Texto y fotos: Mónica Castro Lara |
Decidí titular este pequeño
pero significativo texto con la muy puntual frase de la antropóloga e
investigadora mexicana Marcela Lagarde, ya que desde hace semanas, no puedo
sacarla de mi cabeza. He de confesar que siempre me ha ‘molestado’ esa palabra…
‘aliados’. Por eso, qué mejor momento para estar viv@s y transformarla
en ‘desertores del patriarcado’, ¿no creen?
“Ahora que estamos juntas (ahora que estamos juntas), ahora que sí nos ven (ahora que sí nos ven). Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer. Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer”.
Después de mucho pensar, concluyo
que no me avergüenza haber vivido mi primera marcha #8M hasta mis 31 años y aunque no ha sido por falta de empatía, desinterés
o desinformación, creo que a todos nos llegan las cosas en EL momento adecuado
y mí me llegó esta experiencia transformadora en el instante más apropiado de
mi vida. Tenía apenas dos días de haber vivido la Marcha por la Paz, convocada
por estudiantes de la BUAP y UPAEP principalmente, a la que se le unieron más
de 35 universidades y créanme que fue un día muy interesante y aleccionador.
Por ende, mis ganas y emoción por vivir la marcha del domingo, eran bastante
grandes.
“Mujer consciente, se une al contingente”.
Un día previo a la marcha,
nos juntamos varias personas en casa de mi hermana Elo y mi cuñado Hugo para
hacer un primer ejercicio de conversatorio, un espacio seguro en donde mujeres
y hombres (sí… hom-bres) pudimos dialogar, compartir ideas, debatirlas, comenzar
a establecer protocolos, contar experiencias y sobre todo, aprender a escuchar.
Fue una tarde francamente inolvidable y me quedo corta cuando digo que soy muy
afortunada en poder vivirlo. Soy una fiel creyente de que parte de la
reestructuración de las cosas y de cómo enfrentar la violencia sistemática que
vivimos en nuestra cotidianidad, comienza con un cambio social-cognitivo, que
debe existir (al menos) la disposición de escuchar, pero también de dialogar.
La deconstrucción de mujeres
y hombres (porque pensar y afirmar que los hombres son los únicos que deben
deconstruirse no resulta un ejercicio crítico) debe ir acompañada de esta necesidad
de externar nuestras vivencias, nuestras inquietudes, nuestros errores y
aciertos para dejar de enfrascarnos en lo individual y dar cabida a una
colectividad más auténtica. Gracias, gracias, gracias a esas mujeres y hombres
que el sábado pasado me enseñaron que ES posible. Y además, cerramos la tarde
con broche de oro, diseñando nuestras consignas para el día siguiente, un inesperado
momentazo feminista.
Desde que desperté el domingo 8 de marzo de 2020, tuve esa sensación de ansiedad cuando sabes que se avecina
un evento extraordinario y afortunadamente, así lo fue. Elo me preguntó en el
transcurso de la mañana si tenía miedo, a lo que contesté un rotundo y muy
seguro “NO”, como pocas veces en mi vida. Me entristeció que mi mamá ya no
pudiera acompañarnos a la marcha pero, había escrito su consigna en la mañana y
nada en el mundo me impediría llevarla y alzarla como si lo estuviera haciendo
ella misma. Alistamos todo y llegamos treinta minutos antes de la hora citada,
en un punto muy cercano a la Fiscalía de Puebla. Nuestro pequeño contingente,
estuvo conformado por amigas, amigas de amigas, familia de amigas y las alumnas
de mi hermana. “¿Pañuelo verde o morado?”
y cada quién escogía el que quería, un gesto desinteresado y unificador.
Se acercaba la hora y Doña
Ansiedad (o sea, moi) comenzó a
inquietarse porque veía cómo comenzaban a juntarse más y más mujeres en el
punto de reunión y nosotros, seguíamos esperando a nuestras compañeras. El liderazgo de mi hermana, tras unos consejos
bastante apropiados, nos condujo por fin hacia la multitud. Esperamos algunos
minutos bajo la sombra de un sagrado árbol y después, comenzaron a organizarnos
en filas de 10. En ningún momento, quería perder de vista a Elo porque yo
quería y necesitaba marchar con ella; la misma caminata nos permitió ubicarnos
a un lado, atrás o delante de cada una. Marchar sin ella no hubiera tenido
sentido.
“Mujer, escucha. Esta es tu lucha”.
La multitud (que al principio
me hizo dudar si éramos pocas o no), hizo que me costara trabajo escuchar las
primeras consignas feministas que gritaban los contingentes que estaban delante
de nosotras; afortunadamente no tardamos en repetirlas y hacerlas nuestras. “Sembraremos
rebeldía hasta cosechar libertad” y “Sororidad es la respuesta a
través de amor, lucha y coherencia”, palabras prestadas de la
talentosísima Audry Funk. No importó que fuera ‘cargando’ doble, eran MIS
consignas y quería/necesitaba/ansiaba exponerlas, no sólo a las mujeres que participaban
en la marcha, sino a cualquiera con una cámara fotográfica o a las cientos de
espectadoras que nos miraban, algunas con empatía, otras con asombro, otras con
desprecio y muchas otras, con angustia.
“Señor, señora no sea indiferente. Se mata a las mujeres en la cara de la gente”.
Sentí mucho miedo en la
primera parada de RUTA (Metrobús poblano). Algunas chicas comenzaron a hacer
pintas y a golpear los vidrios de la parada con la intención de destruirlos. “Sin agresión, sin agresión” gritamos
muchas. Y al principio lo grité sin pensar y siguiendo a ‘la masa’ y luego lo
hice de manera MUY consiente. Estoy TOTALMENTE a favor de las pintas, de que se
queme todo, de que se escriban consignas y se haga visible todo el dolor, la
rabia, la impotencia, la injusticia, la segregación, la desigualdad y la
violencia. Pero tan simple como que no quería que las chicas que estaban
caminando junto a la parada, sufrieran algún tipo de violencia o secuela. Justo
ahí estaba mi mejor amiga desde los 12 años, justo ahí estaban las alumnas
menores de edad de mi hermana, y justo ahí estaba mi compañera de vida y mi
alma gemela, Elo, a quien pude sostener de la mano con todas mis fuerzas. Sentí
miedo… y es muy válido; hice a un lado mi egoísmo y pensé únicamente en ellas y
en su seguridad. ¿Incoherencia? Llámenle como quieran, pero fue un sentimiento
auténtico. No voy a juzgar, ni a avergonzar, ni a hacer sentir mal a otras que
lo hayan sentido y externado, así como he leído en publicaciones en redes sociales
proveniente de mujeres cercanas a mí. Qué bien y qué orgullo que no hayan
sentido miedo y que hayan sido coherentes. Necesitamos que nos contagien de ese
valor y de esa seguridad, siempre.
Benditos árboles del
Boulevard 5 de Mayo que aligeraron en algunos puntos nuestra marcha. Me imaginé
la posibilidad de tener una ciudad repleta de vegetación y me encabrona mucho
saber y ser testigo que Puebla, ha perdido tantas y tantas zonas verdes. Ya muy
avanzada la marcha, nos íbamos poco a poco quedando sin voz, aunque surgía
alguna consigna y de inmediato, recuperábamos el ímpetu. Mientras todo eso
pasaba, no pude dejar de pensar –y sentir- el enorme abanico de emociones que
me invadían: por un lado, el enojo, rabia, hartazgo, miedo, sed de justicia, el
ser la voz de las que ya no están o de las que conscientemente, no quieren
estar; por otro, la felicidad de sabernos juntas, cobijadas y hermanadas, de
irnos apropiando (aunque fuera por un instante) del espacio público SIN el
miedo de todos los días, de caminar de la mano de mis amigas de toda la vida, del
despertar de una sororidad genuina y finalmente, de formar parte de este
momento de la historia.
“Y la culpa no era mía, ni dónde andaba, ni cómo vestía”.
Y es justo aquí donde lloré,
poco, pero lloré. Traté de contener mis lágrimas y gritar la consigna lo más
fuerte que pudiera. Porque si bien he sufrido de la violencia estructural, soy
de las pocas privilegiadas que no han sufrido acoso y violencia sexual
sistemática, mientras que la gran, GRAN mayoría de mujeres sí. Pensar en eso me
destroza todos los días. Pienso también en todas esas ocasiones cuando mis
amigas no se han abierto conmigo y no me cuentan esas experiencias terribles
que han vivido en el pasado, pero estoy en el momento idóneo para madurar, agradecer
y celebrar que tengan la confianza de hacerlo con otras mujeres, porque simplemente
no se trata de mí. Es esa mentalidad colectiva la que ha cambiado mucho mi
visión de las cosas.
Entramos al zócalo de la
ciudad y desafortunadamente, el poco espacio hizo que toda la caravana se
dispersara. No importa. Aplaudo, agradezco y admiro enormemente a esas mujeres,
colectivos y asociaciones que organizaron la marcha y que han luchado sin
cansancio ni titubeos desde hace años: gracias por ser ejemplo de resistencia,
por leer el pliego petitorio, por invitarnos y recibirnos con los brazos
abiertos, porque no juzgan, porque nos quieren vivas y porque construyen día a
día, un México más justo.
“Aleeerta. (Aleeerta). Aleeerta. (Aleeerta). Alerta, alerta, alerta. (Alerta, alerta, alerta). Alerta que camina, la lucha feminista de América Latina. Y tiemblen, y tiemblen, y tiemblen los machistas, que América Latina será toda Feminista'.
Mi experiencia, en MI
primera marcha #8M, fue tremendamente satisfactoria; terminé con el corazón
atiborrado y con mucho interés en continuar formándome. No presencié insultos,
ni reclamos, ni violencia. Presencié únicamente a mujeres poblanas vinculadas
por una lucha que no tiene descanso y de la que sin duda, quiero y formo parte.
“The Future Is Female”, dicen por ahí. ¡NO! El presente lo es. Gracias
infinitas a mi Elito por caminar a mi lado. Gracias a mi mamá por hacerlo
simbólicamente. Gracias a las amigas, alumnas y conocidas que estuvieron a mi
alrededor. Gracias a las amigas que no vi pero sé que estuvieron ahí. Que sea
la primera de muchas.
“Hay que abortar, hay que abortar, hay que abortar este sistema patriarcal”.
El sábado hablábamos en torno a la perspectiva de género. En
este diálogo de saberes cada quien dijo lo que entendía. Ignorantes todos, Hugo
compartió que desde su disciplina, las Relaciones Internacionales, había
constructos que ayudaban a entender cómo se conciben los liderazgos mundiales,
así como el poder que tiene cara (o atributos) masculina e interpela a las
grandes líderes mundiales, como lo han sido Merkel o Thatcher y que, de alguna
u otra manera, emulan un prototipo de “mujer-macho”. Pensando que, como asumía
Frantz Fanon en torno a la raza negra, sería una desgracia que el destino de la
mujer sea convertirse en hombre; Hugo lanzó una de sus preguntas mordaces: “[…] y, ustedes, ¿se han sentido alguna
vez empoderadas fuera de los estándares o indicadores de poder patriarcal?”
El silencio fue la respuesta más estridente. Después de lo incómodo alguna se
atrevió a emitir un desgarrador NO. Es algo
que me abruma y me ha tenido reflexionando desde el sábado. Ojalá algún día,
pueda gritarles una respuesta diferente.