Alexander Payne: el significado de un pesimismo humanista

Alexander Payne es parte de una generación de directores de cine que anteceden el diálogo a las imágenes, o al menos van de la mano.


Jorge Tadeo Vargas | 


 “Considero que el mundo es un lugar amargo y complicado. Y éste parece sentir lo mismo por mí. Creo que tú y yo tenemos eso en común”.

Paul Hunham, The Holdovers

 


Denis Villeneuve, en una ocasión mientras lo entrevistaban para hablar sobre su cine, declaro que, para él, el cine eran más imágenes que diálogos, que deseaba hacer una película sin un solo diálogo. Un enorme reto, pensando que la humanidad ha ido evolucionando a la par de los descubrimientos tecnológicos y el habla, o los idiomas, como se quiera ver, pero dialogar entre individuos y sociedades es lo que ha permitido mucho de los avances civilizatorios. Lo que propone Villeneuve es arriesgado, aunque se lee interesante pensar en una historia contada solo por imágenes.

Por otro lado, sin decirlo o hacer declaraciones Alexander Payne es parte de una generación de directores que antecede el diálogo a las imágenes, o al menos van de la mano creando historias ordinarias con un tratamiento que puede parecer común y corriente, pero que esconde mucho más de lo que dice.

Payne, nacido en Omaha, Nebraska en 1961, creció viendo cine, pero como muchos otros de sus contemporáneos, su aprendizaje no solo se centraba en lo que vio en las pantallas de un cinema, sino también en la televisión, que para muchos niños de la década de los sesenta y después de ellos ha sido parte de su educación.

Es así como va moldeando su forma de ver el arte de contar historias por medio de imágenes en movimiento y al igual que muchos cineastas de su generación fueron formándose fuera de la industria, aunque lo suficientemente cerca para poder acceder al presupuesto de los grandes estudios, sin comprometer su independencia.

Una generación de directores/guionistas que buscan contar historias de las personas comunes, desde una vida ordinaria, sobreviviendo sin pensarlo mucho, aceptando las adversidades y viviendo con ellas. De eso tratan sus películas y con excepción de The Descendants (2011) es fácil sentirse identificado con sus personajes.

A pesar de que la trayectoria como director de Payne inició en 1985 con el cortometraje “Carmen”, su filmografía no es muy amplia, no es un director que se quiera pasar la vida entre producciones, al contrario, se toma su tiempo, decide tranquilamente cuál será su próximo proyecto y lo lleva a cabo. De 1996 a la fecha ha dirigido y coescrito junto a Jim Taylor ocho películas, entre cada una de ellas al menos se ha tomado dos años. No es pues un director de prisas y eso se traduce en que cada una de sus películas tiene una historia importante que contar.

Después de “Carmen” cortometraje que escribió y dirigió aun siendo estudiante de en la Universidad de California, se tomo diez años para su ópera prima; con “Citizen Ruth” (1996) Payne lleva a debate el tema del aborto, y lo hace desde una transgresión aun mayor, pues la protagonista es una sin hogar, la cual se convierte en el centro de la discusión de republicanos y demócratas sobre el derecho abortar. Con una crítica a la sociedad estadounidense, influenciable por los medios de comunicación, Payne ya comenzaba a dibujar ese humanismo pesimista de todo su trabajo posterior. En esta su primer película, ya comenzaba a dibujar ese cuidado que tiene a la hora de perfilar a sus personajes, la sátira como la forma de enfrentar la critica social, si bien es claro que aún la faltaba madurez, es una película que vale la pena rescatar en estos tiempos de polarización sin sentido.

Tomándose el tiempo más corto que se ha tomado entre una película y otra, para 1999, dirige y adapta “Election”, una de las mejores críticas al sistema electoral y su forma de manipulación por parte de quienes participan en el desde arriba.

Basada en la novela de Tom Perrota, cuenta la historia de una adolescente en preparatoria, que quiere ser elegida presidenta de la clase y está dispuesta hacer lo necesario para conseguirlo, como seducir a su profesor, acusarlo de acoso sexual, destruirlo a él y a quien se interponga e incluso cometer fraude para lograr lo que quiere. La estupenda adaptación de la novela y la dirección de Payne que había madurado bastante a la hora de armar la historia, permiten que tanto Reese Whiterspoon y Matthew Broderick sobresalgan en sus papeles protagonistas.

Aquí el papel de Broderick ya comienza a perfilarse como uno de esos personajes fracasados, sin suerte tan comunes en el cine de Payne. Con “Election” tuvo su primera nominación al Oscar como mejor guion adaptado, permitiéndole afianzarse en el círculo de directores que se mantenían en el borde de Hollywood y la industria independiente. Algo similar a Richard Linklater.

Para 2004, ya afianzado como un director en acenso, dirige “About Schmidt” donde cuenta con Jack Nicholson en el último papel importante de su carrera. La historia se centra en un jubilado que se encuentra entre muchas decisiones a tomar, entre secretos que la saltan a la vista y la decisión de impedir que su hija se case. Con “About Schmidt” Payne muestra otra de sus filias a la hora de contar historias: las road movies y ese encanto de tomar carretera por el simple hecho de hacerlo. Cualquier pretexto es bueno.

También aparece esa fijación por el drama familiar, esa obstinación por seguir juntos, a pesar de no soportarse entre sí. En lo personal de esa película guardo recuerdos desagradables a la hora de la comida, que era justo cuando el drama familiar explotaba, así que, entre gritos y desmanes, los protagonistas van metiéndose comida a la boca, un recurso que le da un toque desagradable a la trama, en el buen sentido. Tuvo dos nominaciones al Oscar. Payne se estaba convirtiendo en un frecuente de la academia, aunque no ganara nada, era un reconocimiento.

Dos años después presenta “Sideways”. Adaptada de la novela de Rex Pickett, cuenta la historia de dos amigos que deciden hacer un recorrido por el valle vinícola de Santa Ynez a modo de despedida de soltero. Un viaje que termina siendo un descubrimiento para los dos, especialmente para uno de ellos que va cargando con un enorme saco de culpas de su pasado.

De nuevo están presentes las filias y fobias de Payne, los miedos que expresan sus personajes en una espiral de autodestrucción que termina con ese sentimiento pesimista esperanzador tan característico de las películas de este cineasta. También aquí inicia una relación de trabajo con Paul Giamatti, con quien ha hecho ya algunas de sus pocas películas como protagonista. Con cinco nominaciones al Oscar, se lleva la de mejor guion adaptado, de nuevo junto con Jim Taylor, su escritor de cabecera y con quien más seguro se siente a la hora de contar sus historias, que se llegan a sentir en momentos muy personales. Su filia con los profesores es una constante, por decir lo menos.

Siete años se toma para regresar a presentar una nueva película, The Descendants (2011), que  adaptó de la novela de Kaui Hart Hemmings y en la cual a pesar de que están presentes muchas de sus fobias, especialmente aquellas relacionadas con la familia, se sale un poco de su estilo de historia -no de contarla, ese sigue siendo su estilo y formato- donde nos habla del duelo de una familia con un ser querido en coma, cómo se vive, cómo puede destruirlos e incluso el desapego al no relacionar el coma con la muerte. Al final el cuerpo sigue presente, funcionando con máquinas, la esperanza se mantiene.

Una de sus películas más exitosas tanto en la taquilla como en la crítica, pero que en lo personal es la que menos me gusta. De cierta forma, me parece que es la que menos refleja, lo que Payne ha venido dejando en cada una de sus historias, mucho mas cercanas a la clase trabajadora y como van sobreviviendo a pesar de ellos. Pero esto es una opinión, por lo cual tampoco refleja la importancia del cine de Payne y sus historias.

En 2013 llega la que considero es su mejor película. Nebraska es un tratado a la vejez y la forma en que la enfrentamos, tanto los viejos como quienes nos toca acompañarlos. Una de sus películas más emotivas, con la que retoma el road movie para contarnos la historia, el rencuentro de un hijo con su padre. Un camino que va más allá de ir a recoger un premio falso, sino la necesidad de un viejo de ser tomado en cuenta.

Nebraska es un ensayo cinematográfico como pocos al momento de hablar de una etapa de la vida donde se pasa a ser un mueble, un elemento más, y como los viejos luchan por ser más que eso, continuar siendo humanos.

Todo cineasta tiene una obra en su filmografía que lo define, que lo hace ser quien es, Nebraska es justo eso para Alexander Payne, la película que mejor define lo que le interesa contarnos, lo que él quiere que sepamos sobre la vida. Será una obra difícil de superar si es que lo logra hacer.

Después de Nebraska, Payne apuesta con “Downsizing” (2017), una de sus películas más arriesgadas y con la cual se sale de su estilo narrativo para experimentar en la ciencia ficción. Como una crítica a las absurdas soluciones a la crisis socio-ambiental, Payne narra la historia de una pareja que entra a un proyecto para ser miniaturizados y vivir en una ciudad diminuta como una prueba piloto, y así contrarrestar la crisis ecológica que vivimos. De ahí es que se van desarrollando los conflictos que esto genera previo a ser miniaturizados y después de que lo hacen. No es la mejor película de este director y como experimento se quedó a medias, sin embargo, era/fue un proyecto que tanto Payne como Taylor estuvieron desarrollando por décadas.

Seis años después regresa con “The Holdovers”, otra road movie que hace un análisis a muchos momentos entre personas con distintas personalidades, que de cierta forma se reunen alrededor -de nuevo- de un profesor con una personalidad de esas que le gusta perfilar a Payne; pesimistas, gruñones, sin sentido del humor.

Esta es la primer película en la que el director no participa como guionista, ni tampoco tiene a su compañero Jim Taylor. El guion corrió a cargo de David Hemingson. The Holdovers, es una de las películas más maduras de Payne, se le nota el crecimiento como director.

Si pensáramos en el cine de Payne en cuestión de música, tanto sus historias, su forma de narrar, podríamos compararlo con Damien Jurado -quien participa en el soundtrack de The Holdovers-: personajes que luchan contra sus miedos, sus fracasos, sus propias personalidades, sus demonios más cercanos, justo ahí radica la calidad de su cine, en llevarnos por caminos que nos resultan familiares, al punto del temor.

Tras tres décadas filmando historias que evocan la sensibilidad del cine de la década de los sesenta, una forma de hacer cine, de contar historias que parece estar en extinción.


Desde el (auto) exilio en los bosques Klatch City

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena.
Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.
A veces viaja a Mundodisco
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