Samanta Galán Villa |
Hace unas horas falleció en Santa Fe, Nuevo México el último de los grandes escritores góticos estadounidenses, dejando el sabor amargo de no verlo gozar el tan merecido Nobel de Literatura.
Cormac McCarthy fue un escritor que experimentó en carne propia la carencia y la hostilidad. Mientras daba inicio su vida como narrador, viajaba constantemente de El Paso a Ciudad Juárez para hacer rendir los pocos dólares que tenía para comer. Este es un rasgo característico de los personajes del escritor texano: personas que han de buscar su destino del otro lado. Un lugar que parece desconocido y en el que descubren una realidad tan cruda como hermosa.
En varias de sus novelas podemos encontrar personajes jóvenes, adolescentes que están por abrirse a un mundo que los espera con las fauces abiertas y del que no pueden escapar, como la muerte.
La crítica literaria lo compara con William Faulkner y Melville, poniendo al nivel la calidad y el vigor de sus letras. McCarthy nunca pretendió poner en sus personajes la búsqueda del Vellocino de Oro o la gran Ballena Blanca. Pareciera más bien, lo opuesto. Van tras lo pequeño, lo aparentemente insignificante: un caballo, una zorra, una loba. Animales que pueden ser comunes, pero que para sus personajes representan al inicio de una vida mejor, una vida inalcanzable.
Es así que Cormac McCarthy se vale de la vida de campesinos y cuatreros para entregarnos historias terribles y oscuras, con un portentoso lenguaje y una avasalladora fuerza poética en sus descripciones.
Los personajes, silenciosos y observadores, que usan la palabra para hundirla como una espada en el cráneo, nos dan pie a seguir sus historias paso a paso, contagiándonos de sus emociones, de su sombra y de esa sublimación oculta en los detalles cotidianos.
La búsqueda se encuentra en una frontera, una aduana, es decir, se debe pagar un precio por una vida mejor. Sin embargo, como podemos observar en La carretera, En la frontera y Todos los hermosos caballos, esta búsqueda es inútil, pues el camino, generalmente hacia el sur, pierde a los personajes, percude sus almas y mancha ese deseo de tocar el cielo con las manos.
Eso es lo que podemos esperar en las novelas entrañables del gran Cormac McCarthy. Hojear las páginas de sus libros nos lleva como lectores a encarar una realidad latente: El mundo es un lugar de belleza y crueldad inexplicables.
¡Larga vida al rey! ¡Que viva Cormac McCarthy!
Murió Cormac McCarthy y lo vamos a extrañar, porque mientras la mayoría de los narradores se concentra en decorar jardines, este texano creaba desiertos. En lugar de añadir, retiraba ciertas palabras de sus novelas (Dios, Bondad, Justicia), y examinó qué sería el mundo sin ellas.
— Martín Solares (@martinsolares) June 13, 2023