado un arreglo de ranúnculos de variados colores y su respectivo mensaje: «Para Victoria: Estas hermosas flores te pertenecen, ¿Te gustaría a ti, ser de mi pertenencia? Serás solo mía. De: Damián Tzu, tu Chino Moreno». El jueves pasado al antepasado, un precioso arreglo de flores de azafrán había llegado a su camerino, y en la tarjeta: «Para Victoria: estas flores son un recordatorio de lo mucho que me encantaría tenerte encima de mí. ¿Me concederás una noche? Quiero que seas mía. La tercera, es la vencida. De: Damián Tzu, tu Chino Moreno».

            Damián Tzu, era descendiente de chinos. Sus ojos eran icónicamente rasgados, y su color de piel, muy morena. —Gracias, Chino Moreno —le murmullaba Victoria en el oído a Damián cuando terminaba su show y pasaba junto a él, para regresar a su camerino. A su paso, aprovechaba para recorrerle con sus uñas postizas de cinco centímetros, desde el hombro hasta la rodilla. Se mordía el labio superior con una sonrisa desdeñosa cuando lo volteaba a ver. Victoria no interactuaba así con ningún otro cliente, a pesar de que también le guardaban suficiente dinero en los tacones.

Ese jueves, antes de salir del camerino, Victoria dijo —¿Cuánto a que este pendejete ahora me manda unas orquídeas?. —¿Y si no, qué? —dijo Janis mientras se arreglaba frente al espejo del camerino que ocupaba casi toda la pared. —Está tan apendejado contigo ese güey, que no lo dudo hija —dijo mientras se ajustaba las copas del brasier lleno de lentejuelas azules. —Güey, ya dale pa sus chicles ¿no?, o se me hace que me lo ando echando yo, y le voy a cobrar bien cabrón —dijo— a la vez que observaba a Victoria directo a los ojos y se terminaba su cigarro. —Si me manda unas orquídeas hoy, neta que me largo con él en la noche… ya, a la chingada —dijo Victoria— y le dio una calada al cigarro de Janis. —Y si no, te vas a subir encuerada al cerro de la familia hoy, saliendo de aquí ¡perra! —contestó efusiva y extendió la mano. —Si ya me mandó todas esas flores bien pinches caras, ¿qué otras pueden seguir? Obvio orquídeas, ¡te la vas a pelar culera! —respondió— y selló la apuesta al responderle con su mano.

Terminó el show. Victoria se dirigió desnuda al camerino, como todos los jueves. En un brazo, se colgó la lencería que se había quitado. El olor de las gardenias le dio la bienvenida. —Ya te jodiste chula, ¿lista para encuerarte en el cerro?, —dijo Janis entre risas—. Victoria puso los ojos en blanco y se fue quitando todos los billetes que le había acomodado principalmente el Chino Moreno, en la correa de los tacones. A la vez que observaba el arreglo floral sin emoción en el rostro.

Viernes. 4:00 a.m. Iban en el carro de Janis rumbo al cerro de la familia. Habían preparado dos porros. Se estacionaron en la falda del cerro y subieron a la punta. Olía a árboles frescos. Veían el titiritar de las luces de la ciudad, mientras se iban pasando el porro. —Encuérate pues —le dijo Janis. Victoria la volteó a ver —Ay, no mames, claro que no. Ya equis, ganaste mamona —dijo—.

La torreta de una patrulla de policía sonó. —¡Güey, aviéntalo y échale tierra, no mames, no mames!—, escondieron el porro entre un miserable agujero que hicieron debajo de sus pies con prisa.

—Policía Municipal. Permanezcan en el mismo lugar. Policía Municipal, vamos a subir —indicó un hombre, a través del altavoz.

El cerro de la familia, era conocido con ese nombre, porque era un cerro pequeño y muy accesible de subir. Estaba en las afueras de la ciudad, sin embargo, personas, personas con animales, y familias, iban y hacían ejercicio, o paseaban, casi siempre por las mañanas.

Dos policías subieron. Eran dos hombres, uno gordísimo con predominante papada, y con el cabello corto, ralo y claro. El otro, era moreno, delgado y chaparro, y tenía un débil intento de bigote en las orillas de los labios. —Buenos días, señoritas ¿cómo las trata la madrugada? Andan muy solitas ¿no? —dijo el gordo—. Ellas permanecieron en silencio. El moreno sacó su pistola, era un arma corta. —Tienen que tener cuidado, porque hay gente peligrosa a estas horas —los dos se empezaron a reír pelando los dientes. —A ver, ¿lo hacemos rápido y fácil?, ¿o no? ¿Quién me la quiere chupar primero? —dijo el gordo—. El moreno se acercó a Victoria —ssssssuy!… qué buenas tetas tiene esta, Padrino. Se ve que le gusta darle duro. Yo digo que esta primero, oficial. Y después de ti, voy yo apá.

El gordo le tocó los senos a Victoria con las dos manos, los apretó con enjundia, luego la empujó hacia abajo ejerciéndole fuerza en los hombros, y la puso de rodillas. Mientras, el moreno vigilaba a Janis apuntándola con su pistola de forma discreta, a la altura de su cadera. Ella permaneció con la cabeza agachada y en silencio. Le corrieron algunas lágrimas mudas.

Aparte de las ramitas de los árboles rozándose entre sí, el sonido de ahogo mezclado con chasquidos de saliva y falta de respiración, y los gemidos de placer del gordo, era lo único que se escuchaba en el cerro. Sin dejar de apuntar con la pistola, el moreno sacó su celular y grabó el acto sexual. Tuvo cuidado de no encuadrar la cara del gordo.

Un automóvil se aproximaba al cerro. El gordo retiró la cabeza de Victoria de su pene, con un brusco jalón de cabello que la hizo perder el equilibrio y cayó de sentón. Se abrochó el pantalón a la vez que bajaba apresurado por el cerro, junto con el policía, para subirse a la patrulla. Victoria empezó a vomitar.

El siguiente jueves, una manta colocada encima de la puerta principal del Amadeo Night Club, anunciaba: «¡HOY!, último jueves ardiente, jueves victorioso. Siente la soberbia del placer. Abrimos puertas a las 7:00 p.m.».

En el camerino, Victoria se delineaba con mucho cuidado y pulso los labios. —A mí también me dan ganas de renunciar ya de toda esta mierda —dijo Janis. Victoria se inundó los labios con un gloss rojo ligeramente transparente, —¿cómo me veo? —dijo— y le modeló sus tacones altos de correa, junto con unos ligueros de red que se sostenían de dos líneas gruesas de encaje, que a su vez, eran parte de un cinto que le rodeaba la cintura. Una tanga y brasier semitransparentes, intentaban cubrir sus partes íntimas. —¡Te ves súper! —dijo Janis—.

            Tocaron dos veces a la puerta —¡Cinco minutos para salir Victoria! —gritó un hombre. Victoria se colocó por último, una larga capa negra de seda, y la amarró con un moño en su cuello.

           Un empleado del Amadeo, llegó al camerino con una caja de regalo grande, del ancho de sus hombros. Era de cartón grueso y estaba atada por un listón rojo y elegante con un moño encima, —Victoria, te mandaron esto —dijo— y sus ojos preguntaron dónde la podía colocar. —¡Ay!, gracias, ponla aquí sobre el peinador —y le hizo espacio— ¿quién la envío?. El hombre dijo que no sabía y salió del camerino. —Obvio el Chino Moreno, ¿quién más? —dijo Janis—.

           Victoria jaló una de las puntas del moño, y las cuatro caras de la caja cayeron hacia los lados exhibiendo un arreglo con treinta rosas negras y olor a excremento. —¡No mames! —dijo Janis— y se hicieron para atrás. Janis se tapó la nariz. —¡Saquen esto de aquí! —empezó a gritar en la puerta—. Victoria se quedó paralizada viendo el arreglo. —¡Saquen esto de aquí! —volvió a gritar Janis—. Uno de los empleados del bar, llegó —¡Huele a mierda! —dijo con disgusto, —¡sácalo de aquí! —volvió a decir Janis. El hombre cerró la caja con asco y se la alejó del cuerpo. —Ya tienes que salir Victoria —le dijo antes de salir del camerino.

            —Tengo miedo —le dijo a Janis—, y salió al escenario.

           Unos 12 hombres estaban en el lugar cuando Victoria salió cubierta del cuello a los pies por su capa vampirezca de seda negra. Still loving you de Scorpions, que ya era su leitmotiv, sonaba muy fuerte, mientras ella recorría la tarima con pasos lentos y firmes. Empezó a acariciar el tubo. Las luces de neón rojo le pintaron el cuerpo y el cabello por completo, y luego, desapareció entre una nube densa de humo que expulsó una máquina que formaba parte del escenario. Durante la primera estrofa, el humo comenzó a disiparse y lentamente Victoria fue apareciendo, ya sin la capa. Time, it needs time, To win back your love again, I will be there, I will be there. Love, only love, Can bring back your love someday, I will be there, I will be there. Empezó a recorrerse el cuerpo con sus manos, a la vez que volteaba a ver a los hombres con ojos pícaros.

            Era el último día de Victoria. Lo había decidido por lo que sucedió en el cerro aquella noche. Ese día, no hubo show antes del suyo, y le había pedido a Janis que la acompañara. Estaba segura de que en su despedida, iba a salir con más dinero que en otros días.

            Seguían entrando hombres al bar. Entre ellos, el Chino Moreno. Se sentó en su mesa reservada de siempre, justo frente al escenario, en medio de lo ancho del bar, donde la simetría le beneficiaba a la vista.

         Victoria lo vio y se puso nerviosa, pero siguió con su show y evitó mirarlo fijamente como siempre lo hacía. La gran estrofa que tiene el primer guitarrazo de la canción, fue la señal para desnudarse. Esta vez, caminó a un costado del escenario. Mientras se quitaba la lencería le sonreía con desdén a los hombres que tenía cerca, quienes ya le empezaban a poner billetes enrollados en las correas de los tacones. El Chino Moreno le aventó un cenicero de vidrio justo en la cabeza y le abrió la frente. Empezó a sangrar. Se llevó sus dos manos a la herida para detener la sangre y se sentó en el filo de la tarima, después de sentirse mareada. Varios hombres se acercaron para auxiliarla. Entre tantos brazos queriendo ayudarla, la música alta y la luz roja, había manos que también le agarraban los senos. La música de Scorpions, seguía su curso. El Chino Moreno se subió a la tarima y llegó hacia Victoria por un costado. Le dio varias patadas en la cadera y le gritó —¡Te dije que eras solo mía, puta!



Mónica Blumen (Ciudad Juárez, 1988) Egresada de la Licenciatura en Realización Cinematográfica por el Centro de Artes Audiovisuales (CAAV, 2009-2013). Actualmente, cursa la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH, 2022-2026). En el ámbito cinematográfico, se desempeña como directora de cine documental, productora, guionista, fotógrafa y montajista. Fue nominada al Premio Ariel con el cortometraje documental “13,500 Volts” (2016); seleccionada en festivales nacionales e internacionales y ganadora de diversos premios por su obra cinematográfica. En el ámbito literario, Mónica ha participado en la antología de cuentos “Raíces de obsidiana: criaturas mitológicas” y “Poemas pe(r)didos”, antología ganadora en Voces al Sol 2022. Fue asesora y editora en la escritura del guion de largometraje de ficción “La Biblia de Gaspar” (2023). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en 2014-15.

«Conversaciones» de Carlos Alfieri


La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

Para lograr una buena entrevista hay que estar en los lugares indicados y en los momentos indicados, no hablo de una cuestión de suerte sino de buscar a los personajes con los que quisiéramos platicar para desarrollar una conversación. En pocas palabras: hacer periodismo.

Para ello, hay que seguirles la pista a los escritores, en este caso, Conversaciones de Carlos Alfieri, es un libro que contiene seis entrevistas a seis maestros contemporáneos, de distintos estilos, cada uno con profunda obra: César Aira, Guillermo Cabrera Infante, Roger Chartier, Antonio Muñoz Molina, Ricardo Piglia y Fernando Savater.

Sin lugar a dudas, la lista es variopinta y no podríamos decir que las entrevistas se desarrollaron porque los autores pertenezcan a una escuela o que compartan un estilo en común. La diversidad es lo que convierte a esta publicación en un libro valioso, inteligente y desenfadado. Por otro lado, leer a escritores que desafortunadamente han fallecido le da una vitalidad diferente a su obra.

Mientras que Aira apuesta por convertirse en una máquina de escritura; Savater continúa su trabajo pedagógico cercano a la filosofía; Cabrera Infante nos dice por qué decidió continuar escribiendo en español a pesar de vivir mucho tiempo en Inglaterra, comunicándose en inglés.

Y, por supuesto, aparecen las largas y entrañables reflexiones en torno a la literatura, al lector y al escritor que caracterizan el pensamiento de uno de los escritores-teóricos más importantes de los últimos 20 años: Ricardo Piglia.

Por su parte, Antonio Muñoz Molina, hace un recorrido histórico en el que el libre albedrío del ser humano nos sigue sorprendiendo porque, con horror o con virtud, observamos una cantidad de errores que se repiten no sólo en el siglo XX, sino que nos alcanzan hasta el XXI. Roger Chartier, desde su labor de historiador, nos habla de la importancia de la escritura para desarrollar la Historia.

Otro elemento valioso de este libro son las breves disertaciones sobre el periodismo y sobre la relación que el entrevistado y el entrevistador guardan. En apenas tres páginas, Carlos Alfieri nos dice que prefiere llamarle “Conversaciones” a “Entrevistas” a los textos que se presentan. Y con ello construye una poética personal, si se me permite el término:

 

Prefiero denominarlas conversaciones, más que entrevistas, por su tono calmo, carente del apremio que imponen a menudo los estrictos límites del tiempo concedido por el entrevistado; por la intención de abordar con la mayor extensión y profundidad posibles los temas tratados, por la voluntad de transitar con libertad por territorios no delimitados de antemano y de trascender las cuestiones más subordinadas a la actualidad periodística (p. 9)


Reflexión que, sin duda, comparto pues el periodismo actual ha perdido espacio para las entrevistas largas, de fondo. Es muy complicado encontrar en un medio impreso o electrónico entrevistas de largo aliento. Pareciera ser que éstas están destinadas exclusivamente a los libros.

Las charlas que integran el volumen fueron realizadas entre 1997 y 2007 –nótese la década de trabajo periodístico– en España, aunque publicadas tanto en nuestro continente como en el viejo.

Versiones más o menos completas aparecieron en Revista de Occidente, Cuadernos Hispanoamericanos y Claves de Razón Práctica.

Continuando con la relación entrevistado-entrevistador, Alfieri reflexiona este binomio como un trabajo arduo, de donde él sale bien librado pues es notorio el conocimiento de la obra de cada uno de sus entrevistados. Cuando Carlos apunta sobre por qué llamarle conversaciones y no entrevistas nos ofrece una respuesta sobre la relación arriba señalada:

 

Porque rehúyen apelar a algunos recursos que caracterizan una forma generalizada de practicar la entrevista: el excesivo protagonismo del entrevistador, el diálogo concebido como un combate con el entrevistado, el chisporroteo ingenioso y superficial, la réplica efectista. Habría que agregar que no pocas veces estos estilemas están acompañados por una insolente ignorancia acerca de lo que se está hablando (p.10)

 

Nuevamente comparto lo expresado por Alfieri pues si bien es cierto que debe de haber empatía con el entrevistado, no se debe de caer en fanatismos que nublen la visión de quien va a realizar las preguntas, pero tampoco considero que el entrevistado deba llegar con el cuchillo entre los dientes a refutar cada una de las respuestas de su interlocutor. Todo equilibrio nos dará una buena proporción, en donde no haya exceso de protagonismo del entrevistador, lo cual conlleva a un estudio serio de la obra de quien se sentará frente a nosotros.

Carlos Alfieri logra construir excelentes preguntas en donde logra llevar la conversación hacia temas complicados, pero que transcurren con normalidad. En ocasiones, los entrevistados se notan sorprendidos por las preguntas y eso permite que la respuesta sea más que un dato curioso.

Para mostrar el trabajo periodístico y el genio de las respuestas, dejaré tres ejemplos de cuestionamientos con lo que le dijeron. En el caso de César Aira sobre Juan Rulfo:

 

¿Y el trato gélido que le dedica a Juan Rulfo?

Aprovecharé que no estamos en México para hablar impunemente mal de Rulfo. En México no podría hacerlo: me echarían inmediatamente del país. A pesar de lo que diga mi amiga Nuria Amat, que lo ama tanto, a mí no me gusta esa actitud que ha tenido Rulfo (y que han tenido otros) de hacer una obra, pulirla hasta que les quede bien, hasta que sea perfecta, y después vivir el resto de su vida de los réditos de esa obra.

Me parece que una actitud más generosa de un escritor es seguir escribiendo hasta que no pueda más, hasta cuando empiece a chochear. Escribir hasta reventar y seguir escribiendo, ¿qué importa escribir bien o escribir mal? ¡Qué actitud mezquina es ésa de cuidar el prestigio! Quizás, o seguramente, Rulfo no lo hizo por cuidar su prestigio. Él quedó bastante mal y tal vez no pudo escribir más. Pero no sé, esos dos libritos, que he leído y admirado, quedan en una admiración un poco estéril, creo. (p. 50)

 

O el cuestionamiento a Ricado Piglia:

 

Ha escrito que “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”. ¿Por qué?

Por lo que yo recuerdo que quería decir en ese texto, es la idea de que uno en realidad escribe sobre lo que ha leído, o mejor, cree que escribe sobre lo que ha leído y en realidad está escribiendo sobre su vida y sobre la manera en que esas lecturas lo han transformado.

Me parece que algo de eso hay ya en algunos de los grandes textos autobiográficos, como En busca del tiempo perdido, de Proust, que también es un texto donde se entrelazan los libros que él ha leído y la historia de su vida. (p. 83)

 

La mezcla entre escritura y política de Guillermo Cabrera Infante:

 

¿Cómo hace política un escritor? ¿Escribiendo, militando en un partido o en un movimiento?

Los escritores no debieran meterse en política. La única vinculación posible entre un escritor y un político es que los dos trabajan con mentiras. El problema es que la política implica una proyección pública y el escritor tiene una ventaja: que puede escribir y puede publicar, y por lo tanto sus opiniones privadas se hacen públicas con mayor o menor fuerza, lo que no indica que sean acertadas. Al contrario, creo que los políticos aciertan más que los escritores, a juzgar por los escritores de este siglo.

H. G. Wells, que era uno de los hombres más inteligentes de la literatura inglesa, dijo en 1928, hablando de un viaje a la Unión Soviética que habían hecho los esposos Webb, fundadores del Partido Laborista: “Curioso matrimonio, que fue a observar un fenómeno cuando ya no existía”. Pero en 1943 él visitó la Unión Soviética, y nada menos que para entrevistar a Stalin, y no fue nada crítico en su entrevista. Entonces este escritor tan veraz y respetable incurrió en todos los crímenes de su época. (p.150)

 

*Conversaciones de Carlos Alfieri. Katz Editores, 2008.

Adriana Paz y su "Epifanía" en "Emilia Pérez": es la encarnación del amor



Cinetiketas | Jaime López |



El pasado 25 de mayo, Adriana Paz hizo historia al convertirse en la primera mexicana en ganar la categoría de Mejor Actriz en el Festival de Cannes por la película "Emilia Pérez", de Jacques Audiard. Ello en conjunto con el resto del elenco integrado por Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gómez. 

Contada en clave de musical, el filme sigue a "Manitas", líder del crimen organizado que busca escapar de su realidad convirtiéndose en lo que siempre soñó: una mujer transgénero. 

En el camino se encontrará a personajes que la marcarán de forma significativa, entre ellos, "Epifanía", el rol interpretado por Paz, que cuenta con una consagrada filmografía en México. 

La talento egresada de la UNAM describió dicho personaje como una persona llena de esperanza, que opta por tener una visión optimista de la vida, a pesar de que ha padecido muchos sinsabores. 

"Es de esas personas que como hay un montón en nuestro país, que salen todos los días, atraviesan la ciudad para llegar a sus trabajos, pero a pesar de todo, no pierden la esperanza (...) Por ahí, alguien la describió cuando vio la película en Cannes como la encarnación del amor, que es un poco lo que viene a representar en la vida de Emilia Pérez", explicó. 

Acerca de cómo construyó a "Epifanía", respondió que el guion le brindó la información pertinente, la cual complementó con las instrucciones del realizador.




Sostuvo que Audiard no se casa con sus propias ideas y permite que haya variaciones histriónicas dependiendo la situación de las escenas. 

La actriz recordó que, a lo largo de su filmografía, ha dado vida a mujeres insertas en contextos violentos, tal es el caso de "Cheba" en "La Tirisia"

"Uno como actor tiene que ser observador de tu realidad y de ti mismo, porque ha habido momentos en los que he estado en la lona (...) Es un personaje que puede ser de pronto, un poco inocente, pero no es tonto, y eso me encanta, las personas que no pierden la esperanza, a pesar de toda la malicia que han vivido", dijo. 

En cuanto al género del filme, reconoció que es la primera ocasión que participa en un musical, mismo que definió como diferente por la apuesta narrativa del director. 

"No es un musical que se quede vacío; las coreografías pueden ser muy oscuras", expresó. 

Agregó que la violencia padecida por "Epifanía" no es algo que se ve en pantalla grande o en la historia, sino es una situación que se infiere a partir del libreto. 

Paz se dijo satisfecha por el resultado de la obra que la ha puesto en los ojos de la prensa nacional e internacional. 

La actriz manifestó su deseo de que "Emilia Pérez" pueda estrenarse a la brevedad posible en México dada su gran aceptación en Cannes, en donde también se alzó con el Premio del Jurado.

Alexander Payne: el significado de un pesimismo humanista



Jorge Tadeo Vargas | 


 “Considero que el mundo es un lugar amargo y complicado. Y éste parece sentir lo mismo por mí. Creo que tú y yo tenemos eso en común”.

Paul Hunham, The Holdovers

 


Denis Villeneuve, en una ocasión mientras lo entrevistaban para hablar sobre su cine, declaro que, para él, el cine eran más imágenes que diálogos, que deseaba hacer una película sin un solo diálogo. Un enorme reto, pensando que la humanidad ha ido evolucionando a la par de los descubrimientos tecnológicos y el habla, o los idiomas, como se quiera ver, pero dialogar entre individuos y sociedades es lo que ha permitido mucho de los avances civilizatorios. Lo que propone Villeneuve es arriesgado, aunque se lee interesante pensar en una historia contada solo por imágenes.

Por otro lado, sin decirlo o hacer declaraciones Alexander Payne es parte de una generación de directores que antecede el diálogo a las imágenes, o al menos van de la mano creando historias ordinarias con un tratamiento que puede parecer común y corriente, pero que esconde mucho más de lo que dice.

Payne, nacido en Omaha, Nebraska en 1961, creció viendo cine, pero como muchos otros de sus contemporáneos, su aprendizaje no solo se centraba en lo que vio en las pantallas de un cinema, sino también en la televisión, que para muchos niños de la década de los sesenta y después de ellos ha sido parte de su educación.

Es así como va moldeando su forma de ver el arte de contar historias por medio de imágenes en movimiento y al igual que muchos cineastas de su generación fueron formándose fuera de la industria, aunque lo suficientemente cerca para poder acceder al presupuesto de los grandes estudios, sin comprometer su independencia.

Una generación de directores/guionistas que buscan contar historias de las personas comunes, desde una vida ordinaria, sobreviviendo sin pensarlo mucho, aceptando las adversidades y viviendo con ellas. De eso tratan sus películas y con excepción de The Descendants (2011) es fácil sentirse identificado con sus personajes.

A pesar de que la trayectoria como director de Payne inició en 1985 con el cortometraje “Carmen”, su filmografía no es muy amplia, no es un director que se quiera pasar la vida entre producciones, al contrario, se toma su tiempo, decide tranquilamente cuál será su próximo proyecto y lo lleva a cabo. De 1996 a la fecha ha dirigido y coescrito junto a Jim Taylor ocho películas, entre cada una de ellas al menos se ha tomado dos años. No es pues un director de prisas y eso se traduce en que cada una de sus películas tiene una historia importante que contar.

Después de “Carmen” cortometraje que escribió y dirigió aun siendo estudiante de en la Universidad de California, se tomo diez años para su ópera prima; con “Citizen Ruth” (1996) Payne lleva a debate el tema del aborto, y lo hace desde una transgresión aun mayor, pues la protagonista es una sin hogar, la cual se convierte en el centro de la discusión de republicanos y demócratas sobre el derecho abortar. Con una crítica a la sociedad estadounidense, influenciable por los medios de comunicación, Payne ya comenzaba a dibujar ese humanismo pesimista de todo su trabajo posterior. En esta su primer película, ya comenzaba a dibujar ese cuidado que tiene a la hora de perfilar a sus personajes, la sátira como la forma de enfrentar la critica social, si bien es claro que aún la faltaba madurez, es una película que vale la pena rescatar en estos tiempos de polarización sin sentido.

Tomándose el tiempo más corto que se ha tomado entre una película y otra, para 1999, dirige y adapta “Election”, una de las mejores críticas al sistema electoral y su forma de manipulación por parte de quienes participan en el desde arriba.

Basada en la novela de Tom Perrota, cuenta la historia de una adolescente en preparatoria, que quiere ser elegida presidenta de la clase y está dispuesta hacer lo necesario para conseguirlo, como seducir a su profesor, acusarlo de acoso sexual, destruirlo a él y a quien se interponga e incluso cometer fraude para lograr lo que quiere. La estupenda adaptación de la novela y la dirección de Payne que había madurado bastante a la hora de armar la historia, permiten que tanto Reese Whiterspoon y Matthew Broderick sobresalgan en sus papeles protagonistas.

Aquí el papel de Broderick ya comienza a perfilarse como uno de esos personajes fracasados, sin suerte tan comunes en el cine de Payne. Con “Election” tuvo su primera nominación al Oscar como mejor guion adaptado, permitiéndole afianzarse en el círculo de directores que se mantenían en el borde de Hollywood y la industria independiente. Algo similar a Richard Linklater.

Para 2004, ya afianzado como un director en acenso, dirige “About Schmidt” donde cuenta con Jack Nicholson en el último papel importante de su carrera. La historia se centra en un jubilado que se encuentra entre muchas decisiones a tomar, entre secretos que la saltan a la vista y la decisión de impedir que su hija se case. Con “About Schmidt” Payne muestra otra de sus filias a la hora de contar historias: las road movies y ese encanto de tomar carretera por el simple hecho de hacerlo. Cualquier pretexto es bueno.

También aparece esa fijación por el drama familiar, esa obstinación por seguir juntos, a pesar de no soportarse entre sí. En lo personal de esa película guardo recuerdos desagradables a la hora de la comida, que era justo cuando el drama familiar explotaba, así que, entre gritos y desmanes, los protagonistas van metiéndose comida a la boca, un recurso que le da un toque desagradable a la trama, en el buen sentido. Tuvo dos nominaciones al Oscar. Payne se estaba convirtiendo en un frecuente de la academia, aunque no ganara nada, era un reconocimiento.

Dos años después presenta “Sideways”. Adaptada de la novela de Rex Pickett, cuenta la historia de dos amigos que deciden hacer un recorrido por el valle vinícola de Santa Ynez a modo de despedida de soltero. Un viaje que termina siendo un descubrimiento para los dos, especialmente para uno de ellos que va cargando con un enorme saco de culpas de su pasado.

De nuevo están presentes las filias y fobias de Payne, los miedos que expresan sus personajes en una espiral de autodestrucción que termina con ese sentimiento pesimista esperanzador tan característico de las películas de este cineasta. También aquí inicia una relación de trabajo con Paul Giamatti, con quien ha hecho ya algunas de sus pocas películas como protagonista. Con cinco nominaciones al Oscar, se lleva la de mejor guion adaptado, de nuevo junto con Jim Taylor, su escritor de cabecera y con quien más seguro se siente a la hora de contar sus historias, que se llegan a sentir en momentos muy personales. Su filia con los profesores es una constante, por decir lo menos.

Siete años se toma para regresar a presentar una nueva película, The Descendants (2011), que  adaptó de la novela de Kaui Hart Hemmings y en la cual a pesar de que están presentes muchas de sus fobias, especialmente aquellas relacionadas con la familia, se sale un poco de su estilo de historia -no de contarla, ese sigue siendo su estilo y formato- donde nos habla del duelo de una familia con un ser querido en coma, cómo se vive, cómo puede destruirlos e incluso el desapego al no relacionar el coma con la muerte. Al final el cuerpo sigue presente, funcionando con máquinas, la esperanza se mantiene.

Una de sus películas más exitosas tanto en la taquilla como en la crítica, pero que en lo personal es la que menos me gusta. De cierta forma, me parece que es la que menos refleja, lo que Payne ha venido dejando en cada una de sus historias, mucho mas cercanas a la clase trabajadora y como van sobreviviendo a pesar de ellos. Pero esto es una opinión, por lo cual tampoco refleja la importancia del cine de Payne y sus historias.

En 2013 llega la que considero es su mejor película. Nebraska es un tratado a la vejez y la forma en que la enfrentamos, tanto los viejos como quienes nos toca acompañarlos. Una de sus películas más emotivas, con la que retoma el road movie para contarnos la historia, el rencuentro de un hijo con su padre. Un camino que va más allá de ir a recoger un premio falso, sino la necesidad de un viejo de ser tomado en cuenta.

Nebraska es un ensayo cinematográfico como pocos al momento de hablar de una etapa de la vida donde se pasa a ser un mueble, un elemento más, y como los viejos luchan por ser más que eso, continuar siendo humanos.

Todo cineasta tiene una obra en su filmografía que lo define, que lo hace ser quien es, Nebraska es justo eso para Alexander Payne, la película que mejor define lo que le interesa contarnos, lo que él quiere que sepamos sobre la vida. Será una obra difícil de superar si es que lo logra hacer.

Después de Nebraska, Payne apuesta con “Downsizing” (2017), una de sus películas más arriesgadas y con la cual se sale de su estilo narrativo para experimentar en la ciencia ficción. Como una crítica a las absurdas soluciones a la crisis socio-ambiental, Payne narra la historia de una pareja que entra a un proyecto para ser miniaturizados y vivir en una ciudad diminuta como una prueba piloto, y así contrarrestar la crisis ecológica que vivimos. De ahí es que se van desarrollando los conflictos que esto genera previo a ser miniaturizados y después de que lo hacen. No es la mejor película de este director y como experimento se quedó a medias, sin embargo, era/fue un proyecto que tanto Payne como Taylor estuvieron desarrollando por décadas.

Seis años después regresa con “The Holdovers”, otra road movie que hace un análisis a muchos momentos entre personas con distintas personalidades, que de cierta forma se reunen alrededor -de nuevo- de un profesor con una personalidad de esas que le gusta perfilar a Payne; pesimistas, gruñones, sin sentido del humor.

Esta es la primer película en la que el director no participa como guionista, ni tampoco tiene a su compañero Jim Taylor. El guion corrió a cargo de David Hemingson. The Holdovers, es una de las películas más maduras de Payne, se le nota el crecimiento como director.

Si pensáramos en el cine de Payne en cuestión de música, tanto sus historias, su forma de narrar, podríamos compararlo con Damien Jurado -quien participa en el soundtrack de The Holdovers-: personajes que luchan contra sus miedos, sus fracasos, sus propias personalidades, sus demonios más cercanos, justo ahí radica la calidad de su cine, en llevarnos por caminos que nos resultan familiares, al punto del temor.

Tras tres décadas filmando historias que evocan la sensibilidad del cine de la década de los sesenta, una forma de hacer cine, de contar historias que parece estar en extinción.


Desde el (auto) exilio en los bosques Klatch City

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena.
Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.
A veces viaja a Mundodisco

Cinetiketas: entrevista con el actor Andy Pruss

Charla de largo aliento con el talentoso actor argentino Andy Pruss, protagonista de la exitosa producción española 'La sociedad de la nieve' de J.A. Bayona, en donde interpreta a Roy Harley.

En esta entrevista, Andy Pruss también nos habla de su personaje en la película 'Alemania', de la directora María Zanetti.


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«Voces en espiral» de Jorge Luis Herrera

La entrevista… ese género  | Por Óscar Alarcón |

@metaoscar 


 

A partir de los últimos dos talleres de Entrevista que he impartido en la ciudad de Puebla, me puse a revisar los libros de entrevistas que he leído. Son muchos y siempre que voy a una librería o feria del libro trato de buscar uno del género.


De esa lectura es que nace esta columna mensual, en donde hablaré de esos libros que rescatan a la entrevista como parte del medio literario.


La entrevista no tiene espacio para las becas que otorga el estado pues si las revisamos, encontraremos que la convocatoria del Sistema Nacional de Creadores de 2024 contempla: Ensayo, Narrativa, Poesía, Traducción Literaria y Letras en lenguas indígenas, esto se debe, quizá, a que la entrevista esté considerada como parte del periodismo aunque no exista un estímulo para la escritura de ésta. Y no es queja, sin embargo considero que es necesario darle espacio a este género para tener un semillero de periodistas y escritores que utilicen a la entrevista no solo como herramienta para escribir una crónica sino a considerarla como un género aparte.


El escritor Yassir Zárate me preguntó que si era común la publicación de los libros en donde fuera pregunta y respuesta.


Más de lo que nos imaginamos, sería la respuesta.


Aquí va mi primera recomendación: Voces en espiral de Jorge Luis Herrera.


***


El libro es ameno. La lectura agradable. Hay un detalle: las entrevistas repiten algunas preguntas pero esto, si el lector no es quisquilloso, no le quita importancia a las respuestas. Los escritores las abordan de distinta perspectiva. Intencional o no, el autor logra darle uniformidad al volumen. Desde José Agustín hasta Alberto Chimal. Y además un solo poeta: César Arístides.


El orden de las entrevistas no es canónico. Es decir: no se trata de ver cuál es el escritor más grande, el de mayor importancia para las letras mexicanas, ni tampoco por género: las charlas se acomodaron por orden de nacimiento.


De una a otra página aparecen Christopher Domínguez Michael, René Avilés Fabila, Vicente Herrasti. ¿Cuál es el lugar común? Su acercamiento a la literatura, los primeros pasos, alguna de sus obras.


La entrevista es un género nada fácil de dominar. Otros lo vemos como una categoría aparte, independiente. Exige prepararse. Es claro que en la entrevista se puede improvisar, pero exige un corpus de preguntas. A la entrevista no se llega en blanco. Detrás hay muchas horas de lectura, conocer la obra del que está sentado enfrente. Jorge Luis Herrera la domina. Otorga unidad y armonía al volumen.


Sean narradoras, dramaturgos o poeta. El trabajo fue arduo. El libro nos ofrece fecha de aparición de las entrevistas. Algunas aparecidas en publicaciones digitales, otras en físico.


En Voces en espiral lo que no conocemos es por qué hizo esta selección de autores o cuál es la intención de entrevistar a estos y no a aquellos. Jorge Luis Herrera no tiene por qué contarlo. De todos modos, lo van a criticar. Las lecturas son personales, quizá haya querido compartirse con sus lectores. Completamente válido.


A lo largo del libro se desnuda la poética de cada uno de los autores, por ahí están los escritores del Crack, aunque falta Volpi. Allá, Ana Clavel y Mónica Lavín. Lo mismo Juan Villoro que Enrique Serna.

Disculpen la insistencia: la labor de entrevistar no es sencilla. Y tampoco la de edición. Horas de grabación, apuntes en diversas libretas. El resultado: un libro que merece atención, pues el tiempo es un ingrediente que va curtiendo con otra perspectiva las pláticas que quedaron para lo que está por venir.


¿Los autores continuarán opinando lo mismo en este momento?


Como una especie de texto introductorio, Jorge Luis Herrera hace una autoentrevista en donde responde sobre su experiencia al entrevistar: “Es un vehículo que debe buscar la empatía entre el entrevistado, el entrevistador y el lector de la entrevista, para pensar juntos e intentar vislumbrar otra realidad”.


Los escritores entrevistados son: Amparo Dávila, Margo Glantz, Sergio Pitol, Antonio Velazco Piña, Angelina Muñiz-Huberman, Beatriz Espejo, René Avilés Fabila, José Agustín, Orso Arreola, Mónica Lavín, Juan Villoro, Enrique Serna, Ana Clavel, Christopher Domínguez Michael, Cristina Rivera Garza, Pedro Ángel Palou, César Arístides, Vicente Herrasti, Ignacio Padilla, Alberto Chimal, Daniel Téllez.

 

*Voces en Espiral de Jorge Luis Herrera, Universidad Veracruzana, colección Cuadernos. México, 2009.

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