Jorge Tadeo Vargas |
“El arte tiene el poder de provocar cambios sociales”Spike Lee
En mis años de preparatoria, fue cuando me
inicié en el activismo; lo hice de la mano del anarquismo y su relación con el
movimiento/escena punk que tuvo en la década de los noventa su momento más
intenso y activo. Fue una década coyuntural para los movimientos sociales, se
gestó el movimiento por la justicia global y todo el altermundismo que se
traducía en aquella idea de “otro mundo es posible”. Desde ahí fue que me
involucré en distintas movidas, siempre desde el anarcopunk.
Como todo lo que pasaba dentro de ese
movimiento, mis inicios fueron bastante dogmáticos y rechazaba todo lo que no
fuera anarquismo, con la música hacia ciertas excepciones, lo cual me permitió
explorar otras ideas y formas de pensar, especialmente lo relacionado con el rap y fue así que conocí a los Black Panthers y su idea política más cercana al
marxismo, y con Eldridge Cleaver me di cuenta que las ideas cuando se llevan a la
acción no pueden caer en dogmas o actos de fe, sino al cuestionamiento y la autocrítica.
En esos años mi gusto por el cine se iba
desarrollando; así que gracias a mi acercamiento a la cultura afroamericana conocí a Spike Lee, que si bien no fue con el que
aprendí la ecuación cine + activismo, si fue quien me enseñó que la cultura
pop es un medio muy interesante y efectivo para hacer propaganda social y no
solo de mercado.
La primera película que vi de Spike Lee fue
“Jungle Fever” (1990) con la que este director intenta darles una vuelta a las
comedias románticas que a inicios de esa década comenzaban a ponerse de moda;
desde la idea del romance, Lee decide hablar de racismo, de violencia, de
ciudades dividas por formas de pensar, de actuar, donde el amor no todo lo
puede, al contrario, es la razón por la que todo se va al carajo. Una película
repleta de carga sexual, de dogmas religiosos que prefieren exiliar a los hijos
e hijas que reconocer lo que esta mal. En la subtrama de esta película se hace
una denuncia a la entrada del crack a las comunidades afroamericanas como
método de control.
Aunque “Jungle Fever” recibió duras criticas
por parte de la comunidad italoamericana, ofendidas por el supuesto cliché
violento y racista en que los convierte Spike Lee, el director se defendió
argumentando que el guion se basó en la historia de un afroamericano asesinado
por salir con una chica del área italiana del barrio de Bensonhurst en la ciudad
de Nueva York, por lo que no estaba haciendo nada más que contar una historia
lamentablemente muy normalizada en esa ciudad y en esos barrios.
Después del golpe de realidad que significo “Jungle Fever” busqué algunas de sus primeras películas. Era común que estos filmes no estuvieran exhibidos en los videoclubs de mi pequeña ciudad norteña, así que gracias a la buena voluntad de mis amigos de la capital del país, pude ver -y aumentar mi videoteca- “Mo' Better Blues” (1990) donde entendí la intensidad con la que la comunidad afroamericana vive la música y la importancia que tiene para ellos; también descubrí que para Spike Lee, la música es una parte esencial de su filmografía -Jungle Fever tiene una banda sonora compuesta por Stevie Wonder por citar un ejemplo-. También vi su ópera prima “She's Gotta Have It” (1986) una película adelantada a su tiempo, mostrando a una mujer que tiene el control de su vida, principalmente en el tema sexual, donde ella decide vivirlo a plenitud sin importarle nada más.
Con “She's Gotta Have It”, Lee tomó por asalto una industria que no estaba preparada para un cineasta como él: contestatario, confrontativo, irreverente y con una fuerte declaración de principios. Además sorprendió a la industria con su propia productora a la que le dio un nombre muy provocativo: “40 Acres and a Mule Filmworks”.
Si tomamos en cuenta que el nombre de su productora hace
sugerencia a lo que era entregado a los esclavos cuando terminó la esclavitud
como compensación, no deja de ser una transgresión a la industria de Hollywood.
La cuarta película que vi fue justamente la
que lo llevó a la popularidad que mantiene hasta hoy. “Do The Right Thing”
(1989). Un filme que es propaganda pura de esa urbanidad racista en la que se
mueven muchos de los barrios estadounidenses, mostrando un día en esos lugares,
un día de los más calurosos y como en un solo momento todo puede terminar con
un caos y un asesinato a manos de la policía. “Do The Right Thing” muestra un
barrio dividido entre ítalo y afroamericanos que conviven en una tensión diaria,
pero que por una circunstancia muy simple, esa tensión puede ceder y dar pie a
mucha violencia. Aquí Lee hace ya una crítica directa al actuar de la policía y
aunque para muchos, esta puede ser una forma de invitar a la violencia
y a los disturbios, para el director era una forma de mostrar lo que se vive día a
día en cualquier barrio, de cualquier ciudad de los Estados Unidos. Habrá que
recordar que esto fue muchos años antes del “Black Lives Matter” y que la
polémica que se dio en torno a la película fue mucho más perjudicial que benéfica,
al menos en esos años.
Para 1992 llega su primera película por
encargo. Le piden que tome el lugar de Norman Jewison en la dirección, lo cual
hace no sin antes cambiar la dirección de la historia, hacer una revisión aún
más a profundidad de las ideas políticas y religiosas de Malcolm X y pasando de
las teorías conspirativas a la realidad del asesinato del líder político. Esto
le causó muchos problemas a Lee en todo el rodaje, pero al final, se tradujo en
su primera película masiva, con éxito en la taquilla y en los premios, siendo
la primera nominación de Denzel Washington al Oscar.
La década de los noventa ha sido la época más
prolífica de Spike Lee, que, aprovechando las coyunturas globales de esos años,
se permitió hacer de su cine una propaganda política y social contra el trato hacia los afroamericanos en los Estados Unidos. Esto se puede ver en películas
como Crooklyn (1994), una historia semibiográfica, donde muestra lo que implica
crecer dentro del racismo gringo y las luchas que tiene que librar para poder
sobresalir en la creación artística. O en la comedia “Girl 6” donde da un
giro a “She's Gotta Have It” mostrando los peligros y la violencia con la que
viven las mujeres, especialmente las afroamericanas. También fue mucho más
directo en su propaganda y crítica como en “Get on the Bus” (1996), donde
tomando como punto de partida la marcha del millón para presentar la diferencia
que existe en los afroamericanos dentro de Estados Unidos según la clase
social, la comunidad en que viven y su religiosidad. Una fuerte crítica a las
diferencias entre los propios afroamericanos. También muestra su amor por el
deporte, principalmente por el básquetbol y en “He Got a Game” (1998) hace una crítica a la industria del deporte que convierte a los jóvenes en
esclavos, en mercancía al mejor postor.
Cierra esa década con dos películas por
encargo que muestran su capacidad como cineasta más allá de la propaganda política.
Retomando un proyecto rechazado por Martin Scorsese y que Lee pasó de
convertirlo en una historia policiaca a una historia más cercana al gueto y lo
que se vive en él. “Clockers” (1995) es la semilla de lo que después veríamos
en series como “The Wire”. Basada en la novela de Richard Price, quien
contribuyo con Lee para armar el guion y entregar para la pantalla grande una historia de
corrupción, crímenes y violencia racial.
“Summer of Sam” (1999) fue la película con la
que cerró el siglo XX. También por encargo, pero dándole su toque, por primera
vez sale del gueto afroamericano y muestra la vida entre los italoamericanos,
donde va mostrando el prejuicio y la violencia, teniendo como escenario el
verano más caluroso de Nueva York, y como protagonista al asesino en serie conocido como “El hijo
de Sam” y a la mejor temporada de béisbol que vivió Reggie Jackson, la única
referencia afroamericana de toda la película. Las estupendas actuaciones de Mira
Sorvino, John Leguizamo y Adrien Brody son un ejemplo de que Spike Lee es un
director capaz de salir de su zona de confort para darnos muy buen cine.
En este siglo, a pesar de que su producción filmográfica se mantiene, la calidad ha disminuido bastante, salvo contadas excepciones como “25th Hour” (2002), una estupenda crítica al sistema penitenciario, “Inside Man” (2006), otra de sus películas por encargo que muestra su capacidad como cineasta, “BlacKkKlansman” (2018) con la que fue nominado de nuevo a los Oscares, basada en una historia real, donde desenmascara cómo funcionan los supremacistas blancos desde la década de los setenta a la fecha. Más allá de esto sus otras películas son prescindibles. Tal vez “Bamboozled” (2000) merece reconocimiento, pues al ser una película con la que Lee trató de experimentar con la cámara, termina perdiendo de vista la historia que es bastante buena, pero no es capaz de desarrollarla a tope o “Chi-Raq” (2015) que basada en la comedia griega “Lisístrata” intenta hacer una crítica a la violencia de pandillas que se vive en Chicago. Por otro lado, películas como “Da Sweet Blood of Jesus” (2014) o la desafortunada adaptación por encargo de “OldBoy” (2013) no vale la pena ni mencionarlas.
Hay que aclarar que Spike Lee no es un
director político, al menos no lo es desde la lógica de Ken Loach, pues, aunque
su cine está lleno de denuncias sociales, al final es un afroamericano
privilegiado, que usa su arte para denunciar prácticas racistas, claro desde el
sistema, pero tampoco es que quiera cambiarlo de raíz, solo busca que el pastel
capitalista se comparta de otra forma. Esto es claro si vemos cómo su
productora no tiene empacho en trabajar en el mundo de la publicidad haciendo
comerciales para empresas como Nike, Converse, Levi's, Taco Bell, entre otras
muchas marcas que son responsables de muchas de las prácticas racistas y
segregacionistas en todo el mundo.
Spike Lee se siente cómodo con el capitalismo,
siempre y cuando este sea desde su óptica del “color correcto” y hacer esta
mención, esta crítica a su persona, más que a su cine, al menos para mí es
relevante, pues al final fue parte importante de mi formación activista y de mi
cuestionamiento al modelo económico y sus formas de destruir a las poblaciones
más vulneradas.
Vale la pena mencionar que Lee es un difundidor de la música afroamericana, no solo invitando a músicos con compromiso a participar en su banda sonora, como lo ha hecho con Public Enemy, Aretha Franklin o Stevie Wonder; sino también ha dirigido videos musicales de artistas a los que considera valiosos en la difusión de su identidad. Es una forma de contribuir a la expansión de una cultura musical que ha recibido muchos atracos a lo largo de la historia estadounidense.
Spike Lee pertenece a una generación de directores
que en la década de los noventa apostaron por mantenerse al borde de la
industria cinematográfica de Hollywood, pero sin alejarse del todo, conservando cierta independencia creativa a la hora de
contar historias y llevarlas a la pantalla grande. Esta fue una generación de
directores, escritores, actores que buscaban que sus películas representaran
algo, que dijeran algo, una especie de declaración, un manifiesto. Lee lo usó como
un medio propagandístico que sin comprometer su calidad como
cineasta, logró llevar a cabo una labor de denuncia muy loable.