Por Juan H Polanco
Innumerables opiniones, miles de artículos respecto a su obra
musical y literaria acerca de ese artista que no deja de transformarse.
¿Resulta ocioso que un fan de Dylan pida la palabra después de todo lo dicho? ¿es pertinente una más?
Que un empedernido melómano coleccionista de música, hasta el
fetichismo, solicite una intervención, se justifica sólo en el entendido de que
hay confianza o lo que es lo mismo que está ante otros feligreses o con una
flota con un padecimiento similar.
De cualquier manera, es menester ser breve en esta alocución,
y breve porque para discursos pausados los de las siete de la mañana. Además, aprovecho para dedicársela a otro seguidor de
Zimmerman, que se llamó Oscar López.
Dos veces conseguí asistir a un concierto de Dylan y fue en
ambas ocasiones en compañía del Oscar, también con Los Lobos que acompañaron a
Dylan en una de esas ocasiones. Cuando me enteré de este evento, le pedí a Carlos que moviera
sus influencias para que me insertara y pudiese leer estas líneas. El motivo: La asociación entre Martin Scorsese y Bob Dylan.
Esa sinergia entre uno de los más notables cineastas
estadounidenses y la obra de Dylan. Martin Scorsese, un neoyorkino descendiente de italianos, integrante
de la generación conocida como el Nuevo Hollywood surgida a finales de los
sesentas del siglo XX, al lado de Paul Mazursky, Casavetes, Denis Hooper, Artur
Penn, Brian de Palma, Coppola; generación de directores que mandaron al carajo
la mirada del cine convencional gringo para hacer un cine nuevo, egresados de
escuelas de arte que utilizaron las tecnologías de su época y emergieron con
una narración personal independiente y contemporánea con la música, la
literatura y los movimientos sociales de esa década.
De la filmografía de Scorsese, amplia y profusa, en esta
ocasión me refiero en particular a la producción que ha hecho en relación con
la música, que también es extensa, con una decena de películas y documentales
relacionados con el blues y el rock, en especial con el rock, destacan lo que
ha hecho en especial con Bob Dylan.
Autor de un testimonio fundamental en la historia del rock, productor
y director en The Last Valz, que es un documental bellamente fotografiado en el
78, y es uno de los primeros superconciertos que reunieron, -con el pretexto de
la última tocada de La Banda- a los amigotes de esa agrupación canadiense, entre
otros aparece Dylan, Neil Young, Ringo, George, Doctor John, Joni Mitchell, entre otros.
Scorsese tiene una evidente fascinación por la música y por
algunos de sus personajes, no contento con ese primer gran largometraje rockero
para La Banda, ha realizado otros tantos, en el 2008 hace un magistral filme
denominado Shine a Ligth, con unos Stones de primera, grabado con una calidad de
audio e imagen asombrosa, un retrato de sus satánicas majestades, y sus
veleidades previas a sus espectáculos, si les gustan los Rolling y no lo han
visto, allá ustedes.
Destaca también el Living in the material world, documental
sobre y para George Harrison en el 2011, un enorme homenaje a Harrison en ese
documento de más de 4 horas y media, con material que sólo el Scorsese se
consigue para sus trabajos.
Martin también participó en la integración del documental
para el cincuentañero Festival de Woodstock, mítico evento de tres días de paz,
amor y música. Sirva este paréntesis para destacar unas cuantas cosas de este
suceso: destinado desde su inicial organización al fracaso comercial, pues no
obtuvieron los permisos necesarios, así que en realidad Woodstock, no sucedió
en Woodstock, no obtuvo en su convocatoria, la participación de las bandas más celebres de aquel momento, no aceptaron los Rolling, ni Zeppelin, ni Purple, ni
los Doors, ni los Beatles, ni Dylan.
Su cumple es en estos tres últimos días, su 50 aniversario
que no fue posible celebrarlo como se tenía pensado, y aunque en el 94 hubo un
Woodstock realmente sensacional, no alcanzo la celebridad del primero. Como que sin Janis, Hendrix y Cocker, está un poco difícil.
El caso es que, además de estos filmes el tal Scorsese, cautivado
por la vida y obra de Dylan realiza un par de documentales, dignísimos de su
personaje, se da la licencia para brindar un par de documentos, históricos y
estéticamente superlativos.
Dirige y produce el NO DIRECTION HOME, que es el primero de
ellos, un relato biográfico que reúne una gran cantidad de material para
ilustrar la migración de un tal Robert Allen Zimmerman a un Bob Dylan, su periplo
del frío y aburrido medio-este gringo a la gran manzana, de Duluth Minesota a
Nueva York, pasando por las zonas inundadas de blues, de Arlo Guthrie a Allen
Ginsberg y Joan Báez.
Del country al folk, del folk al rock, de la acústica a la
eléctrica y de regreso o combinado para hacer el sonido Dylan, ¿pero cuál
sonido Dylan? ¿el del Freewheelin', o el del Blonde on Blonde, o el del John
Wesley Harding, o el del Desire o cuál Dylan? No sólo los sonidos sino su
perspectiva, bajo la influencia de los beats, de los poetas malditos, de
Rimbaud y Ferlinghetti y Ginsberg, Kerouac y Dylan Tomas, para un cóctel que la
da un discurso único abundante que ya sabemos lo ha cambiado algunas veces,
varias veces.
Para beneplácito de algunos y para la impaciencia de otros no
es precisamente consistente en sus posturas. Aunque su gran consistencia, sea precisamente en esa voluntad
de cambio, su actitud contestataria y la necedad para llevar la contraria, el permanente
inconforme.
A ese mosaico de los diferentes Dylan, se intenta acercar el documental
que pergeñó Scorsese, filme en blanco y negro que resalta los diferentes tonos
de la personalidad de este sujeto siempre listo a negar lo que de él se intenta
explicar.
Quizás por eso el mismo Dylan se ha dado a la tarea de
escribir su biografía, justo en ella en el prefacio aparece esta oportuna cita
de Oscar Wilde: “Resulta comprensible que todo individuo notable pueda tener
sus 12 apóstoles, pero por qué tiene que ser siempre Judas quien escriba su
biografía”.
En Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan History, Scorsese hace una recreación
de la mítica gira donde Dylan hace de las suyas allá en la mitad de
los setentas. Una gira que nunca se repetiría, faltaba más, eso no es
propio de este señor, sin embargo, no contábamos con Scorsese, para recopilar
los registros de hasta cuatro camarógrafos y obtener el registro de uno de los mejores Dylan’s, en un tour ¿inspirado en Kerouac?, estrenando rolas, interpretando con arreglos diferentes otras, decepcionando al público que
quiere sus canciones como en el disco y eso no se va a poder porque en cada
gira se reinventa y se coverea.
La celebre y mítica gira, misteriosa desde el origen de su
nombre, la composición de una ecléctica banda que se va integrando con
los músicos con los que recién había grabado el álbum Desire, mas las
incorporaciones de Joan Baez, Roger McGuinn, T Boone Burnet, Paty Smit, Joni
Mitchel. Si en cada disco el admirador de Dylan Thomas le da vuelta a
la tuerca, sólo que Bob al revés, para que en cada gira apareciera un nuevo
Dylan. Y en esta no es la excepción.
El pedal steel de Mansfield, el violín eléctrico de Scarlet
Rivera, el glam de Manson; todos ellos generaron que A hard rain is gonna fall, o One
more cup of coffe o Isis o I see may life come shinin suenen sin exagerar
sensacionales, impresionantes, maravillosas y sorprendentes.
El resultado es como decía, uno de los Dylan más cabrones,
inspirado, con punch, poesía y ritmo rocanrolero. Además, en esta carta de amor que Scorsese regala a la música,
brinda también una mirada a los Estados Unidos de la mitad de los setentas con su
crisis moral y económica, con el escándalo de Watergate y la derrota en Vietnam. Rolling Thunder Revue, con su edición hipnótica es un aporte
más del maestro Scorsese al cine, a la música y a la historia de su país.
Acusado de ser uno de los músicos más influyentes; colecciona grammys,
globos de oro, premios de la Academia, un príncipe de Asturias y el Nobel de
Literatura que recibió en su nombre Patti Smith y cuyo discurso remata con una
emotiva y emocionante interpretación: Una dura lluvia caerá.
Para terminar, debo usar un calificativo que, a decir de José
Emilio Pacheco, es la palabra más sabrosa y rica que México ha aportado a la
lengua española por su alegría por versatilidad según la usemos: PINCHE DYLAN.