Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo |
Cuarenta y cuatro álbumes oficiales,
doce Grammys, un Óscar, un Príncipe de Asturias, un Pulitzer, un sinfín de
honores e inducciones y hasta un Nobel despreciado; son la carta de
presentación del hombre que tantas veces nos ha reunido para compartir cervezas,
experiencias, textos, rolas y el corazón sobre todo.
Definitivamente una influencia
importante en todos los que directa o indirectamente participamos en la música
y el arte; en mi caso, he engullido la obra de Dylan desde crío y muy
seguramente desde el periodo de gestación en el vientre de mi madre.
He revisitado unas cuantas veces las
producciones de Bob en orden cronológico con el objetivo de encontrar la manera
de dividir y explicar su obra, la mayoría de las veces sin éxito.
Producción, sonido, instrumentación, género, letras; pocas veces lograremos encontrar un hilo conductor claro entre disco y disco, excepto que —como él mismo lo dijo en el Royal Albert Hall en 1966— “todas mis canciones son de protesta, así que vamos…”
El folk y
el rock coquetearon desde los últimos años de los 50, siempre con recelo entre
los espectadores. Es importante precisar que el folk rock como lo conocemos
hoy, nació en California en 1964 cuando Roger McGuinn y The Byrds mezclaron una
guitarra Rickenbacker de doce cuerdas
con la influencia de la invasión británica y las letras de folk de Bob Dylan o
Pete Seeger. Esto incluso antes de la “electrificación” de Dylan.
Uno de mis
discos favoritos de todos los tiempos es “Fifth Dimensión”, grabado y publicado
en 1966, producido por Allen Stanton -productor muy poco conocido- que antes sólo
había trabajado en los discos más countrys
de Jimmie Rodgers y los más bluegrass
de Tony Bennett. El álbum “Fifth Dimension” es el tercero de los Byrds, poco
valorado a pesar de ser la piedra angular de la transformación del rock de los
años 60. El rock sicodélico nace con éste disco y es el puente en la transición
del rock basado en el folk y el blues, que después se transformaría en hard
rock, glam rock y hasta el rock progresivo.
No, no, no, el rock sicodélico no nació con “Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band”.
¿Qué tiene que ver esto con Bob Dylan? Pues
bien, Fifth Dimension no sólo es el primer disco publicado por The Byrds sin
incluir una sola rola de Zimmerman -a petición del mismo Dylan, según Bud
Scoppa, el biógrafo de la banda-. Sino que, además, ¿quién creen que fue el que
introdujo a Roger McGuinn y compañía al mundo del ácido lisérgico? Exacto, el
hombre delgado. Incluso existe el mito de que la canción que le da nombre al
disco, la escribió McGuinn en un mega bús
de LSD -con ya saben quién- para explicar la teoría de la relatividad de
Einstein. Por sus referencias a la droga, el disco y sus sencillos fueron
censurados por los medios especializados en ese momento y tuvo muy poco éxito
comercial.
Un nombre
basado en ese álbum fue el que elegí para este análisis y remembranza sonora,
pues curiosamente son cinco las etapas en las que he logrado conectar y segmentar
la obra musical y sobre todo vocal de Dylan. El viejo Bob ha sido un camaleón y
nunca ha tenido problema alguno para radicalizarse, cambiar su forma de cantar
o navegar entre géneros musicales. En las siguientes líneas intentaré, de
manera abreviada, precisar las transiciones en la voz y producción de la música
de Bob Dylan.
La primera
época de Dylan entre 1962 y 1968 será la que seguramente la historia recordará,
los homenajes y hasta mofas que se realizan a Dylan en la cultura popular son
basadas en esta época; un registro vocal fino y con mucha nasalidad, además de
elementos teatrales y recitativos. Esto fue lo que llenó el ojo del productor
de sus primeros discos y el responsable del éxito de rolas como “Blowin in the
Wind” y “A Hard Rains-a Gonna Fall. John Hammond, famoso por descubrir también
a otras deidades de la música como Aretha Franklin, Leonard Cohen, Bruce
Springsteen y Stevie Ray Vaughan, entre otros. Se sabe por palabras del propio
Hammond que Bobby en sus inicios era un tipo muy indisciplinado en el estudio y
que sin importar errores en la guitarra o la voz siempre se negó a grabar
segundas tomas. Dentro de esta etapa vocal también se encuentran el “Bringing
It All Back Home”, “Highway 61 Revisited” y “Blonde on Blonde” donde mantiene
las mismas características nasales de la voz y se pronuncian más las
características teatrales al cantar; incluso en canciones como “Subterranean
Homesick Blues” llega hasta a rapear sobre la base, sin embargo esta idea, así
como gran parte del cambio del sonido acústico de Dylan a uno más pesado, se le
atribuye al productor de origen afroamericano Tom Wilson, responsable de
producir también los discos más importantes de Simon & Garfunkel, Eric
Burdon y The Velvet Underground.
La segunda
etapa que encuentro es un periodo muy corto entre el año 1969 y 1973, las
producciones desde “Nashville Skyline” hasta la banda sonora de “Pat Garrett
& Billy The Kid”, composiciones e instrumentaciones que recuerdan al sonido
del clásico country norteamericano y un registro vocal suave, relajado y sin
cadencias experimentales ni recitadas. Para esto solicitó los servicios del
gran Bob Johnston que después de la chingonería
realizada en “Nashville Skyline” produjo también grandes discos para Johnny
Cash y Leonard Cohen. Esta etapa termina por el fracaso comercial del disco
“Self Portrait” con los viejos fans desconcertados y sin rumbo. Curiosamente no
existe memoria en vivo de esta época pues coincide con los años de retiro de
los escenarios derivado de un grave y misterioso accidente en motocicleta del
que por cierto no existen registros hospitalarios.
Mi época favorita y en la que más disfruto a Bob es de 1974 al 79, a mi parecer los más grandes discos, con un Dylan maduro y una voz estable, cantando en tonos altos y rasgando toda la garganta. Stratocaster negra o Telecaster sunburst en hombro, con canciones agresivas y mucho rocanrol influenciado por The Band, de varones, pues.
Los álbumes más chingones se producen en esta época, “Blood on the Tracks”, “Desire” y “Street Legal”, la producción de estas joyas corren a cargo del mismo Dylan y de Don DeVito, que fue presentado a Zimmerman por Johnny Cash. Sin duda, para mí es el punto más alto de su carrera musical y vocal; además en estos tiempos se realizan los famosos discos en directo “Before the Flood” y el magnífico tour “Rolling Thunder Revue”; gira de 57 conciertos donde comandó a personajes de la talla de Roger McGuinn, Mick Ronson (en ese entonces guitarrista de David Bowie y Lou Reed), Joan Baez, Scarlett Rivera, T-Bone Burnett y el mismísimo Allen Ginsberg, por citar a algunos. Para más información acerca de esta bacanal, recomiendo el libro “Rolling Thunder” que escribe Sam Shepard y claro, el nuevo material cinematográfico del maestro Martin Scorsese.
Con la
llegada del disco “Slow Train Coming” y el último año de la década de los 70,
Dylan se convierte al cristianismo. Este disco cuenta con las tremendas
participaciones de Mark Knopfler, líder de Dire Straits y del productor Jerry
Wexler, a quienes Bob intentó evangelizar durante la grabación. En este punto,
el hijo de Duluth, Minnesota trató de regresar al mismo ejercicio vocal que
presumía a principios de los 60, pero la edad le empieza a pesar. El principio
de los 80 es definitivamente una época oscura para las producciones y la
carrera musical de Dylan. En el libro “Crónicas Vol. 1” el cantante menciona
que se encontraba desorientado y había perdido la fe en su propia capacidad
para crear nuevas obras; sin embargo, en 1988 su inducción al Salón de la Fama
del Rocanrol y el nacimiento de los Traveling Wilburys junto a Tom Petty,
George Harrison, Roy Orbison y Jeff Lyne, reviven a Bob y alcanza los primeros
puestos de ventas en las listas Billboard.
Cuenta
Dylan en el citado “Crónicas Vol. 1” que en 1989 paseando por Nueva Orleans
entró a un local a descansar -e ingerir whisky seguramente- y escuchó a un
cantante de blues desgarrar su voz de manera lacónica de la forma más
tradicional, breve y concisa. Decide grabar ahí mismo el disco “Oh Mercy” con
un estilo muy clavado hacia el blues que aumentaría más en las siguientes
producciones. Dylan intenta esconder la nasalidad de su voz, la oscurece y la
rompe lo más que puede hasta llegar al punto más sombrío en 1997 con el disco
“Time Out Of Mind”. Es esta época donde a Dylan se le declara y se consagra
como un crooner y en 2006 publica el
que considero su mejor material de los dos miles: “Modern Times” producido por
él mismo bajo el seudónimo de Jack Frost; discazo con mucho rockabilly y blues,
además del mismo corte vocal de crooner
que mantiene a la fecha.
El crooner, el cristiano, el rocanrolero, el countryero
y el folkero; cinco etapas temporales para enfrentar la música de Bob Dylan,
una de las tantas maneras de disfrutarlo. Espero sirva este análisis para
acercar a nuevas generaciones a su obra, más como un consejo que hace años me
hubiera gustado recibir, que como una lección.
Con base
en las credenciales mostradas ¿A alguien le queda duda de que Robert Allen Zimmerman es tal vez el artista más prolífico e influyente de nuestras épocas?
Quizá, quizá, solo detrás del rompecorazones con sombrero de copa que ahora
descansa en paz. Cierro hilo.