Nuestro
capitán sueña con ríos azules
Con
cariño para Arià Clotet y Mr. Flow.
He
activado la velocidad crucero. La tripulación y yo charlamos sobre cómo todos
los niños desean ser astronautas alguna vez, y que según los mensajes que
recibimos en el buzón, los adultos también. Durante el tiempo de ocio asignado
por Tobby, nuestra amigable Inteligencia Artificial, hemos comido unas frituras
de espinaca algo sosas pero que sacian bastante. Durante esta cena aprovechamos
para no olvidar que somos humanos. Brindamos con un suero saborizado parecido a
la champaña.
La tripulación está conformada por la doctora
Gloria Isaac, el médico Julien Mer, los gemelos ingenieros Von y Tan, y nuestro
perrito de terapia, Berry. Un corgi tricolor de pelo suave y barriga tibia que
nos acompaña. A Tobby le han dicho frecuentemente que tiene el nombre de un
perro, y él, que no puede ofenderse, escuchó y su algoritmo solo buscó un
equilibrio en el equipo. Por ello, lo bautizó así. Sí una máquina es un perro;
un perro puede ser una fruta. Tobby también está programado para recoger
algunas funciones de marketing; no es casualidad que Berry sea el nombre de
aquel famoso sustituto de alimento: las tabletas que salvaron a varios países
durante la última gran sequía.
Estoy yo, Ariandt Clay. Es mi tercera misión
como capitán. Recuerdo, mientras chocamos nuestras copas y decimos salud, que también
fui un niño que soñaba con volar al espacio. Aunque el mar también me llamaba,
el agua sigue en mis deseos. Nuestra nave fue bautizada como Frog 7: nombre
elegido por una votación mundial. Entre los nombres posibles había algunos
patrocinados por empresas cinematográficas. Sentimos alivio de que ganara una
especie casi olvidada de la Tierra; y porque los seguidores como los de la saga
Aros Circa se vuelven amantes y odiantes al mismo tiempo. Ser capitán de un
Frog, es neutral; es mejor.
Discutimos si nos conviene hibernar, o
disfrutar este año que queda de regreso para aprender algún idioma. Tobby
aconseja hibernar, como siempre. Está programado para reducir el consumo. Yo
propongo cenar juntos antes de ello y recapitular nuestros últimos ocho años de
misión. Una misión exitosa, dice Julien Mer. Entre nuestra lista de tareas
estaba recoger el lnituom, algo muy parecido al litio, más limpio y potente.
Generará energía más de un siglo, según cálculos de la Dra. Isaac. Ella es Gloria
Isaac, cerebro de la misión, y no lo digo solo por la amistad.
Von y Tan, hablan al mismo tiempo. A Gloria
le incomodaba eso los primeros tres años, y ahora los observa con ternura. Yo
pensaba que Von y Tan podían ser infiltrados de otra compañía energética
aeroespacial. Lo creí e incluso lo anoté en mi bitácora personal. Asunto que
Tobby leyó y tomó en cuenta para observar sus signos vitales y sus emociones
durante varios meses. Los resultados arrojaron que solo eran una chica y un
chico muy inquietos. Así supe también que mis pensamientos más privados estaban
en el ojo de todo el sistema Tobby.
Julien Mer nos ha revisado: ha analizado
nuestra sangre y nos advierte que el lnituom puede ser radioactivo. Nos realiza
un análisis y sin decir mucho del diagnóstico, hace que Tobby nos suministre
algo que prevendrá el deterioro celular. Mer dice que mi cuerpo tiene una edad
biológica menor a la cronológica. Es una broma que le gusta repetir, pues entre
tantas hibernaciones; cuando lleguemos a casa festejaremos más años de los que
hemos vivido.
—¿Por qué le llamamos hibernar y no estivar
a la animación suspendida?
Me da un golpecito en el hombro y me dice:
—Eso. Eso mi querido capitán, no lo sé.
Mer cumplirá 82 años y yo 95. Mi pregunta le
deprime: estivar le recuerda que su hija cumple años en verano y será
mayor que él cuando regresemos. Pero como casi todos los bromistas, evade con
elegancia el tema que él mismo partió.
Ahora vamos a dormir. Hay que desinfectar
completamente nuestros trajes de hibernación, porque si hubiera una bacteria
ahí dentro sería un embrollo. Para inducir el sueño Tobby nos ha inyectado un
sedante con el parche que tiene en su brazo mecánico: una droga que todos los
soldados apodan el birthday cake. Los primeros segundos, el efecto es
casi imperceptible. Solo sabes que está funcionando, cuando el suelo, la cama,
y el propio cuerpo tienen la textura de un bizcocho cuya masa tuvo buen aire.
La sensación mejora cuando tienes en la nariz el aroma dulce de un betún
fresco, a chocolate fino con fresas.
Al pobre Berry no se la podemos poner, por
eso lo cuidamos hasta que duerme de verdad, como él cuida de nosotros. Lo
ayudamos, acariciándolo, pues se desespera mucho en la cámara de animación
suspendida. Ahí estamos, pasándole las manos. Parecemos niños que nunca han
tenido una mascota y de repente se encuentran una por la calle. Los perros no
comprenden este proceso. Eso sí: cuando despiertan suelen ser los primeros en
ponerse de buen humor. Para despertar, yo necesito al menos una hora, suero
volcán y algunos suplementos alimenticios que calcula Tobby al analizarme.
Con el birthday cake te recuestas, y
puedes escuchar cada parte de tus músculos relajarse. Aquí es cuando escuchas
la amable voz de Tobby, indicándote cómo respirar. De repente, el año que
perderás, no te preocupa mucho. La cápsula se siente como un capullo al que
siempre perteneciste, del que nacerás de nuevo.
Si mientras dormimos algo saliera mal, hay
otra droga que los soldados llaman el coffee crack. Odio ese nombre,
sobre todo por su precisión. Esta droga nos la pone Tobby en caso de
emergencias. Sirve para despertarte de la hibernación si él mismo no puede
manejar un problema. Solo me la han puesto una vez durante el entrenamiento, y
de estar, prácticamente en coma, despiertas alerta y listo para utilizar
cualquier arma o herramienta. A mí me pidieron que realizara un aterrizaje
forzoso en un simulador, y la verdad no parecía que el ejercicio fuera falso.
Solo reaccionas y puedes concentrarte como un poseído, no sientes miedo. El
efecto de esa droga pasa, y el cuerpo queda, digamos, con una resaca de fiesta
de cumpleaños multiplicada por cien. Para aliviar eso hay otras drogas, aunque
la sensación nunca se olvida.
Ya puedo oler mi birthday cake. Todo
es suave, mi traje es ahora terciopelo. Me duermo y sueño. En el sueño hay un
río. En verdad nunca he visto uno. Bueno, en mi curso de Historia me gustaban
los videos de ríos y mares que eran muy azules. Mis compañeros de la escuela
decían que eso no era posible. Yo siempre pensé que fueran verdaderos o falsos,
eran muy bellos. Nuestra profesora mencionó haber visto uno cuando era pequeña,
y que en la antigüedad las personas hacían vida alrededor de ellos. Recuerdo el
diagrama con el que explicaban por qué el agua se veía azul. Mi cerebro está
recuperando esa imagen para llevarme, supongo, a un sueño relacionado con la
naturaleza.
Quizá Tobby me programó algo de su
repertorio; a veces se pone creativo. Veo a una mujer desnuda que medita. A su
alrededor bailan unos niños y unos ancianos cantan. Ella está sentada sobre el
suelo de tierra, y me dejo llevar por su canto que es como un mmm continuo.
El sonido del río es un cri hipnotizante. Quien diseñó este contenido
binaural merece una donación a su academia de artes. Te digo, seguro lo
pusieron a propósito para que a mi regreso les dé una beca. No sería la primera
vez.
Ahora, una mujer de pelo plata se posa frente
a ella y le cubre la cara con las manos. Le pregunta qué ha visto, con voz
amorosa y firme. Ella abre los ojos con lentitud y exhala un aire que parece
retenido desde hace horas. Dice que ha visto a un hombre acostado sobre una
burbuja.
—¿Qué más?
—El hombre está en un sitio que no comprendo,
donde muchas cosas son del color de la nieve. A su lado, otras personas duermen
también sobre burbujas que no se rompen. Además, con ellos va el extraño
cachorro de un lobo, también en una burbuja. Duermen y viajan tranquilos en un
cielo oscuro.
A pesar de que el birthday cake no me
permite sentir miedo, estoy entrenado para identificar algo inquietante. Si
planearon esto como una broma, habrá consecuencias: cualquier militar lo sabe.
Es peligroso hacer este tipo de bromas, porque la meta narrativa y la auto
ficción pueden volver loco hasta al más sensato. He sabido de militares que,
aunque distinguían el sueño de la realidad, se quedaron con dudas. Quizá Tobby
pueda identificar mis signos, no sé cuánto tiempo real ha transcurrido. La
mujer sigue hablando de mi traje:
—Nunca he visto ropas así.
—Explora hija, el significado de tu visión.
Parece poderosa.
—No lo sé.
—Entonces, con el tiempo lo sabrás.
Despierto. Tobby me ha puesto un cuarto de
dosis de coffee crack en los pies con la aguja parche. Me levanto de
prisa.
—Ariandt, durante los tres meses que has
dormido, la nave ha sufrido unos desperfectos. Requiero tu autorización para
despertar al menos a uno de los gemelos.
Le pido que no lo haga. A causa de la droga,
tengo energía en el cuerpo que puedo aprovechar. Además, según la clave del
diagnóstico, es una reparación sencilla. Cuando pequeños asteroides logran
colarse en algún compartimento, rasgan la superficie. En principio son
inofensivos, pero si esto continúa durante algunas semanas pueden estropear
todo. Se reparan desde adentro con una G5630, una herramienta que parece una
pequeña barredora que se maneja con un control y un monitor externo.
Mientras me dedico a la nave, le pregunto a
Tobby si ha detectado mi preocupación por el tema del sueño.
—No. Capitán, ¿quieres hablar de ello?
Me conoce, hemos compartido otras misiones.
Posee más datos míos que de los otros. Sabe que deseo contárselo. Le hablo de
la mujer desnuda y de la descripción precisa que dio sobre nuestra nave y
tripulación.
—Encuentro eso muy peculiar e interesante:
según el código IV del inciso A de Publicidad y Contenidos Artísticos, no es
posible insertar temas que se relacionen de ningún modo con la realidad del
usuario. Ariandt, ¿quieres que lo reporte? Te pondré algo más fuerte para que
puedas calmarte, ¿quieres que despierte a Berry?
—No, no, estoy bien. Es que nunca me había
pasado.
Necesito algunas horas para volver a dormir.
Hago un poco de tenis con un holograma entusiasta que me regaló mi ex esposa. Es un buen ejercicio, pero preferiría tener
el simulador de surf. Ya sé: eso voy a regalarme en mi próximo cumpleaños
terrestre. Sigo jugando, y llama mi atención que, de todas las animaciones
suspendidas que hemos realizado en esta misión, Tobby no me había despertado
nunca. No alcanza a preocuparme, pero sigue siendo curioso.
—Voy a proporcionarte unos nutrientes y
sedantes para que vuelvas a tu cápsula, ¿estás de acuerdo?
Me recuesto. Siento la mente ligera, como si
mi cabeza no pesara, creo que esto no es un birthday cake. Tobby me
confiesa que ahora que estoy más relajado, ha calculado que es mejor
compartirme una información, y me pide permiso para ello. Me río, no puedo
contener mi carcajada. Cierro los ojos, y entre balbuceos lo animo a que hable.
—Ariandt, he revisado en tu panel de control
onírico y no ha sido instalada ninguna historia artificial en los últimos seis
meses.
No lo culpo, alguien lo programó para que
fuera sobreprotector. En general, el diseño de historias oníricas implanta
contenidos productivos o historias artificiales parecidas al entretenimiento
cinematográfico. Mi sueño es natural. Algunos todavía tenemos el privilegio de
soñar con el subconsciente. Sé que lo recomiendan para la salud cerebral. No
puedo preocuparme, solo quiero sentir algo. No resisto más y duermo. Veo a la
mujer, ya no está desnuda. Bueno, casi lo está. Solo que ahora porta unos
collares y una corona de flores rosas. Es de noche y le han pintado la cara y
el cuerpo con signos que no comprendo. Por el tamaño de su vientre, veo que un
bebé nacerá pronto. La última vez que vi a una mujer en ese estado fue hace más
de cuarenta años. Ella respira profundo y vuelve a deleitarme con su canto de mmm. Le están dando a beber algo. Ella se asusta
de nuevo y en medio del ritual llama a la mujer mayor:
—Madre, puedo ver de nuevo al hombre
recostado en la burbuja. Él puede verme, no puede hablar. Algo lo mantiene en
un sueño muy profundo, quiere asustarse, no lo logra.
—¿Qué está pasando? Tobby, investiga qué
están induciendo los patrocinadores, por favor.
No puedo moverme, ni hablar, es verdad. A la
mujer le preguntan si puede ver mi rostro:
—Es un hombre blanco, su ropa es abultada y
le cubre todo el cuerpo. Su cabello es muy corto. Sus manos son grandes y
suaves. Creo que este hombre no ha sido tocado por el sol en mucho tiempo.
—Oma Azul, hija. Parece que Pequeño Árbol
está por nacer y te quiere decir algo.
—No sé. Se siente muy real. No parece venir
de mí, ni de Pequeño Árbol. Siento el dolor y el miedo que este hombre no puede
sentir con su piel.
La mujer llora. No logro ver más, porque
Tobby nos despierta con un coffee crack a todos. Ahora es una dosis
completa. Debe ser algo grave, pero estamos listos. Los gemelos han hecho unas
piruetas cerca de mí. La Dra. Isaac ya se encuentra en su sitio leyendo los
parámetros. Julien Mer no despierta, Tobby se encargará, nosotros ahora mismo
no podemos. En automático, pido que hagan una valoración en voz alta del cero
al diez. Todos han dicho tres al unísono. La cosa no pinta bien. El
diagnóstico: un escudo y cuatro motores desaparecidos. Así, sin más, no están.
Quedan cinco meses para llegar a casa. La
Frog 7 no resistirá. Gloria me informa que Julien se ha esfumado. Le digo que
no puede ser, y pido a Tobby que lo busque. ¡No despierten a Berry! No necesita
ver este momento. Ahora activo el protocolo de emergencias. Según Tobby, un
compresor también se ha ido. Observamos juntos el mapa activo de la nave, y
vemos que desaparecen ante nuestros ojos, los talleres de reparación y el área
de ingeniería. Las pantallas son lo único que ilumina la cabina. Ordeno a Tobby
que active nuestros trajes de exploración y que ponga a Berry en una cápsula
móvil de rescate.
Sé que no hay mucho que podamos hacer, pero
sigo el protocolo. Si los trajes nos conceden ocho horas, una nave de rescate
podría recogernos y revivir nuestros cuerpos si no hay daño neuronal. Ahora los
trajes se activan. El casco automático se sella y enseguida se empaña con
nuestro aliento. Luchamos por conservar la vida y la misión. Conservo mi
posición de capitán, hablándoles con autoridad como si eso sirviera de algo:
—Dra. Isaac, ¿diagnóstico?
—¡Pareciera que caímos en un hoyo negro! Pero
al mismo tiempo no…
Gloria desaparece ante nuestros ojos. Entro
en pánico, no distingo entre mi adrenalina natural y la reacción aumentada del coffee
crack. La nave atraviesa más turbulencia. Los gemelos me miran como dos
niños perdidos:
—Capitán, ¿vamos a morir?
Von y Tan, tomados de las manos, desaparecen
antes de que pueda contestarles algo. He quedado solo en la cabina de mando.
Una de las alarmas de emergencia cede. Solo hay silencio. Siento el latir de mi
corazón. El suelo a mis pies desaparece. El traje y yo flotamos en la nada.
—Tobby, ¿sigues ahí? Mi muerte es inminente, solo
intenta enviar nuestra caja negra a la central.
Suena débil y una interferencia distorsiona
su confirmación.
—Tobby, ¿qué ha sucedido? No identifiqué la
amenaza.
—No la hay.
—Tobby, ¡estás desconfigurado! Vuelve en ti.
Es una orden.
—No ha ocurrido nada. Estás cansado, mi
capitán. Vuelve a dormir. Te espera un gran día.
Cierro los ojos. Veo el río azul. El andar de su agua es música. Cerca, alguien ha hecho fuego con madera. Sudor, sangre y lágrimas de alegría: nace Pequeño Árbol. Llora con buenos pulmones y lo acercan al pecho de Oma Azul, que ha dejado de soñarme.
Liliana
López León (Mexicali, 1984). Es una
escritora bajacaliforniana de narrativa y poesía radicada en Barcelona. Es
doctora en Medios, Comunicación y Cultura por
la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha publicado en la revista
Pez Banana, en la Revista Espejo Humeante y en la Revista
Sputnik ha colaborado con Un camiseta de los Coquette para Gabi, Un año sin la Carrà y
fue entrevistada por Antonio León .
Forma parte de la antología Letrinas del Cosmódromo (Agujero
de Gusano, 2022). Ha publicado poemas en El Septentrión y
en Especulativas. Obtuvo el Premio Estatal de Literatura 2022 de Baja
California en la categoría Poesía con el libro Este vientre es un
conejo de carbón (2023).
https://twitter.com/KittyLily1Q84
IG: @kittylily1984