Joaquín Sabina, el arte de escribir canciones

El gran mérito de Joaquín fue llevar la canción popular al canon de la poesía, no habría que escatimarle ningún reconocimiento.

Por Sergio Martínez


Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) es un cantautor que, con sus canciones, ha escrito microcrónicas de su tiempo, de su espacio, de sus vivencias, de sus lecturas, en resumen, del mundo que le ha tocado vivir. Observador perspicaz de lo cotidiano ha extendido su obra musical a los sonetos, décimas y rimas para regalarnos una lírica con un sello personal inconfundible en nuestros días. Influenciado por su padre, por la literatura del Siglo de Oro español, de los poetas de la generación del 27, la generación de los niños de la guerra, la literatura latinoamericana, Dylan, Cohen y Georges Brassens, entre otros, ha logrado construir un mundo donde confluyen todos los géneros en los que ha vertido su pluma.

La marginalidad urbana: Ciudadano cero, Medias negras; la noche: Viridiana, Negra noche; la historia: De purísima y oro; el amor: Y sin embargo, A la orilla de la chimenea; la observación: Calle melancolía, Caballo de cartón; América Latina: Por el bulevar de los sueños rotos, Con la frente marchita, Postal de La Habana; la vitalidad: Más de cien mentiras, Ahora que, Noches de boda; la cotidianidad: Eclipse de mar; la sensualidad: Y si amanece por fin; la nostalgia: Cuando aprieta el frío; la soledad: Así estoy yo sin ti, Que se llama soledad; el fracaso: Nacidos para perder; el amor juvenil: Una de romanos; la pareja como motivo: Tratado de impaciencia nº 11, Besos de Judas, Mentiras piadosas, Contigo, Incompatibilidad de caracteres, Eva tomando el sol; el desamor: Como un explorador, Amor se llama el juego; y la autobiografía: Cuando era más joven, Tan joven y tan viejo, La canción más hermosa del mundo, A mis cuarenta y diez, Lágrimas de mármol, Lo niego todo; son algunas de las postales que nos regala Sabina en sus canciones. La mirada, el léxico y los recursos estilísticos que propone para llegar a los oídos o a la lectura del espectador, es lo que hace a la obra sabinesca peculiar. Sabina poetiza la palabra y ve donde pocos saben mirar, lo que le ha valido para que su obra sea transgeneracional, mérito que no han logrado muchos de sus colegas contemporáneos.

Esa geografía construida durante 40 años, donde ha grabado más de 20 discos y publicado varios libros nos da cuenta de la obra sabinesca que hoy es estudiada ex nihilo en ensayos, tesis de grado académico, libros y documentales, donde se analiza la intertextualidad, la estética y se resalta la calidad literaria de las canciones que sostienen los estudiosos del tema: borda la poesía. Sabina, como ningún otro compositor, es una rara avis que ha logrado utilizar el español como vehículo para escribir canciones, para contar historias:

“La canción es el enlace entre la vida y la literatura” ha mencionado Sabina en algunas entrevistas, él mismo se asume como cantautor y no como poeta, en cambio reconoce: “[…], cojo el lenguaje de la calle para devolvértelo literariamente dignificado”.

Esa veta literaria-poética ya se vislumbraba en la lírica de Inventario. La retórica, sátira, la yuxtaposición de imágenes, el humor, la ironía, el oxímoron, la métrica, la irreverencia, la mordacidad y la enumeración son algunas de las características compositivas que hoy dan identidad a la obra de Joaquín Sabina, identidad que fue puliendo y consolidando con los años, hasta lograr un sello que podemos observar en dos de sus canciones de mayor éxito comercial: Y nos dieron las diez y 19 días y 500 noches. El éxito de sus canciones lo han vuelto un artista de masas, capaz de agotar las localidades en los foros que se presente de este y el otro lado del océano. Desde siempre los escuchas primigenios del natural de Úbeda han señalado la estética y el discurso de las rolas sabinescas, después el sagaz oyente descubrió la intertextualidad que sus canciones tienen con otros campos de arte, de un tiempo a la fecha algunos académicos se interesaron en determinar si la letra de sus canciones son poesía según el canon. Lo real es que Sabina, como ningún otro cantautor en español, ha logrado reivindicar su oficio y elevar la calidad de sus canciones por medio de un manejo exquisito del lenguaje. ¿Sus canciones son poesía? Sin duda lo son, concluyen los estudiosos del tema. Pruebe el lector leer, solo leer, alguna de sus canciones aquí mencionadas y lo comprobará. Desde hace años Sabina se había ganado un lugar en el imaginario de la cultura popular a base de sus versos, sonetos y canciones; Y nos dieron las diez es cantada por los mariachis en la Plaza Garibaldi, sin que estos sepan quién es el autor, aunque este último esté cantando con ellos in situ. Quien camine por las calles de Madrid encontrará a su paso esas descripciones de Pongamos que hablo de Madrid o Yo me bajo en Atocha, y con Dieguitos y Mafaldas o Con la frente marchita descubriremos instantáneas que captó la mirada de Joaquín que ahora son inmortalizadas en esas canciones. El gran mérito de Joaquín fue llevar la canción popular al canon de la poesía, no habría que escatimarle ningún reconocimiento.

Dylan abrió el camino, habría que enviarle a la academia sueca un paquete con la obra sabinesca completa para que escuche y lea en algún momento al genio de Úbeda, en congruencia deberán laurear al cantautor español.

“Sabina quiso escribir La canción más hermosa del mundo, no sé si lo logró, de lo que sí estoy seguro es que con sus canciones logró hacer un mundo más hermoso”. Anónimo.

¡Feliz cumpleaños, querido Joaquín!

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