Por Jorge Tadeo Vargas |
Estoy
interesado en gente que forja sus realidades.
Richard Linklater
A finales de la década de los ochenta se dio una especie de
residuos añejado del movimiento contracultural de los sesenta, donde músicos,
pintores, escritores y cineastas entre otros creadores intentaron hacer cosas
distintas desde el borde de la industria, tratando de mantener una
independencia de y en su arte. Su declaración de principios era muy clara: se
puede vivir de lo que haces sin la necesidad de venderte al mainstream,
incluso lo puedes usar sin contraer ningún compromiso con ello. En pocas palabras
mantener la libertad creativa lejos de la industria, sin dejar de ser
redituable y así permitirse experimentar más allá de la industria o de lo que
es/era comercialmente vendible, creando con esto un nuevo mercado. Cuestionable
o no, eso es algo que no nos toca juzgar, al menos no en este texto.
Continuando con el hilo, en el cine aparecieron directores que
filmaron películas que se han convertido en referentes de esos años: Quentin
Tarantino, Jean Pierre Jeunet, los hermanos Coen, Steven Soderbergh, Alexander
Payne entre otros que tenían como característica principal la de contar
historias trasgresoras con una estética alternativa, mucho más libre de lo que
permitía Hollywood.
A esta generación es a la que pertenece Richard Linklater quien
desde que comenzó a contar historias, éstas han estado muy alejadas de los
tópicos y el glamour de la industria. No hay New York, ni Los Angeles, ni
París, hay ciudades comunes, retratando personajes en una realidad muy alejada
de la del héroe que pretende mostrar la industria del cine.
Desde sus inicios Linklater ha apostado por mantenerse
produciendo y haciendo cine en la ciudad que adoptó como suya, Austin, Texas.
Ciudad en la que también fundó la “Austin Film Society” en 1983 y desde
donde resiste a la industria centralizada con un grupo de amigos, organizando
festivales, presentaciones, foros, convirtiendo a Austin en un referente
importante, así como un su cuartel general a la hora de hacer su trabajo como
cineasta. Así comienza a marcar distancia con Hollywood a la par de ser parte
de esa generación de directores que por esos años, intentaban recuperar el
sentido crítico y la libertad creativa de los sesenta, dándole una patada
directo a la industria.
Tampoco se trata de romantizar a esta generación de directores,
pues muchos de ellos con el paso de los años son quienes tienen el control de
la industria, marcando tenencia, y son parte de la crisis que se vive en el
cine actualmente por la falta de originalidad.
Aunque se tiene que reconocer que otro grupo, en el que se encuentra Linklater, aún intenta mantenerse en el borde con la misma libertad creativa de hace mas de treinta años. Sin compromisos con el mainstream, ni con nadie que no sea su propia idea del arte y la historia que quieren contar.
Intentar clasificar el cine de Linklater como cine de autor (que
algunos críticos lo han metido en esa bolsa) comparándolo con directores
contemporáneos a él, es muy difícil pues su cine no se puede clasificar en un
solo género, además de que la diversidad de historias y la forma de contarlas
lo llevan más allá del cine de autor clásico, por lo que hay que ponerlo en un
lugar aparte.
Es claro que tampoco es un director por encargo y lo que desea
expresar como centro neurálgico de su cine se encuentra en todas sus películas.
Es pues un director capaz de ir y venir por distintos géneros cinematográficos
y literarios, pero que siempre deja su marca. Lo que él pretende contar como
punto central, las relaciones interpersonales (tanto afectivas como
sexoafectivas) y el cómo acompañar al otro nos ayuda a mejorar como seres
humanos.
Las influencias se sienten en cada una de sus películas y como
hijo de los inicios de la Generación X/Alternativa van desde Vitorrio de Sica,
Godard, Dreyer, Fritz y otros directores que tenían como sello particular la
introspección, la reflexión sobre el mundo y la sociedad sin caer en el
panfleto y que Linklater lo lleva más allá adoptando una estética cercana a la
revolución accidental y toda la movida alternativa que domino las ultimas
décadas del siglo XX.
“Slacker” lo pone en la línea del cine independiente que
en esos años comenzaba a repuntar de la mano de Steven Soderbergh con “Sex,
lies and video tapes” (1989), Quentin Tarantino y “Reservoir Dogs”
(1992), Alexander Payne con “Citizen Ruth” (1996), Kevin Smith con “Clerks”
(1994) entre otros directores que iban marcando la línea entre Hollywood y el
cine independiente en aquellos años, lo que permitió que Linklater comenzará
con uno de sus dos proyectos más ambiciosos. “Before Sunrise” (1995).
Previamente había filmado “Dazzed and Cofused” (1993) con la que ya
iba perfilando esta idea de crítica a la sociedad desde las relaciones
afectivas.
Con “Before Sunrise” se ganó el mote de director
independiente que estaba cerca de la industria pero hablando de toda una nación
alternativa. Con esta película entro a la revolución mediática que de manos de
Nirvana, vendió un movimiento contracultural como mercancía. De nuevo, sobre
esto podría escribir todo un ensayo, pero no es este espacio, quizás en otra
ocasión.
Podemos recuperar que gracias al éxito de “Before Sunrise”
pudo terminar la trilogía conocida como “Before” donde además de la ya
mencionada están “Before Sunset” (2004) y “Before Midnigth” (2013) las cuales
más allá de ser “chick flicks”, son un tratado filosófico de las relaciones
sexoafectivas y su evolución, de cómo en ellas hay que saber nadar
contracorriente a riesgo de que te lleve la marea, pero también de cuándo dejar
que esto último suceda. No hay amor romántico en esta trilogía, es puro romance
oscuro, deprimente, ocioso, una palabra que puede aparecer mucho a la hora de
reseñar el cine de este director. Después regresamos a ella.
A simple vista se puede pensar que el cine de Linklater no tiene
un hilo conductor, que igual filma “The Newton Boys” (1995) coqueteando
con el cine de acción con un filme sobre gánsters de los años cincuenta o hace
lo propio con “School of Rock” (2003) mal definida como una película
infantil cuando es simplemente un homenaje a la ociosidad y el fracaso. O bien hace
una crítica directa al capitalismo con “Fast Food Nation” (2006) y a la
par un meta documental sobre un asesino como lo hizo con “Bernie”
(2012) despojándolo de toda esa aura de magnificencia que Hollywood le pone a
sus villanos, convirtiéndolo en un humano más con filias y fobias.
Regresa a hacer una crítica al capitalismo y el trato a las
mujeres en Where'd You Go, Bernadette
(2019) donde la presión, la obsesión por ser perfecta las afecta a ellas
mucho peor que a cualquier hombre, un trabajo mucho mejor logrado que cientos
de intentos de corrección política que saturan los streamings hoy en día.
También podemos mencionar ese tratado sobre la mierda que es crecer y que logró
mostrar con su película más famosa (nominada a cinco Oscares) “Boyhood”
(2014) su otro proyecto ambicioso que le llevó filmarlo más de diez años para
no cambiar a los actores protagónicos. Todas ellas tienen un hilo conductor, y
es la premisa de que la mejor forma de luchar contra el sistema es la
dispersión colectiva, el rechazo a lo establecido desde una aparente ociosidad
y esto lo hace sin mucha alharaca, sin panfletos, sus personajes son
transgresores sin necesidad de serlo, lo son de una forma natural, es parte de
su comportamiento.
“SubUrbia” (1996) y sus ejercicios de animación “Waking
Life” (2002), “A Scanner Darkly” (2007), esta última basada en una
historia de Phillip K. Dick, muestran de forma muy clara al Linklater transgresor
que bajo un discurso aparentemente light, esconde una fuerte crítica al
sistema.
Su crítica al sistema y la forma en que este define cómo nos
relacionamos están presentes en toda su filmografía. Incluso una trilogía como “Before”
que puede ser catalogada como una “chick flick” tiene una crítica directa al
amor y cómo éste va mutando de acuerdo a
la evolución de la pareja. En la última película es claro que la relación ya no
funciona, pero los protagonistas siguen aferrados causándose daño, poniendo como
excusa el amor. Aunque posiblemente “Fast Food Nation” sea donde la crítica es
mucho más directa, atacando al sistema laboral, el racismo, la falta de
humanidad, la salud. Justo aquí la estética cambia un poco siendo más
oscura, sombría, sin perder esa parte de las relaciones afectivas entre los
protagonistas.
En el ensayo que Brian Price escribió sobre Richard Linklater
para la revista electrónica “Sense of Cinema” clasifica la obra de
director con la palabra “Idleness” que se traduce como ociosidad: el centro fundamental de toda su filmografía. Estoy de acuerdo en parte de esta
clasificación. Si hacemos una lectura superficial de la obra de Linklater, la
ociosidad está presente en todas sus obras; en “Everybody Wants Some!!” (2016)
todo gira en la fiesta de un grupo de beisbolistas universitarios sin nada
mejor que hacer, sin embargo al hacer una lectura más profunda tiene una
reflexión que va más allá, es una crítica a la insistencia del ser alguien, de
lograr algo en la vida, solo porque así lo dice la sociedad. Hay una evolución
que no se ha detenido en un director que pertenece a una generación que fue y
va coleccionando fracasos, y que en vez de quejarse prefiere la ociosidad como
forma de resistir.
Más allá de un estilo que parece ir recogiendo historias
sin involucrarse, ir mostrando una diversidad a la hora de filmar, se
ve más que un cineasta, un espectador de cine, con una visión igual a la
de su trabajo y que esto lo va convirtiendo en su propio ecosistema donde de
acuerdo a sus propias dinámicas puede igual hacerle una visita a Orson Wells en
“Me and Orson Wells” (2009), que a un entrenador borracho y fracasado “Bad
news Bears” (2005); o en la ya mencionada “Boyhood” como un ejercicio
un tanto de peping Tom o de pasar más de diez años viendo el
crecimiento de los actores y de los personajes. Linklater es un observador, un
contador de historias, siempre en primera persona, y es por eso que en sus
películas es fácil sentirse voyerista.
Migrar a Hollywood para él nunca fue una opción, no
buscaba la fama y la fortuna como un fin, menos individual; y es por eso que
decidió quedarse al borde de la industria produciendo y ganándose el respeto
por lo que hace, eligió lo colectivo a lo personal y hasta ahora esa decisión
le ha permitido convertirse en un director respetado.
A diferencia de muchos directores de su generación que
reivindicaron el cine como una forma de manifestarse, Linklater se mantiene
contando historias sencillas y complejas a la vez, que nos invitan a dialogar, a
pensar, pues es parte de (aunque él no este consciente de ello) toda una
generación que fue influenciada por el Mayo de París del ‘68 que aun en estos
días de colapso nos siguen invitando a imaginarnos y pedir lo imposible.