Cortejando la ruina | Por Juan Mendoza
Y descubrí que es una novela de nostalgia. Una oda de amor a la década de los noventa.
Mi voz interna me dice: ¡No puede ser una oda al amor, juanito! ¡el título lo dice!
Y sin embargo lo es.
Aunque también es una novela iniciática, que también tiene despedidas. De
desencuentros y pérdidas que llevan a nuevas relaciones, aunque no
necesariamente buenas relaciones. De desapego, pero también de empatía. De
haters en Twitter y un ocasional pogo en una tocada punk.
Y de dos cosas que particularmente me interesa subrayar:
1.- Está novela es un rock en vivo.
Un concierto en un bar pequeño de un grupo de covers que durará hora y
media que abre con Ring of Fire de Johnny Cash y cierra con Club de
Fans de John Boy de Love of Lesbian, revisando por igual Mulder &
Scully de Catatonia o Half a person de los Smiths y mientras tanto
pasa de todo y al mismo tiempo no pasa nada. Y esto me lleva a pensar en
aquella literatura en castellano que tiene bandas de rock, ficticias o no, como
protagonistas en la historia. Mencionaré a los Suásticos en De Pérfil de
José Agustín, Outsiders de El Ritual de la Banda de Fidencio González
Montes, Los Coyotes Hambrientos en el Blues del Chavo Banda de Eduardo
Villegas, La Móndriga Crisis en Matar por Ángela de Hugo García Michel
(ésta inspirada en La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio), Los Hijos
del Ácido en Las Jiras de Federico Arana, Filia en Fuimos una Banda
de Rock de Enrique Escalona, La-Banda-de-la-que-nunca-conocemos-el-nombre
donde milita Diego Iturrigaray en Polvos de la Urbe de Víctor Roura, La
Maquinita de Pachuca en Diario Íntimo de un Guackarroker de Armando Vega
Gil, Las Ratas de Coyoacán en Rocanrol Suicida de Rogelio Flores, Los Desesperados
en la novela homónima de Joselo Rangel, Las Duelistas en Rompepistas de
Kiko Amat o Los Tampones en Tratado de Hortografía de Patxi Irurzun.
Todas giran, en menor o mayor proporción, en una banda que compone música
original.
Pero no había, hasta la fecha, una novela de una banda que toque covers de
las que existen miles. Los Incómodos se hacen llamar y esta historia es
lo que pasa por la cabeza de Romina, cantante de la banda, alrededor del último
show. No hay grandes giras de despedida, ni anuncios previos, ni onerosas
ventas de boleto. Un integrante dejará la banda y tendrán su ultima tocada
antes de su partida. Y eso quizá no le importé más que al pequeño universo que se
forma cuando tocan en el estrado para algunas personas que nunca se enterarán
de que algo está muriendo para siempre. Como ha pasado por toda la vida con las
bandas de covers. Como le pasa a Rom, la protagonista de esta novela, que nos
lleva a la otra cosa que voy a subrayar (alerta de spoiler que no es spoiler
porque lo sabemos desde que inicia la novela):
Cuando leí la novela, la madre de Romina había muerto trece años atrás, y
ella desconocía que todas esas cosas que hacían juntas, como pequeños rituales,
con el tiempo afinarían mucho ese vínculo; eso hace más y más complicado
dejarla ir. Cuando leí la novela mi madre aún vivía. Y desconocía lo mismo que
Romina. Quizá por eso es que ahora noto ese vínculo fortísimo que se mantiene
intacto y presente en toda la novela, porque al igual que en nuestra novela que
es la realidad, permanecerá durante toda la vida. En todas las cosas que hagas,
a cualquier lugar que vayas. A menos que te llames Mersault y termines matando
un árabe en una playa.
Cuando pensé en escribir acerca de ésta novela, mi madre aún vivía. Si
hubiera escrito entonces quizá no le hubiera dedicado al tema más que alguna
mención casi accidental. Pero mi madre murió hace pocos días. Escribirlo es
fácil, pero supondrás (o sabrás) que es algo bastante feo. En la vida te encuentras
con una montaña de cosas que impactan y mientras creces van siendo cada vez
menos las cosas que llegan a sorprenderte. La muerte de alguien con llevas
conviviendo algún tiempo es una de las que pega más duro. Sobre todo si es la muerte
de alguno de tus padres. Quizá lo único peor a ese sentimiento sea la muerte de
un hijo. Quizá.
Tampoco se me ocurre mucha
literatura en español dedicada a la presencia onírica de una madre fallecida. Quizá
El Extranjero de Albert Camus. Pero Mersault no sabe ni cuando se murió
su madre y pronto lo olvida. Quizá Canción de Tumba de Julián Herbert,
pero durante la historia la madre está moribunda, más no muerta. Eso creo. Ya
me lo dirán los que leyeron la ópera prima de Herbert, la neta es que no lo he
leído porque no he podido conseguirla. También se agradecería que nutrieran la
lista con novelas del tema que se me escapan o desconozco.
Igual esas cuya trama tenga que
ver con grupos de covers.
Lo cierto es que su lectura me
refirió a otra “primera novela”: Salida de Emergencia de Maira Colín. Novela
editada por La Cifra en 2016 que habla sobre la inconsistencia de la cotidianeidad
cuando es manoseada por las otras partes de la ecuación llamada amor, y
demuestra que todas las relaciones amorosas son enfermizas. Su autora además de
ser gran seguidora de los Pixies, también es la lead singer de la banda Los
Burocratics. Ignoro si Abril y Maira se conozcan, si alguna vez compartieron
cheve de una jarra oscura mientras escuchan canciones de pop inglés que salen
de una rockola previamente alimentada con muchas monedas para no interrumpir el
ritual con pausas inútiles. Definitivamente sus personajes lo harían. Imagino a
Laura, Regina, Gabriel y Rubén liando algo y confabulando en el antro donde se
lleva a cabo un concierto de Los Incómodos… y si no saben de que carajos
hablo, sólo vayan a conseguir las novelas. Para que se animen cheedo: ambas se
hermanan porque son libros con soundtrack muy similar.
Y para muestra, la liga al
playlist de Esto no es una canción de amor, que descubro, tiene el mismo mood
y se pueden complementar con el de Mi Reflejo en una Montaña Cubierta de
Nieve, pero esa es otra historia.