Rosas: renovando la trova desde la experimentación sonora



Por Iván Gutiérrez |


Escaparse al bosque, caminar al lado del río, ver el sol filtrarse entre las hojas de los árboles, deslizarse por la quietud del ahora y adentrarse en las ramas profundas de uno mismo. Este viaje introspectivo hacia nuestro propio bosque interior se manifiesta cuando Víctor Rosas toma la guitarra y empieza a cantar. Actor, autor y músico, Rosas es un cancionista de neo-trova, trip-hope, o simplemente pop experimental, cuya propuesta nace a partir del juego y la experimentación dentro del teatro, el performance y las artes escénicas, áreas en las que se había venido desarrollando desde muy joven en Culiacán.

Inspirado por el fado, la bossa nova, el folk, el trip hop y la música experimental en general, así como por la nueva poesía mexicana, este artista sinaloense acaba de liberar su nuevo material “Santo o Remedio”, una mezcla de emociones y géneros musicales que van desde el trip hop, la neo trova y el folk, pasando por la cumbia down beat, el r&b, soul, techno, y la música electrónica, pero sin dejar de lado lo experimental y la búsqueda incesante de su propio estilo en cada propuesta.

Con amplias ganas de conocer más a fondo la propuesta musical de este músico mexicana desarrollamos la siguiente conversación con él acerca de su nuevo álbum.

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¿Cómo describirías los sonidos de lo que llamas Neo-Trova?

Viene de un género que yo me inventé al momento de tener que ponerle género a mis primeras canciones, que ha ido evolucionando a lo que llamo pop experimental. El trip de la neo-trova viene mucho del movimiento de cantautor, del trovador contemporáneo, hubo un punto en el que hubo un movimiento de “la nueva canción latinoamericana”, por ahí de los 80s, con exponentes como Atahualpa Yupanqui, Amparo Ochoa, que conectaban con músicos como Violeta Parra, Víctor Jara, Gustavo Pena, había un montón de cantautores.

Mi trip está inspirado en ese viaje de la tradición de autor, y de la trova contemporánea. Esta trova que empecé a hacer, tiene que ver con la canción de autor, pero desde una perspectiva más contemporánea, viene de ahí, es una fusión, también le puse trip-hope, porque contiene disidencia y esperanza. Podría resumirlo en que es una trova nueva, con sonidos de otros géneros que he ido incorporando.


Platícanos de tu nuevo álbum “Santo o Remedio”, ¿por qué este nombre?

Es un álbum en el que he estado trabajando tres años. En el camino trabajé con otros artistas, co-escribiendo temas. En ese periodo también estuve haciendo música para teatro con una compañía de Guadalajara: Arrogante Albino; con ellos hicimos una memoria de la disidencia sexual. Originalmente el disco iba a ser un EP, pero terminó siendo un álbum completo, porque superó la duración. Son un total de diez temas, con algunos que fueron saliendo como sencillos.

El álbum es un juego con la música, porque para mí, aunque me preocupo mucho las letras de las canciones, sigue siendo un juego, experimentar con mi persona y con la música, sigue siendo algo muy personal, que parte de vivencias mías y procesos personales.

Santo o Remedio es un viaje entre la trova, la milonga, pero también toques de regional mexicano, tiene trip-hop, R&B, downtempo, es un viaje donde se puede apreciar lo que llamo pop experimental.


Mencionas que este nuevo álbum integra diversos géneros, ¿de dónde sale esta inquietud por hacer un álbum ecléctico?

Viene de ser consecuente. Aunque me siento heredero de lo moderno-trovador, también soy de esta época, en la que se consume todo en chinga y donde hay muchos cruces de géneros. Para mí era importante desprenderse y explorar otros sonidos, no tanto por pertenecer a algún nicho, sino para jugar con mi forma de cantar y escribir. Siempre hago las cosas con la idea de que me terminen de gustar a mí, y que la gente pueda escucharme en los diferentes moods que hay en un espíritu humano.


¿Qué fue lo que más trabajo te costó en este álbum?

Cuando eres independiente y autogestivo, muchas veces no es tan fácil liberar todo de una. Hay que pagar másters, el productor, etcétera; entonces pasó algo de tiempo antes de lanzarlo, porque quería que saliera acompañado de videoclips, y juntar equipos de trabajo para eso es tardado y costoso. Esa es la barrera con la que de repente me topo, hay que hacer shows para juntar varo y seguir produciendo música, pagar renta, etc., la autogestión siempre implica esa barrera. No se me hizo difícil, pero hace que los procesos sean un poco más lentos, pero igual lo disfruté muchísimo.


Cuéntanos de tu nuevo videoclip “Temporal”

Esta canción es el epicentro del álbum, es como volver a la raíz de lo que siempre he hecho, con otras influencias. Es muy especial porque esta idea la imaginé desde que estaba haciendo la canción, un roadtrip con amigos para ir a enterrar un libro en un bosque. Está inspirado en el cine de Michel Gondry, de vibras oníricas, también es un guiño a un videoclip de Björk (varios de sus videos los ha hecho Gondry), que termina con ella encontrando un libro en el bosque.



¿Cuál ha sido tu mayor reto como músico independiente?

Seguir produciendo, creer en mí a través de los años, ha sido un proceso de maduración como persona y como artista, son muy diferente los procesos en cada etapa, el trip de salir a tocar, de valorar lo que hago. El reto ha sido seguir siéndome fiel y buscar espacios para compartir lo que hago sin necesidad de estar peleando un lugar en la escena independiente mexicana, que es basta pero también especial; ha sido eso, seguir haciendo lo que hago con fidelidad.


¿Por qué decides mudarte de Guadalajara a Ciudad de México?

Lo hago en busca de nuevas posibilidades para el proyecto, para conectar con más artistas del indie y del arte en general, tanto artistas visuales, ilustradores, gente de producciones audiovisuales, y tocar en nuevos espacios. Amo Guadalajara y podría vivir toda mi vida allá, pero sentía que ya era una necesidad el migrar para crecer, para seguir conociendo gente, tocar con nuevas personas, y claro buscar acercamientos a nuevos productores, nuevos estudios, grabar nuevas canciones. Hay muchas oportunidades con medios digitales, radio, revistas internacionales, hay mucha movida acá. Vengo con el impulso de crecer.


Planes que nos quieras compartir...

Me voy dentro de unos días al sur de Latinoamérica, a Argentina voy un mes, a realizar un mini-tour y grabar algunas cosas, a inspirarme con los músicos de allá, me gusta mucho la música argentina. Al volver seguiré tocando en México, con el plan de visitar estados de la república desde la autogestión, entre ellos Michoacán, Colima, Chihuahua, Jalisco, Querétaro; con el tour de “Santo o Remedio”, y al final del año espero poder tourear con músicos, estoy tratando de armar un ensamble de músicos para que toquen conmigo en escenario. Toda la información la iremos compartiendo en estos meses.



Harold Torres y "Desaparecer por completo": vivir sin la posibilidad de los placeres



Cinetiketas | Jaime López


A propósito de las recientes nominaciones al premio Ariel 2024, es oportuno destacar el papel de Harold Torres en la cinta "Desaparecer por completo", de Luis Javier Henaine, pues da vida a un fotógrafo de nota roja que, por azar, empieza a perder los sentidos.

En ese contexto, el intérprete mexicano reveló a esta casa editorial lo complejo que le resultó la construcción de su rol, que tiene un par de referencias a Enrique Metinides, el artista visual que hacía belleza con accidentes vehiculares y otro de tipo de escenas no aptas para todos los estómagos.

En entrevista, el nominado para Mejor Actor explicó que una de sus principales inspiraciones para "Desaparecer por completo" fue un documental sobre el vocalista de INXS, el cual entró en una fuerte depresión.

Igualmente, leyó material de neurología escrito por Oliver Sacks y averiguó sobre rituales y casos de brujería, que forman parte de la trama:

"Lo más difícil fue investigar sobre la pérdida de los sentidos", dijo.

El también protagonista de "González: falsos profetas" mencionó que "Desaparecer por completo" tiene como propósito central reflexionar sobre cómo sería vivir sin la posibilidad de los placeres.

Abundó que se abordan distintos tópicos tales como la ética de los fotógrafos al momento de capturar una imagen escandalosa o sangrienta y compartirla sin pudor alguno.

Al respecto, Torres dijo que no se debe de tratar como niños a la audiencia, sino que se le debe de mostrar la realidad de las cosas.

El intérprete recordó que en una de las locaciones donde tenía contacto con una cocina, su olfato se agudizó y percibió el olor de una fuga de gas, algo que en su momento la gente a su alrededor no captaba o no lo tomaba en serio.

"Desaparecer por completo" está disponible en la plataforma de Netflix y obtuvo un total de 8 nominaciones al Ariel, que son mejor actor, mejor sonido, mejores efectos especiales, mejor fotografía, mejor música, mejor maquillaje, mejores efectos visuales y mejor dirección de arte.

Letrinas: «Pico de gallo con guayaba»



Pico de gallo con guayaba

Haydé Sicardi


La gruesa cobija de tigre pesaba sobre las piernas y el torso de Tania. Pesaba tanto que en la modorra, se sentía atrapada. Soñaba que la perseguían, que un ente alto y oscuro la correteaba y que, aunque ella intentara correr, no podía porque sus piernas se atrofiaban mientras algo denso y oscuro la consumía toda por dentro, amenazando con derribarla como si se estuviera convirtiendo en piedra mientras pretendía huir. A lo lejos, justo antes de que la oscuridad la engullera por completo, la Tania piedra alcanzó a ver a sus compañeros de la escuela, correteando y jugando, bailando una extraña música como poseídos. Los quería alcanzar pero ella no se movía, el peso era demasiado, lo era todo. El ritmo se intensificó, aumentó de volumen y Tania logró distinguirlo. Son las seis de la mañana en punto, anunció sobre el intro del programa de radio la voz del locutor, las seis de la mañana en punto en San Quintín, Baja California.

Cuando abrió los ojos, ya había sol. Durante la primavera, amanecía temprano en esa parte de la península y no entendía porqué su papá tenía el afán de tapar a sus hijos con las cobijas más calientes cuando llegaba y los encontraba dormidos, que en realidad era siempre, pues salía de la planta de empaque tarde y solía llegar a casa en la madrugada. La mamá de Tania trabajaba en la misma empresa y cubría el turno contrario de su padre, ella salía de casa temprano en la mañana, antes de que ellos partieran a la escuela y regresaba a tiempo para hacer el relevo y la cena.

—¿Qué dejó ahora? —le preguntó su hermano al tiempo que levantó la tapa de una olla de aluminio que se calentaba a fuego bajo sobre la estufa. —Deja ahí, Diego —advirtió Tania, —mi mami quedó de llevar el guisado a la reunión en casa de mi abuelita. —¿Y qué vamos a desayunar? —Diego ya traía puesto el uniforme completo. Era un año mayor que Tania, así que cursaba la prepa. Tania se había puesto la falda y la camisa de botones, aunque no se alcanzó a fajar ni a poner las calcetas, los zapatos Mickey y el suéter escolar, porque sus dos hermanitos despertaron. —Sírvele a los cuates del desayuno que dejó mi mami en ese sartén y pues de una vez sírvete tú. —Mientras decía esto, Tania peinaba a la cuata, que tenía seis años y el pelo hasta media espalda. Sus tripas rugieron cuando habló sobre la comida. Diego dividió el huevo con chorizo en tres platos, tomó tres tenedores y los puso sobre los trastes, después los colocó frente a sus hermanitos y comió del suyo.

—Ya me voy —dijo Diego al terminar, limpiándose los restos de comida y jugo de naranja con la manga del suéter del uniforme. —¿Tú los llevas, verdad? —Tania miró alrededor al tiempo que terminó de dar la tercera vuelta a la liga con la que sujetaba la cola de caballo en la parte trasera de la cabeza de su hermana. —¿Quién más? —preguntó sin esperar respuesta, luego soltó la cabeza de la niña y comenzó a fajarse la camisa a prisa, manchando sin querer la parte donde sus dedos la tocaron, de gel con brillantina. —Órale, flaca —le dijo Diego mientras raspó los restos de huevo del sartén sobre un cuarto plato, porción que completó con un poco que quedaba de la suya, para después sacar otro tenedor del cajón, clavarlo en el huevo tieso y ponerlo sobre la mesa frente a ella. —Te miro al rato —le dijo, seguido de un beso en la coronilla.

Tania apuró a los cuates para salir temprano. Sabía que caminar con ellos era lento, que necesitaba tener cuidado, llevarlos de la mano. El kínder le quedaba en camino a la secundaria, pero no podía nada más dejarlos, necesitaba entregarlos con su miss, esperar a que entraran y decirles adiós cuando voltearan a buscarla, sino lloraban y el asunto se volvía eterno. Después de eso inevitablemente corría, tenía que correr, sino no alcanzaba a llegar dentro del plazo de tolerancia y ya llevaba tres retardos; el siguiente ameritaba suspensión. Eventualmente logró que sus hermanitos hicieran pipí, se lavaran las manos y agarraran su lonchera, pero en camino a la puerta, se tropezó con las botas de su papá, que dormía boca abajo sobre el sillón, aún usando el uniforme de la empresa. El ruido lo despertó. —¡Eh! ¿Verónica? —preguntó sorprendido, levantando levemente la cabeza, aún con los ojos cerrados. —No papi, soy yo, Tania, vuélvete a dormir. —Tania, —abrió un ojo —¿ya se van? —Sí, me llevo a los cuates y el Diego salió hace rato. —Mmm —murmuró y volvió a recargar la cabeza sobre el cojín, —¿hay comida? —Sí, recalentado de ayer. —Ah, ok —cuando parecía que se había vuelto a dormir y Tania se disponía a abrir la puerta, lo escuchó decir detrás de ella —mija, no seas malita, ¿me tapas? 

         Logró entrar a la escuela antes de que cerraran la reja. Esperaba alcanzar a pasar al mercadito de la esquina para comprar las guayabas que le encargó su mamá antes de irse, pero no pudo y si no las llevaba, sabía que no se lo perdonaría. El pico de gallo era la especialidad de su madre, lo hacía con cualquier fruta que estuviera de temporada. A veces era pico de gallo de mango, otras de naranja o incluso de fresa, cuando había sobreproducción del producto de exportación en los invernaderos del pueblo y los gerentes le regalaban cajas a los empleados. Pero esta vez tocaba de guayaba y ese era el favorito de su familia. —Si no hay postre, no me reclamen a mí —escuchó que le dijo por teléfono a su tía la noche anterior, —es responsabilidad de esta chamaca.

En la entrada se encontró con su mejor amiga, Bety, que también llegaba tarde pero por razones distintas. Bety la agarró del brazo y enganchó el suyo con el de ella. —No mames, me desperté tardísimo —le dijo acercándose a su oído como si tuviera un sucio secreto, —anoche me dormí a las doce viendo la de la Bruja de Blair. —¿Y no te dio miedo? —preguntó Tania, su amiga se las daba de muy valiente pero al chile, era reculona. —No, claro que no. La vi toda y después me quedé dormida. Me tuve que levantar en chinga porque ya se iba mi raite, apenas alcancé a agarrar mi burrito. —La mamá de Bety vendía burritos. Realmente no tenían la necesidad, pues sus papás eran dueños de una farmacia, pero la señora pensó que sería buena idea poner una canasta de burritos en la entrada. Los preparaba ella misma temprano en la mañana mientras su hija se alistaba para la escuela y su esposo para el trabajo. Los hacía de huevo con jamón, de machaca, de bistec ranchero y los que más le gustaban a Tania, los de frijol con queso. Eso sí, las tortillas no las amasaba ella misma, se las compraba a una vecina por docena. Así fue que a las amigas se les ocurrió vender burritos en la escuela.

—Vas a ver que vamos a hacer un dineral —le dijo Bety hacía ya varias semanas para intentar convencerla, —mi mamá es muy buena paga. —Un día antes habían escuchado en la radio que su banda favorita daría un concierto en Tijuana. —Tijuana está relejos, Bety —había argumentado Tania. —Hay un camión que sale de aquí y te deja en la línea, no es nada. —Bety estaba acostumbrada a viajar con su mamá para visitar a sus parientes que vivían en el otro lado, así que sabía sobre eso, al menos más que Tania, que fuera de los viajes a Durango para ver a la familia y el ocasional paseo a Ensenada para hacer compras o para ir a la playa, nunca había salido del pueblo. Al final la convenció y ahora, diario llegaban con variedad de burritos envueltos en trapos dentro de la hielera portable que su amiga traía de casa. —El acuerdo había sido este: la mamá de Bety, quien no dejaba pasar una oportunidad para enseñar a la juventud sobre el emprendimiento y el valor del dinero, pondría los burritos y ellas los venderían a cambio de una comisión. Eso sí, no debían descuidar sus estudios, advirtió, porque eso es lo más importante. Cuando en broma, les preguntó si preferían que les pagara con un porcentaje de la venta o con burritos, Tania fue rápida en responder que en burritos, saboreándose la tortilla de harina esponjosa rellena de los frijoles cremosos y humeantes mezclados con el queso derretido. Bety le dio un codazo y su mamá se rio y dijo —no se preocupen, les voy a echar burritos extra cada día para su lonche —después volteó a ver a Bety y le guiñó un ojo, —en especial de frijolito. 

Tania estaba a cargo de las cuentas y llevaba el registro de sus ventas en un cuaderno marca Estrella que tenía la foto de un golden retriever en la portada. En pluma de tinta morada, escribía el día, en otra columna, con tinta verde, el dinero que habían cobrado, luego en las siguientes dos, con tinta azul y rosa, escribía cuánto de eso se iba para la mamá de Bety y cuánto para ellas. Un día, a la hora del recreo, anunció a su amiga que ya casi tenían lo de los boletos. Bety chupaba el borde de una bolsa de Ruffles con chamoy que apretaba y torcía para sacarle hasta el último pedacito de fritanga remojada en chile y limón. —Nos hace falta para el pasaje —se detuvo para jalar aire con la boca, —¡ay wey! —agarró su lata de coca y sorbió el líquido enchilada —ajá, digo, nos falta para el pasaje y los gastos. —Tania sabía todo esto, ya había sacado un presupuesto. —Sí, no creo que nos alcancé el tiempo vendiendo burritos. Necesitamos vender otra cosa. Y ya sabes, pedir permiso para ir. —Quedamos en que eso sería al final. Primero el dinero. —Bety no quería pedir permiso hasta que pasara la época de exámenes y encontrara una manera de ocultarle a sus papás que había sacado cuatro en matemáticas. Tania tampoco se moría de ganas de pedirlo porque sabía que lo más probable era que su mamá no la dejara, pero tenía esperanzas. —Y si no, —concluyó Bety, sus labios y la piel que los rodeaba teñidos de un rojo artificial —nos escapamos. —Decidieron que venderían quequitos de chocolate y de vainilla, y si aún así les hacía falta, recurrirían a pedir prestado.

           —¿Me prestas un peso? —Bety nunca sentía pena, era algo que Tania le envidiaba. Faltaban días para el concierto, aún les faltaban doscientos pesos y seguían sin pedir permiso. Era ahora o nunca. Los niños del equipo de fútbol siempre traían dinero para comprar lonche en la tarde, le había dicho Bety, por eso ahora estaban en las canchas pidiéndoles prestado. —Ándale —insistió al portero del equipo, —mejor cinco. —Tania caminaba detrás de ella y después de un rato, entre risas, carrilla y más de un balonazo, había perdido la pena. Al final lograron juntar el dinero que les faltaba y hasta se llevaron una invitación para el cumpleaños del capitán del equipo, que iba en prepa y que sería esa misma tarde. Quedaron en que a la salida Bety acompañaría a Tania a comprar las guayabas para el pico de gallo, después se armarían de valor y llamarían a sus papás del teléfono público que estaba afuera de la frutería para pedir el permiso e ir a comprar los boletos a la farmacia San Cristóbal, que era el punto de distribución selecto y la competencia de la familia de Bety.

El teléfono dio tono. Tania jugaba nerviosamente con el cable que conectaba el manófono con el resto del equipo, mientras Bety, ligera, pues ya le habían dicho que sí, que nomás le avisaran a sus tíos de Tijuana para que fueran por ellas a la central, platicaba con dos chicas que eran compañeras del hermano de Tania y que también querían ir al concierto. —Sí, —les decía, —nos vamos a ir en camión y allá nos van a recoger unos novios que hicimos en el chat. —Mientras alardeaba, golpeaba con sus rodillas la hielera vacía que colgaba de su hombro, enrollando la correa y volviéndola a desenrollar, haciéndola girar sobre su propio eje. Por el oído que no tenía pegado al auricular, Tania escuchaba a su mejor amiga mentir, pero en lugar de sentir envidia por su facilidad para hablar con quien fuera o fastidio por su tendencia a inventar historias, sintió cómo sus pies se pegaban al suelo y enseguida, sus piernas se paralizaban. —¿Bueno? —escuchó que respondió su mamá. Tania arrancó en un monólogo, el que tenía anotado en una hojita de la Hello Kitty que ya había hecho bolita tantas veces que las palabras se perdían entre los pliegues de la hoja. —Y juntamos el dinero, amá. Vendimos los burritos que hace la mamá de la Bety, quequitos de los que venden en la tienda de Toñita y otras cosas así —no supo porqué pero le dio pena decirle a su mamá que le habían pedido dinero a sus compañeros. —No necesitarían darme nada de dinero ni tú ni mi papi. —Esta última parte era la que la tenía orgullosa. Sus papás siempre hablaban de la falta de dinero y de lo caro que era todo, seguro se sentirían orgullosos de saber que ella podía ver por sí misma. —¡Ay, Tania! ¿Cómo se te ocurre? Tú sabes que los viernes trabajo. —Claro que sabía, lo sabía todos los días desde que habían nacido los cuates. Lo sabía cuando sus vecinos se juntaban a jugar Nintendo y ella tenía que regresar a su casa antes de que llegara su turno, para cambiarle el pañal cagado a su hermana. También lo sabía cuando no podía ir a una fiesta porque su papá era el único adulto en la casa y estaba tan cansado que dormía todo el día, y cuando su hermano sí podía ir, aunque solo se llevaran un año y aunque ella sacara mejores calificaciones, porque cómo se iba a quedar el Dieguito solo con los cuates. La parálisis ya había subido hasta su cabeza y ella era de piedra. Antes de colgar, su mamá le recordó sobre las guayabas. —No las vayas a olvidar, mija, por favor. Ayúdame tantito. —Tania inhaló en el momento que escuchó la palabra "mija" y para el "tantito", el aire ya iba de salida, pero no era fresco, era fuego y era puro, pues los vellos que recubrían la parte interna de su nariz, ya lo habían limpiado de las partículas de polvo que flotaban en su pueblo todo el tiempo, como si existiera en San Quintín una ráfaga permanente, que nunca dejaba que la tierra simplemente se quedara en el suelo, no, hacía que lo cubriera todo, un musgo seco y estéril, permanentemente contaminando las caras, los cuerpos y los planes de sus habitantes.  —Sí, mamá —respondió con la voz más dulce que logró conjurar.  Después colgó y recogió del piso la bolsa con la fruta, apretando el nudo de plástico en su puño hasta que dejó marcas rojas y palpitantes en la palma de su mano.

        Una botella de doscientos mililitros de New Mix, seis Caribe Coolers, dos paquetes de cigarros, tres empaques de papitas, tostilocos, gomitas con chile y cuatro chocolates americanos. Para todo eso les alcanzó con su parte de la venta y lo que habían pedido prestado. Y todavía les sobraba. —Al cabo no vas a ir al concierto, —le había dicho Bety para convencerla de usar el dinero y verse chingona pichando la peda —en dos semanas volvemos a juntarlo. —Claro que ella sí iría, aclaró antes, con las compañeras de su hermano, las que acababan de conocer, lo habían decidido mientras ella estaba al teléfono con su jefa. —Ay Tania, —se había quejado cuando osó pedirle que no fuera y mejor viera el concierto en la tele con ella, en solidaridad —pero si a mí sí me dieron permiso, no es justo. Te grabo un video cuando canten la de Coqueta —dijo en un intento por limpiar su conciencia, —es más  y te traigo una camiseta. —Luego su amiga sobó su hombro y buscó sus ojos con una sonrisa que a Tania le apestó a lástima.

Pero ella no dijo nada. No insistió. Así como tampoco insistió con su mamá por el permiso. Tania guardó silencio y apretó aún más la bolsa con las guayabas que tenía ya rato cargando y que a esas alturas, comenzaban a apestar.

Siguió a las otras cuando decidieron ir a la fiesta.  También las siguió, en silencio y cabizbaja, al expendio donde compraron las provisiones. Caminaron juntas cargando el botín hasta que, antes de entrar a la casa, Bety la detuvo. —¿Qué pedo wey? —le preguntó Tania, poniendo su mano sobre su brazo y notando un ligero temblor. —Te da miedo entrar, ¿verdad? —inquirió sinceramente. —Bety resopló, se soltó del agarre de Tania y refutó —Claro que no. Tú estás agüitada por lo del concierto, me cae que quieres irte a tu casa, ¿no? —aunque nunca habían estado en una fiesta de prepa, Tania no sentía miedo, y a pesar de eso, con todos los dientes, mintió. —Sí, amiga, mejor entra tú, yo le tengo que llevar las guayabas a mi mami. —¿Van a venir o qué? —cuestionó una de sus acompañantes que ya estaba adentro repartiendo la mercancía. Tania la miró, luego vio a Bety, parada ahí con la bolsa de fruta pachichi colgando de la mano, con los zapatos Micky enterregados y el suéter manchado de brillantina. —Bueno, —contestó —pero si mi mamá pregunta, estoy contigo, ¿ok? —diciendo esto y sin esperar respuesta, Bety corrió adentro hacia sus nuevas amigas.

        El teléfono dio tono. La señora de la casa respondió. Después Tania preguntó por su amiga. —¿En serio no está? Pero si me dijo que iba en camino a su casa —dijo en un tono de voz preocupado, el que mejor logró conjurar —a lo mejor tiene miedo de llegar por lo del examen de matemáticas. —La mamá de Bety preguntó qué sobre el examen de matemáticas. —Sí, pues con eso de que reprobó. —Hablaron unos segundos más, en los que Tania expresó su interés por su amiga. —Ya sabe, es que a mí no me gusta juntarme con los de prepa, son remalandros. —La mamá le agradeció la llamada y por ser tan buena amiga para su hija, luego Tania la escuchó tomar las llaves de su carro y por último, despedirse. Cuando colgó, notó cómo la tensión en sus músculos aminoraba, pudo mover sus extremidades con soltura y dio un brinquito para bajar de la banqueta. Antes de cruzar la calle, giró y recogió del piso, junto al teléfono, la bolsa de plástico con fruta mosqueada que había dejado hacía unos instantes, justo debajo de un rayo de sol.

Uno, dos, tres, uno, dos, tres, contaba Tania cada vez que sus rodillas cachaban el rebote de la bolsa en camino a casa de su nana. Uno, dos, tres contaba, luego soltaba la bolsa sin guardar cuidado y se tallaba los ojos irritados por el polvo. Cuando finalmente llegó a la casa, abrió la bolsa y metió la mano dentro. Sacó una guayaba que aún estaba inmadura, verde, joven, arrancada del árbol antes de tiempo y haciendo fuerza con su puño, la aplastó hasta que la pulpa y las semillas se desparramaron por las fisuras entre sus dedos. —Guácala —se dijo a sí misma. —Tiró la plasta en el zacate de su nana, se limpió la mano en el muslo desnudo y contó de nuevo, antes de tocar la puerta —uno, dos, tres. Tres años para poder largarme de aquí.




Haydé Sicardi (Ensenada, 1987) es Abogada por la UABC y se ha desarrollado principalmente en el ramo corporativo. Ha tomado talleres de crónica, ensayo, perfil y cuento.

Letrinas: «El olor de las gardenias»


El olor de las gardenias

Mónica Blumen


JUEVES. VICTORIA ESTABA LISTA PARA SALIR AL ESCENARIO. Tenía los labios brillosísimos e hinchados de color rojo ardiente, y las tetas operadas y espectaculares. Todas las demás áreas de su cuerpo, sí cumplían con el cánon visual que ponía a los hombres como perros rabiosos. Janis, trabajaba con ella en el Amadeo Night Club. Bailaba en lencería delgadamente peligrosa y dominaba el arte del tubo como una mariposa que se desliza por las hendiduras de un tornillo. El show de ella, le abría pista a la única bailarina exótica que se desnudaba por completo y en partes, conforme los guitarrazos eléctricos de Scorpions, con Still loving you, y era, Victoria.

Los jueves se habían popularizado gracias a ella. Los hombres, que ya eran fieles a su show, lo bautizaron como «los jueves victoriosos».

Victoria también trabajaba como secretaria en un consultorio dental por las mañanas. Ya había comprado una camioneta y enganchado una casa pequeña de un piso. Se estaba haciendo de un buen ahorro, producto de sus desvelos y empeño físico; de trabajo arduo. Ya llevaba tiempo pensado en dejar el Amadeo.

Sabía que como cada jueves, iba a llegar El Chino Moreno a llenarle los tacones de billetes, y le iba a mandar un arreglo más de flores caras y exóticas, acompañadas de peticiones para tener una noche a solas, con ella.

Él, era uno de los clientes que más dinero le ponía alrededor de la correa de los altísimos tacones de charol negro. Lo hacía con el suficiente tiempo, mientras ella bailaba despacio y totalmente desnuda sobre su mesa. Contoneaba cada conjunto de sus huesos de manera suave, como una víbora que se arrastra en un desierto, dejando perfectas curvas en la arena.

            El jueves anterior, El Chino Moreno le había enviado un frondoso arreglo de tulipanes, y en la tarjeta decía «Para Victoria: la más exótica de las flores salvajes. Deseoso de tener una noche contigo a solas. Quiero que seas mía. De: Damián Tzu, tu Chino Moreno». El jueves antepasado le había enviado un arreglo de ranúnculos de variados colores y su respectivo mensaje: «Para Victoria: Estas hermosas flores te pertenecen, ¿Te gustaría a ti, ser de mi pertenencia? Serás solo mía. De: Damián Tzu, tu Chino Moreno». El jueves pasado al antepasado, un precioso arreglo de flores de azafrán había llegado a su camerino, y en la tarjeta: «Para Victoria: estas flores son un recordatorio de lo mucho que me encantaría tenerte encima de mí. ¿Me concederás una noche? Quiero que seas mía. La tercera, es la vencida. De: Damián Tzu, tu Chino Moreno».

            Damián Tzu, era descendiente de chinos. Sus ojos eran icónicamente rasgados, y su color de piel, muy morena. —Gracias, Chino Moreno —le murmullaba Victoria en el oído a Damián cuando terminaba su show y pasaba junto a él, para regresar a su camerino. A su paso, aprovechaba para recorrerle con sus uñas postizas de cinco centímetros, desde el hombro hasta la rodilla. Se mordía el labio superior con una sonrisa desdeñosa cuando lo volteaba a ver. Victoria no interactuaba así con ningún otro cliente, a pesar de que también le guardaban suficiente dinero en los tacones.

Ese jueves, antes de salir del camerino, Victoria dijo —¿Cuánto a que este pendejete ahora me manda unas orquídeas?. —¿Y si no, qué? —dijo Janis mientras se arreglaba frente al espejo del camerino que ocupaba casi toda la pared. —Está tan apendejado contigo ese güey, que no lo dudo hija —dijo mientras se ajustaba las copas del brasier lleno de lentejuelas azules. —Güey, ya dale pa sus chicles ¿no?, o se me hace que me lo ando echando yo, y le voy a cobrar bien cabrón —dijo— a la vez que observaba a Victoria directo a los ojos y se terminaba su cigarro. —Si me manda unas orquídeas hoy, neta que me largo con él en la noche… ya, a la chingada —dijo Victoria— y le dio una calada al cigarro de Janis. —Y si no, te vas a subir encuerada al cerro de la familia hoy, saliendo de aquí ¡perra! —contestó efusiva y extendió la mano. —Si ya me mandó todas esas flores bien pinches caras, ¿qué otras pueden seguir? Obvio orquídeas, ¡te la vas a pelar culera! —respondió— y selló la apuesta al responderle con su mano.

Terminó el show. Victoria se dirigió desnuda al camerino, como todos los jueves. En un brazo, se colgó la lencería que se había quitado. El olor de las gardenias le dio la bienvenida. —Ya te jodiste chula, ¿lista para encuerarte en el cerro?, —dijo Janis entre risas—. Victoria puso los ojos en blanco y se fue quitando todos los billetes que le había acomodado principalmente el Chino Moreno, en la correa de los tacones. A la vez que observaba el arreglo floral sin emoción en el rostro.

Viernes. 4:00 a.m. Iban en el carro de Janis rumbo al cerro de la familia. Habían preparado dos porros. Se estacionaron en la falda del cerro y subieron a la punta. Olía a árboles frescos. Veían el titiritar de las luces de la ciudad, mientras se iban pasando el porro. —Encuérate pues —le dijo Janis. Victoria la volteó a ver —Ay, no mames, claro que no. Ya equis, ganaste mamona —dijo—.

La torreta de una patrulla de policía sonó. —¡Güey, aviéntalo y échale tierra, no mames, no mames!—, escondieron el porro entre un miserable agujero que hicieron debajo de sus pies con prisa.

—Policía Municipal. Permanezcan en el mismo lugar. Policía Municipal, vamos a subir —indicó un hombre, a través del altavoz.

El cerro de la familia, era conocido con ese nombre, porque era un cerro pequeño y muy accesible de subir. Estaba en las afueras de la ciudad, sin embargo, personas, personas con animales, y familias, iban y hacían ejercicio, o paseaban, casi siempre por las mañanas.

Dos policías subieron. Eran dos hombres, uno gordísimo con predominante papada, y con el cabello corto, ralo y claro. El otro, era moreno, delgado y chaparro, y tenía un débil intento de bigote en las orillas de los labios. —Buenos días, señoritas ¿cómo las trata la madrugada? Andan muy solitas ¿no? —dijo el gordo—. Ellas permanecieron en silencio. El moreno sacó su pistola, era un arma corta. —Tienen que tener cuidado, porque hay gente peligrosa a estas horas —los dos se empezaron a reír pelando los dientes. —A ver, ¿lo hacemos rápido y fácil?, ¿o no? ¿Quién me la quiere chupar primero? —dijo el gordo—. El moreno se acercó a Victoria —ssssssuy!… qué buenas tetas tiene esta, Padrino. Se ve que le gusta darle duro. Yo digo que esta primero, oficial. Y después de ti, voy yo apá.

El gordo le tocó los senos a Victoria con las dos manos, los apretó con enjundia, luego la empujó hacia abajo ejerciéndole fuerza en los hombros, y la puso de rodillas. Mientras, el moreno vigilaba a Janis apuntándola con su pistola de forma discreta, a la altura de su cadera. Ella permaneció con la cabeza agachada y en silencio. Le corrieron algunas lágrimas mudas.

Aparte de las ramitas de los árboles rozándose entre sí, el sonido de ahogo mezclado con chasquidos de saliva y falta de respiración, y los gemidos de placer del gordo, era lo único que se escuchaba en el cerro. Sin dejar de apuntar con la pistola, el moreno sacó su celular y grabó el acto sexual. Tuvo cuidado de no encuadrar la cara del gordo.

Un automóvil se aproximaba al cerro. El gordo retiró la cabeza de Victoria de su pene, con un brusco jalón de cabello que la hizo perder el equilibrio y cayó de sentón. Se abrochó el pantalón a la vez que bajaba apresurado por el cerro, junto con el policía, para subirse a la patrulla. Victoria empezó a vomitar.

El siguiente jueves, una manta colocada encima de la puerta principal del Amadeo Night Club, anunciaba: «¡HOY!, último jueves ardiente, jueves victorioso. Siente la soberbia del placer. Abrimos puertas a las 7:00 p.m.».

En el camerino, Victoria se delineaba con mucho cuidado y pulso los labios. —A mí también me dan ganas de renunciar ya de toda esta mierda —dijo Janis. Victoria se inundó los labios con un gloss rojo ligeramente transparente, —¿cómo me veo? —dijo— y le modeló sus tacones altos de correa, junto con unos ligueros de red que se sostenían de dos líneas gruesas de encaje, que a su vez, eran parte de un cinto que le rodeaba la cintura. Una tanga y brasier semitransparentes, intentaban cubrir sus partes íntimas. —¡Te ves súper! —dijo Janis—.

            Tocaron dos veces a la puerta —¡Cinco minutos para salir Victoria! —gritó un hombre. Victoria se colocó por último, una larga capa negra de seda, y la amarró con un moño en su cuello.

           Un empleado del Amadeo, llegó al camerino con una caja de regalo grande, del ancho de sus hombros. Era de cartón grueso y estaba atada por un listón rojo y elegante con un moño encima, —Victoria, te mandaron esto —dijo— y sus ojos preguntaron dónde la podía colocar. —¡Ay!, gracias, ponla aquí sobre el peinador —y le hizo espacio— ¿quién la envío?. El hombre dijo que no sabía y salió del camerino. —Obvio el Chino Moreno, ¿quién más? —dijo Janis—.

           Victoria jaló una de las puntas del moño, y las cuatro caras de la caja cayeron hacia los lados exhibiendo un arreglo con treinta rosas negras y olor a excremento. —¡No mames! —dijo Janis— y se hicieron para atrás. Janis se tapó la nariz. —¡Saquen esto de aquí! —empezó a gritar en la puerta—. Victoria se quedó paralizada viendo el arreglo. —¡Saquen esto de aquí! —volvió a gritar Janis—. Uno de los empleados del bar, llegó —¡Huele a mierda! —dijo con disgusto, —¡sácalo de aquí! —volvió a decir Janis. El hombre cerró la caja con asco y se la alejó del cuerpo. —Ya tienes que salir Victoria —le dijo antes de salir del camerino.

            —Tengo miedo —le dijo a Janis—, y salió al escenario.

           Unos 12 hombres estaban en el lugar cuando Victoria salió cubierta del cuello a los pies por su capa vampirezca de seda negra. Still loving you de Scorpions, que ya era su leitmotiv, sonaba muy fuerte, mientras ella recorría la tarima con pasos lentos y firmes. Empezó a acariciar el tubo. Las luces de neón rojo le pintaron el cuerpo y el cabello por completo, y luego, desapareció entre una nube densa de humo que expulsó una máquina que formaba parte del escenario. Durante la primera estrofa, el humo comenzó a disiparse y lentamente Victoria fue apareciendo, ya sin la capa. Time, it needs time, To win back your love again, I will be there, I will be there. Love, only love, Can bring back your love someday, I will be there, I will be there. Empezó a recorrerse el cuerpo con sus manos, a la vez que volteaba a ver a los hombres con ojos pícaros.

            Era el último día de Victoria. Lo había decidido por lo que sucedió en el cerro aquella noche. Ese día, no hubo show antes del suyo, y le había pedido a Janis que la acompañara. Estaba segura de que en su despedida, iba a salir con más dinero que en otros días.

            Seguían entrando hombres al bar. Entre ellos, el Chino Moreno. Se sentó en su mesa reservada de siempre, justo frente al escenario, en medio de lo ancho del bar, donde la simetría le beneficiaba a la vista.

         Victoria lo vio y se puso nerviosa, pero siguió con su show y evitó mirarlo fijamente como siempre lo hacía. La gran estrofa que tiene el primer guitarrazo de la canción, fue la señal para desnudarse. Esta vez, caminó a un costado del escenario. Mientras se quitaba la lencería le sonreía con desdén a los hombres que tenía cerca, quienes ya le empezaban a poner billetes enrollados en las correas de los tacones. El Chino Moreno le aventó un cenicero de vidrio justo en la cabeza y le abrió la frente. Empezó a sangrar. Se llevó sus dos manos a la herida para detener la sangre y se sentó en el filo de la tarima, después de sentirse mareada. Varios hombres se acercaron para auxiliarla. Entre tantos brazos queriendo ayudarla, la música alta y la luz roja, había manos que también le agarraban los senos. La música de Scorpions, seguía su curso. El Chino Moreno se subió a la tarima y llegó hacia Victoria por un costado. Le dio varias patadas en la cadera y le gritó —¡Te dije que eras solo mía, puta!



Mónica Blumen (Ciudad Juárez, 1988) Egresada de la Licenciatura en Realización Cinematográfica por el Centro de Artes Audiovisuales (CAAV, 2009-2013). Actualmente, cursa la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH, 2022-2026). En el ámbito cinematográfico, se desempeña como directora de cine documental, productora, guionista, fotógrafa y montajista. Fue nominada al Premio Ariel con el cortometraje documental “13,500 Volts” (2016); seleccionada en festivales nacionales e internacionales y ganadora de diversos premios por su obra cinematográfica. En el ámbito literario, Mónica ha participado en la antología de cuentos “Raíces de obsidiana: criaturas mitológicas” y “Poemas pe(r)didos”, antología ganadora en Voces al Sol 2022. Fue asesora y editora en la escritura del guion de largometraje de ficción “La Biblia de Gaspar” (2023). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en 2014-15.

«Conversaciones» de Carlos Alfieri


La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

Para lograr una buena entrevista hay que estar en los lugares indicados y en los momentos indicados, no hablo de una cuestión de suerte sino de buscar a los personajes con los que quisiéramos platicar para desarrollar una conversación. En pocas palabras: hacer periodismo.

Para ello, hay que seguirles la pista a los escritores, en este caso, Conversaciones de Carlos Alfieri, es un libro que contiene seis entrevistas a seis maestros contemporáneos, de distintos estilos, cada uno con profunda obra: César Aira, Guillermo Cabrera Infante, Roger Chartier, Antonio Muñoz Molina, Ricardo Piglia y Fernando Savater.

Sin lugar a dudas, la lista es variopinta y no podríamos decir que las entrevistas se desarrollaron porque los autores pertenezcan a una escuela o que compartan un estilo en común. La diversidad es lo que convierte a esta publicación en un libro valioso, inteligente y desenfadado. Por otro lado, leer a escritores que desafortunadamente han fallecido le da una vitalidad diferente a su obra.

Mientras que Aira apuesta por convertirse en una máquina de escritura; Savater continúa su trabajo pedagógico cercano a la filosofía; Cabrera Infante nos dice por qué decidió continuar escribiendo en español a pesar de vivir mucho tiempo en Inglaterra, comunicándose en inglés.

Y, por supuesto, aparecen las largas y entrañables reflexiones en torno a la literatura, al lector y al escritor que caracterizan el pensamiento de uno de los escritores-teóricos más importantes de los últimos 20 años: Ricardo Piglia.

Por su parte, Antonio Muñoz Molina, hace un recorrido histórico en el que el libre albedrío del ser humano nos sigue sorprendiendo porque, con horror o con virtud, observamos una cantidad de errores que se repiten no sólo en el siglo XX, sino que nos alcanzan hasta el XXI. Roger Chartier, desde su labor de historiador, nos habla de la importancia de la escritura para desarrollar la Historia.

Otro elemento valioso de este libro son las breves disertaciones sobre el periodismo y sobre la relación que el entrevistado y el entrevistador guardan. En apenas tres páginas, Carlos Alfieri nos dice que prefiere llamarle “Conversaciones” a “Entrevistas” a los textos que se presentan. Y con ello construye una poética personal, si se me permite el término:

 

Prefiero denominarlas conversaciones, más que entrevistas, por su tono calmo, carente del apremio que imponen a menudo los estrictos límites del tiempo concedido por el entrevistado; por la intención de abordar con la mayor extensión y profundidad posibles los temas tratados, por la voluntad de transitar con libertad por territorios no delimitados de antemano y de trascender las cuestiones más subordinadas a la actualidad periodística (p. 9)


Reflexión que, sin duda, comparto pues el periodismo actual ha perdido espacio para las entrevistas largas, de fondo. Es muy complicado encontrar en un medio impreso o electrónico entrevistas de largo aliento. Pareciera ser que éstas están destinadas exclusivamente a los libros.

Las charlas que integran el volumen fueron realizadas entre 1997 y 2007 –nótese la década de trabajo periodístico– en España, aunque publicadas tanto en nuestro continente como en el viejo.

Versiones más o menos completas aparecieron en Revista de Occidente, Cuadernos Hispanoamericanos y Claves de Razón Práctica.

Continuando con la relación entrevistado-entrevistador, Alfieri reflexiona este binomio como un trabajo arduo, de donde él sale bien librado pues es notorio el conocimiento de la obra de cada uno de sus entrevistados. Cuando Carlos apunta sobre por qué llamarle conversaciones y no entrevistas nos ofrece una respuesta sobre la relación arriba señalada:

 

Porque rehúyen apelar a algunos recursos que caracterizan una forma generalizada de practicar la entrevista: el excesivo protagonismo del entrevistador, el diálogo concebido como un combate con el entrevistado, el chisporroteo ingenioso y superficial, la réplica efectista. Habría que agregar que no pocas veces estos estilemas están acompañados por una insolente ignorancia acerca de lo que se está hablando (p.10)

 

Nuevamente comparto lo expresado por Alfieri pues si bien es cierto que debe de haber empatía con el entrevistado, no se debe de caer en fanatismos que nublen la visión de quien va a realizar las preguntas, pero tampoco considero que el entrevistado deba llegar con el cuchillo entre los dientes a refutar cada una de las respuestas de su interlocutor. Todo equilibrio nos dará una buena proporción, en donde no haya exceso de protagonismo del entrevistador, lo cual conlleva a un estudio serio de la obra de quien se sentará frente a nosotros.

Carlos Alfieri logra construir excelentes preguntas en donde logra llevar la conversación hacia temas complicados, pero que transcurren con normalidad. En ocasiones, los entrevistados se notan sorprendidos por las preguntas y eso permite que la respuesta sea más que un dato curioso.

Para mostrar el trabajo periodístico y el genio de las respuestas, dejaré tres ejemplos de cuestionamientos con lo que le dijeron. En el caso de César Aira sobre Juan Rulfo:

 

¿Y el trato gélido que le dedica a Juan Rulfo?

Aprovecharé que no estamos en México para hablar impunemente mal de Rulfo. En México no podría hacerlo: me echarían inmediatamente del país. A pesar de lo que diga mi amiga Nuria Amat, que lo ama tanto, a mí no me gusta esa actitud que ha tenido Rulfo (y que han tenido otros) de hacer una obra, pulirla hasta que les quede bien, hasta que sea perfecta, y después vivir el resto de su vida de los réditos de esa obra.

Me parece que una actitud más generosa de un escritor es seguir escribiendo hasta que no pueda más, hasta cuando empiece a chochear. Escribir hasta reventar y seguir escribiendo, ¿qué importa escribir bien o escribir mal? ¡Qué actitud mezquina es ésa de cuidar el prestigio! Quizás, o seguramente, Rulfo no lo hizo por cuidar su prestigio. Él quedó bastante mal y tal vez no pudo escribir más. Pero no sé, esos dos libritos, que he leído y admirado, quedan en una admiración un poco estéril, creo. (p. 50)

 

O el cuestionamiento a Ricado Piglia:

 

Ha escrito que “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”. ¿Por qué?

Por lo que yo recuerdo que quería decir en ese texto, es la idea de que uno en realidad escribe sobre lo que ha leído, o mejor, cree que escribe sobre lo que ha leído y en realidad está escribiendo sobre su vida y sobre la manera en que esas lecturas lo han transformado.

Me parece que algo de eso hay ya en algunos de los grandes textos autobiográficos, como En busca del tiempo perdido, de Proust, que también es un texto donde se entrelazan los libros que él ha leído y la historia de su vida. (p. 83)

 

La mezcla entre escritura y política de Guillermo Cabrera Infante:

 

¿Cómo hace política un escritor? ¿Escribiendo, militando en un partido o en un movimiento?

Los escritores no debieran meterse en política. La única vinculación posible entre un escritor y un político es que los dos trabajan con mentiras. El problema es que la política implica una proyección pública y el escritor tiene una ventaja: que puede escribir y puede publicar, y por lo tanto sus opiniones privadas se hacen públicas con mayor o menor fuerza, lo que no indica que sean acertadas. Al contrario, creo que los políticos aciertan más que los escritores, a juzgar por los escritores de este siglo.

H. G. Wells, que era uno de los hombres más inteligentes de la literatura inglesa, dijo en 1928, hablando de un viaje a la Unión Soviética que habían hecho los esposos Webb, fundadores del Partido Laborista: “Curioso matrimonio, que fue a observar un fenómeno cuando ya no existía”. Pero en 1943 él visitó la Unión Soviética, y nada menos que para entrevistar a Stalin, y no fue nada crítico en su entrevista. Entonces este escritor tan veraz y respetable incurrió en todos los crímenes de su época. (p.150)

 

*Conversaciones de Carlos Alfieri. Katz Editores, 2008.

Adriana Paz y su "Epifanía" en "Emilia Pérez": es la encarnación del amor



Cinetiketas | Jaime López |



El pasado 25 de mayo, Adriana Paz hizo historia al convertirse en la primera mexicana en ganar la categoría de Mejor Actriz en el Festival de Cannes por la película "Emilia Pérez", de Jacques Audiard. Ello en conjunto con el resto del elenco integrado por Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gómez. 

Contada en clave de musical, el filme sigue a "Manitas", líder del crimen organizado que busca escapar de su realidad convirtiéndose en lo que siempre soñó: una mujer transgénero. 

En el camino se encontrará a personajes que la marcarán de forma significativa, entre ellos, "Epifanía", el rol interpretado por Paz, que cuenta con una consagrada filmografía en México. 

La talento egresada de la UNAM describió dicho personaje como una persona llena de esperanza, que opta por tener una visión optimista de la vida, a pesar de que ha padecido muchos sinsabores. 

"Es de esas personas que como hay un montón en nuestro país, que salen todos los días, atraviesan la ciudad para llegar a sus trabajos, pero a pesar de todo, no pierden la esperanza (...) Por ahí, alguien la describió cuando vio la película en Cannes como la encarnación del amor, que es un poco lo que viene a representar en la vida de Emilia Pérez", explicó. 

Acerca de cómo construyó a "Epifanía", respondió que el guion le brindó la información pertinente, la cual complementó con las instrucciones del realizador.




Sostuvo que Audiard no se casa con sus propias ideas y permite que haya variaciones histriónicas dependiendo la situación de las escenas. 

La actriz recordó que, a lo largo de su filmografía, ha dado vida a mujeres insertas en contextos violentos, tal es el caso de "Cheba" en "La Tirisia"

"Uno como actor tiene que ser observador de tu realidad y de ti mismo, porque ha habido momentos en los que he estado en la lona (...) Es un personaje que puede ser de pronto, un poco inocente, pero no es tonto, y eso me encanta, las personas que no pierden la esperanza, a pesar de toda la malicia que han vivido", dijo. 

En cuanto al género del filme, reconoció que es la primera ocasión que participa en un musical, mismo que definió como diferente por la apuesta narrativa del director. 

"No es un musical que se quede vacío; las coreografías pueden ser muy oscuras", expresó. 

Agregó que la violencia padecida por "Epifanía" no es algo que se ve en pantalla grande o en la historia, sino es una situación que se infiere a partir del libreto. 

Paz se dijo satisfecha por el resultado de la obra que la ha puesto en los ojos de la prensa nacional e internacional. 

La actriz manifestó su deseo de que "Emilia Pérez" pueda estrenarse a la brevedad posible en México dada su gran aceptación en Cannes, en donde también se alzó con el Premio del Jurado.

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