Texto y Fotos: Polo Bautista
Los
compositores, productores y multiinstrumentistas oaxaqueños Robért y Danny
Van, son unos apasionados de la música desde su tierna infancia. Con The
Beatles, la poesía beat y el jazz como sus máximas referencias, los hermanos emprendieron
el arduo sendero de la autogestión y la independencia para cristalizar sus
respectivas propuestas personales en diferentes sencillos y LP’s. No obstante,
actualmente sus esfuerzos confluyen en Jardín Verneú, un flamante proyecto que revive
el aroma y la frescura del britpop con el halito clásico del rock. Su EP debut
está próximo a lanzarse y algo se habló de eso, aunque en esta entrevista también
hubo ocasión de profundizar en otros asuntos como sus primeros pasos, sus
trabajos personales, el estudio que manejan, las vicisitudes que enfrentan diariamente
y la fragancia de su sonido.
¿Cómo
fueron sus inicios en la música?
Robért
Van: Ese tema es justamente
todo un rollo, porque no tenemos familiares directos que sean músicos o se
dediquen a cualquier otro arte. Sin embargo, nuestro compromiso es con la
música. Nos gusta decir que fue algo con
lo que conectamos, algo propio, una búsqueda y principalmente un gusto personal,
el cual desarrollamos sobre el camino sin mucha influencia de otras personas. Claro
que a nuestros padres les gusta la música, pero generalmente en casa escuchábamos
tríos, rondallas, música romántica; aunque el rock lo descubrimos por nosotros
mismos. Realmente empezamos oyendo a The Beatles. Cuando tenía cinco años encontré
la película Help! (1965), y cambió todo. De pronto quise ser como
John Lennon sobre el escenario. El cuarteto de Liverpool nos condujo más tarde a
The Rolling Stones y de ahí tiramos del hilo con el cual conocimos a todas esas
bandas de los años setenta, ochenta, noventa, etcétera. Por otra parte, nuestros comienzos también fueron
un poco raros, porque arrancamos muy chicos en los coros de la iglesia, después
participamos en tunas españolas a los siete u ocho años, hasta que a los trece formamos
nuestras primeras bandas de rock, que en ese entonces la mayoría eran afines al
happy punk. Eso era lo que nos gustaba: beats ágiles, guitarras con overdrive
y demás. Años más tarde principiamos un grupo llamado Yesterday, el cual le
rinde tributo a The Beatles y justo acaba de cumplir dieciséis años este 2025.
En la ciudad de Oaxaca fue el primer grupo tributo beatle y continúa
hasta hoy como el único. Hemos tocado en Ciudad de México (CDMX), para distintos
festivales y nos ha ido bien con ese proyecto.
Danny
Van: Como empezamos
muy chicos nuestros papás pensaron que pronto se nos pasaría la inquietud, pero
fuimos creciendo y seguíamos en lo mismo, incluso más adentrados. Queríamos
hacer nuestra propia música, así que buscamos la forma de grabar ideas y
materializarlas, escribir letras y también enfocarnos en todo lo visual. No
tuvimos una guía o alguien que nos orientara para que fuéramos a un estudio o siguiéramos
los pasos indicados. Por lo que fue una búsqueda y progresivamente descubrimos
lo que se tenía que hacer. Nuestros papás vieron que la cosa iba en serio y
nosotros les decíamos que queríamos estudiar música, aprender, hacerlo bien. Desde
la ejecución, la creación y la esencia. Leímos mucho acerca de las bandas que
nos influyeron y todo eso queríamos para nuestros proyectos. Creo que lo hemos
ido logrando poco a poco. Yo soy más chico que Robért y tenía siete u ocho años
cuando formamos la primera banda. En ese entonces era el baterista. Mi hermano
fue quien me incitó a escribir mis propias canciones. Componer, crear y
experimentar en el estudio es lo que más disfruto. Además, desde chicos ambos
coincidimos mucho y pasa que la gente a veces piensa que somos gemelos. Entonces
en el estudio es muy fácil la comunicación que tenemos. Lo que pensó Robért, seguramente
yo también ya lo pensé. Considero que desde que iniciamos Jardín Verneú como un
grupo de rock, hemos sentado bien las bases y sobre eso intentamos brindarle a
la gente sensaciones, colores, experiencias y una identidad muy auténtica.
Robért
tengo entendido que cursaste tus estudios musicales en Xalapa, mientras que tu
hermano Danny permaneció en Oaxaca y se adentró en la producción musical. ¿Cómo
fue que decidiste dejar tu hogar? ¿Y de qué manera construyeron sus proyectos
estando alejados?
RV:
Nuestros papás han
tenido que aguantar algunas cosas y otras los han puesto de cabeza, pero hemos ido
descubriendo juntos este camino. A mí me tocó abandonar el bachillerato y como te
imaginas, a mis padres eso no les cayó en gracia, pero lo hice para estudiar lo
que quería. Dejé mi casa con rumbo a Xalapa e ingresé al Centro de Estudios de
Jazz (Jazzuv). Permanecí allá unos años,
pero para eso tuve prácticamente que escaparme. Cuando se dieron cuenta yo ya
estaba en Xalapa y les avisé desde un teléfono público. Un año antes mi mamá me
acompañó a la CDMX, porque yo estaba buscando escuelas. A comparación de Oaxaca
que era y continúa siendo una escena algo chica, allá conocí muchas bandas y
músicos. Entonces ir a la capital fue como una cachetada de realidad y posteriormente
en Xalapa, gracias al Festival Internacional Jazzuv que convocaba a músicos de la
escena neoyorquina y de otros países, fue que descubrí infinidad de géneros e
influencias como la música latina, africana, por supuesto el swing o el cool
jazz. Este último nos inspiró para trasladarlo al rock, en eso que llamamos “cool
rock”. Admiramos el jazz de los años cincuenta, a Miles Davis e igualmente la literatura
beat.
DV:
Mientras Robért
estaba en Xalapa, yo aún estudiaba la secundaria. Quise salir también, conocer
nuevos lugares y descubrir otras músicas, pero era muy difícil para mí y tuve
que quedarme en Oaxaca. No obstante, me enfoqué en la producción musical y empecé
a grabarme. Probé lo que podía hacer con la computadora y los sonidos nuevos o raros
que le extraía. Así compuse mi primer álbum solista y cada que Robért venía de
Xalapa por vacaciones o lo que fuera, le enseñaba mi trabajo. A su vez, yo notaba
sus progresos como músico y eso me alentaba a mejorar mis habilidades y
conocimientos. Cuando Robért regresó definitivamente a Oaxaca, hablamos más en
forma de lo que sería Jardín Verneú. Para entonces ya teníamos las condiciones establecidas:
experiencia en el estudio, idea clara de cómo hacer sonar eso que teníamos en
la cabeza, el mensaje que queríamos transmitir, los colores, los visuales,
etcétera. Salíamos a caminar por la calle o los parques y conversábamos.
Llegado el momento grabamos y armamos el espectáculo. Hasta la fecha todo ha ido
bien, porque creo que la gente conecta y se adhiere a la propuesta de Jardín
Verneú. Creemos que nuestra música es real y denota quienes somos. Cada
presentación es especial y así hemos conocido a muchas personas.
Robért,
Paisaje y geometría (2020) es tu disco debut el cual se decanta por un
estilo más acústico, con letras intimistas y matices de bossa nova. ¿En qué te
inspiraste para hacerlo?
RV:
Antes de ese disco compuse
muchos temas, pero ese periodo fue más bien una búsqueda identitaria y un
proceso. Ir a Xalapa me mostró que había gente con cosas qué decir u ofrecer y que
me nutrieron para crear mi música. En el jazz solía manejar compases
compuestos, armonías y demás, pero inevitablemente llegué a un punto de
saturación. Entre eso y otros asuntos de mi vida personal como el dejar mi
casa, la ciudad donde crecí, terminar con relaciones que no me habían hecho bien,
más mi búsqueda por saber quién era, me originaron una depresión bastante
fuerte y ese disco es prácticamente una crónica de mi sanación. Hubo un tiempo
durante mi estancia en la Jazzuv, que mis asuntos escolares marchaban bien, tocaba
estándares de jazz y música académica, pero caí en cuenta de que el camino original
que me había llevado a la música era tocar, grabar y presentar mi propia música,
la cual se estaba desviando con otras cosas. El punto de quiebre vino y decidí
regresar a Oaxaca, supuestamente solo por dos meses para después irme a CDMX e
integrarme a algún grupo y conocer más, pero terminé por quedarme nuevamente en
mi ciudad natal. Durante ese lapso compuse las canciones de Paisaje y geometría
y las grabé con Danny. En lugar de meterle compases compuestos o armonías
complejas, opté por algo más simple y que estuviera conectado al origen. Entonces
decidí hacerlo acústico. Experimenté con grabaciones de sonidos corporales, agua
de los ríos, hojas, etcétera. Me metí en un viaje medio hippie, empecé a sanar
mi depresión y cuando lo terminé era completamente otra persona. Había cambiado
y aprendido.
Los
últimos sencillos que publicaste son “Abril” (2022), “Zenit” (2023) y “Canción
de invierno” (2025). ¿Tienes planeado lanzar un nuevo disco o algún otro
sencillo este año?
RV:
Tengo compuestos
varios discos que me gustaría lanzar, pero sufrimos mucho por los tiempos. Ahora
estamos enfocados exclusivamente a la producción de Jardín Verneú, entonces
dejamos de lado momentáneamente mi proyecto. De hecho, Danny también tiene preparado
su disco para lanzarlo en cuanto sea posible. Como tenemos que trabajar en la
mezcla y las producciones de todo nos cuesta trabajo administrarnos. Quisiéramos
dividir el trabajo entre diez personas diferentes y poder centrarnos apropiadamente
en cada proyecto. Mis discos ya están compuestos, pero obviamente falta
grabarlos, producirlos, instrumentarlos y demás. A lo mejor este año lanzo algunas
canciones sueltas.
Danny,
por tu parte debutaste con los sencillos “Portal simulapsis” (2020), “Retro
romance” (2021) y el LP con matices electrónicos “Encuentros inusuales” (2021).
¿Qué me puedes decir de estos trabajos?
DV:
Mi proyecto es
totalmente distinto al de Robért. Justo lo que dices, está más tendido hacia lo
electrónico, el pop, el rock y el indie. Yo lo catalogo como música retro futurista.
Desde un principio quise darle esa esencia al álbum y a mi proyecto. Tomé
referencias de música ochentera que me gusta, pero al mismo tiempo quise darle
un toque del porvenir, con sintetizadores y guitarras que remitieran al sonido de
esa época, pero trayéndolo a la actualidad. En ese tiempo escuchaba proyectos
que tenían álbumes conceptuales: The Beatles con Sgt. Peper’s
Lonely Hearts Club Band (1967), Pink Floyd con The Dark Side of the Moon
(1973) o The Wall (1979). Entonces,
desde niño siempre quise hacer un álbum conceptual. Así concebí mi disco que
trata sobre los viajes en el tiempo. Al lanzarlo investigamos si en Oaxaca existía
algún trabajo previo de este tipo y nos llevamos la sorpresa de que el mío era
el primero. Si bien, las canciones no están estrictamente entrelazadas musicalmente
hablando, sí guardan una idéntica esencia y van sobre lo mismo. Por otra parte,
en los shows en vivo implemento aspectos teatrales en tres dimensiones que
resultan muy atractivos para el público. Hicimos unos vinilos de Encuentros
inusuales, con código descargable, portada y todo el arte en colores y efectos
RGB-3D, para que pueda apreciarse en plenitud con ayuda de unos lentes 3D, como
los que uso al tocar esas canciones. Posteriormente saqué “Nicteria” (2023),
que funciona como el puente de mi siguiente álbum “Hologramatic”, del
cual solo he lanzado la primera canción con el mismo nombre. Tengo boceteado
todo el álbum, pero como comentó mi hermano, estamos actualmente avocados en
Jardín Verneú. Ambos discos LP’s forman parte de una trilogía musical que estoy
preparando, pero que debo darme espacio y tiempo para terminarla y publicarla.
Supongo
que este año tienes pensado lanzar algunos sencillos más.
DV:
Esa es la idea. Después
de sacar el EP de Jardín Verneú, lanzaré temas de mi proyecto personal. Asimismo,
voy a programar algunas fechas, tal como hice en 2023, cuando llevamos mi
espectáculo a CDMX, Monterrey, Estado de México (Edomex) y por supuesto aquí en
Oaxaca. Observamos una muy buena respuesta hacia ese tipo de música. Ocurre que
la gente que se adhiere a alguno de nuestros proyectos generalmente termina
escuchando el resto de nuestros discos. Hay mucha música y aunque todo es
distinto, nos complace ver cómo las personas se vinculan con cada parte.
¿Cómo
y cuándo nació Jardín Verneú? ¿A qué se refiere su lema: “El nuevo aroma del
rock”?
RV: No tenemos una fecha precisa, pero creo que la idea comenzó aproximadamente desde el dos mil quince o dieciséis, cuando todavía estaba en Xalapa. Desde entonces pensábamos en algo con las características que ahora ostenta Jardín Verneú, pero sentíamos que todavía necesitábamos crecer en muchos sentidos para transmitir o plasmar lo que realmente deseábamos. Nos fuimos preparando, trabajamos, generamos conceptos y poco a poco se nutrió el proyecto. Revisamos demos y canciones que ya teníamos. Después empezamos a montarlo y la primera vez que tocamos fue en el 2023, al lado de una banda que vino de CDMX. A partir de ahí, empezamos a presentarnos en vivo y salieron oportunidades de tocar fuera de Oaxaca. Con respecto al lema de la banda, resulta que colaboramos con gente que se dedica a lo visual, el diseño gráfico, el cine y todas las artes en general.
Pero algo importante que queríamos infundirle a Jardín Verneú era una esencia aromática u olfativa. De esa forma llegamos a la conclusión de que queríamos hacer un grupo de rock que fuera similar a una fragancia.
DV:
Que oliera a éxtasis
de rock.
RV:
Me gusta plantearlo como
la experiencia de atravesar el pasillo departamental de una perfumería y
enseguida percibir ese aroma fresco, el cual incita a la libertad, el momento, el
querer comerse al mundo, el sentirse bien con uno mismo y darle sentido a la
vida. Que pese a lo que dicten las tendencias uno pueda hallar su propio ritmo
y ruido.
¿El
nombre de la banda encierra alguna connotación especial?
RV:
El nombre nació sin
un significado y se lo añadimos posteriormente. Verdaderamente queríamos un título
que fuera auténtico y propio. Sin embargo, la palabra “jardín”, más que su
acepción concreta, lo que visualmente nos gustó fue su grafía, la cual encierra
el aura de una banda de rock y de los rockstars.
DV: Es lo que la palabra te provoca. Despierta
mucho la imaginación y las percepciones.
RV: Ya teníamos “jardín”, pero quisimos
complementarla con algo más. Como siempre nos ha gustado la poesía
existencialista, la literatura beat y los poetas malditos, optamos por otra
palabra que de solo verla u oírla le añadiera un cariz francés o inglés.
“Verneú” salió de un juego de palabras. En ese sentido, también la estética que
manejamos en el grupo proviene o se inspira en esta onda beatnik.
¿Quiénes
más los acompañan en este proyecto?
RV:
Danny y yo siempre
nos hemos sentido bien trabajando como dupla, pero queríamos que esto fuera una
banda de rock, ya que consideramos que se ha perdido gran parte de esa esencia.
Por eso está con nosotros nuestro amigo David Tormenta en el bajo y Alfonso Lobera
en la batería. Este último es originario de la CDMX y anteriormente tocaba con
Los Dee-pers. Alfonso fue un hallazgo, porque nosotros lo conocimos con su
banda en la primera presentación de Jardín Verneú y posteriormente coincidimos en
otro compromiso dentro del Edomex. En ese entonces realmente no teníamos
músicos, por lo que platicamos con él y primero entró como tecladista, para
luego pasarse a la batería. David, Danny y yo vivimos en Oaxaca, pero a Alfonso
lo vemos cuando tenemos compromisos fuera, como al que acudimos recientemente a
Guadalajara.
¿Qué
dinámica de composición utilizan?
RV:
Solemos vernos como
una sola persona, porque nos complementamos. Anteriormente mencioné que nos
fascina The Beatles y nos gusta pensar que somos una especie de Lennon-McCartney.
Es decir, somos un dueto donde a veces no se sabe quién compuso más que el
otro, pero que a fin de cuentas tenemos el mismo producto. En mi disco
acústico, Danny grabó varias guitarras y percusiones. Igualmente, yo en su
disco grabé guitarras, bajos y aporté ideas. Por lo general, cada quien lleva toda
la pieza hecha, pero los riffs, la batería y el resto lo vemos en el
proceso. Sucede también que a veces yo tengo una melodía y Danny le pone la letra.
DV: Si Robért tiene una idea empezamos a
trabajar sobre ella. Lo mismo en mi caso, si yo tengo una canción que considero
podría funcionar para Jardín Verneú la abordamos. A veces uno aporta más que el
otro, pero sin duda ambos cooperamos para el mismo resultado. Entonces no vemos
este asunto como si alguno fuera el compositor principal. Eso sí, Robert canta
las canciones que propone y yo las mías, pero siempre intentamos elaborarlas entre
los dos. Ahora nos dividimos el trabajo a causa del poco tiempo, ya que no nos abastecemos
para hacer todo lo que quisiéramos. Yo me encargo de la mezcla, el audio y las
grabaciones. En tanto Robért se ocupa más de los aspectos visuales, las
portadas de los sencillos y los videos.
Veo
el gran esfuerzo y la completa dedicación que le imprimen a sus proyectos.
Lanzar y promover todo lo que implica Jardín Verneú desde la independencia o la
autogestión es muy complicado. ¿Además de la falta de tiempo qué otros
obstáculos tienen que sortear?
RV: Creo que mencionas una parte muy interesante, porque desde el principio y por nuestras circunstancias familiares hemos tenido varias bardas que saltar. Abrazamos la cultura del “hazlo por ti mismo”, ya que no tuvimos otra opción. Si queríamos producir nuestras ideas no había otra manera más que ir echando a perder algunas cosas y aprender en el camino. Todavía tratamos de observar y crecer junto a otros proyectos que tienen más experiencia. Pese a que requiere bastante dedicación hacer esto, no nos vemos en otra cosa y realmente lo disfrutamos. No contamos con un “Plan B”. Efectivamente, nosotros también tenemos grupos de covers y tocamos todos los fines de semana. Vivimos de la música desde hace años. Lo desconocido a veces supone equivocarse, pero lo importante es hallar nuevamente el camino y no quedarse estancado. No obstante y volvemos al punto, por el momento el inconveniente más grande es el tratar de darnos el tiempo para todos los proyectos que queremos hacer. Otra complicación relativa es el vivir en la ciudad de Oaxaca, pues indudablemente es un estado culturalmente rico y aporta mucho a las tradiciones como la música regional, la Guelaguetza, etcétera.
Sin embargo el rock está un poco en el subterráneo. El público y la gente que goza con este ámbito está totalmente ajena de las cuestiones gubernamentales. Las oportunidades que hemos tenido de viajar a otras entidades las recibimos de apoyos diferentes o externos, más que de aquí. Es saltar la barrera de lo tradicional. No quiero decir que se quite, sino que se enriquezca con otras tendencias que se hacen desde la electrónica, el rap, el rock, el indie, etcétera. Tenemos suerte de tocar en otros lados y expandirnos.
¿Alguna
vez han considerado instalarse en CDMX para posicionar mejor su música?
RV:
Estamos dispuestos a
dirigirnos hacia donde nos lleve el proyecto. Aquí en Oaxaca tenemos nuestro
estudio. Yo ya estuve algunas temporadas en CDMX y Xalapa, pero si debemos movernos
lo haremos en algún momento.
DV:
Otra posibilidad es
hacer temporadas fuera de Oaxaca. Ahora estamos ocupados en los nuevos
sencillos y en cuanto terminemos queremos seguir girando. Es complicado ya que
tenemos aquí las herramientas, los instrumentos y todo. Afuera nos sentimos un
poco desarmados, porque solo podemos llevar nuestras mochilas y las guitarras. Por
eso queremos terminar este EP y después lo que venga, trasladarnos a donde sea.
¿Cuál
es el nombre de su estudio y cómo lo armaron?
DV:
Cuando comenzamos a registrar
los primeros demos hace más de diez años, por ahí de dos mil diez, fue Robért
quien descubrió un programa para grabar en multipista.
RV:
Al iniciar nuestras composiciones
nos tocó esa etapa de cuando las disqueras estaban cuesta abajo. En algún
momento yo dude si invertir mi dinero en comprar equipo para grabarme o ir a un
estudio. Recuerdo que en un cumpleaños mi mamá me regaló una grabadora de
reportero. Grababa alguna cosa, cantaba y tocaba el bajo encima. Entonces, buscando
por internet me topé con un programa súper básico de edición de audio. Lo
descargué y grabé la batería, el bajo, las guitarras y la voz. Admito que quedó
todo feo, pero me sentí muy contento al escucharlo, porque era la primera vez
que estaba todo en una pista. Fue como si hubiéramos descubierto el fuego. De
hecho, quemé el puerto de mi computadora, porque no sabía que necesitaba una
interfaz de audio y conecté directamente los instrumentos.
DV:
No conocíamos nada de
ese mundo y así iniciamos. Como dije antes, yo me involucré un poco más y en mi
cuarto monté un home studio, que en realidad solo era mi computadora, un
micro y una interfaz. Pasaron varios años y fuimos aprendiendo a grabarnos
mejor. Después pensamos que ya era hora de formalizar el estudio e infundirle
un sello propio que identificara todos nuestros proyectos. Invertimos en equipo
y logramos formalizarlo hace tres años. Finalmente teníamos un espacio dedicado
especialmente a nuestra música. Se llama Van Records Studios.
RV:
Una temporada tocamos
bastante con muchas bandas de los años sesenta y setenta (La Resurrección, El
Gruhpo y Los Beethoven’s), acá en Oaxaca. Nos empezaron a jalar como bajistas o
guitarristas y nos fue bien. Tocábamos toda la semana y nuestra paga la
invertimos en el equipo. Nos gusta mucho las sonoridades de los instrumentos
sesenteros y setenteros. Prácticamente eso es lo que grabamos en Jardín Verneú,
lo que le da parte de su identidad sonora.
Jardín
Verneú tiene tres sencillos lanzados: “Mañana”, “Error” y “Cada día”. ¿Cuál es su
próximo sencillo en publicarse?
RV:
Desde el año pasado ya
casi lo teníamos listo, pero por estar de gira lo aplazamos. En este momento
nos encontramos trabajando dos nuevos tracks, más el próximo sencillo y
con eso completamos el EP. Adicionalmente en unas semanas estrenaremos el
videoclip de “Cada día”. Es una propuesta visual que abraza un redescubrimiento
de nuestra mexicanidad y lo divino. Lo vamos a presentar con un show
acústico aquí en Oaxaca. Antes de que acabara el año pasado lamentablemente nos
quedamos roncos, se nos fue la voz y eso retrasó los planes, pero sirvió para
aprovechar el tiempo en el estudio. Lo único que nos falta del siguiente
sencillo es grabar unas partes de la voz, pero estamos esperando a que Dany se
componga para que pueda cantar. En un mes o mes y medio estará listo e inmediatamente
después lanzaremos el EP.
¿Qué
detalles pueden adelantar sobre el EP debut de Jardín Verneú? ¿Planean una
edición en formato físico?
RV:
Sigue la línea de lo que
se ha escuchado hasta ahora, la misma esencia, guitarras con overdrive, sintetizadores
y también cierta influencia de música francesa. Nos recuerda al cine galo de
los setenta, en blanco y negro y al género noir. Las letras están
inspiradas en la poesía beat, con alusiones celestiales o divinas. Solo podemos
adelantar eso, el nombre está encaminado hacia tales temas y una vibra britpop.
DV: Las pocas personas que ya escucharon
el próximo sencillo dicen que les ha gustado mucho. Que de todas las canciones
de Jardín Verneú, es su favorita y en vivo seguramente irradiará abundante
energía. En efecto, estamos considerando lanzarlo también en formato físico, ya
que apreciamos el arte que contienen los discos. Escucharlos mientras uno observa
el contenido.
¿Además
del EP qué otros planes tienen para este año?
RV:
Con el lanzamiento
del videoclip vamos a estrenar nueva mercancía: playeras, posters, etcétera.
Durante las giras a veces no podemos llevar mucho, pero vamos a preparar nuevos
souvenirs centrados en los lanzamientos. También planeamos salir de gira
y presentarnos en donde haya espacio para la nueva música. Igualmente
quisiéramos participar en algunos festivales. Buscamos ampliar los escenarios,
que la gente conozca nuestra música y lo que pasa en la escena oaxaqueña.