ULTRACOSTUMBRISMO
Dos décadas de literatura
Ultrapoblana
Isaac Gasca Mata
Durante el decenio 2000-2010 surgió
en la ciudad de Puebla una corriente literaria llamada Ultracostumbrismo.
Los autores que la conformaron construyeron historias de lo cotidiano, de lo
popular, alejados del centro de los discursos culturales institucionalmente
establecidos. Su literatura fue la expresión de lo marginal, lo periférico, lo
que no se incluye en el canon pero es común a todos: la convivencia habitual en
el paisaje urbano de Puebla.
En aquellos años
Óscar Alarcón, Ricardo Cartas y Rodrigo Durana mantuvieron vigentes las letras
poblanas con historias de humor cáustico, descripciones de colonias icónicas de
la urbe y una prosa divertida en la que los poblanos vieron reflejada su
realidad. La soltura de estos autores para escribir anécdotas con un enorme
contenido local recuerda la definición que Federico Carlos Sáinz de Robles
dedica al costumbrismo del siglo XIX: “Tendencia literaria y artística a
reflejar en las obras las costumbres del lugar y de la época en que vive el
artista creador (…) es una interpretación objetiva de las costumbres, de los
tipos y de los paisajes (…) apoya su interés en el reflejo de escenarios.”
(Sáinz de Robles, 232). A pesar de que muchos sectores académicos afirman que
el costumbrismo es una tendencia arcaica y en desuso, este planteamiento es
superficial pues en casi todos los discursos literarios del género narrativo se
encuentran descripciones de las costumbres del lugar donde el autor ubica su
trama. Así en Noticias del imperio, de Fernando del Paso, disfrutamos
con deleite la descripción de México durante la segunda intervención francesa,
en la Odisea encontramos descripción de costumbres cuando Ulises regresa
a Ítaca y observa con furia a los pretendientes de Penélope devorar sus
riquezas siguiendo la moral imperante de la Grecia clásica. Piensen en la
historia que gusten de cualquier época y nación. Cien años de Soledad, Las
mil y una noches, Budapest, de Chico Buarque, Los excluidos,
de Elfriede Jelinek o Pigmeo, de Chuck Palahniuk, todas reflejan el
contexto histórico de la sociedad que describen. En el cine, otro discurso
narrativo, encontramos costumbrismo en cualquier película, baste como ejemplos The
neon demon (2016), dirigida por Nicolas Winding Refn, La doncella
(2016), dirigida por Park Chan-wook, o Selva Trágica (2020), dirigida
por Yulene Olaizola. En otras palabras, el creador no se desentiende de su
medio, está tan influido por él que incluso aunque no escriba costumbrismo, las
características del lugar donde habita aparecen en su historia. Michael Zéraffa
en su libro Novela y Sociedad afirma que:
“Cierto conjunto de
relaciones sociales concretas, por una parte, y, por otra, cierto estado de
cosas ideológico que recubre esas relaciones habrán dispuesto el terreno para
la tarea del novelista. El talento o el genio de éste consiste, precisamente,
en transcribir (pero sin saberlo, y esta inconciencia plantea un problema
crucial) lo que ya se encuentra inscripto en la realidad. Una estructura
novelística tiene, en sus aspectos más notoriamente estéticos, un autor
inicial: el complejo histórico, social, psicológico e ideológico de que es testigo
el novelista. El escritor no instaura una forma. La revela.” (Zéraffa, 52)
Los
ultracostumbristas no solo reproducen la atmósfera local, “revelan la forma”,
también expresan los elementos arquetípicos de la cultura popular poblana (las
cemitas, la lucha libre, los huehues, los tacos árabes) para ficcionalizarlos a
tal grado que en sus historias se habla del precio del pasaje en el transporte
público, de grupos musicales oriundos de la ciudad como Campeche Chow,
de las conversaciones en los puestos callejeros de tacos o de los amores en
secundarias públicas. Sus cuentos y novelas contienen una profunda carga de lo
que significa vivir en Puebla. Son una proyección de la ciudad desde la visión
del habitante común de clase media y, ¿por qué no?, un homenaje a la
Angelópolis.
La corriente
literaria tuvo su origen en dos edificios de la Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla: el Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica y la preparatoria
Emiliano Zapata. Óscar Alarcón, Ricardo Cartas y Rodrigo Durana primero
estudiaron en el COLLHI[1] y
posteriormente se desempeñaron como maestros de literatura en la prepa Zapata.
Desde ésta última iniciaron su carrera literaria que fue vista con agrado por
sus alumnos que se encargaron de difundir el ultracostumbrismo a adolescentes
de otras escuelas de la Angelópolis. Así leí a los ultras por primera vez en el
ya lejano 2006 cuando mi mejor amigo me animó a asistir a la presentación de Tus
zapatillas suenan a sexo, de su maestro Ricardo Cartas. El libro, como esa
misma noche comprobé, tenía el estilo despreocupado y divertido de los textos ultras.
La característica es la exposición hilarante de las costumbres de Puebla. El
lenguaje sencillo, por momentos obsceno, me llevó a pensar que el libro era
obra de un joven como yo (era 2006). La propuesta ultra, eternamente joven, me
gustó tanto que llevé Tus zapatillas suenan a sexo a mi escuela en el
sur de Puebla: un centro escolar cuya maestra de literatura no leía ni el TV
notas. Tuve que ingeniármelas para desarrollar mi hábito lector a pesar de que
en el bachillerato del C. E. Gustavo Díaz Ordaz no teníamos biblioteca y a los
maestros les importaba un bledo la lectura; solo querían que los alumnos
lucieran bonitos uniformes durante el desfile del 5 de mayo. La escuela está
rodeada por colonias precarias como las que aparecen en las páginas de los ultras:
Agua Santa, San Bartolo, Loma Bella, Fuentes de San Bartolo, etc., en esos
lares encontré referentes de mis lecturas en los mercados y en el
comportamiento de los habitantes de los Infonavits. Así empezó mi acercamiento
a la literatura de lo cotidiano. Comparto esto porque gran parte de los autores
poblanos mayores de 29 años fuimos los adolescentes que hace tres lustros
disfrutaron los cuentos de los ultras. Quizá en algún momento todos fuimos
ultras. Ahora somos otra generación. No obstante, los ultracostumbristas se
mantienen vigentes y superaron (por ahora) la prueba del tiempo. Son los
hermanos mayores. Para muestra Polimastia (2008), de Óscar Alarcón (Puebla,
1979). De ella hablaré a continuación.
En
la obra Nature Adorning Three Graces (1615) el pintor flamenco Pedro
Pablo Rubens retrata a la madre naturaleza con al menos cuatro senos expuestos
y cuatro ocultos tras la cabeza de las Gracias. Es decir, es una alegoría de la
capacidad fecunda de la madre naturaleza para amamantar sus creaciones con ocho
pezones. Esta ¿cualidad? rompe con la armonía simétrica del cuerpo femenino,
pero lo dota de una significación simbólica que trasciende el rubro de la mitología
para identificar un desorden genético en el que las mujeres que lo padecen
tienden a desarrollar más de dos glándulas mamarias. De ahí el origen
etimológico de la palabra Polimastia que en griego significa πολύς
(“poli”, muchos) μαστός (“mastos”, mamas): muchas mamas. Tal cultismo,
poco usual en la oralidad mexicana, es el título de un cuento lésbico de Óscar
Alarcón.
Polimastia
es una colección de veintiún relatos ultracostumbristas y el guion de una
puesta en escena. Los textos son pequeñas dosis de irreverencia y humor que
conforman el cotidiano deambular de los personajes de Óscar Alarcón. Así
tenemos cuentos eróticos como “Cero, la vieja del basurero” en el que una
pepenadora llamada Graciana se dedica a la prostitución y tiene un gusto
particular en iniciar la vida sexual de los adolescentes varones:
“tiene dinero porque se
coge a los borrachos. Yo la veo llamar a los chamacos, les enseña sus piernas
gordas y peludas. Les grita: “ven niño, que te va a gustar”. Tiene dinero
porque los cargadores del mercado le pagan, los mete en su casa y nomás se oyen
los quejidos del catre. Date cuenta, cuando el foquito amarillo con caca de
moscas se apaga, es porque tiene a un teporocho metido en las piernas”
(Alarcón, 13)
El coprotagonista
es estudiante de una secundaria federal a quien la vieja llama para tener
relaciones sexuales “¡Qué chulo y qué grandote estás mijito! Entra, tócame.
Así, pon tus manos en mis muslos, acaríciame la espalda, anda, prueba mis
chichis, así” (Alarcón, 14). El escenario se aleja del tipo de historias
eróticas que ensalzan los lugares palaciegos, o al menos limpios, para llevar a
cabo el acto sexual. Tampoco es la descripción de una mujer hermosa, joven y
esbelta que novelas rosas de amplia difusión, como 50 sombras de grey,
imponen entre el público la idea de que el coito para ser erótico tiene que
realizarse entre super modelos y en ambientes afrodisíacos. Alarcón da vuelta a
la página y propone un escenario distinto: una vieja pepenadora que vive entre
basura y cuyo cuerpo descuidado se convierte en el objetivo sicalíptico de los
adolescentes vírgenes. Algo así como la Saraghina de la película 8 ½, de
Federico Fellini[2],
pero en un contexto poblano.
“no hay distinción entre la
espalda y las nalgas. La raya que dividía las dos enormes esferas carnosas está
perdida. Grasa, Grasa, Grasita, Graciana, Grasa, me encantas, déjame tocar tu
enorme panza, deja que mi ser se pierda en la manteca que escondes en el cuerpo
y que tienes para mí. Enciérrame en tu amasijo de piel, de carne y pelos,
quiero encontrar la salida de tu laberinto de estrías.” (Alarcón, 15)
El adolescente encarna los deseos viriles en “la edad de la punzada” cuando lo mismo ven sensuales a las compañeras de secundaria, a las maestras, o las vendedoras de artesanías. Para los jóvenes que salen de la pubertad e ingresan a la adolescencia los cambios hormonales, acompañados de sueños húmedos y masturbaciones constantes, los motivan a encontrar bellas a gran cantidad de mujeres que ven en las calles e imaginan que depositan en ellas la semilla que hierve en su pubis y pugna por salir. Los barros, las espinillas y demás problemas de acné son prueba de que a los varones jóvenes les urge iniciarse cuanto antes en materia coital porque sus hormonas lo exigen. Por eso es común observarlos en bancas de plazas públicas viendo mujeres pasar, lo mismo en tiendas que en escuelas u hospitales. Cualquier varón mayor de edad sabe a lo que me refiero pues se enfrentó a ese dilema entre los 13 y 17 años. A algunos les dura toda la vida. Pero la mayoría aprende a controlarse. El cuento de Alarcón propone la evocación del amor de la primera adolescencia, muchas veces platónico, que representó para nosotros la figura de culto sexual, tal como Afrodita lo fue para los griegos. La fecundidad del título Polimastía se identifica en este cuento con el deseo y el goce sexual consumado entre el adolescente y su objeto de culto. “Sigue Graciana, llévate esta virginidad que me estorba y escóndela en la masa que te cubre entera, anda. Graciana, piérdeme en tus gigantes brazos, arrópame en tu vello púbico extinto, vamos, Graciana, déjame estar encima de ti y después duerme tranquila” (Alarcón, 15). Resulta curioso que una fantasía sexual recurrente entre varones adolescentes sea penetrar a una mujer mayor. Algo tendrá que ver la cultura en la que crecimos porque muchos hombres guardan entre sus recuerdos las noches de onanismo virginal en la que se evocó el cuerpo de una mujer adulta. En la literatura se representa en numerosas historias, por ejemplo, la novela gráfica Adrenalina (2017), de Eusebio Ruvalcaba, donde un joven estudiante mantiene relaciones sexuales con la madre de su novia. En el cuento de Alarcón tal fantasía masculina se lleva al límite. El texto por momentos tiene un lenguaje procaz, pero en otros párrafos alcanza un lirismo amoroso que desubica al lector pues en algunos fragmentos emula a Charles Bukowski[3] y en otros a un poema lírico de alta factura amorosa. La historia es tan caliente que al final la casa de basura se quema a consecuencia de la carnalidad ardiente que consumió a los amantes hasta reducirlos a cenizas. “El Usuario ladra toda la noche. Le gruñe a dos figuras chamuscadas y de humo.” (Alarcón, 15). Un desenlace parecido a aquel cuento de la infancia donde dos amantes arden en el fuego de su pasión: me refiero a El soldadito de plomo de Hans Christian Andersen: “Cuando a la mañana siguiente la sirvienta removió las cenizas, lo encontró en forma de un pequeño corazón de plomo; pero de la bailarina sólo había quedado su lentejuela que ahora era negra como el carbón.” (Andersen, 162)
II
Otro cuento evocador de la
adolescencia es “Uno membruno”, pues se retoman los cambios hormonales para
construir un discurso acerca de las tribulaciones eróticas que ocurren a esa
edad. El relato describe la vida cotidiana en una secundaria pública, carente
de todo menos de tiempo para realizar travesuras. La historia cuenta que el
narrador intradiegético y su amigo Membruno ingresan a una escuela para alumnos
rechazados de otros colegios por su mal comportamiento. Inmediatamente se hacen
cómplices y ponen apodos a todos, incluidos los pobresores. Este relato es
evocador de aquella edad donde la máxima preocupación era aprobar el bimestre.
En la obra de Alarcón ese tiempo feliz es la secundaria. En este contexto
Membruno y el narrador inician su despertar sexual. “Las mujeres comenzaron
a entrar en mi vida; después me daría cuenta que las de la preparatoria, sobre
todo, serían mi perdición. Lo que más me divertía era sentarme en la banqueta y
buscar el contorno de sus calzones que se marcaba por encima de sus faldas.”
(Alarcón, 32), “Por mucho tiempo Gema fue la reina de mis chaquetas. En mis
sueños húmedos siempre llegaba por detrás tapándome los ojos con sus manos,
riéndose; después, me tocaba la entrepierna, abría el cierre del pantalón para
liberarme y en ese punto mi sueño siempre se quedaba en pausa” (Alarcón,
33). La potencial fecundación, el tema central de Polimastia, también se
nota en este cuento pues ambos amigos compiten por el amor de una muchacha de
sexualidad precoz. Resulta curioso que el comportamiento difiere según el
género de los adolescentes. Mientras que para los amigos es una lucha para
satisfacer la libido, para Gema es más una expresión de hipergamia, pues la
joven usa a Membruno para llevarla al baile y ahí él la entrega a su verdadero
novio: un chico de preparatoria. En este punto reflexionamos acerca de las
diferencias culturales sobre el deseo que se aprehenden en la pubertad y
terminan por desarrollar ciertos hábitos en la adolescencia. La feminista Lucía
Etxebarría plantea que:
“aunque hombres y mujeres
comparten el deseo de satisfacer, como seres humanos, la necesidad de amar, de
fornicar, de vincularse, de experimentar y expresar el sentimiento amoroso y el
deseo, la forma en que lo hagan estará notablemente influida por los rasgos
estereotípicos asociados a las identidades masculina y femenina. Es decir, la
forma en que hombres y mujeres aman y desean está muy condicionada por el
sistema cultural propio de la sociedad particular en la que viven” (Etxebarria,
137)
Los patrones de
cortejo se asocian con la hipergamia femenina y la sexualidad directa de los
varones. El final del cuento también recuerda a una película italiana: Malena
(2000), dirigida por Giusseppe Tornatore y protagonizada por Mónica Bellucci,
pues en ambas historias el protagonista, un niño inmaduro, deja ir a la mujer
de sus sueños sin atreverse a hablar con ella y se ve obligado a regresar a la
supuesta inocencia, a esperar su turno. “Uno membruno” nos habla del amor de la
adolescencia, el inolvidable primer amor.
“Pedaleé como si huyera y
en realidad huía de ella, de aquellas emociones, de los sueños, de los
recuerdos, de todo. Y pensaba que debía
olvidar. Estaba seguro de que iba a conseguir olvidar. Pero hoy que ya soy
mayor, que he consumido mi vida de un modo banal, que he conocido a tantas mujeres
que me han dicho: acuérdate de mi y yo las he olvidado. Aún hoy es ella la
única a la que nunca he olvidado: Malena”[4]
III
En la cultura mexicana el tema del
asesinato entre amantes está difundido en productos culturales que van desde la
música, la pintura y la literatura hasta las películas y el teatro. En el
pasado demasiadas obras artísticas normalizaron la violencia de género y la hicieron
pasar como una cuestión de honor y un deber cuestionable. Tenemos como ejemplo
de ese aspecto de la sociedad mexicana canciones como Boda de sangre[5],
de Teodoro Bello, Laurita Garza[6],
de Los invasores de Nuevo León, El asesino[7],
de los Cadetes de Linares, o un fragmento de la película El tigre de Santa
Julia[8],
solo por mencionar algunos. Afortunadamente ese aspecto nefasto, que repudiamos
las nuevas generaciones de mexicanos, está en proceso de extinción. La
discusión por la equidad de género motiva que cada vez menos hombres atenten
contra la vida de las mujeres. Falta mucho por hacer, es cierto, pero la
cultura machista que cosifica a las mujeres y las subordina al varón está en
vías de remitir. No obstante, sería ingenuo pensar que la sociedad mexicana
está cerca de resolver el problema de raíz. No todos los hombres son
feminicidas. Pero los pocos que sí lo son crecieron en un contexto cultural que
desde muchas perspectivas los instruyó a actuar con rabia y salvajismo contra
quien creían amar. El feminicidio es la última consecuencia de una idea de amor
retorcida que concibe a la pareja como una pertenencia y no como un ser humano
con derechos y autonomía.
El
cuento “Dos, patada y cos” es el testimonio ficcional de un feminicida que
declara ante la autoridad el crimen por el que lo detienen en flagrancia: el
homicidio de su esposa. La historia es desgarradora porque al principio la
pareja vive una historia de amor demasiado normal: sonrisas, fajes, casamiento
con baile de guajolote como se estila en Cholula. El futuro criminal incluso
declara: “ya estábamos casados y me convertí en el hombre más feliz sobre la
tierra, perdóneme el lugar común, pero es cierto. La vida con la que siempre
había soñado me estaba ocurriendo. Y entonces todo me hacía llorar de emoción.”
(Alarcón, 55). Sin restar responsabilidad a sus actos punibles, se nota que el
protagonista ama demasiado a su pareja. Entonces, ¿qué pasó?
En
los últimos años gran número de hombres empezaron a cuestionar los elementos
que conforman su masculinidad con el fin de reflexionar sobre aquellos rasgos
que podrían desencadenar un acto nocivo para su pareja. Tal cavilación logró un
cambio consciente en la mentalidad de muchos varones que aprendieron a respetar
la decisión de su pareja cuando se aleja por un tiempo o de plano ya no quiere
continuar la relación. Antaño en México una pareja era para toda la vida y si
la mujer acababa la relación por una infidelidad el hombre reaccionaba con
violencia contra ella, justificada socialmente. Para muestra las películas de
la época de oro del cine mexicano donde el típico macho empistolado era incapaz
de la empatía y eructaba frases como “o mía o de nadie”, una velada amenaza de
muerte. Este tipo de conductas orillaba al público masculino a emularlas y por
eso ocurría tanto maltrato y desigualdad contra las féminas. En la actualidad
muchos varones prefieren platicar la situación o alejarse antes de cometer una
barbaridad. Y ese es un cambio positivo. Por eso el cuento de Óscar Alarcón continúa
vigente pues es un tema que ahora, diecisiete años después de su publicación,
se ve desde otra perspectiva. Ahora los lectores leemos el texto y nos sentimos
destrozados por la tragedia que relata, pero ya no le damos la razón al
protagonista, ya no estamos de su parte. Quizá si el cuento se hubiera
publicado hace cien años la interpretación sería distinta. Pero los esfuerzos
educativos de todos los sectores sociales (aún insuficientes) lograron ese
cambio de paradigma en el imaginario masculino. Por eso cuando leemos que el
protagonista del cuento encontró a su esposa besándose con otro hombre la
reacción en el lector lo lleva a pensar que la decisión del personaje fue
errónea. “Me acerqué a ellos sin que me escucharan, de un jalón se la
arranqué al tipo, la tomé de las greñas y le acomodé dos madrazos en la cara.
El tipo me dijo que qué me pasaba, no le respondí, seguí golpeándola hasta
derribarla, le grité “¡Levántate!” pero no se paró. La fui arrastrando hasta la
casa.” (Alarcón, 56). Mejor se hubiera divorciado.
En
el cuento “Dos, patada y cos” el autor plantea una situación límite para que
los lectores no cometan el error de su protagonista. Causa escalofríos leer que
el personaje no siente arrepentimiento[9] y
si el lector siente repelús al leer el feminicidio significa que visibilizar el
problema es mejor que ocultarlo. Algo positivo ocurre en la masculinidad
mexicana que ya no justifica, e incluso reprueba, un comportamiento así. Significa
que como sociedad avanzamos por el camino del respeto.
Polimastía
tiene excelentes cuentos, algunos de tendencia surrealista como “Seis va de
nuez” y otros de erotismo lésbico como el que titula al libro. En este espacio
podríamos reseñarlos todos, pero decidimos que el lector los lea, los disfrute
y los interprete a su conveniencia. Ahora, en la primavera de 2023 celebramos
la reedición digital del libro impulsada por la Revista Neotraba y nos
unimos a los festejos con esta pequeña reseña.
IV
En conclusión, el Ultracostumbrismo fue un movimiento literario netamente poblano, como en su tiempo fue el Estridentismo. Ambas corrientes estéticas guardan concordancia en sus postulados, ambas son iconoclastas de la cultura institucionalizada y ambas aluden al símbolo del guajolote. Si comparamos los artículos del manifiesto estridentista con el ultracostumbrismo confirmaremos que se asemejan en varios sentidos ya que ambos son “Irreverentes, afirmales, convencidos, excitamos a la juventud intelectual del Estado de Puebla, a los no contagiados de reaccionarismo letárgico, a los no identificados con el sentir medio”.
Cabe recordar que
la iconoclasia congénita del ultracostumbrismo les trajo a sus autores algunas
diatribas en el medio cultural poblano. No obstante, a pesar de esos dimes y
diretes, las obras siguen editándose, los autores siguen activos y los libros
continúan circulando. Eso es lo que cuenta. Lo demás es anecdótico.
El
ultracostumbrismo no ha dado todo lo que tiene que dar. Es un árbol cuyos
frutos más selectos no han terminado de madurar. Quizá pronto Alarcón, Cartas y
Durana nos sorprendan con la publicación de más historias ultras. El
público poblano lo ultracelebrará.
Monterrey, Nuevo León.