De mi niñez tengo pocos recuerdos claros; viajes, fiestas y eventos que mis padres usan como referentes para contar esa época de mi vida, no tengo la menor idea de si sucedieron o no. Lo que recuerdo de manera perspicaz son los domingos en compañía de mi padre, el único día de la semana que pasaba con él, pues claro de lunes a viernes su trabajo era pesado en la industria automotriz y viernes y sábado se subía al bus como cualquier persona sensata. Los domingos empezaban con una visita a una plazuela burguesa muy afamada en Puebla, de esas que —como dice Carlitos Arellano— a veces te matan la personalidad; íbamos ahí porque era el único lugar de la ciudad con un Mixup y comprabamos varios discos de rocanrol para después sonarlos a lo largo del día en el automóvil mientras recorríamos toda la ciudad, de aquí para allá, a lavar el carro, comprar la despensa o rolar por el centro.
De esas adquisiciones que se realizaron por años, recuerdo
con cariño bastantes álbumes que hoy en día son parte fundamental de mi
melomanía y que definieron mis gustos musicales; Dire Straits, Stevie Ray
Vaughan, Spencer Davis, Creedence, Johnny Cash, The Byrds, Clapton, pero el más
importante fue definitivamente “Full Moon Fever” de Tom Petty.
El primer disco solista del hijo de Gainesville, Florida,
producido por Jeff Lynne (ELO), Mike Campbell y el mismo Petty, fue mi primer
aproximación a su música y recuerdo que me
fui de nalgas en cuanto escuché “Runnin’
Down a Dream” mientras mi jefe me contaba que mi tío Pollo le había
chingado ese cassette que el tío La
Tripa había grabado para él.
Este disco lanzado en 1989 lo escuché por semanas sin parar;
mientras mis compañeros de secundaria estrenaban sus primeros iPods con
canciones de Sin Bandera o Reik, yo escuchaba una y otra vez el rolón “Yer So Bad” en mi reproductor MP3 chino
tipo USB al que solo le cabían 15 tracks. El discazo que fue número 3 en el
Billboard de ese año y que cuenta también con la colaboración de George
Harrison, Roy Orbison y Del Shannon es la mejor opción para adentrarse por
primera vez en el mundo tompettiano, sin duda.
Mi segunda y definitiva aproximación a Thomas fue en febrero
del 2008, cuando los Heartbreakers rompen madres en el medio tiempo del Super
Bowl XLII. Mis tíos y primos nos reunimos en la sala de mi casa para ver el
mencionado evento deportivo sin saber de la participación de la banda y sin
mucho conocimiento ni gusto por el futbol americano, sino como un pretexto para
armar una buena pedita. Un corazón gigante siendo atravesado por la silueta de
una Flying V dentro del Estadio de la
Universidad de Phoenix fue el escenario donde bastaron cuatro canciones para
volarme la cabeza y volver a Mike Campbell uno de mis más grandes héroes de la
guitarra, tocando una Starplayer TV de Duesenberg (guitarra alemana signature
de Mike que anda rondando los 55 mil pesos mexicanos y muy complicada de
conseguir).
Ese año no paré de escuchar toda la discografía de Tom y la
banda, clavándome con algunos discos muy puntuales que a la fecha son mis
favoritos “Wildflowers” (producido
por el gran Rick Rubin), “Southern
Accents” y el deprimente “Echo” que
son álbumes finos de principio a fin; aunque si tuviera que elegir mis
canciones predilectas serían “Rebels”,
“Square One” y “Time To Move On”.
El 30 aniversario de Bob Dylan terminó por convencerme de
que los Heartbreakers era quizá la más grande banda de rocanrol cuando
interpretan “Rainy Day Women #12 & 35” y la majestuosa “License To Kill”
que si no la han escuchado, háganlo ya.
Bob siempre tuvo
mucho respeto y admiración por la banda, tanto que en 1986 les propone hacer
una gira llamada “True Confessions Tour”
por Nueva Zelanda, Australia, Japón, Estados Unidos y Canadá, donde los
Heartbreakers serían además la banda que tocara con él. Pueden echarle ojo a
uno de estos conciertos que se grabó en Sidney y se publicó en VHS llamado
“Hard to Handle”, ahora lo encuentran en su plataforma favorita de video
streaming.
Como músico, el análisis que realizo de Tom Petty & The
Heartbreakers es sencillo, sonaban como una banda de rock & roll debe sonar:
perfecto, todo suena en su lugar. El armario de Tom y Mike está lleno de
cualquier cantidad y tipo de guitarras; sin embargo tienen el acierto de saber
cuándo y cómo usar cada una para lograr ese sonido de rock elegante, en estudio
y en vivo, aunque sus favoritas y el sonido característico de la banda se logró
gracias a las rickenbacker, telecaster y firebird.
En mayo de este año se estrenó un documental en memoria de
Tom Petty que es dirigido por Andrew Slater y hosteado por Jakob Dylan (hijo de Robert y líder de The
Wallflowers) en el que Jakob, junto a Beck y Regina Spektor forman una banda
para un concierto y la grabación de rolas de las bandas más importantes del
movimiento folk rock de los años sesentas que se desarrolla en el Laurel Canyon de Los Angeles,
California. Además de entrevistar personajes como Eric Clapton, Roger McGuinn,
Jackson Browne y David Crosby, también hace aparición Tom y explica las
influencias del sonido de los Heartbreakers, basado claro en una rickenbacker.
El filme “Echo In The Canyon” no tiene desperdicio, sin
embargo es difícil de encontrar y los subtítulos al español no existen pero ni
hacen falta (lo encuentras en PopCorn Time).
El lunes 2 de octubre de 2017 nos enteramos de la muerte de
Petty y fue inevitable llorar, parafraseando a Sergio Martínez, Tom Petty es parte de mi familia y de mi vida; mucho más que
algunas personas con las que en verdad tengo un vínculo sanguíneo. El tipo que
tuvo todo el sonido del rocanrol, la inteligencia lírica del folk y la actitud
más punk de los años setentas. Hasta los perdedores tenemos héroes.
Para el viernes 6 ya había convocado a mi primo César y nos
vimos en mi estudio de grabación para agarrar una tremenda peda de dos días
escuchando toda la discografía y videos de los Heartbreakers, incluso en algún
momento de sagacidad —o no— decidimos escribir y enviar un texto de condolencia
a Annakim Petty, hija de Thomas. Evidentemente, en la resaca eliminamos el
mensaje enviado en una especie de autoengaño que permite hacerte el pendejo
pensando que no enviaste nada, pero el mensaje se entregó, obviamente sin
respuesta. A partir de ese día decretamos el homenaje anual para sonar la obra
del poeta de Gainesville al calor de unos rones y en caída libre y celebrar la
suerte que tuvimos de vivir en sus épocas. Éste año tendrá su tercera edición
el viernes 4 en el mismo lugar. “Hello CD
listeners” si has llegado a este punto del texto, estás invitado. Nos toca
hacerlo vivir por siempre.