Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez |
Probablemente al mencionar a Arctic Monkeys se nos venga a la mente el año 2013 cuando popularizaron su música con su álbum AM, pero mucho antes, la banda ya contaba con canciones icónicas y con experimentaciones interesantes que dieron forma a lo que encontraríamos en su disco del 2018; Tranquility base hotel & casino, funciona con una ruptura entre lo que la banda británica ofreció en AM, sin perder la calidad con la que llegaron a la fama mundial.
En medio de sonidos psicodélicos y glam, rondando ritmos pop y rock, cada una de las once canciones que conforman el álbum, destacan por sí solas en una línea muy dispersa pero bien definida. Grabado en muchos estudios entre Los Ángeles, París y Londres, el disco fue lanzado bajo el sello de la discográfica independiente Domino Records. Inmiscuido entre la expectativa, la recepción al público general fue muy dividida y no es difícil adivinar el porqué.
Todas las canciones destacan por sí solas, porque todas son muy distintas entre sí; se pueden reconocer los instrumentos -o efectos en ellos- recurrentes, pero su uso tan cambiante hace de cada canción una experiencia que, de no estar abierto al cambio tan brusco entre AM y este disco, puede resultar confuso y hasta tedioso. Esto sobre todo, en canciones como Batphone donde es notable el papel de instrumentos poco frecuentes en el rock alternativo como lo sería el piano o una línea dominante de bajos.
Sin embargo, de principio a fin, el disco es un viaje entre la música de los 60’s y la modernidad que da ese efecto de una nostalgia futura, o la de una voz sincrónica; la voz de Alex Turner como casi total protagonista de las canciones, las melodías complejas y hasta indecisas de las guitarras, bajos que siguen su propio ritmo, hacen alusión a ritmos como el blues o el jazz, pero es el uso de sintetizadores, de guitarras barítono, lap steel, hace que las variaciones de acordes sean suavizadas y hasta resueltas en las líneas de las estrofas y coro.
El disco retoma mucho de la esencia de su propia portada, recuperando mucho de lo que podríamos sentir en una parada breve en un hotel alejado -cuyo nombre es una referencia al lanzamiento del Apollo 11 en 1969. Pensamientos sueltos, amores ocultos, desengaños y un músico que habla consigo en el piano del bar como lo encontramos en One point of perspective.