Letrinas: Minificciones de Franco García

Desde Guerrero el autor Franco García nos comparte estas 'Minificciones' para nuestra sección literaria 'Letrinas'.

Minificciones

Por Franco García 


Encuentros

Afuera hay una prostituta. Es joven y fea. Lleva puesto un vestido corto y ajustado. Su maquillaje es exagerado. A veces llora a escondidas. Nadie tiene interés en ella. Nadie.

— ¿Gustas algo de beber?

— No puedo, estoy en horas de trabajo. Qué bonito hotel.

Tiene quince años, vive a las orillas de la ciudad, su madre la echó de casa porque salió embarazada; sueña con ser enfermera.

— Tengo leucemia. No más de un mes de vida.

— ¡Y tan joven! Mira qué semblante. Conozco a un yerbero que lo cura todo. A mí me ha curado de algunas enfermedades. Te puedo llevar con él.

Tirita de frío y se mete a la cama; enciende un cigarrillo.

— Mi hijo pesó casi cinco kilos, ¿sabes? Es lo más hermoso que haya visto.

Le quito el cigarrillo y lo arrojo al suelo. Luego apago la luz, la beso en la mejilla y me meto a la cama con ella.

— ¿No te desnudarás?

Niego con la cabeza. Acaricio su rostro, su cabello, su espalda. Suspira y se echa a llorar.

— ¿Y cobra caro el yerbero?



Corredores

Después de seis cuadras pude alcanzar al chico. Resultó más veloz de lo que pensé pero me bastó con meterle el pie para que cayera al suelo. Hacía tiempo que no corría tanto y pese a mi cansancio, lo golpeé tan duro que le quebré los dientes y le molí los ojos. El chico tenía quince años y nos había robado las carteras y los celulares. Alondra se desangró a causa de la puñalada en el vientre. Actualmente el chico cumple su condena, usa lentes oscuros y mastica con una prótesis barata. Todas las mañanas salgo a correr para estar en condición.



Estrella tropical

Cada día la violencia en Acapulco va en aumento y arrasando indistintamente: infantes, jóvenes, ancianos, mujeres. La población está desesperada, temerosa y sobrevive de limosnas turísticas. La pobreza en que se encuentra es el testimonio de un paraíso desencantado. Con guitarra en mano, Tico sube a los urbanos para ganarse la vida; los pasillos estrechos son su escenario favorito. Al ritmo de cumbias, chilenas, rancheras o boleros, da lo mejor de sí en cada rasgueo, vibra su alma. Entre aplausos y gritos, los pasajeros lo admiran y respetan. Recibe las monedas y se baja agradecido, persignándose. Tico sueña con ser un gran músico algún día y huir de la miseria. Después de una larga jornada laboral se marcha abatido mas no derrotado. Durante el trayecto a su casa no deja de tocar su guitarra bajo la luz de la luna y el frescor de la noche. Pese a lo que enfrenta Acapulco, no le teme a nada, sólo el amor a la música importa. A lo lejos se escuchan disparos, patrullas y ambulancias, pero el escándalo ocurrido no supera al de su pecho.



Caníbal

Llevaba varios días perdido en el desierto, sin probar bocado e ingiriendo sus orines. El american dream parecía fuera de su alcance. Dicen que el ser humano puede sobrevivir más sin comer que sin beber agua, excepto que él tenía hambre y ni una serpiente ni un ave asomaban por el lugar. Las energías se le agotaban. Maldijo al pollero que lo abandonó a su suerte. Se colocó debajo de unos arbustos para ocultarse del sol y pensar cuál sería el siguiente paso. Luego sacó la navaja que le había regalado su hijo antes de partir. “Para cualquier emergencia”. Si se suicidaba, sería un cobarde y su familia quedaría desamparada económicamente. El estómago hacía de las suyas, necesitaba proteínas y no dejaba de mirarse las manos mientras blandía el arma. Cada que va a un bar en Sedona siempre inventa una historia de cómo perdió algunos dedos de las manos en sus diversos trabajos.



La marcha de los marxistas

“Perdimos la guerra, camaradas”, dijeron entre suspiros. Luego, siendo un poco más optimistas: “Mejor vayamos por cervezas”. Alguien llevaba todavía cigarros de marihuana y unos viejos panfletos escondidos en su portafolio. Una vez dentro del bar, recordaron en voz alta algunos fragmentos del Manifiesto del Partido Comunista y disimularon su derrota a carcajadas. Cansados de una larga jornada laboral, tomaron sus sacos, pagaron la cuenta y se fueron orgullosos de generar el plusvalor.



El ecobromista

Ser payaso es un trabajo divertido, dijo el economista al concluir su cátedra de Teoría de Juegos.



Influencer

El dictador impartía tutoriales de golpes de Estado en su canal de YouTube. Recibió el Premio Nobel de la Paz por sus nobles contenidos.



Undertaker

Enterró profundamente su corazón en el olvido para no encontrarse a sí mismo.



El samurái

Decapitar es pan comido, dijo el samurái. Todo depende del filo de mi lengua.



De viaje

— ¿Y qué piensas hacer cuando te descubra tu esposo? — dijo el amante mientras se abotonaba la camisa.

— Irme de viaje — dijo la esposa, cepillándose el cabello frente al espejo.

— ¡Pero a dónde! — insistió el amante, preocupado.

— A la chingada.


Franco García (Guerrero, 1987). Economista por la UNAM. Ha publicado en Punto de partida, Ágora, Opción, Mono, La otra voz, Trinchera, Acapulco cultura, Minificción, Monolito, Rankia, Zompantle, Palabrerías, Capote, Enpoli, entre otras. Parte de su obra ha aparecido en antologías de minificciones y cuentos.
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