El milagro mexicano
Por Alejandro Carrillo
Tras meses de vanos esfuerzos para detener la pandemia, nadie imaginó que el milagro viniera del tercer mundo. Los ojos de todos los gobiernos, organizaciones y farmacéuticas miraban estupefactos a los especialistas mexicanos que anunciaban que, efectivamente, la cocaína curaba el virus.
Como dictan las sagradas escrituras, la clemencia antecede al milagro: uno de los desahuciados en el INER se dio un pase a escondidas para bien morir y la recuperación fue evidente. Raudos los especialistas hicieron más pruebas con los casos graves y ¡eureka!
El mismísimo presidente de la república dio la noticia y en directo durante la mañanera inhaló, acompañado de su gabinete, la farlopa servida en bandeja de plata del Palacio Nacional, para exhortar a la población sobre la importancia de tomar medidas en todos los hogares. Los músicos dejaron de hacer conciertos en streaming para en su lugar grabar tutoriales de consumo responsable y los literatos empezaron a publicar en sus redes sociales inacabadas listas de dealers de confianza y picaderos en lugar de sus repulsivos textos y petulantes links a PDF's de la vanguardia. San Lázaro fue uno de los primeros recintos libres de virus, el Canal del Congreso televisaba en vivo las sesiones de los diputados y senadores esnifando largas rayas de coca frente a sus curules. Otro día en la oficina.
Los grandes cárteles de la droga firmaron una amnistía y en un acto de humanidad se comprometieron a poner sus servicios y productos al alcance de la población. Por la madrugada aparecían camiones repletos de mercancía frente a los centros de salud con narcomensajes diversos: "GOBIERNO Y PUEBLO DE MÉXICO: DE ESTA SALIMOS JUNTOS... COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS. ATTE. CÁRTELES UNIDOS".
La Guardia Nacional atesoraba “la medicina” y la Secretaría de Salud la distribuía de forma eficiente y gratuita. Filas interminables en las clínicas del IMSS de todo el país para administrar la cura a millones de mexicanos que entraban incrédulos a los consultorios y salían atarantados manoseándose la nariz con desesperación.
La Naciones Unidas enviaron a cientos de cascos azules por el polvo maravilloso en aviones inmensos de carga que aterrizaban y despegaban de nuestras principales pistas clandestinas en Sinaloa, Tijuana y Juárez. Poco a poco la curva epidemiológica se estabilizó a nivel mundial, la ONU nombró a Diego Armando Maradona como embajador de buena voluntad y así el milagro mexicano llegó hasta el último rincón para aliviar al último infectado.
Ese año el país creció 67 por ciento.