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«¿Qué comen lxs poetas?» | Ep. #05 Minerva Reynosa



Host: Jorge Sosa


“¿Qué comen lxs poetas?” es un podcast que nace de la idea de que los poetas se mueren de hambre, el propósito del programa es invitar a un poeta en cada episodio para que hable de algo que le guste comer y algo más que consuma diferente a los alimentos. 

El quinto episodio de “¿Qué comen lxs poetas?” recibió a Minerva Reynosa, la poeta regiomontana que nos compartió su experiencia preparando dumplings y leyó con nosotros algo de su libro de poemas más reciente.

Éste es un fragmento de la entrevista con Minerva que puede escucharse completa en Spotify o Apple Music.

***

Como sabes, Minerva, el podcast, ronda alrededor de esta idea de que los poetas se mueren de hambre. De que en el arte te mueres de hambre, esa sería la idea general. Pero si en el arte te mueres de hambre, imagínate los poetas que ocupan un escalón un poco menor respecto a comercialización que otro tipo de artistas. ¿Qué piensas tú de la idea de que los poetas se mueren de hambre? 

  

A mí me encanta la frase. Y la idea no me encanta que se ha convertido en el prejuicio. A mí esa frase me persiguió toda la universidad. Sobre todo, mi papá, no me la decía abiertamente, pero siempre sí hay referencias muy específicas sobre “te vas a morir de hambre”. Porque mi biblioteca se iba agrandando, ¿no? Y él era el que hacía el gasto, pero a mí lo que me parece maravilloso es que en un país como México, donde tenemos esta idea de “donde come uno, comen dos” o que siempre hay alguien ofreciéndote un plato caliente de comida, definitivamente los poetas yo creo que no nos morimos de hambre. Somos súper inventivos, al menos podemos comer las hojas de nuestros libros.


Me gusta mucho este tema que has planteado a lo largo de estos episodios y cómo cada poeta lo ha abordado y recordar todas esas reflexiones en torno a morirse de hambre, la poesía, en este momento en el capitalismo rampante y feroz. Por cierto, quiero hacer aquí el comercial que también podemos dar un clavado al libro de la Sisi, de Xitlalitl Rodríguez, a propósito del tema sobre las “Prositas de amor contra el SAT” donde hace esta reflexión poética de esta ansiedad de los poetas sobre: de qué vamos a vivir. Y también, no sé si viste la historia de Instagram de esta poeta joven que dice “la poesía es el nuevo punk”, es lo más anticapitalista que pueden hacer, y pues sí. Tal vez no vivamos en la opulencia, pero no nos morimos de hambre, creo que no. Yo soy una persona muy optimista ante el futuro y ante las situaciones. No nos vamos a morir de hambre ni tampoco nos vamos a aburrir, nunca.

 


Cada vez que invitamos a un poeta al podcast, le pedimos que nos diga un platillo que le guste comer para combatir esta idea de que nos morimos de hambre. En tu caso, escogiste los dumplings con carne de cerdo. ¿Cuál es tu experiencia con los dumplings? ¿Por qué los quieres?


Cuando me hiciste la pregunta me causó mucho revuelo porque yo soy así bien tragona, me gusta comer muchas cosas y también tengo unas ideas muy fijas sobre lo que debe de ser la comida. Pero los dumplings los conocía de algunos viajes, de ir a ciertas ciudades. Por ejemplo, Mexicali, donde está la comida china o Ciudad de México. Yo ahora estoy al sur del estado de Guanajuato, no venden dumplings aquí cerca.

 

Uno de mis acercamientos fue cuando comencé a hacer tortillas de harina en el 2020. Ya saben, estábamos en la pandemia y yo tuve mi momento nostálgico, melancólico. La neta sí me agüité porque no veía a mis papás. Mis papás son personas mayores. Empecé a recordar a mi abuela. Yo solamente tuve una abuela, mi abuela materna, y ella era una máquina para hacer tortillas de harina. Era cocinera, ella cocinaba comida regional, tenía una tienda y vendía comida, y bueno, la comida que yo recuerdo de mi abuela era así súper rica. Cabrito, el huevito así revuelto, los tamales, pero sobre todo el momento del día, que era como alrededor de las siete de la noche, donde nos hacía tortillas de harina. O cuando se iba la luz en mi casa y mi mamá nos hacía huevo con chorizo, nos daba café con azúcar y nos hacía tortillas de harina y era como la cosa más maravillosa.

 

Empecé a hacer tortillas de harina y conforme pasaron así los meses, me dio por experimentar con los dumplings porque me gustan mucho. Ahorita estaba leyendo que el dumpling es con harina de arroz, más bien sería como el wontón porque es con harina de trigo. Pero da lo mismo, a todo lo que va relleno con ese dobladito, pues le podemos decir dumplings, yo le digo dumplings.

 

Entonces llegué a los dumplings porque hicimos un viaje aquí en la casa. A mi hija que tiene ahora 11 años, le gustaron mucho y “mamá, por favor, cocínalos”. Nos compramos en Temu una maquinita que se aplasta, le pones la sabanita de la masa ya aplastada, paloteada, y te hace el dumpling. Yo no puedo porque le pongo mucha fuerza, entonces ella es como la ideal porque su fuerza no arruina el dobladito. Empezamos a hacer dumplings en equipo y en realidad es un platillo bastante noble. Comparten mucho con la tortilla de harina porque yo puedo hacer tortillas de harina con manteca, sal, la harina obviamente, trigo y el agua o a veces cuando la cosa está muy precaria que no tengo manteca, nada más lo hago con sal, agua y la harina. El dumpling nada más es harina y agua porque no lleva sal. Y son muy sencillos. A mí la verdad es que me conecta mucho cada vez que lo hago porque, aunque es una receta muy bondadosa, muy sencilla, está ese rollo para mí de amasar. Yo me compré ahora en el COVID una stand mixer así de esas fresas, pero últimamente hago el amasado a mano, porque también tengo una onda del recuerdo de mi abuelita.

 

Mi abuelita me decía que yo tenía brazos de panadera. Me decía, tú tienes muy buen brazo para amasar. A mí me ponía así de niña como yo ahora pongo a mi hija a amasar o hacer el dumpling.

 

Hacer el dumpling es súper barato, no te mueres de hambre, si tienes 50 pesos te alcanza para hacer, no sé, al menos unos 50 dumplings. Haces la masa, el relleno, el típico, yo se los recomiendo que lo pongan de carne de cerdo, con un montón de jengibre así ralladito, soya, cebollín, zanahoria, repollo y polvos, los que tengan. Y ya los cierras. Lo haces ahí como dios te dé a entender o se compran esta maquinita de Temu. Obviamente es más caro si es de carne, pero yo soy vegetariana, entonces de vegetal es el que caiga y sale bien barato. Y ya nada más los pones ahí en la lumbre, con agua, no necesitas nada sofisticado. Es bien rico y te entretienes un chingo y ya cuando uno come ya está súper cansado de haber hecho los dumplings. Sí es muy trabajoso, la verdad, pero una vez que ya le agarras la onda, ya te salen. Yo hago así en cantidades industriales, los congelo y van saliendo. A la niña le encantan. Y a mí la verdad es que hay como un rollo de acá, de mis ancestras que me conectan. Me pongo muy melancólica. Y es parte del proceso, por eso me gusta.



Lo siguiente que le preguntamos a los poetas es que nos hablen de algo más que les guste consumir, que no sea comida, porque no nada más de comida vivimos, ¿verdad? En tu caso, es la primera vez que en el podcast surge otro poeta, Haroldo de Campos. Me gustaría que nos contaras un poquito de cuál es tu relación con su poesía, con su obra, qué es lo que te gusta de leerlo, qué es lo que te ha impactado a ti, tanto en tu vida personal como en tu creación.


Quiero decir que cuando me dijiste: ¿qué otra cosa haces? Bueno, como toda la gente, hago muchas cosas, pero yo te dije: es que soy bien monotemática. Y la neta sí dije, ¿como qué? En ese momento en que tú me preguntaste, había regresado de Tijuana con la Yohanna del Caracol. Este año que pasó, fue más austero, digamos, el festival fue petit comité. Y se realizó uno de mis sueños en la vida. Una obsesión que yo tengo. Soy una entusiasta de la poesía brasileña. 


Lo que he conocido a lo largo de los años de poesía es porque ha sido un acercamiento, digamos, bastante emocional, emocionante, y un poco insistente de mi parte. O sea, sí podemos conseguir traducciones de poesía brasileña en Ciudad de México. Se hacen muy pocas traducciones aquí, a diferencia, no sé, de lo que hacen en Argentina o Perú, pero conforme ahí, como Dios me va a entender, me he ido acercando, y yo llegué a Haroldo de Campos cuando yo empecé a escribir, yo escribía mis poemas así teens, mis poemas juveniles. De repente ahí tomé un taller con José Kozer y me recomendó a los poetas neobarrocos. A principios de los 2000. Y fue cuando en la, no sé si tú la conozcas, yo creo que sí, la paradigmática antología del Medusario, que hizo Jacobo Sefamí, José Kozer, que son los poetas neobarrocos, viene Lezama Lima, no sé, Gerardo Deniz, mexicano, Tamara Kamenszain, Marosa, Leminski, y viene Haroldo de Campos.


Años después, por fortuna, conseguí aquí Las Galaxias, y bueno, fue un intelectual brasileño muy importante. Él es parte de este grupo llamado los Noigandres, que es la vanguardia concretista brasileña, como la primera vanguardia, digamos, desde Latinoamérica, después del mole de guajolote, los Estridentistas. Ellos tuvieron distintas etapas. Él trabajaba con su hermano, que sigue vivo, Augusto de Campos, y Décio Pignatari, ellos eran profesores universitarios, Décio Pignatari era profesor de urbanismo, de diseño, de arquitectura y poeta además, y los hermanos Haroldos pues poetas, traductores, así unas figuras de intelectuales súper top. 


Una parte de la obra de Haroldo de Campos tiene su momento concretista, que es esta onda de conservar el poema como un ente visual, verbal y vocal. Muy allegados también a la idea de ese momento histórico, a lo de los medios masivos de comunicación como estos guiños, a que se popularice mediante estos tres preceptos. Que la poesía llegue así, que se expanda. Luego llega otro momento, que es el momento de las Galaxias. Las Galaxias, está bien padre la manera en que se crea. Son poemas por entregas que empezaron en los años 60 durante la dictadura militar y los publica hasta el año 84, el año pasado se cumplieron los 50 años, por eso fuimos a Tijuana. Llegó ahí un investigador de Brasil, especialista en poesía contemporánea brasileña, entre esas, las Galaxias, yo estaba así como, ¡ay, qué emoción! Y pues nada, es un libro que las primeras críticas que podemos encontrar es que es un libro de proliferación lingüística súper barroco, es un libro hiperbólico, todo lo que a mí me encanta de un libro de poesía, estas alteraciones lógicas, la mixtura, lo vertiginoso, la proliferación, así toda la exacerbación, que un poco es esta onda de lo barroco. 


A últimas fechas que he estado conviviendo con este investigador y que, pues obviamente hay una lectura de la tradición más de cerca, cosa que yo no tengo porque no conozco la historia del Brasil, apenas estoy un poco adentrándome, también las Galaxias tienen esa parte. Hay una preocupación obviamente estética, ética, pero también hay una intención de hacer crítica del estado de las cosas en ese momento de la dictadura militar. A mí, este libro me dice muchas cosas, se ha convertido en uno de mis libros tutelares porque es un libro que conforma una idea de poesía que no atiende a la moda, que no atiende a la facilidad. Aunque pareciera que este juego de palabras y esta exageración tiene que ver con un apremio, como estar antes de algo, es en realidad lo contrario. Es un libro que creo que dice mucho entre la vastedad pero al mismo tiempo es un libro que puede interpretarse, obviamente porque es poesía, pero que puede interpretarse a partir de las lecturas de la persona, del lector, que es como la universalidad. El lector entiende el texto a partir de sus referentes. Y este libro, aunque sea un libro súper experimental, porque bueno, sí lo es, aunque sea un libro de poemas súper experimentales y desconcertantes, al final son poemas que hablan de amor, de la tristeza, del viaje. Bueno, la tesis del libro es que son libros de viaje, de los traslados geográficos. Es un libro que habla de los grandes temas de la literatura, del arte, y que cierra estas capas. 


Como tú decías, estas capas, estos recovecos en los que uno se va perdiendo, en mi caso, se va perdiendo entre cada palabra. Como los ladrillitos de una casa. A mí no me emocionan los ladrillos ni pintar ni nada de eso, pero ver la conformación del poema como si fuera un rompecabezas y que tenga esta locura, esta locura libre. Ahí es cuando yo me siento libre porque pienso: a ver, estamos llenos de estructuras todo el tiempo. Yo como mujer sobre todo, tienes que ser esto, tienes que ser lo otro, tengo que cuidar a la niña, tengo que hacer mi chamba y luego tienes que ser mujer, las mujeres deben ser así y de repente encontrarme con este libro que me dice cosas estéticas, formales, el contexto histórico, pero además a mí me da una oportunidad como salirme de la caja, salirme del encierro de la vida cotidiana. No sé cómo decirlo, tampoco es que viva en una jaula, no crean, no soy una persona reprimida ni nada, ni en opresión, pero es un libro que además me emociona muchísimo y va llenando este hueco existencial.


¿Qué queremos de los poemas? Yo no sé qué quiero de los poemas, pero hay algo que me nutre y que los voy leyendo y digo: no, no puede ser, qué cosa más hermosa, cómo se oye, cómo se lee. Además es un libro que, como ya te diste cuenta, se considera como una babel de lenguas, hay muchos idiomas porque Haroldo de Campos hablaba muchos idiomas y hacía ejercicios de traducción creativa. Esta libertad de que yo puedo leer este alemán como yo quiera, sin esta idea de que: no, el poema se debe leer así o esta palabra en inglés se dice de tal forma. No, aquí no, aquí es como totalmente la libertad creadora que tú también participas del texto. 


La tercera parte del podcast, que como sabes consiste en que nuestros invitados puedan leernos algo de su obra. Estoy muy contento de poder haber leído Mammut & Jinba-Ittai, que es este libro de Minerva Reynosa que acaba de ser reeditado. Me gustaría que nos hablaras de tu libro y si te gustara, leernos algunos textos. 


El libro se editó en el 2018 por la UANL en un formato plaquette. Es un libro bastante breve. Ahora se reeditó en una coalición Guanajuato-Argentina en Leí Bailemos Ediciones, que es una editorial artesanal muy linda de dos editoras maravillosas, y Edición La Rana, que es de la Secretaría de Cultura de Guanajuato con Mauricio Hernández. Se hizo y ahora sale también otra vez en la en la Autónoma de Nuevo León, pero en una colección de poesía mexachicana, sale bilingüe en inglés español.


Es un libro de dos partes, una más anecdótico, que es el de Mammut, son como postales. Cuando viví en, yo viví en Rhode Island, en Providence, unos años. Ahí es donde nació mi hija, es muy memorable. Y estas son postales de la Nueva Inglaterra, Boston, por allá, Rhode Island, Nueva York. 


El segundo, que es el Jinba-Ittai, es un poema documental en partes sobre un documento forense de la muerte del papá de mi esposo. Cuando ya nos íbamos a Estados Unidos, estábamos limpiando ahí la casa y salió el documento y le dije al Benjas: oye, ¿qué onda con esto? No, pues ya tíralo. Y yo, ¿pero qué es? No, es el documento forense de mi papá. Y yo, ¿pero cómo lo vamos a tirar? No, pues ya tíralo, mi papá ya murió. Y yo, no, Benjas. Entonces me lo quedé y en ese entonces, era como el 2000, como el 2011, no sé si tú te acuerdas, pero hubo una ondita de la poesía conceptual. Vanessa Place había venido, bueno, llegó hasta Mexicali, pero estábamos leyendo ahí las cosas del Kenneth Goldsmith y la Vanessa Place y las notas sobre el conceptualismo. Lo acababa de traducir Cristina Rivera Garza ahí en el Conaculta. Ay, no, esto ya es el Pleistoceno, hace muchísimos años.


Es un libro que tardó muchos años, la construcción de los poemas tardó, es un libro muy largo en tiempo de escritura, y al final pude trabajar el texto en un taller que dio Cristina en Ciudad Victoria, y les voy a leer de Jinba-Ittai. Bueno, el accidente fue automovilístico y era un Mazda deportivo MX-5. Mazda tiene esta filosofía, no sé si has visto los comerciales de Mazda, pero son: está el carro y el fulano así agarrando la palanca de los cambios y va así veloz. Y en Japón tienen este concepto del jinete y su caballo, si has visto los jinetes que van en el caballo, que es una imagen de lo medieval, y los japoneses también tienen, es un deporte, pero en japonés es Jinba-Ittai, según Mazda, porque la Mazda utiliza esa metáfora para hablar del coche y el hombre en el siglo XX, XXI.

 

A mí se me vino esa idea y porque era un coche Mazda deportivo, todo lo que representa, bla, bla, bla, bla, bla. Ahí les va. 



pocas son las sensaciones que equiparan la

adrenalina de conducir un auto deportivo

pocas son las sensaciones que nos confronta hacia

una fuga feroz del cuerpo hacia adentro

pocos son los autos

deportivos

que rivalizan con el decorado hacia paredes 

menos textuales

pocas son las sensaciones que nos confronta hacia

una fuga feroz del cuerpo

hacia adelante el auto mismo

hacia paredes menos textuales


-


lo que nos confronta aquí

es la emoción diástole alegría

el movimiento

el lenguaje

no puede hacer sístole

la vaca que ronda que cruza al camino

la vaca sonríe al curvar la vuelta

el camino sístole el disparo sístole

veloz la fuga

la regresión eterna

hacia paredes menos textuales


-


dispárate a través y

se muere siempre afuera

y disfruta el placer de

se muere siempre afuera

afuera siempre afuera

el placer de no llegar

se muere siempre afuera

sonríe porque sí

se muere siempre

se muere siempre afuera


-


pocas son las sensaciones que equiparan la

impotencia de ver un cuerpo disparado hacia

adelante en la fuga feroz del cuerpo expulsado

desde un coche

porque sí

sonreír es imposible


-


pocas son las sensaciones que equiparan al cuerpo

en la fuga feroz regresiva decorada y abismal

al ver el cuerpo expulsado por un coche

el cuerpo del padre que deja de ser hijo

para que el hijo hable inicialmente:


-


hermoso es el hombre en su auto deportivo


algo se escuchó por dentro carcasa

algo se quebró por dentro

algo delicado expiró sin risas en la invertida sala

de partos

algo se desliza por la borrachera o el pavor


¿se acuerda doctor que casi se le escapó un niño

entre los dátiles de aquella navidad?


candiles

quirófanos

declarantes

civiles con sus cráneos niponizados en las

defensas de sus otros coches

bultos sonoros cartilaginosos siempre


-


me lo merecía

me dicen

me dirán que después de las audiencias

las risas de aquellos niños

me marchitan

la sala de partos invertida un agujero

detenido

frente a las otras defensas de los coches

traduciendo

no sabes lo que detona

no sabes

lo más lejano a la oscuridad


son las palabras del profeta escritas en los muros


-


al trabajar conjuntamente con la psicóloga decidí

con el pasado

ajustar la marcha

lanzar mis flechas


la muerte

ajustó la marcha

lanzó sus flechas

se lanzó


hermoso es el hombre en su auto deportivo


volé caí me resquebrajé

fue la diversión al conducir

como se muere siempre afuera


***


El resto de la conversación con Minerva Reynosa lo puedes escuchar en Spotify o Apple Music.


Si quieres saber cuándo sale el próximo episodio, sigue a @jorge_kfgc en Instagram..

«¿Qué comen lxs poetas?» | Ep. #04 Pávido Návido



Host: Jorge Sosa


“¿Qué comen lxs poetas?” es un podcast que nace de la idea de que los poetas se mueren de hambre, el propósito del programa es invitar a un poeta en cada episodio para que hable de algo que le guste comer y algo más que consuma diferente a los alimentos. 

El cuarto episodio de “¿Qué comen lxs poetas?” recibió al Pávido Návido, el poeta mexiquense que nos habló de los matices de los chilaquiles verdes y compartió con nosotros algo de su libro de poemas más reciente.

Éste es un fragmento de la entrevista con Pávido que puede escucharse completa en Spotify o Apple Music.


***

Como sabes, la idea del programa de “¿Qué comen lxs poetas?” nace de tomar con humor esta idea de  que la poesía no es precisamente un oficio práctico para ganar dinero. ¿Qué piensas tú acerca de esa idea? 


Son un montón de cosas. Yo creo que muchos de los poetas sí vivimos de la palabra y de las formas poéticas de la palabra, no necesariamente de la poesía. Muchos estamos en cuestiones que tienen que ver con redacción y creación de textos, quienes hacen publicidad juegan un montón con la forma poética del lenguaje, ¿no? Con cómo el lenguaje se presta a dobles sentidos, tiene dobles estructuraciones, cómo los sonidos pueden significar distintas cosas y eso es la forma poética del lenguaje. Y muchos poetas pues que vivimos de la poesía en un sentido como ideal, así como que vivimos por ella y es una de las cuestiones que le dan sentido en nuestras vidas, pero no nos mantenemos directamente de la poesía.


Muchos nos mantenemos de trabajar con la palabra, escribir libros de texto, escribir discursos, muchos trabajan en publicidad, otros trabajamos en televisión, pero desde los espacios donde la escritura tiene un total sentido. Como poeta, nunca he ganado nada con mi poesía, nada digamos económico, pecuniario.


Otras satisfacciones muy vagas podría decirte, pero en el sentido literal de morirse de hambre pues en mi caso sí aplicaría, si nada más me dedicara a escribir poesía. Afortunadamente me dedico a otras cosas que igual me gustan mucho, que igual tienen que ver con el ejercicio de la escritura en otras líneas, en otras búsquedas. Pero pues sí no podría yo decir que vivo de la poesía, que pago mi renta, mi súper, mis medicinas de lo que escribo poéticamente. Hace otras cosas en mi vida, pues. 



Estamos muy interesados en saber qué les gusta comer a los poetas y por eso le pedimos a nuestros invitados que nos sugieran un platillo y en tu caso me encantó tu elección. Chilaquiles verdes con pollo de café chino, del que tú tienes una predilección por uno de los cafés Kowloon de la ciudad de México. Yo creo que los he probado en el Kowloon pero que está en Revolución.


No cambian mucho, yo creo que son iguales, nada más que el de ahí de Etiopía me gusta porque, no sé, nunca he entrado a la cocina pero en el salón se ve que es un espacio limpio y, frente a todo lo que podemos pensar de los cafés de chinos, ahí se ve limpio y siempre huele a Fabuloso. Y bueno, los chilaquiles son uno de los platillos que más me gustan. Me gusta que es un platillo que se puede comer en cualquier comida. O sea, no piensas en el ceviche para desayunar, que me encanta pero ahora no lo puedo comer porque no puedo comer mariscos. Pero hay ciertos platillos que piensas para la comida y quizá la cena o quizá nada más para el desayuno. Yo creo que los chilaquiles caen muy bien a cualquier hora. Me gusta que su origen es la cocina de aprovechamiento, aprovechar las tortillas que quedaron del día anterior, lo poco de pollo o de alguna otra proteína que tengas: longaniza, un bistec. Y me gustan en general los de café de chinos pero los de ahí del Kowloon en especial porque están a medio camino entre este chilaquil súper crujiente, que te lo puedes comer y se te rasga el paladar, y el muy aguado ya batido que es como me gusta hacerlo; pero en la calle es muy difícil encontrarlos así porque conforme más tiempo esté la tortilla en la salsa, absorben más la salsa y necesitan más para no verse seco, un mazacote que no es rico. Los chilaquiles de café de chinos como que los dejan unos tres cuatro minutos antes de sacarlos y entonces ya el totopo absorbió suficiente salsa como para tener un punto crocantito pero también aguadito. Ahí les ponen bastante crema que eso me parece que es bien importante, que el chilaquil tenga mucha crema, cebolla, quesito. Y los cafés de chinos son contundentes, no se andan con pichicateces y le ponen también muy buen pollo. No son unos chilaquiles de afuera del metro que le ponen ahí poquito de pollo para que se sepa que tienen pollo pero en realidad es súper poquito. Acá sí tienen bastante, supongo que no es pechuga nada más, le han de echar ahí de todo lo que tengan pero es un muy buen resultado. Siempre los chilaquiles te salvan en un café de chinos que la carta es enorme y que no siempre tienes ganas de la grasota de un arroz frito y unos rollos primavera o cosas rebozadas.


Los chilaquiles te salvan de tus propias elecciones, igual esos días en que uno está agüitado y  tiene hambre pero no tiene ganas de elegir: chilaquiles. Y cuando estás crudo: chilaquiles. Son multiusos, siempre te salvan, siempre quedan bien.


Y ahí creo que el pollo es la mejor opción. Quizá con huevo también pero por ejemplo los que te sirven con milanesa de res o con arrachera es muchísima la carne y no te la acabas y entonces el pollo creo que es una porción contundente pero que te acabas y no terminas pesadísimo.

 

Siempre es difícil decir “ay, qué platillo este elegiría” porque me gustan un montón de cosas y siempre está la tentación de de verse mamonsísimo e ir a decir alguna cosa que he probado en el Pujol o en Rosetta pero pues como dices, algo que sea accesible, algo que cuando terminen de escuchar el podcast digan: se me antojan estos chilaquiles, se lancen a Metro Etiopía, caminen media cuadra y se los pueden echar por una módica cantidad. 



Cuando estaba pensando en este episodio, pensaba mucho en cuando Los KFGC iniciamos el colectivo y empezamos a viajar juntos. En todos los lugares a donde íbamos, buscábamos unos chilaquiles y teníamos un ranking de los mejores. No sé qué opinas tú de esto de poder viajar en México y probar diferentes chilaquiles.


Sí, por ejemplo en Oaxaca que los hacen con salsa de frijol pero la salsa también tiene chile entonces son muy ricos. Yo ahorita recordando, no sé si sean los mejores, pero eran  muy sorprendentes. Hace unos tres o cuatro años fui con un grupo de cuates a un pueblo en la Sierra Sur de Oaxaca, San Pedro Mixtepec, un lugar que está a casi a doce horas de la ciudad de Oaxaca porque hay que tomar primero una carretera, luego esa carretera se vuelve un caminito y luego terracerías, lejísimos. Fuimos a ver unos talleres con los niños y había una señora que nos cocinaba y un día nos cocinó unos chilaquiles que estaban riquísimos y que tenían pedacitos muy muy chiquitos de chicharrón en la salsa. Siempre digo “los voy a hacer, los voy a hacer” y no los he hecho pero eran de salsa roja con pedacitos muy chiquitos de chicharrón que le daban un sabor estupendo. Te pueden salvar en lugares donde no conoces muy bien la gastronomía o no te da mucha confianza. Siempre hay un lugar donde haya chilaquiles, que no necesariamente sea un lugar de cadena, pero siempre hay un lugar donde haya chilaquiles y pides eso con pollo, con  huevito, con carne; como dices, con chorizo si es un lugar donde hacen chorizo chingón, pues ya estás hecho. 



Lo que le pedimos a nuestros invitados siempre es que nos hablen de algo más que les  guste consumir. Yo sé que esto es una gran pasión para ti, me alegro mucho de que lo hayas traído a la mesa: los libros álbumes y me sugeriste empezar la conversación con este libro álbum “Donde viven los monstruos” de Maurice Sendak, pero si quieres empecemos por lo que nos puedes decir de tu acercamiento con los libros álbumes en general. 


De niño tuve algunos y había algunos en estos Libros del Rincón que empezaron a publicarse cuando nosotros íbamos en tercero o cuarto de primaria pero obviamente cuando uno se acerca a estos materiales, no dices “es un libro álbum”. No, es un libro con ilustraciones y en el que como lector te vas dando cuenta cuando eres niño. O sea, no te lo tienen que explicar como yo ahora que doy hasta cursos sobre el asunto, que lo que dice el texto se potencia en las ilustraciones y viceversa. Un poco como cuando estás viendo una película muda y de pronto sale un cuadro con un texto súper breve que le da sentido a lo que acabas de ver y te prepara para lo que viene, una frase, o sea no puede ser algo muy largo porque lo estás viendo en el cine y va corriendo el tiempo, entonces es una frase muy breve.


Eso es el libro álbum, ese concepto del texto acompañando, dándole sentido a una serie de imágenes es el concepto del libro álbum. Otro ejemplo que me gusta poner es el de la ópera que por un lado tienes la música, tienes el texto que va cantado y la puesta en escena. Tú puedes ver la puesta en escena sin escuchar la música y sin escuchar lo que están cantando y ves que algo sucede pero no entiendes completamente lo que sucede, porque necesitas escuchar qué están diciendo pero también necesitas escuchar cuál es el tono, cuál es el ritmo en el que están diciendo lo que están diciendo porque eso le da sentido a los movimientos que tienen los personajes en escena. Así pasa con el libro álbum, tú puedes ver las ilustraciones, deleitarte y quedarte un ratote viendo cada doble página y ver que algo ahí sucede, pero si no tienes el  texto no cierras ese círculo de significado. Eso me gusta mucho porque las niñas y los niños lo van adquiriendo, no me gusta decir naturalmente porque no es natural, pero lo van adquiriendo con la práctica conforme van viendo estos libros y van haciendo una lectura muy profunda de la ilustración y van también analizando el texto. En el primer libro que pasa esto, no porque Maurice Sendak haya dicho “ah, voy a hacer un libro en el que el texto y la ilustración tengan el mismo peso simbólico y bla bla bla”, no, él hizo ahí un libro en el que ilustraba una historia que sucedía y en el que de pronto tenemos páginas sin texto porque no es necesario, porque ya se nos ha dicho lo que se necesita y hay unas páginas en donde el que no haya texto no significa que hay silencio sino que están sucediendo cosas que el texto no puede alcanzar a decir y entonces eso sucede ahí en la ilustración y eso me gusta mucho.


“Donde viven los monstruos” es de 1963, es un género bastante joven pero que ya ha fructificado bastante y bueno, “Donde viven los monstruos” es lindísimo. Este viaje interior que hace el niño y que nosotros podemos ver a través de la ilustración y que si un día haces el ejercicio de leer el texto nada más sin las ilustraciones, vas a ver que hay algo que te falta absolutamente.


Cuando hace uno ese ejercicio al leer un libro con ilustraciones y que no termina de decirnos algo, ese es un libro álbum porque ese faltante de significado está en la ilustración. Y no solo en la ilustración, está en la relación entre la ilustración y el texto.


Es un tipo de libro que le debemos, no solo a Maurice Sendak, sino a muchos este artistas, pero se lo debemos a la publicidad. Varios de los primeros autores de álbum vienen de la publicidad y es que se lo pone a pensar uno y la publicidad, que es horrenda, también es eso. Es una imagen que capta tu atención y un texto que le da sentido a esa imagen y que se va a quedar grabado dentro de ti para que compres Marlboro, donde está el sabor. Que ahorita que te dije esto, te vino a la mente la montaña y los caballos y eso, porque eso es lo que hace ligar una imagen a un texto para que quede que quede en ti. De una manera chingona los álbumes, ¿no? Y además me encanta porque es un acercamiento muy sencillo a las artes plásticas, es como traer un museo al que pueden acceder los niños en dondequiera que haya libros.



Como última parte del  programa, le pedimos a nuestros invitados que nos compartan algo de lo que escriben y en este caso, el Pávido Návido nos trae unos textos de su libro más reciente que se llama “Quise”, que está editado por Alacraña. Es un libro muy bonito, muy personal, muy íntimo, que yo disfruté mucho leyendo y si nos quieres platicar un poquito de él y leernos lo que tú quieras del libro, te lo agradecería.


Es algo que escribí como ejercicio justo de pensar el deseo, ya como adulto, qué hubiera querido que pasara en algunas relaciones o qué quise que pasara. Eso me gusta porque le quise dar la posibilidad al lector de pensar que pasó o no, porque el deseo está, el deseo estuvo pero si se consumó o no, creo que no importa tanto. En este espacio que es este poemario, no importa tanto la consumación del deseo sino cómo el deseo va configurando un momento muy específico de la vida de alguien que es esta voz poética que se puede identificar con un adolescente de cuando nosotros fuimos adolescentes, ¿no? Un montón de chavitos que tuvieron estas experiencias de vivir la homosexualidad en la Ciudad de México de principios de los dos miles. Que han cambiado muchas cosas, otras no. Creo que el libro está lleno de cosas que a lo mejor a los chavitos de ahora les sacan de onda. O sea, este tomarse muy discretamente de la mano en la calle o no hacerlo, esconderse para besarse y para acariciarse. Plasmar esas experiencias ahí partir de esta configuración del deseo, un deseo que está ahí, que estuvo, y que lo de menos es si pasó o no. Por eso todo el tiempo es “Quise…” y se hace ese juego.


Es un libro que escribí hace como dos años, estuve mandándolo a algunos concursos y no ganó porque creo que es un libro muy chilango y que no lo iban a premiar en otros lados. Ahí lo tenía y se lo mandé a Abril en algún momento del año pasado, como si te lo mandara a ti así de cuates de échale un ojo y tal. Y no me contestaba nada. Ella es una persona súper ocupada, muy linda, que siempre siempre tiene respuesta a lo que uno le pregunta, lo que uno le propone, y tiene esta editorial Alacraña pero yo le mandé el libro para que me dijera: me gusta, no me gusta, está horrible. Su opinión fue cuando yo estuve en el hospital el año pasado, casi al punto de no contarla. Un día de los que mi papá iba a verme y me pasaba el celular y yo me ponía a ver los mensajitos de la banda. Tenía un whats de Abril con el PDF de este libro ya formado y como yo no entendía nada en ese momento porque había casi muerto, le pregunté qué es esto, ya abrí el PDF, vi que eran mis textos y le dije, ¿te gustó? Y me contestó, te voy a publicar. En ese momento entendí que lo que me estaba mandando era el libro formado y que en algún momento iba a estar impreso y fue de las cosas que me dieron ánimo, no para curarme porque eso fue totalmente médico, pero para tener cierto sentido. Y decir: ah, pues sí quiero salir de aquí para ver esto en papel y no aquí en un PDF en el que no entiendo nada. Es eso lo que querría decir del libro, y les voy a leer pues ahí saltaditos los textos porque además como dices, puedes leer los textos como poemas separados o como un poema completo un poco largo:

 


Un día quise que fuéramos a ver

a Warhol a Bellas Artes,

el custodio de la sala donde exhibían Silver Clouds

se hartara de escucharnos

nosotros sin avanzar

tomados de la mano

resguardados de la calle y sus miradas,

que me preguntaras por qué eso era arte

si sólo son globos

metálicos, sí,

pero sólo globos flotando en medio de un palacio,

y no decirte nada

ver en tus ojos cierta frustración

pero también la sorpresa

al encontrar globos en un museo,

soltarme con unas frases

de Walter Benjamin

cuando llegáramos

a las latas de Campbells

y a las serigrafías de la Monroe

y que me callaras

o me asustaras

con un rápido beso

del que Mao Zedong

y el circuito cerrado

fueran espectadores.


Que cuando te quisiera enseñar

a bailar salsa, en la oscuridad neón

de ese local en Salto del Agua,

me contaras que la trompeta

marcaba la síncopa

y realmente no te prestara atención

porque más bien intentara

acercarte a mi cuerpo

para seguir el ritmo juntos,

besarte antes de que el travesti

—que había sido Tina Turner

y ahora intentaba encarnar a Whitney Houston—

te guiñara el ojo

señalándote el cuarto de atrás,

que te pusiera nervioso la insinuación,

y no pudieras seguir explicando nada,

sólo atinaras a besarme el cuello

con cierto orgullo y cierta furia,

—vampiro súbito—

para marcar, no el compás,

sino la fuga.

Que llegáramos a la base de microbuses,

dijéramos una letra al azar

camináramos hacia ese andén,

—con todo el ocio de las vacaciones

y nuestros pocos años—

subirnos al microbús

llegar a donde fuera,

e intentar volver por otra ruta,

juntos, eso sí.


***


El resto de la conversación con Pávido Návido lo puedes escuchar en Spotify o Apple Music.


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