Salmón y 32
María Santos
Salmón y 32 eran los elementos que debía contener el siguiente relato o estar relacionado con ellos, eso fue lo acordado, lo cual fue resultado de un juego azaroso hecho con la carta del restaurante. Luego de la reunión en El Naranjo con mis compañeros narradores, llegué a casa y fue inevitable comenzar a pensar en ideas, quizá las cervezas que me tomé a grandes tragos me alteraron un poco y empecé a imaginar ciertas escenas como: un joven calvo que cada vez que comía un filete de salmón brotaban en su cabeza 32 cabellos o la historia de 32 presos y a uno de ellos lo apodaban “El Salmón” ¿por qué? no lo sé, aún no tenía el gusto de conocerlo. También imaginé una prostituta de 32 años obsesionada con las blusas color salmón, ¿por qué? En la esquina del burdel me lo diría.
A la mañana siguiente imaginé 32 abejorros negros con bandas color salmón atacando a un perro a las afueras de una barbería.
Pasaban los días y seguía sin decidir cuál idea desarrollar, hasta que una noche calurosa una historia me convenció: durante más de 32 noches un joven calvo le cuenta relatos a su compañero de celda apodado “El Salmón” a cambio de que éste le consiga una cita con una prostituta de 32 años quien siempre porta una blusa color salmón, pero una noche “El Salmón” bajo el efecto de una droga le dice que ella murió a causa de las picaduras de 32 abejorros negros con bandas color salmón cuando trataba de proteger a un perro a las afueras de una barbería. El joven calvo se enfurece y se lanza sobre él. “El Salmón” saca su navaja del pantalón, se la clava en el cuello y el joven muere, extrañamente unos minutos después brotan 32 cabellos en su cabeza, pues unas horas antes, por buen comportamiento, el custodio le dio de comer un filete de salmón, discretamente.
Era el día de la reunión con mis compañeros narradores y no alcancé a desarrollar la historia. Había planeado terminarla uno o dos días antes del encuentro, pero en las últimas 32 horas fui víctima de una repentina salmonelosis.
Siete Nuevos Narradores
Editorial
Nos gusta tomar letras para formar palabras, aunque no despreciamos el agua, la leche, cerveza, güisqui o bebernos alguna que otra idea para ir alimentando nuestras historias.
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