Sobre el primer aniversario de La Perlita y la estética relacional de Nicolas Bourriaud


Iván García Mora | Fotos: Omar Delgado | 

 

La forma de la obra contemporánea se extiende más allá de su forma material: es una amalgama, un principio aglutinante dinámico. Una obra de arte es un punto sobre una línea. (Nicolas Bourriaud).

 

La Perlita, antes que cualquier cosa, es un punto sobre una línea.

             Una obra de arte creada por Daniela Villa Cantú y Daniela D’Acosta. Porque la gestión cultural también es un acto creativo. Gestionar un espacio es crear las condiciones para que otrxs se relacionen. Aglutinar instintos y percepciones que se traducen en “obra”.

              Y estar frente a la obra de arte nos convierte en parte de ella.

              Danzantes que narran con el cuerpo, artistas plásticos que narran con pinturas e instalaciones, músicos que narran con el sonido; todxs ellxs, junto al público que les presta atención, son el glóbulo nacarado que da vida a La Perlita.

              Un espacio para imaginar.

              Un parque de diversiones para artistas,

              ubicado en el centro de Ensenada.

 

…la obra suscita encuentros y da citas, administra su propia temporalidad. (Nicolas Bourriaud).

 

Un año de vida para un espacio cultural es un alivio.

              Aire fresco y sombra

              bajo el sol quemante del capitalismo.

              Toda obra de arte es nuestra mente extendida a la materialidad.

              La imaginación vive afuera.

              En este año, el dúo de Danielas imaginaron a La Perlita como fabrica de creación, galería, venue para conciertos, escenario para teatrerxs, restaurante, bar.

              Su mutabilidad es su fuerza. Sus ganas de albergar.

              “La poesía es la continuación de la infancia por otros medios”, nos dice María Negroni. Un verso/armadura que le cabe a todxs lxs artistas, incluyendo a lxs gestores culturales.

              Celebrar el primer año de La Perlita significa celebrar el juego eterno. Es entender que al arte es arena para todxs, espuma para todxs, oleaje para todxs, fiesta para todxs.

 

Dicho de otra manera, lo que el artista produce en primer lugar son relaciones entre las personas y el mundo. (Nicolas Bourriaud)

 

La fiesta de cumpleaños por el 1er aniversario de La Perlita inició con:

              Acto 1: La Expo de Afuera “Esculturas y Murales”.

              Jocelin y yo viajamos en camión desde Tijuana; dos horas de chisme, desamor y porvenir salieron de nuestras bocas. Al llegar a La Perlita y pagar la entrada, recibimos vino de cortesía. Caminamos hasta el fondo del patio y descubrimos una fuente de ostiones.

              La gente se aglomeraba alrededor.

              Murales de Joel Mayoral, Leonardo Ortega, Gibrán Turón y Hachemuda en las paredes.

              Las buenas fiestas se asemejan a los buenos cuentos: tienen una gran introducción.

              Beber, comer, reír: la trama relacional por excelencia.

              La más placentera.

              Pasamos un rato saludando a algunas caras conocidas. Luego llegó Caro a la celebración, cubierta por un abrigo café: más peluche que persona.

              “Mientras más crudo el marisco es mejor”.

              Emocionada por los ostiones, me pidió que la acompañara para que nadie la viera comiendo. Este gesto de ternura, intimidad y gozo es lo que provocan algunas de las grandes obras.

              Y yo, ahí estaba:

              Cubriendo con mi altura a la mejor amiga de mi novia, mientras devoraba moluscos a escondidas.

 

Con gestos pequeños el arte, como programa angelical, realiza un conjunto de tareas al lado o por debajo del sistema económico real con el fin de zurcir pacientemente la trama relacional. (Nicolas Bourriaud).

 

Acto 2: Sala de zapatos by La Nopalera.

              La Nopalera es un playground liderado por Daniela Villa Cantú. Un taller de cerámica del que bien se podría escribir una sitcom. Junto a Isa, Meli, Ana Sofía y Lluvia, Daniela moldea el mundo con sus manos.

              Ubicado dentro de La Perlita, La Nopalera es un Rugrats que pone la risa, el juego y el afecto como elementos esenciales para aprender a manejar el barro.

              Sin embargo, para esta instalación, las manos de quienes asistimos no fueron lo más importante, sino los pies.

              Antes de entrar, Isa le daba una bolsa a todas las personas para que guardaran sus zapatos.

              “Fiesta de queso”, recuerdo risas y calcetines.

              Jocelin, Caro y yo nos adentramos.

              Del techo brotaban cortinas transparentes,

              acomodadas de tal forma que anunciaban pasillos circulares.

              Al centro de todo, como un núcleo planetario, colgaba una pieza compuesta por figuras irregulares.

              “Son como hojuelas de zucaritas”.

              Hechas con cerámica. Pendiendo de un hilo.

              Alumbradas de tal forma que

              su geometría asimétrica

              simulaba el irrepetible brillo

              del sol sobre el mar.

              De pronto me sentí como en una pecera.

              Esa sensación de profundidad se reafirmaba con el ambient jam que lanzaban Phanta, David Martínez, Braulio Lam, Bruno Zampano y Jota M.

              Mis amigas y yo nos sentamos en un cojín enorme y de color arena, pegados a la pared. Luego Dani nos sugirió: “¿Y si jalan el cojín debajo de la pieza?”.

              Dos minutos después, distintos grupos de gente arrimaban su cojín hasta el centro.


              De a poco las sensaciones cambiaron. Nos acostamos y vimos los zucaritas desde abajo. “Mira, parece una bacteria”, “¡Una medusa!”. “Esa tiene cara de concha”.

              Éramos la arena debajo de esos seres de cerámica.

              Estábamos en el clímax de la historia.

              Un silencio total de pensamientos.

              Solo la pieza sonora al fondo y los susurros de decenas de personas a nuestro alrededor.

              Por un momento, imaginé que la instalación sobre nosotros era un móvil para una cuna.

              “…es un espacio vacío o en construcción que siempre se está llenando de nuevos contenidos, de nuevas imágenes. Es un significante sin identidad, que se llena constantemente de nuevos significados”, Byung-Chul Han sobre la mutabilidad de la obra de arte.

              Pasé de ser arena a ser niño en tan solo segundos.

              Giré la cabeza, a lo lejos Isa sonreía.

              Ver a tu novia con ese brillo en la boca,

              sentir que también es tu brillo.

              Sentir que tú eres el sonido de la guitarra de Braulio.

              Sentir que las piezas de cerámica sobre ti

              son infinitas posibilidades de tus pensamientos.

              Volverse un continuo

              con la obra de arte.

 

 Parece más urgente inventar relaciones posibles con los vecinos, en el presente, que esperar días mejores. Eso es todo, pero ya es muchísimo. (Nicolas Bourriaud).

 

Acto 3: Ya hace hambre y ganas de bailar.

              Sí, hay una urgencia por dejar de cosificar los lazos.

              Dejar de pensar que los afectos tienen que ver con transacciones.

              Materiales, emocionales o simbólicas.

              La parte tres de esta fiesta se mudó a la bodega de La Perlita. Ya con zapatos puestos, degustamos tostadas de verduras y ostiones ahumados. Compartimos risas y anhelos.

              La oscuridad y la música Disco eran nuestro cielo.

              Braulio se acercó y me jaló para hablar con él.

              Su tez blanca, cabello rojizo y su voz: nada ha cambiado desde hace 12 años, cuando compartíamos el mismo profesor de guitarra y la misma hora de clase.

              “Nadie te enseña a envejecer”.

              Sus palabras son una reafirmación de que vivimos en una sociedad que glorifica la juventud.

              Estos temas se tienen que hablar.

              ¿Cómo envejecer “bien” sin tropezarte en el intento?

              Mi única respuesta es

              creando un grupo sólido de amistades.

              Montañas que sirvan de apoyo emocional.

              Pienso en el dúo de Danis y su equipo de trabajo. Un año de sostenerse mutuamente. De cabalgar el infinito amor por la creación artística y la gestión de un espacio.

              En algún punto, Braulio se fue.

              Me quedé con Caro, Jocelin e Isa, quien por fin se unió de tiempo completo a nuestro equipo nocturno. Decidimos abandonar la bodega, regresar a los cojines de arena.

              Volver a ser niñxs.

              La sala estaba en completo silencio.

              Solo nuestros chismes y risas la habitaban.

              Así, en calcetines, comenzó una pijamada que se desplegó hasta el departamento de Isa. Hasta allá se extendieron las emociones provocadas por el aniversario de La Perlita. Hasta los oídos de quienes, un día después, preguntaron cómo estuvo la fiesta. Hasta los ojos de quienes leerán este texto.

              “Cada época sueña a la siguiente” (Jules Michelet).

              La Perlita es un sueño materializado en el presente, pero que apunta al futuro.

              Un sueño. Una casa. Un nido.

              Eso. Sobre todo eso.

              Un nido.



Letrinas: El quinto jinete



El quinto jinete

Julio César Ortega López


El suelo se abría bajo sus pies, pero Federico saltó las grietas y siguió su camino. El cumplimiento de una última voluntad antes del fin lo motivaba.

Una fila de coches rodó en reversa hacia el abismo entre gritos de horror y golpes de claxon. La fachada rutilante del edificio de oficinas Weltt, Husman & Asociados estalló en mil pedazos. La lluvia de cristales tasajeó a los oficinistas que, despavoridos, buscaban ponerse a salvo en la banqueta. Se contaba que no sabían qué hacer sus últimos días de vida, salvo poner en orden papeles dentro de los archivos. Merodeaban por sus puestos de trabajo esperando, quizá, que el orden de las cosas pusiera un alto al apocalipsis.

Federico se identificaba con la pureza de esa aspiración. Se miró los brazos rojos y excoriados sobre los que comenzaban a levantarse ampollas de piel. La espiral ardiente que surcaba el cielo se desenrollaba con rapidez hacia la superficie, por mucho quedaban unas horas para que la Tierra ardiera en llamas; debía apretar el paso.   

Escaló una pendiente formada por rocas, cabezas y torsos frescos. Dos cuadras eran todo lo que lo separaba de Eduardo, pero cada nuevo trecho era más escabroso que el anterior.

Una pequeña lluvia de rocas incandescentes se desató de pronto y tuvo que desviarse de su trayecto para guarecerse entre los restos de un puente elevado que había caído tras el primer sismo. Ahí, encorvado bajo las planchas de concreto, Federico entrevió pequeños grupos de gente que se congregaba para orar y darse los santos óleos con saliva antes de asistirse, los unos a los otros, para darse una muerte rápida. En la semioscuridad se distinguían con suma claridad los rajones de piel, las respiraciones ahogadas y uno que otro plomazo.   

A Federico se le revolvió el estómago. El solo pensar que Eduardo pudiera haber optado por una despedida de esa clase era peor escenario que la asolación de la Tierra y la raza humana. Debía llegar a él. ¡Pronto!

Se arrastró fuera de la madriguera de los suicidas, dejando tiras de piel derretida de sus manos sobre el asfalto quebrado, y advirtió que en lugar de la lluvia de rocas una neblina vaporosa y encarnada acariciaba las azoteas de las contadas estructuras y edificios que aún quedaban en pie. Un rugido, similar al de una bestia, cruzaba la bóveda celeste. Las cosas por fin llegaban a su fin.

Federico cerró los ojos y cruzó una gruesa avenida que separaba los márgenes de la ciudad de la zona habitacional. Las suelas de sus zapatos se quedaban adheridas al suelo a cada paso hasta que, finalmente, tuvo que prescindir de ellos y andar a pie sobre el chapopote reblandecido. Bramidos de dolor escaparon de su garganta. No era el único que aullaba. Por todas partes, la gente burbujeaba.

Abrió los ojos, dispuesto a darse por vencido y morir, pero vio la fachada de la casa de Eduardo. La construcción estaba intacta, envuelta en un aura pacífica. Era un milagro, había que aprovecharlo, y motivado aún más por el tacto del contenido dentro de su bolsillo prosiguió más allá de sus fuerzas.

Resuelto, Federico rompió el cristal de la puerta, liberando todas las emociones contenidas, quitó el seguro desde el interior y entró en la casa sombría.

—¡Eduardo! —se desgañitó, al borde de las lágrimas—. ¡Eduardo, sal! ¡Soy Federico!

Un hombre salió de una habitación a oscuras. Era increíble. No solo seguía vivo, sino que sonreía, ileso. ¿Era un preferido de Dios? Posiblemente.  

—¿Federico? —preguntó, como si soñara—. ¡Es un milagro! ¿Qué haces aquí?

Federico rio, limpiándose las lágrimas con el dorso ennegrecido de la mano, y sacó la pistola. Acercó el cañón al entrecejo de Eduardo.

—Nunca me pagaste los dos mil varos que te presté.

En el umbral de la habitación a oscuras una mujer desgreñada y una niña con los ojos hundidos miraban con ojos de pasmo a la figura quemada plantada como un ángel en medio de la habitación.

—Y prefiero dos mil veces que en el infierno me conozcan por cabrón, no por pendejo —dijo.  

Y apretó el gatillo antes de que el fuego acabara por envolverlo.

 

Julio César Ortega López (San Mateo Atenco, 1991). Estudió comunicación en la Universidad Autónoma del Estado de México. Ha publicado en Revista La Colmena (UAEMex), Revista Tierra Adentro, Punto de Partida UNAM, Grafógrafxs, Penumbria, Alas de Cuervo y otras publicaciones digitales. Facebook: /juliotrystero

A mí sí me gustó "Vargas Yosa"


Francisco Joaquín Marro

 

Roberto Arlt escribió en el prólogo a su novela Los lanzallamas: “…se escandalizan de la brutalidad con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco. Ello provenía del deleite espiritual que les ocasionaba cierto personaje de Ulises, un señor que se desayuna más o menos aromáticamente aspirando con la nariz, en un inodoro, el hedor de los excrementos que ha defecado un minuto antes. Pero James Joyce es inglés. James Joyce no ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando de él”. 

Arlt escribió esto en 1932. Hace más de 90 años y aún blanqueamos los ojos del placer si el hedor viene de una literatura eurocéntrica, pero nos asquea si viene de nuestro campo. Esta cita es a propósito de una reseña publicada por Elton Honores sobre la novela breve de Julio Meza, titulada Vargas Yosa. En la reseña se le señala de pornográfica y lumpen-chabacana, adjetivos que bien pueden sentarle en un nivel, pero que solo tocan la superficie de su propuesta literaria, más próxima a las estrategias del arte conceptual que a los marcos lectores del reseñismo local. Pero Honores insiste en subrayar lumpenesco como “fondo”, no encuentra un espacio en lo que considera la inmaculada tradición literaria peruana para la novela de Meza, cuyas premisas, nos da a entender, son de “buen gusto” y “seriedad”. Es claro que no son aseveraciones expresas del crítico, pero se las puede leer entre líneas.

Honores, apoyándose en una noción de “tradición literaria peruana” nunca explicada del todo, efectúa algunas declaraciones sobre la práctica de un “humor melancólico” en la literatura peruana (¿o deberíamos decir, con más precisión, la limeña de clase media-alta?) en relación con la novela de Meza. Esta noción fue aludida primero por Alexis Iparraguirre en sus palabras iniciales a “Vargas Yosa” y se refiere claramente a la narrativa coming of age y de la literatura del padre, y también a las historias de amores burgueses escritas en el siglo XXI pero encajadas en marcos políticos y sociales del siglo pasado que emplean los autores de “autoficción” para otorgarles “densidad” o una suerte de prestigio intelectual a sus historias las cuales, en suma, son melodramas. Pero estos escribidores de melodramas a los que alude Iparraguirre no son los autores de prosa humorística en los que piensa Honores, éste pasa por alto un marco contextual y un debate contemporáneo evidente e imagina que la frase “humor melancólico” es una calificación equívoca para  una tradición literaria peruana organizada desde la altura de humor sofisticado y culto (panteón poblado por Ricardo Palma y Alfredo Bryce) hasta lo más bajo, chabacano y frívolo, en donde se encontraría el autor de “Vargas Yosa”. 

Demás está decir que si esa genealogía literaria funcionara en los hechos, no tendríamos que padecer la solemnidad del realismo y sus grandes “verdades” (dato curioso: la invención de tradiciones para legitimar la importancia de un género -el fantástico en el Perú- es la especialidad de Honores). Tampoco es cierto que el humor a la peruana sea una cima de sofisticación o buen gusto: ni Palma desdeñó en sus “Tradiciones” el humor escatológico, menos aún en sus “Tradiciones en Salsa Verde”; ni Bryce es ejemplo cabal de un “humor blanco”, como han querido convertirlo sus admiradores y sus peores lamebotas e imitadores, que lo han hecho ante el público más reciente una suerte de Chespirito literario peruano, cosa que no es en lo absoluto. Me remito a las pruebas: las escenas sobre las heces y el posterior tratamiento con consoladores para reabrir el ano del personaje central de La vida exagerada de Martín Romaña; o las lumpenescas escenas de racismo y clasismo extremos hasta la náusea entre señoritos bien en No me esperen en abril. Nuestra literatura reciente también ha dado pruebas del uso de recursos escatológicos con fines humorísticos: “Casa de Islandia” (2004) de Luis Hernán Castañeda y “Terapia de Grupo” (2010) de Dany Salvatierra. En el primer caso, la escatología es utilizada como recurso  para desacralizar el quehacer literario (enfocándose en los agentes externos a la creación estética que la invisibilizan y la manipulan); y en el segundo,  se recurre al “camp”, es decir, al empleo irónico de las convenciones burguesas de buen y de mal gusto para ejemplificar lo grotesco de la naturaleza humana. Por lo demás, bastante aleccionados deberíamos estar sobre los prejuicios que entraña el ninguneo a partir de la condena por vulgaridad que sufrió Oswaldo Reynoso, como cuando se le acusó de inmoral o chabacano al introducir en “Los Inocentes” elementos del habla barriobajera popular. 

Declararé algo que quizá suene escandaloso en nuestro medio nacional, pero es necesario decirlo. Como en cualquier otra área de la cultura oficial, el “buen gusto” no toma riesgos y se supedita a convencionalismos de los que pocos pudieran, por sentido común, discrepar: lo bonito, tierno, bello, nostálgico, conmovedor y sus variaciones, derivarán  inevitablemente en kitsch.

Me ahorraré de citar la famosa frase de Milan Kundera. Lo repito: la literatura peruana de los últimos treinta años, especialmente la urbano-limeña, es kitsch: apela al sentimiento común, al reforzamiento de conceptos que nadie quiere poner en duda por temor a perder una cuota de prestigio, por miedo al ridículo, como en el cuento del Traje del Emperador de Andersen. Y lo digo de nuevo: el kitsch nunca arriesga, siempre pretende gustar a todos lo que pueda. Las obras literarias kitsch no ponen en duda creencias ni generan preguntas, no son un diálogo de “tú a tú” con su lector; se funda en una premisa propia de quien no sabe de literatura, pero sí de agradar: “es obvio lo que es de buen gusto, no lo definiré, pero brindemos porque todos los sabemos y somos listos”.  

Por ello, es de agradecer que una novela como ““Vargas Yosa”” nos permita discutir sobre “buen gusto” y “mal gusto”. Estas nociones, en literatura, están vinculadas estrechamente a nuestras propias aspiraciones sociales. Es sugerente que “lo que callamos dice más de lo que decimos” y esto puede percibirse en la imagen de un estante lleno de libros a la espalda de un conferencista literario peruano en una charla vía zoom; esta imagen habla de las pretensiones de prestigio intelectual  del conferencista frente a su público. Pero esta pretensión no es la misma en todos los lectores, porque estos pueden subdividirse según estratos y relaciones sociales. Con riesgo en caer en la peor caricatura, esos académicos afines a la “novela histórica” realista a los que alude Honores hablando de sus “papers, muchas veces insustanciales” probablemente considerarán de “mal gusto” las novelas premiadas de Planeta, Herralde y Alfaguara, las que por estos años son, más bien, propias de unos lectores sin criba intelectual, embrujados por la mercadotecnia y ávidos del prestigio de cultivar la lectura. Y así, distinciones hay muchas más. 

Pero así como el gusto es diverso y es una categoría vacía para comentar una novela (o el traje de un reggaetonero), también lo es el humor. ¿A qué se referirá  Honores cuando habla de “un humor más reflexivo y culto”? ¿Tratará de decir que la obra de Julio Meza no es lo suficientemente “reflexiva y culta” para sus estándares? Me remito a las reflexiones de Emilio de Gorgot en su artículo “Los límites del humor”: “Por supuesto, podríamos vivir en un mundo donde toda la comedia fuese blanca e inofensiva, pero esto sería como vivir en un mundo donde toda la música fuese apta para sonar en un ascensor ¿Quién demonios querría vivir en un mundo así?”. (Jot Down, 07/12/2021).

Pero Honores utiliza el humor como compartimento estanco y se pregunta de forma no solo válida, sino pertinente: “En cuanto al humor [en “Vargas Yosa”], es claro que la intención, el sentido y la construcción del texto se orienta a conseguir el efecto humorístico (el que se cumpla o no con esta intención depende de muchos factores, y no siempre funcionará en todos los lectores), ¿qué tipo de lector busca esta novela?”.

Podemos ir adelantando que a quien no le guste el humor al estilo de “South Park” o “Drawn Together”, naturalmente, no será el lector ideal, no le dará risa. 

Y aquí parto lanzas por la propuesta literaria de Julio Meza Díaz, por su apuesta por un tipo específico de humor, y explicaré mis razones. 

Desde su primer cuentario “Tres giros mortales” (2007) hasta “La máquina del orgasmo infinito” (2021) sus historias, en conjunto,  han utilizado como recursos el absurdo, el dadaísmo y la propuesta del fanzine underground para reflexionar sobre cómo los seres humanos ejercen el poder y abusan de la autoridad. En “Tres giros mortales” están, por ejemplo, “El amor de un dinosaurio” y “El mensaje divino”. Mientras el primero introduce en la narrativa de Meza una de sus constantes favoritas, el raro, el sujeto disonante con las normas sociales; el segundo, es una sátira anticlerical. “La máquina del orgasmo infinito”  (en su cuento “Fredo”)  y “Vargas Yosa” nos conceden el arquetipo del personaje con autoridad “moral” tan propio de nuestro siglo; el miedo de quienes aparecen como caricaturas esperpénticas al perder su cuota de prestigio social y capital simbólico es el detonante de todas sus disparatadas desventuras. ¿Qué mayor terror puede existir, en el siglo XXI, en el mundo de las redes sociales, de las burbujas políticas y de las carismáticas figuras de autoridad sino el simple hecho de un rumor, una denuncia o un dedo acusador?  Es un miedo frecuente en nuestro mundo de influencers y followers, lo vemos a diario: ídolos con basamentos ruinosos como el Ozymandias de Shelley. Lo que caricaturiza Meza en sus cuentos es precisamente toda esa paranoia, mediante el retrato de egos exagerados hasta casi el solipsismo o la mera brutalidad onanista. Es un espejo deformado, horrible, de la cotidianidad. Será la ironía y no precisamente el humor (no son lo mismo) la hoja de ruta que un lector de Julio Meza debería seguir para disfrutar de su obra. El humor, así como las invenciones de las historias de ciencia ficción, tienen fecha de caducidad. Las válvulas de memoria Thorsen de la novela Puerta al verano de Robert A. Heinlein están más que caducas debido a nuestros micro procesadores actuales y, sin embargo, el relato no ha envejecido un ápice, sigue tan fresco como hace más de cincuenta años. Nadie hoy se mata de risa leyendo a Don Quijote (bullying tras bullying en la primera entrega) pero lo que subsiste es la hondura psicológica de sus variopintos caracteres sociales. Antes de que me apedreen, no estoy comparando a Julio Meza con tremendos monumentos literarios, pero sí afirmo que su obra tiene “capas” y es necesario resaltarlas y no negarlas o invisibilizarlas. 

En lo que falla Honores es en calificar la obra de Meza a la altura de las comedias de cine americanas de parodias metarreferenciales. Ojo, no habría nada de malo si tal fuera el caso, es más, sería genial que existieran obras de ese tipo en nuestro trillado campo literario nacional ¡pero ni siquiera eso! Entonces responderé a su pregunta más importante. ¿Funcionaría la novela si el personaje principal no tuviera ese nombre? Quién sabe, pero para la propuesta de Meza es necesario que el personaje se llame así. Quizá Honores tenga como base de sus apreciaciones las nociones románticas de inmortalidad y perdurabilidad literarias que hacen a muchos escritores declararse a sí mismos “artistas”, imaginando golosamente un futuro inamovible en el “canon” nacional y un monumento dedicado a ellos (o por lo menos una avenida), y en la que lidiar con la literatura que recurre al vocabulario de los excrementos y las funciones corporales bajas resulte poco digno, impropio de quienes debieran ser un modelo de la moral y las letras de la patria. 

Si asumimos que Elton comparte esa concepción romantizada del quehacer literario, no hay forma de conciliación posible con él, porque está tratando de hacer calzar una lectura arbitraria en la novela, una que no encaja con los propósitos del autor de “Vargas Yosa”.

Posmoderno o no, Julio Meza está más cerca de pretensiones iconoclastas concernientes al hoy, o del situacionismo de los años 60 o quizá del “no hay futuro” del punk. Y para todo ello es necesario abrir debates, renunciar a los esquemas convencionales y derribar monumentos.

Tal vez deberíamos reflexionar, a raíz de todo lo dicho por Honores, sobre la propuesta literaria de Meza que, como ya adelanté, se explica en las estrategias de las artes plásticas, específicamente conceptuales. Para tener en claro a lo que refiero, haré algunos apuntes. Recordemos que hay mucho arte malo en el mundo, como aquel plátano pegado a una pared con una cinta adhesiva, y hay mucho buen diseño gráfico a quienes las personas llaman “arte”. Y aquí podríamos añadir varios otros puntos: un artista puede ser mal artista, y no por ello deja de ser un artista. Pero un escritor no es necesariamente un artista.

Y un artista tiene actitud, gesto y pose. Para un artista la pose ES medio, mensaje y provocación. Por poner un ejemplo, las actitudes de los escritores César Aira y Mario Bellatin frente a la industria editorial son las que completan sus obras y los convierten en artistas conceptuales, son indivisibles a su quehacer literario. Habrá quienes no gusten de sus obras, pero no les pueden negar el gesto o, mejor dicho, la situación que crean. Si despojamos a sus obras del discurso y contexto dentro de los cuales fueron publicadas y posicionadas, las mutilaríamos de su capacidad polisémica y de interrogación. 

Precisamente por eso hace muy bien Elton Honores en mencionar que la obra de Meza nunca obtendrá un premio de la Bienal Vargas Llosa o una invitación al Hay Festival; en ello queda constancia del desafío político, entre otros muchos, que plantea su obra. Tampoco creo que Meza logre dinero en el “Plan Lector”, escribiendo historias de ciencia ficción o leyendas nacionales exentas de violencia y sexo, adecuadas para promover la lectura en niños y adolescentes que corren el riesgo de ser infantilizados para siempre. Y quién sabe, probablemente su obra no cuaje con los intereses editoriales de las grandes transnacionales. Alguien que se dispara así los pies o debe estar completamente loco, o es un provocateur. Y Dios sabe que, para la espesa ciénaga conformista e inmovilista que es nuestro erebus literario, es de agradecer que exista, por lo menos, uno. 

Pisco (Ica) 14 de junio, 2023.

 


Francisco Joaquín Marro (Ica, 1979). Escribió la novela "Sol de Tokio" (2011) y fue coeditor de la antología de ciencia ficción "Esta Realidad no Existe" (2021). También ha colaborado con algunas páginas locales en la reseña de libros. Actualmente le preocupan más los derechos de los gatos que los derechos humanos.

Escafandra Literaria: entrevista con Óscar de la Borbolla



Óscar de la Borbolla es uno de los escritores más dinámicos y creativos de la literatura mexicana. En su obra podemos encontrar pasajes igual de divertidos que polémicos y desgarradores. En esta entrega de Escafandra Literaria charlamos con el autor sobre la diversidad de su obra, producto de las múltiples disciplinas de lo constituyen. En sus propias palabras, se considera más un pensador que un filósofo o poeta. Su espíritu rebelde se percibe en sus historias y en su forma de vivir.


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Letrinas: Minificciones II de Franco García



Minificciones II

Por Franco García


De economía local a nacional

Todos los días en el río de Coyuca de Benítez, Guerrero, aparecen cadáveres humanos. Algunos desmembrados, otros baleados. Pero los pobladores y las autoridades ya no dicen nada ni los reclaman; sólo les echan cal y les dan la bendición. Lo curioso de todo esto es que también han aparecido cuatetes alimentándose de los restos humanos. Y eso, sin duda alguna, ha sido una bendición porque hacía muchos años que nos los veíamos en el río. Desde luego que los pescadores están felices por tal milagro. Ahora mi tierra es el principal exportador de cuatete a nivel nacional.

 

Tarde oscura

La última tarde que nos vimos fue en un bar de Coyoacán. Tomamos vino, whisky, ron, mezcal y cerveza oscura. Entre copa y copa nos dio por hablar de cine, novelas, política fiscal, guerras, viajes, alimentos transgénicos y humanoides. También recordamos la ocasión que visitamos el zoológico y nos echamos a reír por lo estúpido que se veían los chimpancés apareándose. No dejaba de escucharte. Tu boca era un enorme volcán escupiéndolo todo. Hacía falta, dijiste y exhalaste hondo, como si dejaras escapar tu alma a propósito. Entones sequé tus delgadas lágrimas con una servilleta y te dije que ya era hora de marcharnos o no alcanzaríamos abierto el Metro. Pero afuera estaba oscuro, callado, desértico. Y nos quedamos absortos, inmóviles, tomados de la mano como si jamás nos fuéramos a separar.

 

Único

Qué hombre tan torpe, tan sucio, tan vacío, tan falto de educación. No sé cómo pude soportarlo tanto tiempo. ¡Pero Dios, ninguno cogía como él!

 

Fitnees girl

Soy una chica apasionada por la vida que disfruta al máximo cada instante. Amo mantenerme sana y cuidar mi figura. Como chica modelo, el éxito consiste en disciplina. No lo olviden. Amigas mías que sufren de sobrepeso: les aconsejo que después de comer vayan al baño a vomitar. A mí me funciona.

 

Amuleto de la suerte

Lo encontré a mitad de camino, rumbo a la escuela. Ni temor ni asco me provocó. Lo levanté como si nada y lo guardé en mi mochila. ¡Mi amuleto de la suerte!, dije. A la hora del recreo se los mostré a mis amigos. Algunos vomitaron, otros gritaron; yo sólo me reí. Unas compañeras me acusaron con la maestra y de inmediato me llevaron a la dirección. El director y la maestra no podían creerlo y me ordenaron deshacerme de él o me traería graves consecuencias conservarlo. ¡No, es mío!, les grité. Ambos me amenazaron con expulsarme de la escuela si no lo hacía. En respuesta les mostré en señal obscena el dedo medio que me había encontrado en la calle y les solicité mis papeles cuanto antes.

 

De nuevo en casa

Nació en un estado violento y en un hogar pobre. Nació homosexual y aspiró a ser gay. Se marchó a la Ciudad de México para cumplir su sueño de ser millonario mas nunca lo logró. Después de tantos años regresó a su tierra con el corazón y trasero rotos.

 

Sobre advertencia no hay aviso

Disculpen que siempre me contradiga. Resulta que mis yoes nunca se ponen de acuerdo.

 

Tenga para que aprenda

Por lujurioso, mi corazón fue castigado con todas las de la Ley de la Vida: amarás sin ser amado.

 

Partir con valor

Quitarme la vida no me hace cobarde. Sólo me adelanto valientemente hacia lo desconocido.

 

A quien corresponda

Por medio de la presente

informo a usted

que renuncio a la poesía.

Sucede que me aburro de los rockstars,

de las tribus urbanas, de los cazarrecompensas

y lingüistas adoctrinadores.

Tampoco tuve talento para comediante.

Así que, por favor,

no me vuelvan a invitar a sus lecturas en voz alta.

La paga era una miseria

y hacer corajes o berrinches

sólo me ocasionaba diarreas y migrañas.

Le recuerdo, una vez más, que ni sádicos,

ni románticos, ni futuristas poemas

destacaron más en mi lista.

Me retiro a tiempo por

prescripciones médicas,

ya que podía terminar

internado en un hospital psiquiátrico

o enjaulado en un zoológico.

Usted disculpe mis ratos

de rabia y melancolía,

pero ya no estoy para

semejantes trotes infantiles,

ni para pasar noches enteras en vela

y fumando marihuana.

En pocas palabras: perdí la fe en la poesía.

Tengo que saldar mis deudas con el banco

o me embargarán la casa.

Además me urgen vacaciones

y mi automóvil necesita neumáticos nuevos.

También he de confesarle que 

hace un mes me dejó mi esposa por un abogado.

Ojalá me comprenda.

Quedan en el escritorio la computadora, los lapiceros,

los libros firmados y mi vieja libreta de apuntes.

Ésta última le ordeno que la tire

a la basura o la queme cuanto antes.

No se preocupe por la liquidación,

suficiente tengo con la venta

de ropa usada en el mercado.

Sin otro particular por el momento,

reciba mis más sinceras condolencias.

 



Franco García (Guerrero, 1987). Ha publicado en Punto de partida, Punto en línea, Ágora, Opción, Mono, La otra voz, Trinchera, Acapulco Cultura, Minificción, Monolito, Rankia, Palabrerías, Zompantle, Capote, Enpoli, Sputnik, Periódico Poético, Revista Noche Laberinto, Letras y Voces, Irradiación, Campos de Plumas, entre otras. Parte de su obra ha aparecido en antologías de minificciones y cuentos.


Las criaturas de John Carpenter



Jorge Tadeo Vargas |

 

“Hay dos historias diferentes del horror, las que hablan del interior y las que hablan del exterior”.
John Carpenter

A Rocío, en el presente y el futuro.

 

Hablar de la historia del cine de terror, es hablar de John Carpenter y la enorme influencia que son sus películas y su estilo. Mas allá del género en que se popularizó, es un referente importante en la historia de la cinematografía pero no solo por su capacidad para contar historias y crear personajes, sino también por lo que aportó en la música, específicamente para el séptimo arte.

Si bien Carpenter ha dicho en muchas entrevistas que su llegada al cine la hizo pensando en hacer películas western, influenciado por directores como Howard Hawks y John Ford entre otros, fue el cine de terror el que le permitió ser la leyenda que es a la fecha y esto inicia con Halloween (1978) que junto a Friday the 13th (1980) dirigida por Sean S. Cunningham y A Nigthmare On Elm Street (1984) de Wes Craven, popularizaron el subgénero de los asesinos seriales sobrenaturales, donde al ser la primera, Halloween revoluciona el cine para permitir que las otras dos lleguen a cimentarlo.

El mérito de Halloween no es solo que fue el inicio de este subgénero, sino que el estilo narrativo, la estética visual iban más allá de una película para adolescentes, como han clasificado a estas producciones muchos críticos, sino que tomando muchos elementos del suspenso hitchcockiano, con influencias del cine de John Ford, se va perfilando el estilo de dirigir que a la fecha es reconocido a nivel mundial.

Carpenter llega a la industria -aunque siempre se mantuvo en los márgenes, en la frontera- con una actitud de confrontación con los grandes estudios y la idea hegemónica de cómo comercializar sus películas antes de pensar en lo que quería contar, por lo que siempre se mantuvo como un marginal al cual no se le otorgaba mucho presupuesto a la hora de filmar, fue así que entendió que tenía que hacer lo posible para que sus películas llegaran a buen fin con poco presupuesto por lo que su estilo se fue desarrollando desde un minimalismo visual que a la fecha es reconocido y a la fecha es influencia para muchos directores.


Si bien Halloween es la película que lo llevo a la fama, no fue la primera; después de algunos cortometrajes donde esa mezcla de ciencia ficción y terror que manejó en muchos de sus filmes se fue gestando hasta llegar a su ópera prima Dark Star (1974), una especie de space opera con mucha influencia del western a la cual no le fue muy bien en su momento, pero con el paso de los años se ha ido posicionando como una parodia a esa idea de la inteligencia artificial que en esos años puso tan de moda Stanley Kubrick cuando adaptó 2001: odisea del espacio, la novela de Arthur C. Clarke.

En su segundo filme Assault On Precinct 13 (1976) toma la decisión de mezclar dos de sus películas favoritas para narrar una historia de acción. Aquí vemos la influencia de Rio Bravo (1959) de Howard Hawks y de George Romero con su Night of the Living Dead (1968). Esta película a la fecha es considerada como una de las mejores películas en su genero de todos los tiempos.

Esto le permite que Halloween, que es una mezcla de terror, gore y noir, revolucione el género y así comienza una nueva etapa en su carrera, llegando a convertirse en un referente del cine de la década de los ochenta con películas icónicas como The Fog (1980), el western distópico Escape from New York (1981) y The Thing (1982), la cual pudo haber acabado con su carrera ya que la crítica en ese momento no la entendió usando calificativos como  “la peor película jamás filmada” o “lo más repulsivo que se ha hecho”; sin embargo al llegar al video, se convirtió en un filme de culto apuntalando la filmografía de Carpenter e iniciando lo que al paso de los años se conoce como la Trilogía del Apocalipsis. Esta “redención” que le dieron sus fans, le permitió que los grandes estudios apostaran por él para dirigir la adaptación de la novela de Stephen King, Christine (1983) y la crítica a los superhéroes de mallas con Starman (1984).

En 1986 regresa al cine de acción, esta vez mezclado con comedia y junto a Kurt Russell, su actor fetiche de esa década,  filma Big Trouble in Little China, un fracaso taquillero pero que como con casi todas las películas de Carpenter, con el tiempo ha pasado a considerarse de culto. Cabe mencionar que a pesar de ser una comedia ligera con toques de acción, la firma minimalista incluso en la música está muy presente, por lo que de nuevo hablamos de un filme lleno de guiños al western y al noir.

Con Prince of Darkness (1987) le da cuerpo a la Trilogía del Apocalipsis que terminaría con In the Mouth of Madness (1995), regresando a ese terror mezclado con suspenso detectivesco en el que se siente más cómodo. Esta es posiblemente su película más exitosa comercialmente hablando de toda la década de los ochenta, sin embargo si una película deja muy claro quien es Carpenter es They Live (1988) donde aprovecha las libertades que tiene para hacer una crítica directa a la industria del cine, de la publicidad, al consumismo y al capitalismo en general.

Con esta obra se posiciona como un director crítico, transgresor y muchos comienza a buscar un doble sentido en sus filmes, cosa que esta muy presente en todos ellos. Más allá de la búsqueda de una crítica social, lo que Carpenter hace es presentar a sus personajes desde el horror y todas las formas en que se puede traducir, desde las pesadillas más oscuras, hasta la maldad más tangible.

En la década de los noventa a diferencia de la anterior donde dirigía una película por año, su producción es menor, sin embargo es en estos años cuando filma In the Mouth of MadnessVillage of the Damned (1995) -que puede ser su película más elegante y fina visualmente hablando, además de contar con una historia bastante buena, que la convirtió de inmediato en una película de culto- y termina con Vampires (1998), una reinvención del género de vampiros, llevándolo al western moderno, caótico, desordenado, que al paso de los años se convertiría en uno de sus clásicos. Un filme que le quita todo elemento oscuro/gótico para darle una nueva maquillada mucho más violenta y salvaje.

En el siglo XXI su producción ha sido intermitente, dedicándose más a la enseñanza que a la dirección, debido a un hartazgo por los giros que ha dado la industria en las ultimas décadas, incluido el cine independiente donde directores como él no tiene mucha cabida. Su estilo minimalista, es parte de la historia pero no del hoy.

Más allá de su legado cinematográfico, Carpenter ha dejado historia en la música y esto merece todo un apartado a revisar.

Aunque el discurso oficial dice que él componía y grababa sus propios soundtracks debido al bajo presupuesto con el que contaba, al escuchar las piezas musicales queda claro que es un poco engañoso, gran parte se debe por el control creativo que siempre ha querido llevar en sus películas, al tener muy claro qué tipo de música debe de sonar en determinado momento, además que sus influencias son atípicas por lo que para él fue importante dejarlas plasmadas como un todo. Es así como las piezas ensamblan de forma perfecta en las imágenes que trasmite, creando atmósferas simples a la vez que repetitivas, utilizando un simple sintetizador, así estas piezas se convirtieron en parte de su sello cinematográfico.

Pero no solo compuso música para sus películas, también participó en otras e hizo colaboraciones con otros compositores e incluso, llegó a trabajar con bandas de metal como Anthrax, quienes forman parte del soundtrack de Gosth of Mars (2001); es tan grande su influencia musical que hay dos discos tributos por bandas metaleras a las canciones que compuso y grabó para sus películas.

Carpenter tiene claro que el cine es una forma de entretenimiento que está en constante evolución y que muchas veces dicha evolución está inducida por la propia industria y sus mecanismos de propaganda comercial, por lo que en todos los años que se dedicó de lleno a la dirección se mantuvo en permanente conflicto con los grandes estudios, pues no se identifica como un cineasta de género, sino como un contador de historias, es parte de esa generación de directores que están en extinción (o ya extintos), que han dejado un legado mucho más importante que la figura que representan, es decir, su filmografía. Fue capaz de retratar la maldad en todo su esplendor, desde un asesino serial inmortal hasta esas pesadillas en las que intentamos no pensar cuando estamos despiertos.


Desde el exilio en Ankh-Morpork

Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia. En sus ratos libres coordina el Observatorio de Emergencias Socio-Ecológicas

Cuatro realizadoras son nominadas al Ariel; "Huesera" es el filme con más postulaciones



Cinetiketas | Jaime López


Este martes, se registró un hecho histórico en las nominaciones al premio Ariel 2023, pues por primera ocasión cuatro realizadoras son postuladas al mismo tiempo en la categoría de Mejor dirección.

Se trata de Natalia Beristáin, por "Ruido", Michelle Garza Cervera, por "Huesera"; Lucía Puenzo, por "La caída"; y Alejandra Márquez Abella, por "El norte sobre el vacío".

Junto con ellas, fue nominado el ganador del premio Oscar, Alejandro González Iñárritu, que está participando con su más reciente producción titulada "Bardo, falsas crónicas de unas cuantas verdades".

La mayor cifra de mujeres cineastas nominadas al Ariel ocurrió en el 2018 cuando fueron postuladas Issa López ("Vuelven"), Lucía Gajá ("Batallas íntimas") y Natalia Beristáin ("Los adioses").

Sin embargo, ninguna de ellas se llevó el galardón a mejor dirección, el cual recayó finalmente en Amat Escalante por "La región salvaje".

Por otra parte, las nominaciones dadas a conocer en el Auditorio del Museo Tamayo por los actores Fátima Molina y Emiliano Zurita dan cuenta de que también hay preponderancia femenina en las categorías de ópera prima, guion original, cortometraje de ficción y fotografía.

En tanto, "Huesera" es el filme con mayor número de postulaciones, un total de 17, entre ellas, actriz, coactuación femenina, sonido, música original, revelación actoral, dirección, película y ópera prima.

Le sigue "El norte sobre el vacío" con 16 candidaturas; la película en cuestión fue estrenada directamente en plataformas digitales, en Prime Video.

Cabe recordar que este año la entrega del premio Ariel se realizará por primera vez en Guadalajara, esto el próximo 9 de septiembre.

Cormac McCarthy, la hostilidad en carne propia




Samanta Galán Villa | 


Hace unas horas falleció en Santa Fe, Nuevo México el último de los grandes escritores góticos estadounidenses, dejando el sabor amargo de no verlo gozar el tan merecido Nobel de Literatura.

Cormac McCarthy fue un escritor que experimentó en carne propia la carencia y la hostilidad. Mientras daba inicio su vida como narrador, viajaba constantemente de El Paso a Ciudad Juárez para hacer rendir los pocos dólares que tenía para comer. Este es un rasgo característico de los personajes del escritor texano: personas que han de buscar su destino del otro lado. Un lugar que parece desconocido y en el que descubren una realidad tan cruda como hermosa.

En varias de sus novelas podemos encontrar personajes jóvenes, adolescentes que están por abrirse a un mundo que los espera con las fauces abiertas y del que no pueden escapar, como la muerte.

La crítica literaria lo compara con William Faulkner y Melville, poniendo al nivel la calidad y el vigor de sus letras. McCarthy nunca pretendió poner en sus personajes la búsqueda del Vellocino de Oro o la gran Ballena Blanca. Pareciera más bien, lo opuesto. Van tras lo pequeño, lo aparentemente insignificante: un caballo, una zorra, una loba. Animales que pueden ser comunes, pero que para sus personajes representan al inicio de una vida mejor, una vida inalcanzable.

Es así que Cormac McCarthy se vale de la vida de campesinos y cuatreros para entregarnos historias terribles y oscuras, con un portentoso lenguaje y una avasalladora fuerza poética en sus descripciones.

Los personajes, silenciosos y observadores, que usan la palabra para hundirla como una espada en el cráneo, nos dan pie a seguir sus historias paso a paso, contagiándonos de sus emociones, de su sombra y de esa sublimación oculta en los detalles cotidianos.

La búsqueda se encuentra en una frontera, una aduana, es decir, se debe pagar un precio por una vida mejor. Sin embargo, como podemos observar en La carretera, En la frontera y Todos los hermosos caballos, esta búsqueda es inútil, pues el camino, generalmente hacia el sur, pierde a los personajes, percude sus almas y mancha ese deseo de tocar el cielo con las manos.

Eso es lo que podemos esperar en las novelas entrañables del gran Cormac McCarthy. Hojear las páginas de sus libros nos lleva como lectores a encarar una realidad latente: El mundo es un lugar de belleza y crueldad inexplicables.

¡Larga vida al rey! ¡Que viva Cormac McCarthy!
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