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Sin lugar a dudas, las generaciones contemporáneas -con posibilidad de acceder a las plataformas digitales- han encontrado en Netflix una nueva manera de consumir entretenimiento, lo que incluye séptimo arte y diversas series.
En ese sentido, los contenidos fílmicos exhibidos de esa forma han mejorado notablemente durante el último año, gracias a la calidad de las producciones estrenadas, así como por la participación de prestigiados realizadores, por ejemplo, Alex Garland ("Aniquilación" y "Ex Machina") o Bong Joon-ho ("Okja" y "El expreso del miedo").
Ahora, Netflix presenta un par de películas orquestadas por un trío de creadores laureados con el Oscar y ampliamente reconocidos a nivel mundial: Susanne Bier y los hermanos Coen.
La primera (alabada por las cintas "En un mundo mejor" y "Después de la boda") dirige a Sandra Bullock en "Bird box: A ciegas", un drama de corte apocalíptico en donde las personas están siendo mermadas y extinguidas por un ente invisible, que las motiva a suicidarse o cometer homicidios.
Si bien es cierto que dicho metraje nos recuerda a propuestas similares como "El fin de los tiempos" o "La niebla", la historia escrita por Eric Heisserer logra establecer sólidamente su propio universo y reglas, en el que utilizar la vista se vuelve una sentencia de muerte.
Aunado a ello, la protagonista entrega una actuación digna y creíble (mejor que la brindada en "Ocean's 8: Las estafadoras), con un conflicto emocional de por medio ciertamente complejo: una mujer que rehúye la maternidad y que, aparentemente, no quiere establecer ningún lazo emocional con los infantes a los que custodia (a los que de manera indiferente llama "niña" y "niño").
En resumen, "Bird box: A ciegas" es una película entretenida, dueña de una premisa inquietante. Eso sí, cuenta con un par de detalles poco "reales" (salidas fáciles del guion), pero no trata de explicar ni dar solución a su antagonista, algo que se agradece en una época plagada de filmes complacientes y espectadores pasivos. De hecho, el desenlace de dicha pieza pudo haber sido más cursi y hollywoodense, pero evitó ello.
Pasando a la nueva producción de Joel y Ethan Coen, "La balada de Buster Scruggs" (por su título en español), se trata del homenaje que la magnética dupla creativa le rinde -una vez más- al género western, ese que han abordado anteriormente en su filmografía ("Temple de acero" y "Sin lugar para los débiles"), y al que le inyectan nuevos bríos, gracias a un sexteto de refrescantes cuentos escritos por ellos mismos.
De ese modo, resulta maravilloso lo que dichos cineastas hacen con personajes habitualmente secundarios en ese tipo de propuestas (ojo a la historia que involucra un banquero, “Señor sartén”) o el modo en que revierten algunos convencionalismos del género. Ejemplo de esto último es el episodio liderado por Tim Blake Nelson, en donde el protagonista no tiene un físico de ensueño (aunque sí derrocha mucho carisma), cuyo final es inesperado.
Ahora bien, no queda en tela de juicio la hermosa cinefotografía del francés Bruno Delbonnel (quien demuestra su oficio para los tonos azulados, ocre y verdosos, además de construir cuadros que parecen postales), ni el cuidado diseño de arte a cargo de Jess Gonchor (habitual colaborador de los Coen). Ambos aspectos (para nada acartonados) denotan con creces profesionalismo y calidad, que hacen ver al Viejo Oeste como un lugar idílico donde vivir, a pesar de las atribuladas o melancólicas situaciones que alberga.
Finalmente, los hermanos favoritos de Hollywood demuestran su don para orquestar lacónicos relatos, así como argumentos ágiles (que oscilan entre la comedia y la acción) o capítulos pausados repletos de diversos simbolismos visuales. Es decir, confirman que son unos ases de la dirección y unos referentes imprescindibles de la actual industria cinematográfica.