Por Alejandro Carrillo |
Autómatas en busca de la trascendencia administrativa y sibaritas posmodernos en un mundo distópico, neoliberal, tecnócrata, no apto para el consumo humano. Así se podrían definir la mayoría de los personajes de "La máquina del orgasmo infinito", el libro más reciente del escritor Julio Meza Díaz (Lima, Perú, 1981), publicada en nuestro país por Ediciones Periféricas (2021), y que se desenvuelve en cuatro cuentos o noveletas -aún no lo descifro- que en simultáneo regalan un sinfín de escenas propias de un filme serie B, en donde todo transcurre tan apresuradamente que no sabes si estás en una protesta globalifóbica, una pintura del Bosco que ha cobrado vida, la cantina de Star Wars, un episodio de Futurama, o bien, en un sempiterno infomercial de supositorios.
Irreverencia, fluidos y elucubraciones de todo tipo son el sello de una obra de difícil digestión para el lector purista, pero que no deja de ser arriesgada y acertada. Escribir ciencia-ficción es bastante complejo, más aun cuando el autor condimenta la historia con situaciones concretas y propias de la idiosincrasia tercermundista. En ese sentido y más a allá de su terminología futurista a lo Rick & Morty, hablamos de una obra realista que de manera cínica pero elegante hace sorna del sistema económico, del sistema de salud, del sistema educativo, del sistema reproductivo y hasta del sistema solar, del ecosistema.
La ciencia lo consiguió. En el futuro comemos por el culo.
Justicia divina bajo la toga de Dios. Dios era santidad y pureza, tal vez no importaba donde se le besara.
"Como un mono", "Fredo", "La máquina del orgasmo infinito" son las tres primeras partes que conforman el libro del autor peruano, y mención aparte merece la última historia del libro: "Vargas Yosa", que habla de un personaje pretencioso cuya superioridad moral busca adoctrinar al hombre común, al hombre de a pie, sin dejar de ser un fenómeno del conservadurismo. El hecho de que de un día para otro le nazcan manos y piernas a Vargas Yosa sería equivalente a que al fenómeno Vargas Llosa del mundo real le naciera consciencia de clase. Simplemente perdería su razón de ser y perdería su encanto ante el mundo neoliberal que lo ha engendrado. Con todo y todo, uno empatiza más con el Vargas Yosa de Meza Díaz que son su símil de esta realidad.
Vargas Yosa quiso vestirse, descubrió que ya no podía usar su ropa, sus pantalones, sus camisas, todas sus prendas habían sido diseñadas para alguien sin extremidades.
"La máquina del orgasmo infinito" es un lectura anticanónica que confronta al autor y al mundillo literario con la manera de narrar historias y que también confronta al lector desde diversos frentes, desde el ideológico hasta el escatológico.