Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |
Después de seis años, ciento cuarenta y seis episodios y un sinfín de atuendos espectaculares, el 23 de junio de 1999, mi hermana Elo y yo nos despedíamos con muchísima tristeza de una de nuestras series favoritas y que cambió el rumbo de nuestras vidas (sin exagerar) para siempre. Por supuesto, estoy hablando de “The Nanny” o “La Niñera”. Este emblemático programa de televisión creado, protagonizado y producido por la maravillosa Fran Drescher, a pesar de no haber sido tan exitoso en Estados Unidos, en Latinoamérica vaya que la queremos y la queremos un buen, tanto así que tuvo adaptación chilena, argentina, ecuatoriana, mexicana y ¡hasta rusa! haciéndola una de esas series emblemáticas y que muchos guardamos en el corazón y recordamos con harto cariño. Por ejemplo, en mi caso, la considero junto a “Friends” como mi gran maestra particular de inglés; modificó la forma en que Elo y yo jugábamos de niñas porque díganme, ¿qué niñas de 8 y 10 años juegan a hacer y adaptar guiones de televisión, armar talk shows junto a su prima Laura, grabar una película con sus amigos tomando ideas y diálogos de la serie y pensar y repensar sus atuendos de los Emmys dentro de quince años? (Porque Elo y yo jurábamos que armaríamos una revolución en la televisión gringa con nuestro toque latino). Pues sí… ese efecto tuvo “La Niñera” en este par de ñoñas que terminaron estudiando comunicación, producto supongo de todas estas cosas (o al menos prefiero aferrarme a esa idea medio infantil y súper ingenua ja-ja). Pero, más allá del efecto que nos produjo en sí esta magnífica serie, esta ñoña se está preguntando ¿cuál es el verdadero legado de Fran Fine y que, ahora a mis treinta, puedo reflexionar y resignificar con mucha más precisión?
1. La voz de Fran
No es ningún secreto que en sí la voz de Fran
Drescher es… digamos… escandalosamente peculiar. En varias entrevistas, la
actriz ha manifestado lo difícil que solían ser las audiciones y, por ende,
conseguir buenos papeles en televisión y cine debido a que los productores y
directores de audición, siempre le ponían “peros” a su voz. Incluso, el New York
Times llegó a comparar su voz con “el sonido de un Buick con un tanque de
gasolina vacío, girando en frío en una mañana de invierno”. Auch. Pero eso
no detuvo a Fran quien, en 1992, pitcheó la idea de una serie al entonces
presidente de la CBS durante un vuelo; un año más tarde, “The Nanny” se
estrenaría con altos ratings de audiencia. Obviamente, durante el rodaje de la
serie, Fran exageraría mucho más su voz, digamos, la pondría a actuar,
haciéndola más ruidosa y nasal, haciendo que inmediatamente se impregnara en
nuestros cerebros y nos pareciera harto divertida. Pero, más allá de parecernos
divertida, me parece que la voz de Fran es irreverente, audaz, sin tapujos; ruidosa
en el mejor de los sentidos. Y aunque en algunas ocasiones (o muchas más bien),
su voz le trajo problemas a ella y a los Sheffield -como cuando supuestamente
arruinó un partido de tenis del gran Elton John-, el tener voz y el
deliberadamente no quedarse callada nunca, son rasgos característicos de Fran y
que indiscutiblemente se agradecen hoy en día porque, ¿qué mejor lección para
una mujer que alzar la voz, gritar y hacerse escuchar? Y aunque no siempre
encajara en los ambientes en los que se codeaba, la fuerza de la voz de Fran
hacía que eso no importara, ella siempre iba a destacar. Como bien leí por ahí,
“LOUD IS HER ONLY VOLUME” y que bello poder resignificarlo así. La voz de Fran
es una voz que no puede ser ignorada, olvidada y qué mejor ejemplo que ese.
2. Sus atuendos
¿Por dónde empezar con los miles de atuendos
fabulosos de Fran Fine? Siempre destacó por su buen estilo, sus impecables
outfits, su destello de color a donde quiera que fuera. Incluso la canción del
intro de la serie lo dice: “She's the lady in red when everybody else is
wearing tan”. Imposible no ver a Fran a kilómetros de distancia, con ese
cabello frondoso, esas faldas y vestidos súper cortitos, esos tacones altísimos
y esos atuendos nada monocromáticos. ¡Fran, jamás en un atuendo monocromático,
eh! Aunque, seamos honestos: es sumamente improbable que una niñera que ganaba
seis dólares la hora en los 90, pudiera tener en su armario prendas de
Moschino, Christian Lacroix, Todd Oldham, Vivienne Westwood o John Galliano peeeero,
si algo nos enseñó Fran y nos lo reiteró muchísimas ocasiones, es a siempre
comprar en rebajas. Así que dejemos que nuestra imaginación viaje y divague un
poco y nos haga creer que las niñeras como Fran, derrochan estilo. Brenda
Cooper, diseñadora y estilista, fue la encargada de diseñar el vestuario en la
serie, así que a ella le debemos mucho del destello colorido de Fran y el
estilo muy marcado de cada personaje, ¿o me van a decir que C.C Babcock no era
súper chic?
Quiero creer que mi Fran, más allá de vestirse para impresionar al Señor Sheffield (sorry, mi niña interna está más acostumbrada a decir “Señor Sheffield” que “Mr. Sheffield”), en realidad siempre se vistió para ella misma; esa es otra lección importantísima para nosotras y lo cual me lleva al siguiente punto…
3. El Feminismo de Fran
Aquí entramos tal vez en disputa, pero lean
primero mis argumentos y después los debatimos sin problema. A pesar de que
Fran siempre escondía su verdadera edad y de que su único sueño era casarse y
tener hijos, eran decisiones propias que venían de ella y que, en realidad,
jamás escondió o pretendió tener otro tipo de aspiraciones mientras encubría su
verdadero objetivo de vida. Jamás. Fran no ingresó a la casa de los Sheffield
con el afán de casarse o “amarrar” al jefe; la relación entre ambos fue
construyéndose poco a poco (en términos de la nana Fine, vaya que cinco años sí
es poco a poco) y aunque Fran siempre… digamos… la cagaba monumentalmente,
siempre sabía resolver la situación sola o con ayuda de los confidentes de
siempre y salir victoriosa. Y ahora que lo pienso, qué complicado debía ser
vivir en la misma casa que tu crush, coquetarse todo el tiempo, besarse de vez
en cuando, ser muy amigos y que nada serio o formal ocurriera porque el “dude”
le tenía miedo al compromiso (¡momento!… ¿acaso estamos hablando de mí?
Jajaja). Y bueno sí, admito que está el factor Sylvia (la mamá) y su constante
presión para casar a su hija, pero entendamos que también tiene que ver mucho
el factor religión judía que, dentro de sus múltiples preceptos, está el
matrimonio y la reproducción de facto. Entonces, era inevitable que les entrara
cierta angustia al ver a una Fran de 34 años sin ningún prospecto, aunado a la
constante comparación con otras mujeres, por lo que no es de sorprendernos que,
a pesar de que esta serie tiene veintiocho años, el patriarcado y sus mandatos
sigan muy vigentes.
Aun así, creo que Fran realmente era una mujer libre y auténtica; hacía las cosas que quería, a su modo, nunca tuvo miedo de hacer el ridículo, tenía claro qué quería de su vida, tomaba sus propias decisiones, era determinada, le gustaban (y mucho) los chicos, le gustaba el sexo, era inteligente, daba todo por la gente que quería y, sobre todo, amaba A-MA-BA comer. Jamás tuvo miedo de expresar lo mucho que adoraba la comida y sobre todo, la comida chatarra. ¿Cuándo vimos a Fran matándose, haciendo dietas o haciendo ejercicio? ¡JA-MÁS! Y por más estúpido que suene, qué genial es ver a una mujer en televisión teniendo una relación auténtica con la comida. Ella comía cuando estaba feliz, triste, preocupada, enojada… o sea, era un ser humano normal. Claro, ves el cuerpo de Fran Drescher y te preguntas a dónde iba toda esa comida, pero al menos la actitud ahí estaba. En pocas palabras, está bien no encajar, ser demasiado femenina, ser demasiado judía, ser demasiado irreverente, ser demasiado escandalosa siempre y cuando seas auténticamente tú.