Letrinas: Piedra volcánica y La ciudad de los suplicios

Dos relatos cortos del narrador Víctor Mandrago.



Piedra volcánica

Por Víctor Mandrago


El perro tenía el hocico lleno de sangre, me había liberado del estrés agarrándolo a patadas. Los moscos daban vueltas sobre mi cabeza mientras evitaron el humo del cigarro. Quería poner la mente en blanco, pero una granizada de recuerdos me perforó la conciencia. Me quité las botas ensangrentadas, puse los pies desnudos en el pasto y sentí un ligero alivio. Con las plantas de los pies comencé a acariciar el césped como si estuviera frotándole los senos a la Tierra; los vecinos escuchaban las noticias en la tele a un volumen tan alto, que no sé qué fuerza extraña me detuvo para no ir a descuartizarlos. Al sentir que no respiraba, me metí los dedos en la nariz varias veces para destapar los orificios. Lo dejé de hacer hasta saborear sangre en mi garganta. Me acosté en el pasto, prendí otro cigarro y fumé con tanta calma que pensé ya estaba muerto. El perro comenzó a quejarse y no tuve más remedio que levantar una piedra volcánica, de las que tenía amontonadas en el patio, y la estrellé contra su cabeza, unas cinco veces, hasta escuchar cómo reventó su cráneo.

 

La ciudad de los suplicios


Sentí que no podía respirar. Me bajé en la siguiente estación del metrobús y caminé al departamento. Solo deseaba estar en paz después de treinta años de obediencia; pero al verme, mi mujer soltó el llanto. Dijo que llamó a las delegaciones, a los hospitales y a casi toda mi familia. Me preguntó dónde había estado, si me encontraba en mis cinco sentidos, si sufrí un asalto y otros enjambres de palabras. Cuando terminó, la tomé con fuerza del cabello y la amordace con el mantel de la mesa. Concluido ese asunto, fui a la cocina por una manzana, el último cuarto de la botella de ron cubano y me senté en el sillón un rato. Al terminar el alimento, el teléfono celular se escuchó con fuerza. Me levanté con cierto asco, lo único que se me ocurrió fue azotar el artefacto; pero, al pasar unos minutos, sentí que otra vez no podía respirar lo suficiente. Avancé al balcón del veinteavo piso, me sujeté con firmeza del barandal y, mientras se oxigenó mi cerebro, decidí observar la ciudad de los suplicios.

 

Semblanza: Víctor Mandrago (Ciudad de México). Es narrador, publicista, guionista y docente mexicano. Tiene estudios de posgrado en la UNAM. Algunos de sus textos han sido publicados en periódicos como La Jornada y las revistas internacionales de literatura Transgresiones y Conexión Nortesur.

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