Cinetiketas: entrevista con la realizadora Isis Ahumada



Jaime López | Cinetiketas

Charlamos con la realizadora colimense Isis Ahumada Monroy sobre su ópera prima 'Mi no lugar', documental que retrata la realidad que atraviesan los hijos de jornaleros en México, quienes cambian constantemente de territorio en busca de trabajo.


Para más charlas con cineastas mexicanos, suscríbete a nuestro canal de YouTube: Revista Sputnik.

Aunque tú no lo sepas: una charla con Charly Benavente



En este capítulo de 'Aunque tú no lo sepas' les presentamos una charla especial Charly Benavente, músico chileno y una de las voces más destacadas de la nueva ola del indie latinoamericano.

Platicamos con él sobre su participacion en The Voice Chile, la génesis de su carrera musical, sus colaboraciones y sus próximos lanzamientos. 



Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Fui al Eras Tour de Taylor Swift en CDMX… ¡Y SOBREVIVÍ!

 



Por Mónica Castro Lara |

Ya sé, ya sé. Ya pasaron días de los conciertos de la güera en CDMX, pero acá esta millennial geriátrica se enfermó de gripa (mi garganta lo resintió bastante y me puse de imprudente días después creyendo que estaba como si nada) y comprenderán que no estaba al cien para escribir y compartirles un poquito de mi *inolvidable* experiencia. Además, aprovecho que hace unos días anunciaron el Eras Tour Film en cines y otra vez la euforia regresó a nuestros cuerpos cansados y gastados. Como era de esperarse, esos boletos también se agotaron en cuestión de minutos a pesar de que Cinépolis se tiró al suelo, hizo berrinche y salió con diez mil jaladas, pero bueno. Nuevamente iremos a ver el concierto, pero ahora desde la comodidad de un asiento acojinado (y no la porquería de grada del Foro Sol al cual siempre odiaré) y a tan solo minutos de casa. Como podrán comprobar, el impacto del Eras Tour de Taylor Swift en 2023 es bestial y llegó para quedarse un bueeen rato en nuestro país.

*(Tantito imaginen que es la madrugada del 26 de agosto) *. Escribo estas líneas mientras regreso de lo que es, sin duda alguna, el concierto de mi vida. Digo… tampoco es que haya ido a muchos conciertos en mi vida, pero en definitiva, éste llegó para ocupar cada rincón de mi gélido corazoncito y créanme cuando les digo que, lo que acabo de vivir el día de hoy, dudo que pueda revivirlo con algún otro artista. No sé qué tan simple sea mi historia con el concierto, pero de todos modos la voy a contar. Así como millones de personas, me registré en el Verified Fan en Ticketmaster (que también odio, por cierto) sin recibir una respuesta positiva. Mi amiga Mary fue la suertuda que recibió el muy codiciado “código” (que en realidad era un link privado) y gracias a ello pudimos comprar los boletos sin mayor problema y, sobre todo, sin la intervención de ningún revendedor horroroso o tener que buscar los boletos por otros medios (cosa que, en definitiva, no estábamos dispuestas a hacer). Escogimos una zona bastante razonable económicamente hablando (porque a pesar de la euforia, hay que medio ubicarse) y afortunadamente no tuvimos ningún otro contratiempo (tipo que se cayera la página, que no nos aceptara el pago o esas cosas nefastas que suelen pasar con Ticketmaster). Como verán, efectivamente suena muy simple (porque debería serlo), pero en verdad fuimos de las pocas afortunadas en lograr una compra exitosa y sin percances. Ese era apenas el inicio de una larga y muy emocionante travesía; como buenas poblanas, necesitábamos transporte, planear el viaje en sí, pensar, comprar o incluso diseñar nuestros outfits, hacer las famosas friendship bracelets, ahorrar lo más que se pudiera y un largo etcétera. No les miento: fue una experiencia muy, muy linda pero también de mucho derroche económico. Prefiero no entrar en ese tipo de detalles porque si me pongo a indagar, a hacer cuentas y a reflexionar un poco más, entra una en un círculo capitalista vicioso e infinito y creo que es mejor disfrutar digamos… la esencia del por qué estamos haciendo y gastando todo esto, que es a grandes rasgos, ir a ver a una de nuestras artistas favoritas en sus primeros shows en nuestro país y pasarla muy, muy bien. Y por fortuna, así fue. 

Un factor estresante (no solo para mí, sino para miles de personas) era el saber que lo más probable es que se cayera el cielo en la Ciudad de México en las cuatro fechas del concierto (porque sabemos que en agosto llueve, eh Taylor) y que lo usual en dicha ciudad y en especial, en el muy mal construido Foro Sol (sí, lo odio) es que se inunden. No sé si recuerdan, pero en 2020, justo días antes de que cerraran TO-DO por la pandemia de COVID y cuando el virus ya estaba bien instalado en nuestro país, estuve en el concierto de Billy Joel en el Foro Sol y a partir de esa muy mala experiencia, juré no volver a ir a ningún otro concierto o a algún evento en dicho lugar. Lo que no sabía es que tres años después, me iba a terminar mordiendo la lengua hasta sangrarme y que estaría asistiendo al mismo recinto que tanto me choca y al que tanto le echamos caca los mexicanos. “¿¡POR QUÉ NO LO HICIERON EN EL ESTADIO AZTECA!?” nos preguntamos varixs. ¿Será muy costoso gestionar un concierto en el Azteca? ¿O de plano los dueños del Foro Sol son más perros? Quién sabe. Lo importante aquí es que, Tláloc, al parecer íntimo amigo de Taylor Swift, nos dio tregua los cuatro días del concierto a pesar del cielo cerradísimo y nubladísimo que había. Sí nos llovió muy poquito cuando apareció la telonera Sabrina Carpenter, pero hasta ahí. Yo, como buena millennial geriátrica (sí, se los reitero), me fui muy preparada para un 25 de agosto lluvioso, es decir con botas de camping, dos impermeables (sí dos, pero solo usé uno) y la verdad es que, por cuestiones de comodidad, no planee más allá de lo que otrxs planearon, pero qué pinche bonito fue ver a un montón de gente vestida de su era favorita de Taylor Swift o de algún video musical en específico o de la letra de alguna canción. No me queda la menor duda de que la gente (y en especial lxs mexicanxs) es muy creativa, súper animada, arriesgada y que una lluvia o posible mal clima no iban a impedir que se expresaran a través de sus outfits, de sus espectaculares peinados y de las toneladas de glitter que iban a usar en sus impecables maquillajes. Así que todo mi respeto, todo mi amor y toda mi admiración a todas y cada una de esas personas que decidieron ir en contra del pronóstico del clima y del de por sí cansancio que implica el asistir a un concierto así (a la chica que vi con botas de tacón de aguja mientras caminábamos kilómetros rumbo a la entrada, quería darle un abrazo o un sape, francamente).

Estoy segura de que a estas alturas ya saben cuál es el significado o más bien el origen de las friendship bracelets que muchas hicimos y compartimos antes del concierto, así que me parece medio redundante repetirlo, pero sí quiero platicarles (porque soy una ñoñísima y se aguantan) que para mí fue relindo y de lo que más disfruté previo al evento; hacerlas junto a mi hermana Elo, con Bunny a un ladito, escuchando las canciones de Swift y estar totalmente concentrada en lo que estaba haciendo, fue inesperadamente terapéutico (¿mindfulness? ¿eres tú?). Lo que sí es que reafirmo mi nula capacidad para hacer cosas manuales y ni modo. Si a estas alturas ya se reventaron las pulseras que intercambié, pido disculpas. 

Tras llegar con tiempo récord al Foro Sol, recorrer casi todos los puestos ambulantes de merch porque somos medio indecisas, mirar desconfiadas al cielo cada cierto tiempo y encontrar nuestros lugares, por fin inició el segundo concierto de Taylor Swift en México tras 17 largos años de espera. Empecé a gritar como desquiciada cuando apareció nuestra querida güera debajo de los pétalos gigantes que la escondían y ahí supe que me iba a desbordar de la emoción. A M É con locura las maratónicas tres horas y media que duró el concierto y que, además de ser increíblemente puntuales, fueron en todo momento electrizantes y francamente maravillosas. Sabemos que Taylor Swift tiene un equipo de altísima calidad y me dio muchísimo gusto que, a pesar de haber estado en gradas, vimos perfecto todo el espectáculo cuyas pantallas la dejan a una sin habla (Taylor y su equipo mandaron a quitar la cochinada de escenario que tiene el Foro Sol y nos dieron por fin, equipo de calidad). Los visuales del show son geniales, muy ad hoc a cada canción o era; el sonido brutal a pesar de la mala acústica del recinto (porque no, no la tiene) y el fueguito en “Bad Blood” nos calentó a todos bien entradas las diez de la noche. Les confieso que estoy muy, muy orgullosa de mí misma porque pude cantar (más bien gritar jejeje) las 43 canciones que se avienta la Taylor (yo sé que son 44 canciones en total, pero la canción sorpresa que me tocó –“Tell Me Why”– la he escuchado, pero no me la sé). Había visto videos en donde la gente afirmaba que, del shock, se les olvidaban las letras de las canciones, pero no fue el caso de esta ñoña que la verdad, ni es taaaan swiftie. Pero eso sí, bailé, canté, grité, lloré, berreé como nunca y me di cuenta de que justo esa era la terapia que necesitaba y que estaba ansiosa de vivir desde hace varios meses, porque si bien veía partecitas de los conciertos a través de Instagram o de YouTube, la experiencia de estar presente en el Eras Tour México es completamente distinta a lo que vemos en pantalla y mucho se debió al público mexicano. Agradezco que pude estar rodeada de personas que estaban igual de emocionadas y desbordadas que yo. O bueno, unas dos que tres no ¡já!. Obviamente en “Cruel Summer” que es LA canción del verano y la segunda que interpreta, yo ya no tenía voz. Y a la señora o chica de cubrebocas que estaba a mi izquierda adelante de mí a unos tres o cuatro lugares de distancia y que me miraba súper sacada de onda cuando estaba B E R R E A N DO durante “august”, le digo que sí, que estoy bien y que mejor deje de juzgar a la gente o andar de mirona. Aun así, no me inhibió en lo absoluto. Muchxs me han preguntado cuál fue la canción o el momento que más me gustó del concierto y he de confesarles que creo que no es uno muy habitual o que hayan mencionado mucho en publicaciones previas y así, pero yo Mónica Castro Lara sentí que el Foro Sol se desbordaba durante los 10 minutos de “All Too Well”. Es una canción compleja, larguísima, pero en verdad se me enchinó la piel de inicio a fin. Y por lo que viví, creo que a la mayoría le pega cañón.


“No sabía que te gustara tanto Taylor Swift”. Lo escuché y lo leí muchas veces antes del concierto. Resulta que hace quince años, cuando iba en la universidad, mis amigxs y yo recreábamos a modo de burla el video de “Teardrops In My Guitar” y de ahí, decidí descargar algunas canciones de Swift en mi iPod. Siento que ahí empezó todo. Pero como a la gente le encaaanta juzgar los gustos musicales ajenos y Taylor Swift es lo más blanco, lo más ñoño, lo más pop, lo más mainstream que existe, pues confieso que nunca me sentí cómoda gritándolo a los cuatro vientos. Hasta hace unos años que leí sobre lo que Dave Grohl dice de los guilty pleasures y pues… resulta que no me gusta Taylor Swift… ¡M E E N C A N T A! “I don’t believe in guilty pleasures. If you fucking like something, like it. That’s what’s wrong with our generation: that residual punk rock guilt, like, “You’re not supposed to like that. That’s not fucking cool.” Why the fuck not? Fuck you! That’s who I am, goddamn it! That whole guilty pleasure thing is full of fucking shit.” Yo sí creo en lo poderoso de sus letras; como muchxs siento que he crecido con ella y he constatado la evolución de sus canciones, la complejidad de muchas de ellas, lo bien que sabe contar una historia (porque es una extraordinaria storyteller), lo mucho que me interpela su música y lo bien que está rompiéndola en la industria musical.

Por último, Taylor es una titán en lo que hace. No solo en su carrera musical (que ha tenido miles de altas y bajas), sino en el concierto en sí. Cientos de videos hablando de qué dieta llevará, qué tipo de ejercicio debe estar haciendo para mantenerse en forma, que rinde más que los atletas más disciplinados, de cómo debe estar cuidando su voz, qué drogas debe estar inhalando/fumando/inyectándose para resistir y dar lo mejor de sí durante tres horas y media con intermedios y cambios de vestuario de menos de cinco minutos. David Harbour, nuestro Jim Hopper de “Stranger Things” no se explica cómo va al baño la Taylor o en qué momento toma agua. Así todxs, David, así todxs. Estoy muy orgullosa de la perseverancia de nuestra güera favorita, de su tour y de saber que tendremos Taylor para rato. Tú siguele facturando, mami. Factura todo lo que puedas.

Mi agradecimiento por siempre a Andy, por hacer T O D O el viaje una realidad. A Mary, por no quejarte de mis gritos horrendos mal entonados durante el concierto y vivirlo juntas. Y a mi Elo,
siempre.


El 'live action' perfecto sí existe: bienvenidos al universo de One Piece



Samanta Galán Villa |


Kaizoku ou ni ore wa naru!, es una de las frases más reconocidas en el mundo del anime y el manga, que en español significa Yo me convertiré en el futuro Rey de los Piratas.

One Piece ve la luz en junio de 1997 dentro de la Weekly Shōnen Jump, escrito por el gran mangaka Eiichiro Oda. Dos años después, en 1999, sale el primer capítulo del anime, realizado por Toei Animation.

El pasado 31 de agosto, One Piece entró por la puerta grande en el mundo de los live action. Producida por Tomorrow Studios y Shūeisha para la plataforma Netflix, One Piece se ha colocado como la serie más vista en ochenta y cuatro países, rompiendo el récord impuesto por Merlina y Stranger Things.

Sin duda siempre es una moneda al aire cuando de live action se trata. Adaptaciones, cambios de personajes, de tramas y de arcos. Mucho se habló del fracaso que podía significar este proyecto, tal como fue la suerte de Cowboy Bebop o en su momento Avatar: the last airbender. Sin embargo, One Piece ha dejado un buen sabor de boca en propios y extraños.

Si ya eres conocedor del manga/anime, sabrás que el protagonista, Monkey D. Luffy, es un chico despreocupado, alegre, un poco bobo y siempre hambriento de carne que sueña en convertirse en el próximo Rey de los Piratas. En su travesía va reclutando a su tripulación, conocida como Los sombreros de paja (Mugiwara no ichimi). A la par se va haciendo de enemigos, tanto piratas como de oficiales de la Marina. Sin embargo, Luffy nunca titubea en realizar dicho sueño, llevando en esta convicción, a su vez, los sueños de sus nakamas.

One Piece es un manga que tiene más de veintiséis años dentro del mercado y ha logrado conseguir una audiencia fiel, entregada y exigente. Era de esperarse que una temporada de ocho capítulos, cada uno de cuarenta y tantos minutos, tuviera algunos cambios y tomara lo esencial desde el arco Romance Dawn hasta Parque Arlong.

La audiencia recibió muy bien el proyecto, dejando en claro que detrás de esta adaptación está la vista minuciosa de Eiichiro Oda. Gran parte de esta aceptación se debe a que ninguno de los cambios significó un revés dentro de la lógica de la historia. De hecho, el live action de One Piece parece estar más apegado al manga que al anime, mostrando escenas crudas que en algún momento se llegaron a censurar por parte de Toei.


El reparto de actores parece que fue hecho con lupa. Cada uno realiza de una manera sublime, entregada y única su papel, dejando ver la esencia de los personajes. Algo que también vale la pena apreciarse, es la diversidad de nacionalidades y acentos sin introducciones forzadas.

Entre las actuaciones más destacadas está la de Iñaki Godoy, como Luffy. Jeff Ward con la épica interpretación de Buggy El Payaso y Vincent Regan como Monkey D. Garp.


Cada actor parece haber nacido para interpretar el papel. Tanto aliados como antagonistas abrazaron la esencia de los personajes del manga para entregarnos una serie pulida, sin perder el sabor original.

El presupuesto para cada capítulo está estimado en 18 millones de dólares, superando a la aclamada serie Juego de Tronos, algo que se ve reflejado minuto a minuto.

Sin duda cada detalle de los escenarios, de los maquillajes, la banda sonora y los efectos audiovisuales han valido la pena, ya que en las plataformas oficiales de la serie, los usuarios han manifestado sentirse agradecidos y satisfechos con el estupendo trabajo de todo el equipo detrás de One Piece.

Esperemos que pronto pueda salir la segunda temporada, que de seguir el orden natural, iniciaría en el arco Arabasta.

Una suerte que el mal nombre de los live action se levante con esta monumental entrega, un live action que quedará registrado como uno de los mejores de la historia.

Ariel 2023 y los cortos de ficción: entre nuevas masculinidades y el cine de denuncia


Cinetiketas | Jaime López | 

"Agustina", "Aire", "El grillo", "En cualquier lugar" y "Pitbull" son los cinco proyectos  nominados al premio Ariel 2023 en la categoría de mejor cortometraje de ficción.
En ellos se abordan temas urgentes de visibilizar, por ejemplo, el abuso sexual infantil, las paternidades responsables, las nuevas masculinidades o la imaginación como una vía para escapar de la violencia que se padece en Latinoamérica.
Lo anterior evidencia el interés de la nueva generación u ola de realizadores nacionales por impulsar un pensamiento crítico y diferente entre la comunidad cinéfila. 



En cuanto a "Agustina", película de corto aliento dirigida por Luciana Herrera Caso, relata la historia de una niña que enfrenta la ausencia de su padre refugiándose en sus fantasías.
En concreto, la menor sueña con pisar la luna. Es tal su fervor, que su mamá le pide que le enseñe a viajar a través de su imaginación. 
La propuesta de Herrera Caso es orgánica y dueña de una protagonista dulce y conmovedora. 



En tanto, "Aire" sigue a una víctima de abuso sexual infantil, que poco a poco va recordando lo que le sucedió en manos de un ser querido. 
La obra en cuestión es dirigida por Kenya Marqués ("Fecha de caducidad", "Asfixia") y está protagonizada por Marisol Centeno y Raúl Briones
Una de sus principales virtudes es mostrar con pocos diálogos el temor y calvario emocional de su estelar, que quiere evitar a toda costa que su única hija sea atormentada por la misma situación.
En ese sentido, "Aire" es un filme devastador, pero contundente y filmado con gran elegancia, que desentraña el daño provocado a las infancias y las mujeres. 



Acerca de "El grillo", de Carlos Hernández Vázquez, la premisa de este cortometraje gira en torno a un aspirante a boxeador profesional, que decide llevar a su bebé al gimnasio en el que realiza sus entrenamientos. 
Lo anterior provoca molestia en algunos de sus compañeros y cambia la dinámica del lugar, pues está repleto de testosterona y machismo. 
De ese modo, "El Grillo" propone una reflexión sobre las paternidades responsables, pues su protagonista busca alcanzar metas personales sin olvidarse del cuidado de su hija. Mención honorífica para el intérprete que da vida al coach. 


Por lo que respecta a "En cualquier lugar", la realizadora y coguionista, Minerva Rivera Bolaños, teje un relato portentoso contra la violencia infantil, en el que no hay lugar para medias tintas.
La historia se centra en una niña que, a lo largo de tres meses, va padeciendo el acoso y abuso de un familiar. Derivado de esto, toma una decisión que modificará la dinámica de su núcleo más cercano. 
Sin caer en la obviedad o el melodrama innecesario, "En cualquier lugar" también exhibe la complicidad en la que incurren las o los parientes de los agresores sexuales, que deciden callar la verdad con tal de guardar las apariencias.



Finalmente, "Pitbull", de Fabián León López, sigue a un entrenador de perros, que comienza a cuestionarse su sexualidad tras tener relaciones con una mujer mayor, quien literalmente le mete el dedo en el recto, provocándole una gran satisfacción.
Sin embargo, el protagonista no quiere reconocer que disfrutó ese momento, debido a los prejuicios a su alrededor, pero en especial, a lo estigmas que tiene en su cabeza.
Se trata de una comedia sumamente entretenida, filmada con pocos recursos, que fluye de manera ingeniosa y sin ningún tipo de moralismos.
Es oportuno agregar que, de los cinco cortometrajes reseñados en este texto, tres son orquestados por mujeres, es decir, al igual que los largometrajes, hay una presencia femenina mayoritaria en la dirección.

Sobre el libro «200 discos chingones del rocanrol mexicano»




Por Sergio Martínez |


Diversas investigaciones rastrean el origen de la palabra chingar del dialecto védico, al sanscrito aterrizando al caló romaní; el diccionario gitano de 1867 define: chinga y chingari como disputar y pelea. Además, define al verbo chingarar, para describir: una disputa, una riña o una acción de guerra. Fue en la conquista que chingar se introduce en el nuevo mundo como palabra para describir las acepciones citadas. Hoy chingar es un mexicanismo verbal que tiene una gran polisemia, depende del contexto y la emocionalidad con que se dice, su significado; sirve para ofender o alabar a alguien o algo. Según la RAE, chingón es: Dicho de una persona: Competente en una actividad o rama del saber.

¿El rock mexicano está documentado?, ¿Cuántos libros hay sobre el tema?


200 discos chingones del rocanrol mexicano es un libro que compila lo que a los oídos de David Cortés y Alejandro González Castillo, son las mejores placas que han escuchado en los últimos años; “Aquí se recogen doscientos discos que consideramos chingones para entender la música […] chingones en la forma clásica en la cual los mexicanos definimos aquello que posee un carácter superlativo y deseamos presumir en una palabra”. “Este libro no aborda estrictamente la historia del rock en México, pero reúne importantes fragmentos de ella” nos dicen en la presentación del volumen.

En sus más de cuatrocientas páginas podemos encontrar 200 propuestas musicales que se han editado en los últimos 60 años, y que de alguna manera convergen en el rock en sus diferentes vetas. Escritas por músicos, melómanos y periodistas, las diferentes reseñas abordan algunos datos de grabación, los músicos participantes, anécdotas, algún dato curioso, así como el contexto social, musical e histórico del momento en que fue publicado el disco.

De fácil y ágil lectura, este prontuario sónico documenta y nos brinda un pulso del panorama actual del rock mexicano, tal vez faltan y sobran algunos, solo el tiempo nos dirá cuantos de estos discos pasan la prueba del añejo.



 

Declinismo: impresiones acerca del libro «Llorar de fiesta», de Elma Correa



Antonio León | Foto: Omar Pimienta | 

 

Volvemos al restaurante cuyas viandas eran deliciosas en el 2010, pero ahora son un asco. Regresamos al paraje vacacional en el que vimos amaneceres anaranjados junto a un riachuelo, ahora es un mingitorio hippie con un oxxo pintado en color terracota de pueblo mágico. O el gran templo expiatorio que nos apantalló la infancia pueblerina darks, no es tan grande ni tan lleno de gárgolas como lo recordábamos.

Pero el declinismo, la noción de que todo tiempo pasado fue mejor -creencias de gente pendeja, como diría aquella señora del puesto de hierbas y remedios durante la contingencia- afecta a todas las narrativas de la experiencia humana, excepto las fiestas.

O sí, porque una vez que leí el libro pude reconocer algunos guiños y concluir que estuve en la mayoría de las fiestas que dieron origen a estos cuentos (no por omnipresencia, sino porque soy amigo de la narradora, y suele arrastrarme a todo tipo de despropósitos). Los fantasmas, ecos y salidas en banda de estas celebraciones, traducidos por obra y gracia del oficio de contar historias, tienen mejores resultados que cualquier colección de liosas haciéndose las estupendas, jotas posonas, playlisters novedosas, heteros en situación de calle y amigas pasadas de Michelub Ultra que se obsesionaron con algún rufián espantoso.

¿Quieren lo anterior en otra fiesta? los lectores tampoco. Elma Correa lo sabe y decide entregarnos doce cuentos en los que las condiciones de festejar en el límite del espacio físico y la barrera finita que nos separa de la locura se ven mejor, más divertidas y definitivas. Todo lo anterior con la factura ya conocida de la narradora mexicalense: velocidad y acción, nada de detenerse a perder el tiempo en descripciones inútiles (a menos que tengan gatitos), humor a prueba de señoros, un mimo especial por la construcción de personajes y una atención casi neurótica a las estructuras planteadas en su prosa.

Historias en las que nada sobra porque todo merece ser una versión desvelada y dolida de sí mismo. Doce cuentos breves en los que la autora le tira faquius a gente como César Aira, Jordi Soler y otros eyaculadores precoces. Historias cuyos personajes empujan su tristeza y soledad a la pista de baile para perrear hasta abajo y señalar que la felicidad es una estupidez y que el primero de esta fiesta en irse a casa se la come dobleitor.




Letrinas: Indulto

 

Indulto
Alejandra Gámez



El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea,
otorga del derecho imprescriptible de escribir sobre ello.
No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia
hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las
mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina
del mundo.


Annie Ernaux

 

Son las cuatro de la mañana. Caminas a la cocina y bebes té, sin apresurarte, todavía no estás segura si su compañía es lo correcto, pero necesitas a alguien ahí: no puedes hacerlo sola. Sientes culpa por no tener culpa, hace un par de meses que no sabes lo que quieres y todo parece nebuloso.

Eres un cuerpo adormecido, que fue dolor, placer, agotamiento. Tomas tu chamarra y te acercas a la cama pequeña en la otra habitación. Sigue dormido, esperándote envuelto en sueños, aunque una palabra bastará para que se incorpore. Antes de que se fuera a dormir, le dijiste que debía estar listo, que te haría falta su ayuda. Apenas despertar, se calza los zapatos y un gorro, afuera sigue frío.

Tienes la pequeña caja entre las manos, casi no pesa. No pueden tomar el camión, aún no comienzan las rutas y un taxi es demasiado costoso. Caminan calmados, cuentan historias en el trayecto, él habla de los libros que ha leído, se emociona y tú también lo haces. Comienzas a sentir calor y temes que pronto los alcance la luz del día. A unas cuadras de distancia, se observa el arco de entrada del cementerio, le acomodas el gorro para que le cubra las orejas y le sonríes: te sientes bien de que estén juntos.

Tienes la certeza de que nunca va a olvidarlo. No lo entiende, pero algún día lo hará y la madre que ahora eres no volverá a ser la misma. Te pregunta por qué están ahí, «No puedo hacerlo sola. Levanta los pies porque te puedes caer con la hierba». Se acercan a la tumba, sientes una vez más la tibieza en la parte interna de los muslos y un impulso te lleva a tocarlos; no hay nada. Te repites mentalmente que no lo decidiste, aunque también te sientes aliviada. Respiras profundo, una vez más. Se va a resfriar y sabes que si no puede ir a la escuela tendrá que quedarse solo, no hay quien lo cuide.

Lo ves saltar de una tumba a otra, le gritas que se detenga. El viento, a lo lejos, deja oír su silbido. Colocas la caja a un lado y buscas la herramienta que hace un par de días escondiste con cuidado. Sigue ahí, fría y pesada. Te cuesta levantar la lápida, lo llamas y acude corriendo. Le pides tomar en sus manos la caja.

Lloras al verlos, por única ocasión, juntos. Le explicas que cavarás a un lado de la tumba y que cuando levantes la lápida debe poner ahí dentro la caja, para eso han ido. Te escucha, abre grandes los ojos y asiente.

 Lo hace muy bien, la caja queda adentro, se aplasta cuando dejas caer la lápida, la cubres con tierra y finges pronunciar una oración. Parece asustado, le das la mano y se encaminan a la salida. Cuando toman la calle, vienen llegando los vendedores con sus puestos de comida, flores, veladoras, santos. En tan solo unos minutos se llena de algarabía el lugar, muy pronto la calle estará repleta de personas. Dentro del cementerio, muchas familias se acercarán a donde descansan sus seres queridos, para recordarlos como fueron algún día. A ti no te queda ese consuelo, no podrás recordarlo como fue.

Traes a la mente los días de muertos en tu pueblo, la comida, las fotografías familiares. La voz de tus padres. En tu cuerpo palpita la muerte. Tú vuelves a caminar entre los vivos.




Ilse Alejandra Gámez Reza. Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, 1988. Maestra en Estudios Humanísticos. Ha publicado narrativa en diversas revistas nacionales como Neotraba y Bitácora de vuelos. Actualmente se desempeña como docente del área de Humanidades.

«90 días para el 2 de julio», la elegancia de Espitia y la clandestinidad del amor




Cinetiketas | Jaime López


Existe una notoria sensación de nostalgia en la ópera prima de Rafael Martínez García, "90 días para el 2 de julio", producción nacional estrenada en cines selectos del país, la cual es protagonizada por el nominado al premio Ariel, Armando Espitia ("Te llevo conmigo").

Ello en virtud de la premisa que la sostiene: "Luis, un joven de 20 años, debe permanecer escondido en una casa mientras transcurren las elecciones presidenciales. Esto es lo que le pidió Andrés, su novio y candidato de un partido muy conservador".

Sin caer en la pornografía o chantaje emocional, Martínez García y Espitia nos adentran sutilmente en las expectativas y vida de "Luis", el chico resiliente que ha decidido permanecer en la clandestinidad con la finalidad de no afectar los sueños políticos de su pareja. No importa que eso último implique guardar sus sentimientos bajo llave, teniendo que soportar la irresponsabilidad afectiva o abandono por parte de su novio.

Así, las y los espectadores son testigos de la cotidianidad y frustraciones del protagonista, que se conforma con recibir los retazos de cariño que le arroja su interés romántico, aquel engreído miembro del partido conservador personificado por Luis Arrieta.

Vale la pena destacar el soberbio y orgánico trabajo del estelar (el ya referido Espitia), que saltó a la fama gracias a su interpretación en "Heli", de Amat Escalante.

Y es que su "Luis" es un rol bordado con respeto, dedicación y autenticidad, tanto que la audiencia siente ganas de conocerlo en la vida real y pertenecer a su círculo cercano de amistades.

Al cargar con el mayor peso del filme, Espitia tiene la responsabilidad de generar un vínculo poderoso con el público, sin aburrirlo ni hostigarlo, lo cual logra con creces.

Él y el apoyo que recibe de su colega Danae Reynaud son fundamentales para sacar a flote una producción inserta en el minimalismo escénico, pues solo recurre a una locación para contar toda la historia.

La también protagonista de "Lady Rancho" y "Lecciones para canallas" da vida a la vecina de "Luis", una aspirante a estrella de plataformas digitales, que se convierte en su principal aliada y confidente.

Es tal el carisma que le inyecta a su personaje que crea una sinergia epidérmica y fresca con Espitia, que se agradece apreciarla en la pantalla grande.

Cabe agregar que, pese a sus tintes políticos, "90 días para el 2 de julio" es una propuesta sobre la pérdida de la inocencia y el desamor, que se apoya notablemente en su dirección de arte para mostrar los cambios de su estelar.

De ese modo, la casa o espacio donde se resguarda "Luis" es otro personaje más, que se va llenando o vaciando de cosas conforme se desarrolla la historia. Un filme realmente recomendable.



Los guitarristas de rock también presentan libros


Por Luis Daniel Pulido


La abuela está en la casa porque he visto su voz hace, primero, de luz que se cuela por la puerta, de trópico tuxtleco, es el crucifijo más alto donde la abuela, enorme, da sombra a sus nietos: siete. Segundo: hace también de espejos, y los espejos, ante la muerte, desbordan soldados que se mueven y hacen grupos de amigos donde cada uno va enumerando recuerdos e historias. Fernando Trejo tiene las propias, y las construye con una de las tradiciones heredadas de su familia: La poesía. Y en esa ruta no codifica, no le importa el misterio, los vericuetos lingüísticos; pareciera que no busca un lugar en una biblioteca prestigiosa, decorar la siesta del más sesudo de los poetas, se salta la verificación científica y arroja los dados desde la revelación religiosa, el cuerpo medio iluminado de los fantasmas, fantasmas queridos que se manifiestan o nunca se han ido.

Desde el título: La abuela está en la casa porque he visto su voz, el poeta se apropia de los hallazgos; es el que llega primero, es el primero que llega también a la otra orilla del espejo y alza la mano en señal de que lo sigan. La casa que habitamos de niños se ilumina desde afuera y los encuentros y los ecos y las correspondencias forjan la bitácora de los viajes emprendidos junto a los fantasmas y su soledad marina. Hay aventuras mínimas, un edificio apostado en la herrumbre y el escombro de una ciudad tomada por mercaderes y que nos ubica en nuestra condición de memoria, donde lo atlántico va del corredor a la cocina, donde los fantasmas son parte de nosotros y se sientan a la mesa.

Fernando Trejo parte y regresa a la familia; y el origen no repara en ambiciosos árboles genealógicos ni en profundas afiliaciones ideológicas, son los objetos y los momentos en que se hicieron presentes, la honda y pesada fragilidad del ser humano. La abuela está en la casa porque ha visto su voz, y la ha visto porque en el silencio se estima la altura de lo que escuchamos, el murmullo de las cortinas, el ladrido de los perros, los libros que se cierran.

La poesía como hecho instintivo y que retumba al interior de la casa vacía: amigos que se jugaron la vida, el ejército de primos que ya no está completo.

Pero los fantasmas danzan cuando crepita la madera y el fuego se mantiene a ras de tierra y el poeta se une a las sombras. Y la abuela desde algún lugar observa.



Luis Daniel Pulido. Ha publicado los libros Pollito Card, UNICACH; También de dolor se derrotan zombis mutantes, Cohuiná Cartonera; Intencionalmente náufrago, Editorial Carámbura; Prohibido degollar patos, Editorial Almada Broders; Nunca sonrías a Optimus Prime, Espejitos de papel Editores, Puerto Rico; El apetito de los ciegos, Editorial Public Pervert; Bruce Wayne y la generación X (un concierto de rock para Chulpan Khamatova), Editorial Popotito 22; Baxter Memories (vida y obra de Víctor Von Doom), Tu Kung Fu no es poderoso (Gran Jefe Apache escribe poemas de fertilidad), Prohibido degollar patos, Porterear, escribir, Tifón Editorial; ¿Qué sé yo de nadie? Editorial Arboleda, San José, Costa Rica.

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