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Hace tres años, el realizador latinoamericano Ciro Guerra sorprendió a la comunidad cinéfila mundial con “El abrazo de la serpiente”, una obra pausada pero magnética acerca del quiebre de las tradiciones de una comunidad indígena, mismo que fue provocado, en primer lugar, por la llegada de un hombre extranjero y, posteriormente, por malos entendidos entre los propios pobladores.
Ahora, con su nueva obra intitulada “Pájaros de verano”, el cineasta originario de Colombia logra, junto con su socia y codirectora Cristina Gallego, imprimirle novedad al género gánster o de narcotraficantes, al añadir en el argumento una poderosa protagonista femenina, así como una serie de simbolismos relacionados con la irrupción abrupta del capitalismo dentro de una región, lo cual afecta seriamente las costumbres de esta.
Respecto a lo primero, se trata de un elemento poco común en las narcocintas, pues los roles estelares suelen recaer en figuras masculinas, mientras que las actrices quedan relegadas -si bien les va- a interpretar el papel de las femme fatal.
No es el caso de “Pájaros de verano”, propuesta en donde la matriarca de una comunidad indígena resulta una pieza clave -sino es que la principal- para el desarrollo de la historia.
En ese sentido, vale la pena destacar el trabajo de Carmiña Martínez, quien con su “Úrsula” hace recordar esos emblemáticos personajes femeninos de las tragedias griegas, que van entretejiendo los hilos de forma sutil y conveniente No en balde su reconocimiento como mejor intérprete en la reciente edición de los Premios Fénix.
Por otra parte, resulta digno de alabanzas el elegante estilo con el que los directores hablan sobre el colonialismo, mediante la presentación del auge de la venta de cocaína en Colombia. Así, dicha droga es percibida como una plaga que corroe lentamente el espíritu o convicciones de un pueblo, en tanto que la palabra de los adultos mayores ha sido desplazada por un adictivo materialismo.
Igualmente, el ritmo sereno con que es retratado un universo frenético, caracterizado por su alto grado de violencia, es otra de las virtudes del filme en turno, pues los sueños o premoniciones que tienen algunos de los protagonistas causan más tensión o angustia que las amenazas o balazos.
Finalmente, los creadores dividen su relato en cinco episodios (o cantos), quizá como una forma de plasmar la fragmentación de las creencias y de los lazos comunitarios.
“Pájaros de Verano” es la seleccionada por Colombia para lograr una nominación en la próxima entrega del Oscar, esto dentro de la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera. ¿Puede lograrlo? Sí, pues su argumento revierte algunos convencionalismos del séptimo arte de narcotraficantes, además de que cuenta con una fotografía de infarto y alto impacto poético, mientras que su manufactura técnica no le pide nada a las grandes producciones hollywoodenses.
Sinopsis. La “Bonanza Marimbera”, el lucrativo negocio de la venta de marihuana a Estados Unidos, fue un presagio de lo que marcaría a un continente por décadas. En la Guajira, Colombia, una familia wayuu vivirá en carne propia las consecuencias del choque entre la ambición y el honor. Su cultura, sus tradiciones y sus vidas serán amenazadas por una guerra entre hermanos cuyas consecuencias las sentirá el mundo entero.