De fotos viejas y rollos de película

Experiencias personales en la filmoteca de la UNAM.
Por Jorge R. Espinosa


La vida escolar trae consigo muchas experiencias dentro y fuera de las aulas de clase, lo que les permite a los estudiantes el esparcimiento personal, así como vivir diversas experiencias que pueden marcar la vida de manera definitiva. Los últimos 6 meses han sido todo un viaje a lo profundo de la historia de la cinematografía mexicana e internacional; como buen alumno en busca de concluir su licenciatura, me ha tocado enfrentarme con aquel rito de paso que sirve para ganar experiencia laboral o simplemente para cubrir con un mero trámite académico, el servicio social.

La realización del servicio social en la filmoteca de la UNAM pareciera ser una historia no muy digna de contarse por cualquier escritor, pero tras hacer una retrospectiva de los aprendizajes e historias que se dieron a lo largo de seis meses, he llegado a reconsiderar que seguramente es una curiosa historia de carácter personal, que merece ser contada tal como cualquier pieza de ficción

El reloj marca las 2:50 pm, el día de actividades ha llegado a su fin, rápidamente toma la carpeta de control y checa sus horas realizadas, se da cuenta de que solamente le quedan 71 horas de servicio. Firma rápidamente su hora de salida y con un masivo “Nos vemos mañana, pasen buena tarde” se prepara para partir a su casa y descansar de las actividades realizadas; mientras emprende su marcha a casa lo invade un extraño sentimiento al darse cuenta que aquel viaje llega a su fin, una mezcla de sentimientos de alegría y tristeza convergen en una nostalgia aderezada con un lluvioso clima que acentúa lo que pudiera venir tras llegar a la meta en tan solo algunas semanas, muy en el fondo sabe que todo tiene un fin; pero en el fondo no quiere que esto termine, simplemente quiere un poco más de tiempo para poder pasar un poco más entre aquellas luminarias de todos los tiempos.

Mi llegada a la filmoteca  se dio tras una breve pero apresurada elección de un sitio para realizar el servicio social, realmente no fue algo que planee del todo, fue más como tirar los dados o una moneda teniendo por delante mis gustos y preferencias como si fuese un dado previamente cargado con rumbo a lo desconocido.  Un día típico en la filmoteca no tiene una hora fija de inicio, tanto puede empezar temprano en la mañana, o en algún punto de la tarde realmente no hay una hora definida para realizar las actividades. Ya que siempre existirá algo que hacer a lo largo del día. Pero eso sí, llegará a variar de acuerdo al área de trabajo. El caso del área de archivos resulta muy particular, ya que al estar lado a lado de biblioteca pareciera que se trata de un lugar tranquilo libre de cualquier ruido o escándalo, pero es una simple ilusión ya que dentro en el departamento de archivos, el ruido y movimiento es algo posible de encontrar, ya que ahí tienen lugar constantes revisiones de fotografías, discusiones, peticiones de información y visitas de otras instituciones que buscan establecer un vínculo entre la filmoteca, para empezar colaboraciones e intercambios.

Existen tres simples reglas que te pueden hacer la vida más fácil en esta área, tres únicos, sagrados y no escritos mandamientos que facilitaran tu estancia como no tienes idea. Nunca agarres una fotografía sin guantes, porque puedes ensuciarla de grasa, usa guantes a toda costa porque eso te salvará de algún regaño y finalmente trata el material de archivo como si fuese tu vida misma.

Pareciese cosa simple de seguir, pero no lo es del todo, más cuando no se está acostumbrado a trabajar con este tipo de materiales, o viene de un entorno académico muy alejado de la restauración cinematográfica, es común que en los primeros días, muy seguramente no te quites de encima al personal encargado del área que escojas pero si sabes sobrellevarlo puedes aprender mucho más de lo que esperas, aunque es seguro que no te salves de un regaño en alguna ocasión.


El área de fotografías

Mi labor en el área de archivos fotográficos, comenzó muy aleatoriamente, debido a no tener una remota idea sobre la preservación de esta clase de materiales, no sabía en lo absoluto de lo que me esperaría. Aquella fría mañana de junio, comenzó bastante tranquila, había ingresado a las instalaciones de la filmoteca, y justo al terminar de recoger mi gafete surgió una pregunta clave “¿Dónde se encuentra el área de archivos?” el vigilante sonríe y señala con una de sus manos, “vaya a la izquierda joven, en el retrato de Pedrito Infante, ahí está el área de archivos”, el recorrido por dicha área resulto ser algo extraño ya que no era tan grande como pensaba, era más bien como una oficina mediana al lado de una tranquila biblioteca, muy seguramente era ahí.

Tras haber tenido una breve plática con la licenciada Antonia, encargada de administrar esa área, tuve que tomar una rápida decisión, o irme al área de archivos fotográficos o ver la posibilidad de moverme a otra área. Basado en mi desconocimiento y en el típico “Son fotos, ¿Qué podría salir mal?” decidí quedarme en aquel lugar esperando que las cosas salieran más fácil de lo esperado; inmediatamente que la decisión fue tomada me queda en el área de archivos y era hora de conocer a los que supervisarían mi desempeño durante aquellos seis meses; dirigirme al fondo de  las  inmediciaciones, fue donde encontré aquel escritorio donde comenzaría mi historia, en el estaba Luis un hombre en sus 60 años, barba larga y cabeza calva pareciera una versión veraniega de Santa Claus, estaba revisando bajo la lupa hasta el último detalle de una foto del Indio Fernández junto a una de sus esposas, momentáneamente me volteo a ver “ veo que eres el nuevo, creo que tengo algo para ti” dijo mientras me condujo a una de las bodegas de la filmoteca, ahí estaba el acervo de Fabián de la Cruz, un reconocido periodista de espectáculos, el cual acumuló una colección de stills fotográficos tanto del cine mexicano como de la escena internacional, toda una cápsula del tiempo almacenada en varias cajas polvorosas y sucias, vaya misión con la que me voy a enfrentar.

Sobre estas cajas, hay que decir que no tienen un origen fijo, llegan a venir de diverso lugares, ya sea de un junior hijo de algún periodista celebre que busca obtener algo de dinero para salir de una deuda al instante u olvidarse del legado fotográfico de su familia; o simplemente de alguna donación de gente que no sabe qué tesoros tienen o simplemente prefieren liberar espacio botando “esas baratijas del abuelo o del padre” en algún sitio donde las pudieran apreciar o tenerlas amontonadas en un lugar mejor.


La revisión del archivo

A primera vista lucía como una caja polvosa más del montón, con un característico olor a polvo seco y fino que llevaba acumulándose durante años en algún sitio a puerta cerrada sin ventilación,  pero apenas abierto el olor cambiaría radicalmente, tornándose en un olor a polvo, tinta vieja, nitrato de plata y papel viejo, todo en un aroma penetrante pero característico, aquel aroma a viejas glorias, fama, sensuales actrices, temibles villanos, valientes héroes y galanes, despampanantes rumberas, cómicos de primera división y otras estrellas del brillante firmamento del cine mexicano; era el aroma de la fama, uno que pese a no ser muy glamuroso y elegante al final, contiene mucha más historia de la que uno pudiese imaginar.

Lo primero que se hace con esa cantidad de fotos, es separarlas en diversos montones para clasificarlas alfabéticamente, buscando algún indicio de las películas a las que podría pertenecer o comenzar un proceso de averiguación. Misma que puede realizarse desde diversos medios de investigación, por medio de la consulta de enciclopedias y listados de películas por año, la base de datos de la filmoteca o por Internet.

El procedimiento comenzó de manera sencilla, fui tomar algunas fotografías y comenzar a checar las caras de cada uno de los actores, suena fácil, pero realmente es algo más complicado de lo que parece, el problema de este tipo de procesos depende del conocimiento cinematográfico que tengas, es de esas cosas en las que uno tiene que ser casi un especialista; realizar esta tarea fue algo que más bien parecía una tarea de dos personas que de una. Como de costumbre, Luis se encontraba constantemente revisando mis hallazgos y posibles identificaciones, “debe de ser el Picoro, ese famoso réferi” decía señalando una foto de campeón sin corona en la que se mostraba el momento triunfal de un boxeador junto a su entrenador, asistente y compinches, todos celebrando un duro triunfo sobre el oponente. He de confesar que como muchos mexicanos no conocía el cine de mi país, siendo que este tuvo un periodo en que fue reconocido a nivel internacional debido a su calidad y grandes estrellas que habían actuado en varias de sus películas, podría considerarme una especie de cinéfilo a medias que se ha nutrido principalmente con el cine gringo y de otros países quedándome solo con breves pinceladas del cine mexicano, con aquellas referencias a obras como Salón México, El Gran Calavera y parte de lo que podríamos llamar como la punta del iceberg de la cinematografía mexicana.

Por motivos obvios la colaboración con Luis más bien parecía una clase de cinematografía mexicana para neófitos, que una revisión de rutina para un novato “Échate unas mexicanas, quizás no estén tan chidas como las gringas, pero ya verás que te van a gustar”, fue el consejo con el que Luis buscaba incentivarme a conocer más el cine mexicano para poder desempeñarme mejor en mi labor.

Así comenzó la larga tarea de revisar el archivo, en el cual saque cada una de las posibles carpetas en búsqueda de algún parecido o coincidencia que ayudase a una identificación adecuada o condujese a un descubrimiento fortuito que ayudase a mantener el alto el nombre de la filmoteca.


Algunos gajes del oficio

Mientras clasificaba unas fotos, me encontré con un peculiar caso, una fotografía con una mancha marrón en los bordes y parte de las caras de los intérpretes como si de una bizarra enfermedad se tratase. Inmediatamente me dirigí con Luis y le pregunte qué es lo que pasaba y que se podía hacer al respecto. Luis, mirando contemplativo la foto, la tomo y la miro bajo una lupa y tras una breve mirada inquisitoria profirió una frase “debe de estar sucia por el nitrato de plata, échame unos cotonetes y el frasco de alcohol y veras cómo se arregla.”

Tomando un pequeño frasco de alcohol y un cotonete largo, Luis se aseguró que estuviese mojado pero que no estuviese escurriendo, cuando el isotopo estaba listo procedió a frotarlo suavemente contra la foto, con una suavidad envidiable, que solo un experto puede tener; en cuestión de minutos la foto quedo limpia, brillante, sin esa capa de porquería originada por la plata gastada y oxidada del paso de los años. “Ahora te toca a ti, haz lo mismo que yo”, Luis me ofreció continuar con su trabajo e ir restaurando la foto, poco a poco recobró la antigua belleza que las manchas le habían arrebatado dejando contemplar la evidencia del pasado que el tiempo se había encargado de ir estropeando dentro de una caja de cartón.

Habiendo acabado la limpieza de las fotos, existía algo más que se debía hacer para continuar con el tratamiento de las imágenes, la restauración y preservación digital. Suena complicado y un poco difícil, pero es más fácil de lo que pudiese parecer, pero tiene su encanto. Tras un escáner de alta calidad, se debe de ser cuidadoso en como se realiza el escaneado y se coloca la foto en el cristal, el resto sólo es saber qué ordenes darle al programa, pero hay algo mágico en todo esto, el hecho de devolverle la belleza a la imagen o sacar a la luz más detalles de los que un ojo puede ver a simple vista. Se debe de jugar cuidadosamente con el contraste y la luz de las imágenes porque sólo así es posible ver algunos detalles ocultos o el paso del tiempo en el rostro de los actores, pequeñas marcas que van dejando en claro cómo es que el paso de los años no respeta a nadie, ni siquiera a los símbolos de belleza idealizados que han pasado por el séptimo arte cual estrellas fugaces.

En la búsqueda por identificar una foto, existen algunos métodos típicos, pero hay algunos que solamente los puedes conocer por medio de fuentes alternativas, basta con leer algunos portales de nota rosa o revistas de ese tipo para poder encontrar algo de información sobre el cine mexicano, información valiosa que en muchos casos pasa inadvertida para el ojo experto, pero algo útiles si tienes algo de morbo o desesperación por encontrar un dato.

“No es nada convencional, pero no descarto tu idea, no sé cómo chingados se te ocurrió pero está funcionando, creo que deberé de visitar algunas páginas para doñas más a menudo” fueron las palabras de Luis al enterarse de cómo estaba encontrando algunas fotos, por medio de esta idea; realmente es raro utilizar las revistas y páginas que ni por nada del mundo verías o que muy seguramente un adolescente utilizaría para calmar sus ansias con las fotos de las actrices del momento en ropa interior, es raro pero siempre hay que hallar una forma de poder encontrar la información siendo que mucha ya se ha perdido o queda muy poca gente que la conoce en su totalidad.

El trabajo con los rollos de película resulta más complejo que una fotografía, ya que los materiales resultan traicioneros ante ciertas condiciones climáticas o la exposición a ciertas sustancias, principalmente se utiliza muy poco alcohol rebajado en agua, buscando que este  no sea agresivo para el acetato, pero que logre quitar la suciedad o cualquier residuo de polvo encostrado, no es una labor para novatos, ya que se necesita tener un buen pulso para poder hacer movimientos suaves para limpiar cada una de las secuencias de los acetatos, como si de una suave caricia se tratase; una caricia a la historia cinematográfica, que no cualquiera sabrá como darla a conciencia.


Un hallazgo sin precedente

“Es realmente curioso, no hay mucha información sobre esta película inacabada, pero es bueno saber que había algo ella por acá y lo mejor es que la encontraste, vaya hallazgo que tuviste, no es algo que se ve siempre, disfruta de tu triunfo, porque no son muy comunes” palabras de Luis tras haberse enterado de la noticia del hallazgo de los stills de la película Hernán Cortes, cinta que no fue célebre por su estreno o su realizador Miguel Contreras Torres, sino por la historia que le precedió. Se  desconoce por qué no se terminó la cinta, pero fue en aquella mañana de agosto que la trama iría cambiando un poco para la obra de Contreras. Luis me condujo a una caja de cartón polvosa que tenía la etiqueta “Cine Mexicano, Varios”, -te toca trabajar esta caja, ya sabes cómo hacerle- fueron las palabras que me dijo antes de comenzar a desempacar esa caja. Al sacar los fólderes rodeados de pelusas y olores a nitratos, había una carpeta rechoncha de la cual se leían los apellidos “Contreras Torres” junto a una lista de películas y algunas categorías relacionadas al autor.

La carpeta estaba desordenada y le faltaban algunas etiquetas de identificación, siendo que las pocas que había, se desprendieron de sus fotografías dejando claramente la marca del pegamento como signo del abandono entre ambos trozos de papel, como un divorcio mal llevado que dejó secuelas entre ambos miembros del matrimonio, así lucían los papeles.

Dentro de los papeles se encontraba un viejo envoltorio de papel donde se leía “Hernán Cortes”, al abrir la carpeta salieron un aproximado de 14 fotos en blanco y negro, donde se podía ver lo que se supone que debió ser una película sobre las andadas del conquistador español de camino a la capital azteca, era realmente curioso ya que no existían registros fotográficos de dicho filme, dentro de lo que yo conocía. Fue así cuando tras acomodar las fotos clasificadas y las nuevas en otra, las actividades del día habían terminado y proseguí a retirarme cuanto antes. A la mañana siguiente comenzó el día de actividades como comúnmente debería de comenzar. Repentinamente me di cuenta que una pequeña discusión había tenido lugar en las instalaciones era la licenciada Antonia y Luis, discutiendo sobre el hallazgo que había tenido lugar el día anterior. Mientras me encontraba anotando en la libreta de control lo relacionado a la clasificación de fotos, una voz conocida me llamo, era Luis para enseñarme un sobre de reciente creación “realmente eres muy afortunado, esto no se ve todos los días, saca otro hallazgo como estos y te invito una chela”. Pareciera que no hay glamour al trabajar con cosas relacionadas al cine, pero dentro de todo esto, a veces uno puede encontrar algunos momentos de gloria y triunfo, tal vez no como lo pudieran tener los directores o las grandes luminarias de la pantalla, pero siempre existe alguna satisfacción al final del día.


Otras labores de la filmoteca

Fuera de la investigación fotográfica, hay algunas otras cosas que se pueden hacer dentro de la filmoteca, ya que en lugares como estos existe mucho para hacer. Una instalación anexa al área de los archivos es la biblioteca, en la cual no sólo se guardan libros, sino revistas, películas y las joyas de la corona del departamento, los stills fotográficos, los fotomontajes y los promocionales de las películas. El trabajar en esta área es un trabajo más meticuloso ya que se debe de tener un control de los libros y documentos que hay dentro de las instalaciones y en caso de llegar nuevos ejemplares, se debe de procurar que la clasificación se realice adecuadamente para acrecentar el acervo.

La conservación de promocionales de cine se ha ido volviendo una de las principales prioridades en los últimos años, debido a la valoración histórica de este tipo de documentos, como testimonios históricos de la industria cinematográfica en México y a nivel mundial. La conservación de este tipo de materiales depende del estado en que se encuentren  y de su antigüedad, ya que los procesos de restauración y limpieza se deberán de ajustar a las características que pudieran presentarse; sin embargo existen casos en los cuales la documentación presenta un estado deplorable, en donde se debe realizar una captura digital garantizando la construcción del acervo de los promos. Con relación a la digitalización de los documentos de la filmoteca, el  desempeño como capturista es una parte común de diversos aspectos a trabajarse, ya que la filmoteca es conocida por tener uno de los acervos digitales más grandes a nivel mundial. Por lo que resulta importante actualizar constantemente este tipo de colecciones.

“La situación de este tipo de materiales resulta ser muy importante, para dejarse de lado, siendo así uno de las principales prioridades para el personal de restauración y documentación, ya que el paso del tiempo es un factor en contra de todo material físico, que ya cuenta con unos años de antigüedad, pareciese que la tecnología se ha ido volviendo la respuesta contra el paso del tiempo y su imparcialidad sobre el desgaste de las cosas que alcanzara tarde o temprano a toda pieza de historia que tenga la desgracia de estar expuesto ante el paso imperdonable de las eras. Hay que utilizar las nuevas tecnologías en favor de conservar la historia del cine, para las nuevas generaciones; de lo contrario creo que nuestro trabajo aquí habrá fallado”. Las palabras de la licenciada Antonia reflejan la preocupación que existe en la captura de documentos ante la inevitable naturaleza de muchos materiales, en muchos sentidos se muestra como el futuro de los acervos y como la mejor manera de conservar el pasado para poder garantizar un futuro, ya sea dentro de las pantallas con sus llamativos colores o con reimpresiones que permitan su perpetuación para que las nuevas generaciones aprecien como es que se realizaban las cosas a la antigua, en una época en que la tecnología era más simple que la que pudiera venir.


Últimos días: instantes eternos; memorias futuras

La suma de las horas de servicio “ha sido todo un viaje”, me digo a mí mismo, todavía recuerdo cuando entre por aquella puerta por primera vez. Veo el escritorio donde he estado trabajando,  podría parecer un triunfo previo a terminar la carrera, pero existe algo que no convierte esta salida en un triunfo; la única y necesaria pregunta que ha surgido a lo largo de estos días “¿Ahora qué sigue?”.

El estar codo a codo con los vestigios y testimonios de una época de oro, terminan creando una cotidianidad única a lo que un aficionado al cine pudiera tener; no se trata de solamente ver las películas o conocer cuánto dato sea posible sobre todo lo que involucra los filmes, o llevar un meticuloso recuento de todas las películas vistas durante un periodo de tiempo. Es más como un aprendizaje que ayuda a expandir lo que se conoce sobre cine y ver lo infravalorado que se encuentra el cine mexicano de otras décadas, ante una industria estancada que ha logrado sobrevivir por medio de comedias románticas de fórmula, que cada vez lucen más desgastadas y sin gracia, pareciendo copias defectuosas de un puñado de películas exitosas; dejando en el olvido una época de la cual sólo quedan producciones que se trasmiten en unos cuantos canales y uno que otro que recuerda con cariño aquella época.

Llega un miércoles, y me quedo un rato viendo unas cosas antes de comenzar con las actividades cotidianas, “maldición, como extrañaré tener esta cantidad de paz a diario”, pienso mientras me dirijo a la biblioteca para seguir checando una carpeta de archivos fotográficos, simplemente tomo la carpeta y comienzo otra vez con las actividades cotidianas, aún quedan unas cuantas carpetas que revisar pero siento que no me corresponderá acabar con este trabajo, muy seguramente dependerá de alguien más.

Al finalizar el día, paso por aquel retrato de Pedrito Infante, lo veo fijamente y siento algo de nostalgia con respecto a cuando llegue a pedir informes por primera vez, todavía recuerdo el accidentado viaje en pumabus que realicé. Apenas avanzo unos centímetros lejos de la filmoteca y siento incertidumbre ante lo que pudiera pasar; algunas veces decir adiós es duro, más cuando se trata de algo que ha calado hasta lo más profundo de nuestra alma, realmente nunca medimos como es que una despedida trae consigo varias experiencias y momentos que no se repetirán en la vida. Muchos grandes me acompañaron desde la inmortalidad del papel, dejándome ser parte de su historia aunque sea en un momento post mortem, sin haberles conocido o formado parte de sus existencias mortales; así como grandes colegas y compañeros de trabajo que me ayudaron a ver a nuestro cine con ojos de curiosidad y amor, dándole el debido reconocimiento al gran tesoro que se resguarda tras aquellas paredes; ciertamente no sé cuándo es que pudiese volver a ver aquellas imágenes que me acompañaron por meses y que siempre atesoraré junto a las personas detrás de ellas, como parte de mis memorias futuras.


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