"Entrevista de trabajo", el próximo libro de poemas de Jorge Sosa
La vista fascinante en la obra de Jean Rustin

Por Samanta Galán Villa |
Hace
cuatro años que decidí emprender un viaje por un espacio desconocido. Por la
tierra de nadie a la que nunca quise entrar porque la vista hacia el propio
cuerpo no fue una enseñanza que recibiera en mi educación de infancia. Al
contrario, el cuerpo era algo así como una suerte de castigo o de objeto de
deseo del que se debía permanecer al margen.
En
un intento por sacudir esto de mi sistema de creencias, comencé la práctica de
pararme frente a un espejo de cuerpo entero, desnuda. Conocí cada pliegue,
lunar y zona oscura de mi piel. De a poco logré acostumbrarme a mi apreciación,
pero había algo que no terminaba de encajar. Una pieza faltante.
Cuando
supe de la existencia de La noche sexual (Funambulista, 2014) de Pascal
Quignard, caí en cuenta que esa sensación de añoranza o de búsqueda
interminable era La imagen que falta en el alma. Algo que, en mi propio
entendimiento, tiene que ver con El otro. La otredad que sin duda
termina siendo el eslabón que une la existencia propia a la totalidad.
Quignard
habla de la desnudez oscura, del acto sexual que da origen a la experiencia de
vida individual, al cuerpo, a la luz. Hojeando sus páginas plagadas de pinturas,
grabados y mitos que aluden directamente a sus sentencias sobre la sexualidad y
el origen, encontré la imagen de Tres personajes, de Jean Rustin.
Verla
me dejó como seguramente ha dejado a la mayoría de los admiradores de su obra:
Con la sensación de que la que está siendo observada soy yo. Que de forma
instantánea me convierto en testigo de algo que debería permanecer oculto, en
secreto. Busqué todo lo que pude respecto al propio Jean Rustin y su obra,
encontrando poco en español. Lo que se sabe a ciencia cierta es que Rustin tuvo
dos etapas significativas en su labor artística.
La
primera marcada por pinturas coloridas y agradables, bastante alegres. Su fama
logró llevarlo a una exposición en el Museo de Arte Moderno de París en 1971.
Fue ahí que Rustin se dio cuenta de que aquello no era lo que quería plasmar,
que era momento de arriesgarse por lo que en verdad quería decir no sólo de él
mismo, sino de la condición humana.
Rustin se dedica a pintar figuras decadentes, la gran mayoría desnudas. Espacios grises y austeros con uno, dos o tres personajes mostrando sus genitales de manera intencionada e incluso desafiante. Y lo que sin duda no puede pasar desapercibido, es esa mirada inquisitiva en sus rostros. Como si dijeran: Míranos, mírate a ti mismo a través de nosotros. Mira la escena oculta. Mira cómo tu ceguera desaparece con la luz de este sol negro.
Entonces
nos volvemos partícipes y cómplices de una escena sexual que no tiene nada de
erótica. No hay movimiento, no hay calor. Da la impresión de que esos cuerpos
fantasmales se hubieran petrificado en el tiempo en una actividad meramente
biológica, pero que está, que es. Y los ojos, la vista de estos seres tan solos
y tristes, se vuelve a cada uno de los observantes para perpetuar su
existencia.
Roberto
Calasso en Las bodas de Cadmo y Armonía (Anagrama, 1990), explica cómo
la Core se vuelve Perséfone sólo hasta que es vista por Hades. Cuando el dios
del inframundo sube a raptar a la muchacha, ésta deja de serlo para tomar
identidad, para ser lo que estaba destinada a ser.
De igual forma, parece que los personajes de Rustin son mensajeros de un destino ineludible: La transformación corporal, la soledad, el ansia de existir a través de la mirada del otro.
Dice
Pascal Quignard que las verdaderas imágenes son siempre las de los sueños y
Rustin lleva esta máxima a un territorio onírico, a una suerte de pesadilla que
nos hunde en las zonas más remotas de nuestro interior, donde habitan la incomodidad,
el espanto, la angustia. Ahí las emociones toman un nuevo matiz, con algo de
esperanza, con la calidez que da reconocerte a ti en otro espacio, en otro
cuerpo, en la mirada de una mujer que abre las piernas en el lienzo de Rustin
para que puedas observar LO QUE ES. Sin filtros, escenas descarnadas, crudas,
como puede serlo la misma realidad.
En
una entrevista realizada por Manuel Toledo para BBC Mundo, se le
pregunta al pintor si sus personajes son locos o enfermos mentales, a lo que
Jean Rustin responde con la seguridad de un santo:
No.
Somos tú y yo.
Es
pensando en todo esto que sigo afirmando que la experiencia vital no termina
donde acaba nuestra piel, sino que se extiende a todo a aquello que nos refleja
y comunica. Con las pulsaciones del otro que irremediablemente terminan
regresándome al espacio virgen que menos conocí en mi vida, como dijo
Temperley. A ese espacio infinito que es mi cuerpo.
Ummagumma: 14 años siendo el refugio de los solitarios
Letrinas: Misterio anatómico
Me encontraste tarde,
dijo. ¿Tú crees que sea posible? Conocer a alguien y que te diga que es tarde,
pero tú no sepas bien para qué. Intenté mostrarme convencido, fingir que la
entendía. Le di un par de sorbos a la cerveza y me hice el interesante
asintiendo cada vez que ella decía alguna incoherencia. Por momentos mi mente
se iba. Carajo, cómo me costó darle continuidad a la plática. Respondía frases
cortas para que no fuera tan evidente y le daba la razón en preguntas
elaboradas. Eso no me costó mucho, la verdad. Ella es de esas personas que
preguntan, te ven a los ojos y esperan un rato, pero ya tienen la respuesta en
la mente y solo necesitan que alguien les diga que, en efecto, son brillantes y
todo lo que escupen es nada menos que la verdad. ¿Será cosa de mujeres? Me daba
un poco de ternura que dejara su labial en la boca de la botella y luego se
impregnara en mis labios también. Hasta ese momento nuestros únicos besos eran
a través del vidrio. Fui un caballero, supe esperar. Si pensaba que era guapa
le decía que era guapa, así, sin más, sin pensarlo, como les gusta. Eso es
típico de toda la gente, ¿no? Digo, no me molestaría que de pronto alguien me
dijera que me veo bien, en especial si me siento como la mierda. Sobrio me
siento como la mierda, por eso prefiero mi versión en un bar, disfrutando con
una mujer hermosa, con las ideas parpadeando, mezclándose hasta que no quede
rastro de una sola que valga la pena: el cielo. Últimamente es muy triste
pensar, ¿no? Como que uno piensa mucho sobre algo en específico y empieza a
verle lo malo. Te deprime. Qué deprimente todo. ¿Sigues escuchando? Ah, ¿con la
chica? Pues nos fuimos a un motel. ¿Conoces el Motel-Itto? Me partí de risa
cuando dijo que iríamos ahí. Fui con más ganas. Una de mis virtudes es que,
aunque tome, no me vuelvo inservible. En cuanto llegamos a la habitación me tiró
a la cama, me bajó los pantalones y luego la metió en su boca. No te miento, me
sentí intimidado por la rapidez, no sé, como si no lo hubiera consentido. Ya
sé, qué tontería, fue sexo rápido, olvídalo, lo estaba disfrutando. Cerré los
ojos y toqué su cabello. Ella se deshizo de mis manos sin sacar la boca, sin
mirar. Noté que le molestó. Quería estar seguro y volví a poner las manos en su
cabeza, pero ella las volvió a quitar. Intenté tocarle una teta, pero también
retiró mi mano, entonces me pareció raro. No quería que le tocara nada. Le
pregunté qué pasaba y ella siguió en lo suyo como si mi pene tuviera un imán.
Pensé que literalmente quería comérselo. Me asusté y se lo retiré. Ella me
llamó idiota, me dijo que no sabía disfrutar y que si lo hubiera sabido no se
habría arriesgado. No sabía a qué se arriesgaba. No sabía si tal vez yo también
me estaba arriesgando. Se sentó en la orilla de la cama para buscar sus botas. Yo ni siquiera sabía qué decir, seguía con la bragueta desabrochada simplemente
mirándola sin entender nada. De pronto empezó a llorar. Lloraba con ganas, como
cuando explotas. Le dije que podía usar mis zapatos, pero era broma, solo se me
ocurrió para que dejara de llorar. Esa broma lo cambió todo. ¿Sigues
escuchando? Ah. Se quitó el cabello y me miró a los ojos. No se quitó el
cabello moqueado de la cara de manera tierna, se lo quitó por completo, estaba
usando una peluca rubia y larga. La tiró al piso, luego se metió la mano por
debajo de la blusa y sacó relleno del brasier, un par de esponjas redondas. No
lo podía creer. Ella estaba teniendo una crisis o algo. De llorar pasó a reírse
y a decir que nunca se vería como una mujer por más que lo intentara. Me sentí
mal. No sé, la estábamos pasando bien y después pensaba que la pobre se iba a
romper. A saber qué iba a hacer yo con una chica rota durante las cinco horas
restantes. Me acerqué a ella, me senté ahí a un lado y me subí el zíper. Puse
mi mano encima de la suya y le dije que si no quería hacer nada estaba bien,
pero que no me importaba la calvicie. Le saqué una carcajada. No recuerdo mucho
lo demás porque no seguimos con el tema, ambos estábamos cansados. Nos
acomodamos en la cama y así dormimos, abrazados. En la mañana ya no estaba. Te
lo juro, ni rastro. Me dejó una nota en el celular, fue lo primero que apareció
cuando prendí la pantalla. Que la encontré tarde, decía, que debía volver al
mundo real. Una mierda. No sé en dónde me había dejado a mí después de tanto
empeño y con las ideas intactas.
Eli Lomelí. Mexicali,
Baja California. Maestra y bibliotecaria. Estudió en la Facultad de Pedagogía
de la Universidad Autónoma de Baja California. Cuando descubrió su gusto por
los cuentos tomó talleres y un diplomado en escritura creativa. Disfruta ver
dormir a su gata mientras piensa en sus pendientes.
"La sustancia", una mirada gore de la cosificación de las mujeres
Cinetiketas | Jaime López
Echando mano del terror corporal y la ciencia ficción, "La sustancia" es el retrato cuasiperfecto del sistema heteropatriarcal denunciado por las agrupaciones feministas, uno que permite que ciertos grupos reducidos de hombres heterosexuales, generalmente de tez blanca y posición económica acomodada, impongan sus cánones o ideales de belleza al resto de la sociedad.
El «Sindicato Rupestre»: casa de un movimiento que trasciende
Por Iván Gutiérrez | Fotos: Sindicato Rupestre
En la historia del Movimiento Rupestre ha habido diferentes actores y plataformas que han llevado este legado musical por diferentes rumbos y espacios, pues se trata de un movimiento que ha tenido momentos históricos significativos en las últimas décadas, siendo una corriente contracultural que sigue teniendo gran repercusión e impacto en miles de músicos y oyentes en México.
Entre los participantes quizás más “recientes” de esta vertiente musical se ubica el “Sindicato Rupestre”, un lugar que en la última década se ha convertido en la casa de aficionados y músicos pertenecientes a este movimiento. Decididos en ahondar más sobre los inicios de este espacio y en su rol como promotor de lo rupestre, platicamos con Arturo Gutiérrez Zamora, alias “Simon” Zamora para el barrio. A continuación una charla cuya lectura seguro se disfrutará más con una playlist que incluya a Gerardo Enciso, Rafael Catana, Jaime López, Rockdrigo González y todos esos grandes compositores agrupados bajo el nombre de “Rupestres”.
I:
¿Cómo, cuándo y dónde nace el Sindicato Rupestre? Según pude investigar en
línea, lo fundan en el 2015 Simon Zamora y Omar Hernández, si bien la tradición
rupestre tiene muchos años más detrás, cierto…
S: Siempre me ha gustado el rock mexicano en general, tengo un grupo en Facebook que se llama “Los Discos Fundamentales del Rock Mexicano”, y he colaborado en diferentes revistas y libros desde el punto de vista del coleccionista. En los 80s me gustó sobre todo el movimiento “Rupestre”, estos cantores de estilo folk. Los descubrí cuando murió Rockdrigo González en el temblor del 85 y se hizo de culto, me compré su cassette en El Chopo y empecé a descubrir que había más compositores del estilo, y me gustaron mucho, por las letras, la poesía, era un género que no encajaba mucho con el rock urbano que dominaba por aquellos años o las propuestas de rock mexicano que ya firmaban con compañías más grandes.
Los Rupestres siempre tocaron en lugares pequeños y muy undergrounds, nunca se masificaron, no sabía bien dónde ubicarlos, no podían ponerlos en festivales muy grandes porque como no traían banda la gente no los recibía bien, y tampoco los podían invitar a lugares de cantautores, como las peñas, porque su propuesta era un poco más rockera, estaban como en medio de ambos.
Desde que los descubrí siempre me gustaron los Rupestres. A principios de los dosmiles un amigo tenía un bar ahí en Coyoacán, y por esas fechas fui a ver a Jaime López a un lugar muy pequeño, éramos unas quince personas, yo lo conocía desde los 80s, y en esa ocasión le dije “oye, un amigo tiene un lugar, ¿cuánto nos cobrarías por tocar ahí?”, hablé con mi compa y organizamos así la tocada. A partir de ese concierto conocí gente que me dijo “oye por qué no contactas a Arturo Meza para que venga a tocar”, y me lo encontré en el Alicia tiempo después y lo invité, y también fue a tocar con nosotros, y así empezó a crearse una pequeña red de gente, imprimíamos flyers y los íbamos a pegar a CU y la gente nos llamaba para preguntar por boletos, y de repente se llenaban los eventos.
En aquel tiempo solo el Alicia jalaba a los Rupestres, sobre todo en el aniversario luctuoso de Rockdrigo hacían un evento con todos ellos, pero faltaba un lugar para el movimiento, para los Rupestres y los que no eran del movimiento primigenio pero se fueron uniendo, como Gerardo Enciso, Carlos Arellano, Armando Rosas.
Por ahí del 2013 me habla Carlos Arellano y me dice, voy a estar allá en Ciudad de México con Gerardo Enciso. Con Gerardo nunca habíamos hecho nada, porque como era de Guadalajara ya traerlo estaba cabrón, entonces Carlos me propuso que hiciéramos algo en Coyoacán, le hablé a mi amigo Omar Hernández —a quien conocí en una tocada de Arturo Meza— y le pedí que me ayudara con la logística. Al final fue un evento muy padre porque se llenó, y aparte llegaron al lugar otros músicos como Armando Rosas, Armando Palomas, entonces la gente dijo “éste es el Rincón Rupestre”, y otro amigo dijo “¿por qué no nos ponemos el Rincón Rupestre y hacemos tocadas de este tipo?”, y le dimos para adelante.
En ese colectivo éramos Omar, tres amigos más y yo, y nos lanzamos a hacer el Rincón, en el Bar San Francisco, ahí en Coyoacán. Después tuvimos un par de diferencias con el lugar y nos fuimos a un punto en la Roma, pero no funcionó porque la gente de ahí, cuando vieron que sí había bastante asistencia, ya querían parte del cover (que iba íntegro para el artista). Entonces mejor lo dejamos por la paz.
Tiempo después, en 2015, fui a Sonart, una escuela de música donde mi sobrino tomaba clases, y aunque el lugar se me hizo chico y no cabían mesas, pensé que podía funcionar para algo alternativo, como una fiesta; hablé con Germán (el dueño) y llegamos a buen acuerdo. Le dije entonces a Omar que hiciéramos algo ahí con Iván García con la idea de jalar al público joven, porque necesitábamos recaudar fondos para comprar una bocina, entonces hicimos el primer show con el nombre “Del Rincón para El Rincón”, y a la gente le gustó, se sentía como una reunión de amigos en el patio.
En esa primera tocada tuvimos malentendidos con los otros amigos del Rincón, total que se disolvió el Rincón esa noche. Días después Omar y yo decidimos renombrar el proyecto, y le pusimos el “Sindicato Rupestre”, jugando con la onda sindical, y le pusimos la mano obrera con la guitarra. Poco después nos llamó Enciso, que quería armar algo en Ciudad de México, le comentamos del espacio y dijo “va hay que armarlo”, y estuvo genial porque ese día se llenó y luego llegó Jaime López, se echaron un palomazo, y poco a poco se empezó a posicionar como un lugar donde llegaban de visita los músicos rupestres.
Platícanos de la tradición rupestre, cómo la podrías describir para quienes no tienen mucho conocimiento sobre esta corriente musical… ¿Cuáles son sus ideales? ¿Quiénes son algunos de sus exponentes? ¿Qué tipo de música es?
Los rupestres son músicos que venían tocando desde principios de los 80s en sus proyectos individuales, músicos como Jaime López, José Cruz (de Real de Catorce), Roberto González, Emilia Almazán, varios músicos que no encontraban en las peñas espacio, que tenían una onda más folk, en sus letras no eran tan románticos clásicos, sino más urbanos, con mucho sentido del humor. Se empiezan entonces a agrupar y a tocar en el Foro Tlalpan, ahí tenían un espacio que se llamaba “Cada quien sus rolas”.
Rafael Catana era de los que procuraba mucho presentarlos entre ellos, “mira él es Arturo Meza, es de Michoacán”, y se juntaban mucho en un café-bar en Tlalpan que se llamaba “El Cometa”, para armar la bohemia, ahí presentaron a Rockdrigo a los demás. Fue algo muy espontáneo, para muchos nunca fue un movimiento, más bien una reunión de amigos, para otros sí fue un movimiento porque tenían ciertas características, leían más o menos la misma literatura, escuchaban a los mismos músicos, tenían una onda social-política parecida.
La foto famosa de Los Rupestres es cuando deciden hacer el Colectivo Rupestre, Rockdrigo escribe un manifiesto con su humor, diciendo cosas como “los Rupestres somos músicos que tocamos con instrumentos de palo”. En esa foto aparecen Fausto Arrellín, Nina Galindo, Eblen Macari, Roberto González, Roberto Ponce, Rafael Catana y Rodrigo González. Algunos como Jaime López no quisieron entrarle de lleno a esa etiqueta de “rupestre” pero eran del mismo grupo. Había también muchos músicos de bandas que eran afines como Botellita de Jerez, Mamá-Z, Cecilia Toussaint y Arpía.
Básicamente el movimiento dura muy poco, porque Rockdrigo llega a Ciudad de México en el 83, y muere en el 85, dos años fue lo que duró ese esplendor. Para algunos, a partir de que muere Rockdrigo es cuando empieza realmente el movimiento, porque es cuando los compositores empiezan a buscar espacios, pero hay diferentes versiones. En “Rupestre: ElDocumental” lo abordan muy bien, con la opinión de varios músicos.
Hablando del rock-folk urbano de los 70s… ¿Rock rupestre y rock urbano es lo mismo?
No… aquí en México, en los 70s, lo más cercano que hubo fue El Pájaro Alberto, que era el cantante de Love Army. Cuando se acabó esa banda, Alberto empezó a hacer sus rolas muy al estilo Dylan, se le considera como el primer Rupestre, el primero que sonaba a rupestre, con rolas en español hechas a guitarra y armónica. Luego hay como un vacío ahí, pasa el Festival de Avándaro, y en principios de los 80s había bandas como El Tri, Dug Dugs, que estaban más en el ryhtm & blues o hasta en el progresivo, pero realmente no había onda rupestre. El rock rrbano son rolas más de la banda, con letras un tanto más sencillas.
¿Crees que en México se le da el reconocimiento y valor que se merecen a este tipo de cantautores, que trabajan detalle a detalle la canción, que son poetas urbanos de la canción?
No, creo que se le ha dado reconocimiento a cantautores digamos más “clásicos”, dígase Fernando Delgadillo, Alejandro Filio, ellos tienen otro tipo de canción, pero para este tipo de músico, que es más una canción de propuesta, no, no se le ha dado su reconocimiento. De hecho, gente que no está inmersa en lo Rupestre piensa que muchos ya se retiraron, que ya no tocan, lo ven como algo del pasado, pero las redes sociales han ayudado a darle nueva vida.
En México el rock siempre ha sido alternativo, nunca ha sido lo más popular, y si a eso le agregas que es un rock independiente, autogestivo… no hay un gran público para este tipo de canción, nació con esa onda de que no hay un gran público. Yo siempre pongo el ejemplo de Argentina, donde el rock es muy popular, tú vas por la calle o te subes al taxi y están escuchando rock, porque allá el rock sí es música popular, aquí es la banda, el corrido. Es algo cultural. Hay un público, pero no para hacerlo masivo. Aquí hay bandas que alguna vez tuvieron cierto nivel y siguen batallando, a menos de que sean Caifanes, Café Tacuba, que bueno ahora con las redes hay bandas que ya logran conectar con su nicho y llenar sus tocadas.
Cuéntanos un concierto memorable en el Sindicato que te venga a la mente en este momento…
El que más recuerdan todos fue con Trolebús, una banda de aquí de la capital de los años 80s, que precisamente sí estaba entre el rock urbano y el rupestre, porque musicalmente es muy urbana pero las letras son muy rupestres. Sacaron un álbum en el 87 producido por El Mastuerzo. En los 90s “Choluis”, el cantante de Trolebús, se fue a vivir a España y se desintegró la banda, pero siempre quedó como una banda de culto, sacaron varios hits y se quedaron como en la añoranza.
Bueno, era el 2017 y entra un personaje muy importante, Rodrigo de Oyarzabal, él trabajó en Radio Educación muchos años, y se encargó de grabar a todos los rupestres cuando iban a cabina, a Rockdrigo, a Jaime López, a Cecilia, a todos, hay cassettes que hasta ahora siguen rolando en El Chopo, de rupestres que solo tienen grabaciones de las que hizo él.
Va, pues en el 2017 me habla Oyarzabal y me dice “Choluis viene de España, va a estar unos días, ¿por qué no lo invitas al Sindicato a que se eche unas rolas con ustedes?”, y unos días después me habla por teléfono Choluis preguntando por un lugar donde tocar, y le comento del Sindicato, lo invito a hacer un concierto pero me dice que no tiene las rolas preparadas, pero a lo largo de un mes lo vamos platicando, él empieza a invitar a los músicos de Trolebús, y al final terminamos armando un concierto increíble. Muchos descubrieron el Sindicato por ese concierto, había fila para entrar en la calle. Fue Catana, Jaime López, Armando Rosas… el mismo público eran músicos legendarios. Después de ahí Trolebús ha hecho varias tocadas.
"Alien-Romulus", de ritmo atípico y con un mexicano que se lleva las palmas
Cinetiketas | Jaime López
Decadencia y nostalgia son las dos principales emociones que transmiten los fotogramas que componen la nueva película de la saga Alien, "Romulus", dirigida por el uruguayo Fede Álvarez, producida por el británico Ridley Scott y fotografiada por el mexicano Galo Olivares, el operador de cámara de "Roma".
Con un inicio que se cocina a fuego lento, el cual resulta atípico para los cánones de Hollywood y para las generaciones acostumbradas a las ediciones frenéticas, la nueva película sobre el xenomorfo destaca por su ambiente hostil y estética visual.
Álvarez y Olivares tienen el acierto de homenajear la atmósfera setentera y ochentera de las obras originales, pero a la par, dotan de un nuevo pesimismo y desesperanza a la audiencia.
El que suscribe este texto está seguro que, con el paso de los años, la fotografía de "Romulus", es decir, de Olivares, no lucirá vieja o anticuada, sino todo lo contrario. Y es que el artista mexicano se luce desde el preámbulo del filme cuando muestra a la protagonista soñando con un sol deslumbrante e imponente.
El encuadre en cuestión solo dura unos cuantos segundos hasta que es sustituido por un ambiente lúgubre y claustrofóbico, muy oportuno para el tono de la trama.
En "Romulus", Fede Álvarez y Galo Olivares exhiben una generación condenada a la decadencia, la cual está siendo engullida -literalmente- por la oscuridad.
A nivel guion, ese elemento encuentra sustento en las actividades laborales que deben ejercer eternamente los protagonistas, jóvenes que solo conocen la luz del sol por sueños y que aspiran a un entorno distinto.
Sin afán de arruinar elementos clave de la cinta, "Romulus" no solamente recupera la esencia de la película original, sino también plantea un nuevo elemento en su último acto, mismo que tiene que ver con el título y el mito de los hermanos humanos que fueron amamantados por una loba.
Pequeña historia sangrienta: un repaso al cine de terror/horror/gore
Jorge Tadeo Vargas |
Nota aclaratoria: en este texto se usa la palabra “gore” más como un concepto en el que se engloban todas aquellas películas de violencia explícita, sangre, desmembramientos que podemos ver en algunas películas de los géneros o subgéneros como el slasher, el folk horror, terror y por supuesto algunas que son representativas del gore.
Los Inicios
A principios de
los años 40, en los Estados Unidos, las grandes compañías cinematográficas formaron, lo
que se conoció como el “Studio System”, que fue el método con el que controlaban
todos los aspectos del cine; desde la producción, distribución, hasta la
exhibición. Con esto mantenían un absoluto y total control dentro de la
industria, ahogando a la ya de por sí pobre industria independiente.
Este monopolio
continuó hasta finales de la década de los 40, cuando la Suprema Corte declaró
que los estudios, estaban realizando prácticas monopólicas, forzándolos a
renunciar al control de los cines. Con esta nueva resolución por parte del
gobierno, los grandes estudios se ven en la necesidad de cambiar su
estrategia, abandonando las producciones de serie B, dedicándose únicamente a las grandes producciones.
De esa manera
abrieron las posibilidades a que productores independientes pudieran manejar
temas que la censura de los grandes estudios no se atrevía a tocar, y es así
como en 1963, la pareja de productor y director respectivamente David F. Friedman y Gordon Lewis crean Blood Feast, una alucinante historia llena de sangre y desnudos,
causando conmoción en la audiencia no acostumbrada a ver tanta sangre en la
pantalla. Pero no fue sino hasta 1964, cuando esta misma pareja estrena una
versión de un musical de Broadway, que bautizan con el nombre de 2000 Maniacs, que es cuando el gore
queda estipulado como género cinematográfico, capaz de vender e interesar a la
gente llevando a la saturación del mismo, convirtiendo al cine gore, en una fórmula
para vender y no como un medio de expresión fuera de la industria.
El Renacimiento
En 1968 con el medio saturado de
películas que utilizaban la sangre como un fin más que como un medio, surge un
joven director que utiliza el gore como una herramienta para la crítica
social, el cual abre las puertas a una nueva generación de realizadores más
comprometidos que vuelven a llevar al género al movimiento independiente y
como contestación a las grandes producciones de Hollywood.
Este nuevo director que reinventó el gore
o lo llevó hacia otros géneros como es el caso del subgénero zombie fue George A. Romero que con su Nigth of the Living Dead, mostró una
sociedad idiotizada y alienada. Con un claro ataque a la guerra de Vietnam y la
discriminación racial, Romero dio un punto de vista oscuro y desesperanzador
para la sociedad en general, y así les dio paso a directores como John Waters, que con Multiple Maniacs, mostró el mismo punto
de vista depresivo de Romero.
Aunque el gore sufrió una
metamorfosis con las películas de Romero y Waters, —dejando implícita la sangre
y la violencia—, no fue sino hasta 1974 cuando Tobe Hooper redefinió el camino que tomaría el género en los
últimos años. Mezclando la violencia excesiva y los litros de sangre con la crítica
social.
Considerada por la crítica
especializada como la mejor película gore de todos los tiempos, The Texas Chainsaw Massacre, muestra una
visión caótica y enfermiza de la familia modelo americana, tomando como punto
de partida, la vida del serial killer Ed Gein, y retratando de una forma casi
perfecta la vida burguesa y alineada de los EEUU. A pesar de que Romero hasta
su muerte y Hooper suavizaron un poco su cine, ninguno de los dos ha logrado
superar sus óperas primas, sin embargo, ellos dieron pauta para que el gore
sirviera a los jóvenes para expresar sus desencantos con la sociedad en la que
viven y/o la parte más oscura de esta.
A raíz de esta “nueva actitud” dentro del gore, sirvió para que artistas de otras corrientes
mostraran interés de expresarse con esta fórmula. Andy Warhol filma en 1973 Blood
for Drácula y Flesh for Frankenstein,
dándole al gore cierto aire de cine de autor y permitiendo la llegada de
directores noveles que, con sus óperas primas, se volvieron de culto; de esta
manera el neoyorquino Abel Ferrara filma
El Asesino del Taladro.
El estadounidense y canadiense
respectivamente David Lynch y David Cronenberg, nos presentan Eraserhead y Shivers. El italiano Darío
Argento que con su filme Suspiria coquetea
con esta clase de cine sin mucho éxito y regresa a su forma convencional
dándonos grandes películas de terror.
Cabe señalar que, aunque el “gore de
autor” no fue una corriente de mucho éxito y sus creadores no se mantuvieron,
de vez en cuando podemos disfrutar pinceladas de sangre y violencia en sus
filmes, recordándonos lo que son capaces de hacer.
Los 80’s la decadencia y cumbre del género
Para principios de la década de
los 80’s, el cine gore, decayó, en cuanto a calidad y forma, volviéndose un género
(slasher) para adolescentes, con películas como Halloween de John Carpenter
que con el tiempo, se volvería uno de los pocos directores de esta corriente capaz de
sobresalir, Zombie de George Romero que intenta volver a sus
grandes glorias sin conseguirlo, Friday
the 13th, que comienza con las grandes sagas donde lo que importa es la
película y no el realizador y Nigthmare
on the Elm Street de Wes Craven
que ya había mostrado su capacidad a principios de los 70’s con The Last House on the Left. Con Nigthmare on the Elm Street intenta
crear un nuevo estilo manejando sangre, terror y humor sin conseguir quitarse
la etiqueta que a la larga sería llamada Teenage
Horror Movie, es decir filmes que solo servían para mostrar desnudos y
sangre como en sus inicios, llevando esta vez a los grandes estudios a participar
de la tajada que estaban dejando y poniendo las grandes producciones a la par
del cine gore ( Friday the 13th
se encuentra en la lista de las 15 películas más taquilleras, junto al The Exorcist y Jaws, dos películas de estudio que juegan con el gore para
asustar a un público poco conocedor del género).
A la par de este estancamiento, surge un joven de 18 años que, con un presupuesto
menor al sueldo de cualquier camarógrafo de Hollywood, fue quien revolucionaría el
género cuando junto a su hermano y un grupo de amigos filma Evil Dead, filme que maneja el humor y
la sangre por partes iguales, causando al espectador cierta angustia, en los
momentos más ridículos y extravagantes.
Este joven de nombre Sam Raimi se convertiría como ya le
había pasado en la década anterior a Tobe
Hooper en el ejemplo a seguir dentro de la industria y permitiendo a una
nueva generación de directores expresar su arte con poco dinero, mucha
imaginación, violencia, humor y sangre.
A la par del gore americano, resurge
en Italia el Mondo o Cinè Veritè, que mostraba el lado más
extremo del género y cintas como Snuff de
Michel y Roberta Findlay y Mondo Caníbal y/o Holocausto Caníbal, de R.
Deodato, hicieron temblar a la audiencia, asegurando que las escenas eran
reales, un subgénero que duró poco y que aún se mantiene con un puñado de fans,
y el cual merece un artículo aparte por la patología del mismo.
En América nacen dos parejas, que
aun a la fecha siguen siendo los amos y señores del género. Nos referimos a los
creadores de la saga de Maniac Cop y Re-Animator, filmes hechos por Larry Cohen y William Lusting la primera, y Brian
Yuzna y Stuart Gordon la segunda.
A pesar de la calidad y la influencia de Raimi en sus películas, amén de que Re-Animator y Maniac Cop, son dos películas de culto, no fue hasta 1987 cuando un australiano consiguió, lo que Raimi quiso plasmar en Evil Dead (consiguiéndolo en las dos secuelas de ésta), que es el humor como principal ingrediente del género y la sangre y la violencia como sátira del mismo.
Este australiano de nombre Peter Jackson redescubrió el gore con
la magnífica cinta Bad Taste
(curiosamente este filme fue grabado de la misma manera que Raimi lo hizo con
el suyo, con poco dinero y con la ayuda de sus amigos, recibiendo ambas una
gran acogida en el Festival de Cannes,
cada una en su tiempo) y refirmándolo con su obra cumbre dentro del género Braindead.
Este género después de Peter Jackson no volvió a ser el mismo
y mantuvo una línea por mucho tiempo, manejándose en la industria independiente
y volviéndose tan underground, que sus fans son vistos como bichos raros por
otros cinéfilos.
El fin de una Era
Para la década de los noventa el género se volvió poco comercial como tal, pero muy comercial como fórmula y directores
que de cierta manera provenían de él o crecieron con él, lo vendieron a
Hollywood como una fórmula nueva, maquillado de películas novedosas; podemos
ver a Quentin Tarantino, Robert Rodríguez y hasta el mismo
Steven Spielberg, utilizarlo para
atraer jóvenes y de esta manera subsistir en el viciado y poco original medio
de las grandes producciones.
El Slasher o el Teenage Horror
Movie tuvo su revival con sagas como Scream –que se mantiene a la fecha- y Final
Destination, entre otras que utilizaron la fórmula para lograr éxito masivo.
Siglo XXI: la corrección política, el cine de arte, la presunción y el intento de regresar a sus raíces
El cine de terror/horror/gore de finales de la primera década del siglo XXI sufrió de un intento de la industria de venderlo más allá de los fans más aferrados, sin embargo esto no resultó como se esperaba hasta años recientes cuando de la mano de la productora A24, se intentó venderlo como “cine de arte” y comenzó a crear todo un mercado, que tomando ciertos elementos del cine de terror/horror/gore, se ha logrado posicionar con una nueva generación de espectadores. Aunado a esto, con la corrección política y la nostalgia como estandarte, sagas que surgieron en la década de los setentas y ochentas como Halloween y Child’s Play entre otras, tienen su segundo aire, por llamarlo de alguna forma, pero desde una idea políticamente correcta, donde la violencia sin sentido y la sangre, han desaparecido para darle entrada a otra forma de ver este subgénero.
Sim embargo el terror, el horror,
el gore
se han destacado por reinventarse cada vez que caen en las garras de lo
establecido, esta corriente cinematográfica siempre ha logrado tomar un camino diferente cada vez que Hollywood encuentra su fórmula.
Hoy de cierta forma el subgénero más allá de una fórmula comercial, ha regresado
a donde pertenece, por lo que es fácil encontrar cine que cumpla con los
estándares, logrando sobrevivir y aunque películas como Terrifier y Thanksgiving lograron el éxito comercial, son claramente una pequeña parte de lo que se mantiene alejado
del mainstream.