El cine hollywoodense, muchas veces es pretenciosamente desdeñado con el cómodo y estéril argumento prefabricado de que es “comercial”, “superficial”, “insustancial”, “desechable”; sin embargo, puede entregar a las audiencias discursos tan relevantes como los del mal denominado por el público snob, “cine de arte”; toda película es arte, y cualquier relato cinematográfico puede hacer las veces de tribuna para emitir denuncias simbólicas contra las múltiples formas de violencia estructural presentes en nuestra sociedad; en casos como el de la Barbie de Greta Gerwig, con la audacia añadida de utilizar un tono ligero, irónico y digerible para el común denominador de la población; cual escritor que evita el uso de un lenguaje rebuscado, con la intención de hacerse entender, Barbie usa un lenguaje rosa para decir una verdad oscura.
Muchxs cineastas de esta época, más allá de cualquier intención superficial de no quedarse atrás en una tendencia o moda pseudoartística, a través de su obra, enfáticamente (re)presentan con diferentes propuestas estéticas, las manifestaciones de violencia que nuestra actualidad depara contra la mujer (violencia estética, física, verbal, psicológica, sexual, laboral, cibernética, financiera, etcétera), siempre con una denuncia adjunta para con la obsesión del hombre por el poder, el deseo de dominio sobre otrx(s), la tiranía que suele sobrecompensar las inseguridades del macho castrado, su absurda fijación anal por la acumulación de riqueza, la masculinidad tóxica, el falogocentrismo. En Barbie vemos un ensayo fílmico que, si bien abarca una perspectiva en pro de la emancipación femenina, no deja de lado la crisis de identidad por la que pasa un hombre tratando de encajar en el concepto de masculinidad propio de la modernidad.
Por otro lado, hemos visto ya en varias películas, cómo el salir de la caverna de Platón, viene acompañado de una suerte de abrupta crisis existencial; le ocurrió incluso a Buzz Lightyear, en Toy Story, al ver que solo es un juguete. En este sentido, Barbie no es una película nueva, no vemos un discurso nuevo, todo lo que pretende criticar este relato fílmico ya se había hecho pedazos en películas como Dogville, Anticristo, Fight Club, The Truman Show y Matrix; si algo hace diferente a la película de Barbie, no es su discurso anti-sistema de aspiraciones feministas, o acaso existencialistas, sino la forma en la que exuda el cinismo y la ironía característicos del cine posmoderno; el acierto de esta película es no tomarse en serio a sí misma y así algo que otrora se ha representado como una verdadera tragedia, pasa a ser una hilarante farsa; esta película presenta un desfile carnavalesco de coreografías satíricas lleno de personajes abominablemente estereotipados; Ken y Barbie, abren los ojos para descubrir que son vil indumentaria creada por una corporación; sus personas y sus estilos de vida, son parte de una falsa fantasía colectiva de felicidad supuestamente inagotable, basada en las aspiraciones consumistas del capitalista, estructuralista y paternalista sueño americano; en otras palabras, Barbie y Ken descubren a su manera que son juguetes manipulados por las manos invisibles del sistema.
El mundo rosa de Barbie, es de hecho una pesadilla en la que monstruosos imperativos sociales éticos y estéticos, tiranizan y sobajan a hombres y a mujeres por igual; quizá por eso Barbie y Ken no tienen genitales, porque independientemente de que los tengan o no, son esclavos ideológicos del mundo al que pertenecen; el vacío existencial, la crisis de identidad, la ausencia de un sentido de autorrealización, son afecciones que no saben de géneros.
En ese sentido, nuestra sociedad continúa siendo esclavista; si bien los grilletes de nuestros días son ideologías; las manos invisibles que nos doblegan, como señalaría Nietzsche, son ideas, y con suerte serán también las ideas las que nos liberen. Una idea neurótica propia de nuestros días, es la idea de que existe la perfección; la perfecta felicidad, la perfecta tranquilidad, la perfecta belleza, el enamoramiento perfecto para con la persona perfecta, la perfecta pulcritud de un alma sin pecados, etcétera; pero son solo vacuas obsesiones que pavimentan el camino hacia la perfecta insatisfacción con el mundo real. Es mejor desechar todo idilio, puesto que el mundo no es de color rosa; muchas veces resulta doloroso abrir los ojos de golpe y poner los pies en la tierra, pero de este modo es posible encontrar una felicidad que, si bien no será idílica, será auténtica; la perfección es síntoma de falsedad, y una felicidad perpetua sería insoportable; es posible encontrar una especie de martillo nietzscheano en la película de Barbie, y con el mismo, se logra esculpir a esa mujer de plástico, inhumanamente perfecta, como un personaje demasiado humano, lleno de angustia, anhelos y miedos, siendo el miedo más humano el miedo a morir; Barbie es una representación de la mujer tiranizada por la presión modernista de encajar en los conceptos de feminidad, belleza, felicidad, optimismo, moda, y todo un campo semántico enunciado por un logos masculino.
En efecto, los Ken también son parte del juego, el sistema patriarcal también esclaviza a los hombres; ser hermoso, amado, exitoso, deseado, reconocido y vivir felizmente, es una orden; quien no sea capaz de sentirse pleno en Barbieland, está jugando mal, debe tomar terapia y ajustarse al molde universal de sentido de autorrealización, porque incluso el diván se ha vuelto un aparato normalizador de la sociedad; Barbie da la impresión de llevar una vida perfectamente feliz, pero su fantasía color rosa se desvanece cuando se da cuenta de que un día va a morir, y quizás está desperdiciando su tiempo tratando de encajar en un concepto de felicidad que no proviene de su interior.
La Barbie de Greta Gerwig, resulta interesante porque toma un ícono de la cultura popular asociado a una representación hoy negativa de la mujer, y no lo pisotea con críticas precocinadas, sino que lo empodera y lo hace pasar por un viacrucis existencialista pleno de desengaño para resignificarlo; vemos a una Barbie libertaria en una aventura parecida a la de Neo en Matrix.
Tras ver que su “realidad” es falsa, y darse cuenta de que su vida carece de un sentido trascendente, ella entra en contacto, por primera vez, con el grisáceo y frío mundo real; al igual que Thomas Anderson, Barbie se vuelve en contra del sistema para el cual no era más que un eslabón autómata bailando la danza de la realidad al ritmo del autoengaño; la Barbie que vemos encarnada por Margot Robbie, busca romper con un estereotipo de feminidad, pero parte del mismo para deconstruirlo; se plantea la tesis (Barbie feliz y libre de preocupaciones), y en seguida surge la antítesis (Barbie en plena crisis existencial angustiada por saberse mortal). El dilema de Barbie, es una seria y antigua cuestión filosófica, ¿cómo vivir felizmente con la consciencia de que hay que morir? Sería insensato y reduccionista pensar que la tiranía ideológica de nuestro sistema está destinada exclusivamente para la mujer, también se tiene al hombre de rodillas y neurotizado, lleno de angustia, inseguridad y una ridícula urgencia por encajar en moldes superficiales de conducta “varonil”, y eso está retratado en el ingenuo Ken de Ryan Gosling.
Llena de referencias a otras obras fílmicas, Barbie es una película posmoderna hasta lo indecible; es un hipertexto que versa de la emancipación femenina, pero también es un recorrido por la senda del existencialismo, pasa muy cerca del rincón del postestructuralismo, y hace unas cuantas paradas en el nimio papel del hombre en su propio sistema patriarcal; en suma, esta película retrata con ciertas reminiscencias de romanticismo socialista la actual condición femenina en una sociedad estructural, hace de una desgastada crítica a los roles de género en un contexto capitalista, una fresca sátira al falogocentrismo que se encuentra en los cimientos de esa casa de muñecas que es el mundo supuestamente rosa de Barbieland; Barbie es una obra maestra porque es una película que descaradamente ríe del drama de sus personajes principales; resulta destacablemente irónico condensar en el logotipo de Mattel al capitalismo, y en Barbie y Ken, que representan al hombre y a la mujer, a dos de sus creaciones más defectuosas. Quizá sea momento de jugar con nuevas reglas.