Cinema Coyote | Alejandro Carrillo |
Es difícil narrar sucesos históricos desde la cinematografía. La naturaleza del género requiere que los dramas históricos memorables cuenten con ciertas características que son más virtudes de escritores y realizadores, más allá de las cuestiones técnicas de producción, que también exigen una gran cantidad de recursos, imaginación y espacios para recrear frente a los ojos del espectador momentos, personajes y lugares que no volverán.
Dichas virtudes recaen en la habilidad de contar una historia emotiva sin caer en la cursilería ni el maniqueísmo, y por otro lado, de alejarse lo más posible de la solemnidad de la estructura documental, recurriendo a la ficción primordialmente como una brújula y una llave, más que como un recurso estilístico, para acercarnos a ese ente conocido como memoria histórica, para que las sociedades y en este caso los espectadores se encuentren con su pasado.
Argentina, 1985 reúne todas estas bondades que se magnifican al narrar no solo un suceso histórico de la patria de la primavera, sino uno de los episodios más dolorosos y oscuros de la historia reciente de aquel país hermano, como lo fue el famoso Juicio a las Juntas Militares, contra Jorge Rafael Videla y otros ocho jerarcas de la dictadura militar (1976-1983), acusados de instaurar un régimen de terrorismo de Estados con miles de asesinados, torturados y desaparecidos.
La película dirigida por el joven realizador Santiago Mitre y protagonizada por uno de los histriones fetiches del cine argentino contemporáneo, como lo es Ricardo Darín, recrea el proceso de enjuiciamiento a los jefes de la dictadura argentina, tras el retorno a la democracia de la mano del presidente Raúl Alfonsín, quien a pocos días de asumir el cargo decretó someter a juicio civil y no militar a los responsables de las juntas.
La película se inspira primordialmente en el trabajo de los fiscales Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), quienes junto a un joven equipo de abogados se encargan de llevar a cabo todo el proceso que revivió a nivel nacional los testimonios de 839 testigos en más de 530 horas de audiencia, abriendo así profundas heridas de la sociedad argentina, a través de inenarrables sucesos contados por quienes tuvieron la fortuna de sobrevivir al horror y a la ignominia durante esos terribles años.
Gran acierto del director fue conocer de primera mano a familiares amigos de las víctimas de la dictadura, con la finalidad de entender de la manera más precisa el sentir de la sociedad y la importancia que tuvo el juicio de 1985, que encendió la esperanza en la justicia de todo un país tras un largo periodo de impunidad, corrupción y muerte, tristemente sellos característicos de los procesos sociales latinoamericanos.
‘Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más’.Julio Strassera