Cinetiketas | Jaime López |
Tuvieron que pasar aproximadamente cinco años para que el cineasta estadounidense Darren Aronofsky retomara las riendas de un proyecto que, en similitud con sus anteriores realizaciones, llevan al extremo a sus protagonistas y retan al espectador, enfrentándolo a sus prejuicios.
"La ballena" es el título de la producción con la que vuelve a ponerse detrás de cámaras el también guionista y ganador del León de Oro.
Basada en la pieza teatral homónima escrita por Samuel D. Hunter, la historia se centra en un hombre que tiene problemas alimenticios, el cual ha decidido reanudar la relación con su hija, a quien abandonó a temprana edad.
El papel en cuestión es interpretado por Brendan Fraser, quien ha acaparado los reflectores de la prensa especializada debido a que no había tenido un rol tan destacable en muchos años.
Más allá de su portentosa recreación de un ser sumergido en una espiral de autodesprecio y recuerdos tormentosos, "La ballena" es una propuesta que sirve para poner el dedo en la yaga respecto a los prejuicios de la gente.
Lo anterior debido a que Fraser da vida a un maestro de literatura que, vía clases virtuales, anima a sus alumnas y alumnos a decir la verdad en sus ensayos, es decir, a no limitarse con escribir de manera correcta.
Ello a pesar de que él esconde su obesidad apagando la cámara de su computadora por temor a la reacción que pueda causar su apariencia.
Es esa contradicción humana una de las las mayores virtudes de "La ballena", cuyo guion fue adaptado por el propio escritor de la obra de teatro, ya que muestra la manera en que los prejuicios pueden hundir a alguien en el exilio o el anonimato y, a la vez, generar reacciones encontradas en los espectadores, dependiendo las ideas preconcebidas de los mismos.
Al respecto, algunas personas que ya pudieron ver el nuevo filme de Aronofsky han relatado que pasaron un mal rato a causa de otros espectadores con los que han compartido función de cine, pues estos se mofaron de la apariencia de "Charlie", el personaje estelar.
Lo anterior habla de la falta de empatía en un gran sector de la sociedad y la manera en que esto puede mandar a las sombras a cualquier persona, sin importar que no solo somos un cuerpo o una cara.
Por otro lado, "La ballena" es un ejercicio de maestría narrativa, porque Aronofsky va revelando pormenores de sus personajes con un gran ritmo y una estupenda edición.
Ojo a las secuencias finales, en donde entrega algunas de las escenas más bellas de la historia, sin que en ningún momento se perciba el origen teatral del texto.
Teniendo la casa de "Charlie" como el espacio predominante de la película, "La ballena" también es dueña de momentos crudos, que cuestionan la hipocresía de la sociedad, esa que no es capaz de escupir las verdades de su interior, disfrazando a toda costa sus torcidos juicios morales.
Aunque a veces parece que la cinta deambula en la delgada línea entre el melodrama exagerado y la denominada "pornografía emocional", tanto Fraser como Aronofsky evitan ello vía su sensibilidad y buen ojo, respectivamente.
Como agregado, es importante destacar a las tres actrices que aparecen en el filme: Hong Chau, Samantha Morthon y Sadie Sink.
La primera de ellas interpreta a "Liz", la enfermera de "Charlie" que no se anda con rodeos, la cual percibe en él a una alma triste que lucha continuamente contra sus demonios.
En tanto, Morthon y Sink dan vida a la exesposa e hija del estelar, respectivamente, que no tienen temor en escupir lo que verdaderamente piensan o sienten, algo que se agradece en una época donde abundan los simuladores o los falsos aliados de los grupos discriminados.
En conclusión, "La ballena" es una propuesta que podría no ser del gusto de muchos cinéfilos, sin embargo, no dejará indiferente a nadie, mucho menos a quienes se ven reflejados en los prejuicios que tienen ciertos personajes, algunos de los cuales son perpetuados por las religiones o los medios de comunicación.