Por Isaías García
Pensé que el enviarte cartas y no recibir alguna respuesta
era por tantas ocupaciones que sueles tener. Pensé que aprendería a vivir a
solas aunque fuese por un tiempo, creí que así podría madurar y aceptar futuros
inciertos. Quería llamarte por las mañanas para que te alegraras, aunque sea un
poco y esto te ayudará a distraerte. Deseaba aprender de todo esto pero soy una
persona tan débil que no puedo sacarte de mi mente y veo que dependo de que tú
estés aquí. No puedo hacer lo que debería por pensar si te encuentras bien, si
nuestra relación aún continúa. Me pregunto si piensas en mí, me pregunto qué
harás ahora, creo tus labores te condenan al cansancio porque no respondes a
ninguna hora, pero yo puedo esperar.
Me encontraba sentada en la parada del tren, en esa banca en
la que el único ser que me acompañaba era mi perro Bruno, ese hermoso animal en
color café, de raza pastor alemán que fruncía el ceño mientras me miraba al
espejo de bolsillo. Sentía que la desesperación se apoderaba de mi cuerpo, un
hueco en el estómago y la ansiedad era como un golpe que me sofocaba al
instante.
Recuerdo que portaba un vestido corte princesa en color rosa
que me llegaba a las rodillas, en corte V, con tirantes y cremallera. Calzaba
unos zapatos de tacón en color blanco, llevaban una tira que se acomodaba a la
perfección en mis tobillos, la puntera cerraba y dejaba los dedos cubiertos. Me
ponía de nervios mientras miraba a las vías del tren para ver aparecer a alguno
que te trajera en él y a la vez me miraba en el espejo, mi cabello rubio era
alborotado por el aire que parecía jugar como si éste fuese un juguete, por lo
que opté por sujetarlo con una liga de color blanca y hacerme una coleta. Veía
que estuviera presentable por lo que observaba en mi reflejo esos ojos azules
que parecían ser un cacho del cielo cuando está en todo su esplendor, mis
labios pintaban en color rosa para hacerlos ver más natural y así mi tono de
piel me hacía ver más blanca. Ese día yo me había arreglado para verte
especialmente a ti, para darte una noticia que me tenía emocionada e
ilusionada.
La tarde pintaba gris, las nubes se juntaban altaneras como
las vecinas que se la pasan criticando a todo mundo, estas mujeres juguetonas
escondían bajo su cuerpo al sol que minutos antes se insinuaba con sus rayos de
luz que se colaban en mis brazos descubiertos. Esperaba con ansia verte llegar,
tocaba mi estómago cada vez que podía y suspiraba de alegría.
Pasaron varios minutos y el sol ya no se veía por ningún
lado, un viento ligero se volvía de lo más arrogante golpeando todo a su paso
como si un ego profundo invadiera todo su ser. La gente caminaba siempre tan
igual, caras desconocidas, pareciera que sabía lo que pensaban y cuál era su
misión en la vida, mientras yo suspiraba como una adolescente enamorada. Esa
tarde se me hacía de lo más eterna, sentía un vacío tan triste, sabía que algo
iba a concluir, un presentimiento merodeaba como las abejas a la flor, mis
fuerzas se escapaban en segundos que creaban deseos absurdos de verte llegar y
de este modo mostraba una impresión entusiasta a pesar de que el dolor me
amenazaba e invadía mis sentidos, estaba con los sentimientos encontrados.
Bruno se encontraba acostado en la banca y se tapaba los
ojos con ambas patas, no dejaba de gruñir cuando se escuchaban los truenos
resonar. La tarde se mostraba tan extraña, invadida de un gran misterio, así
como tú cuando llegabas a casa y no entendía el porqué de tu comportamiento. Me
encantaba perderme en tus ojos profundos que me dominaban y así perdía el
control, caía rendida ante tus brazos que parecían protegerme de un ser
maligno. Tu cabello siempre tan perfecto, esa sonrisa delgada que muy apenas
dejaba mostrar tus dientes alineados y blancos. Miraba con tanta atención a tu
cuerpo que me hacía desvanecer y quedar pegada a él mientras me hacías el amor
y así me entregaba en cuerpo y alma. Algo que no olvido es que me besabas en la
frente como si besaras cada pensamiento mío por muy absurdo que fuera, a mis
sueños frustrados, a mi poca inteligencia y a todo eso que hay en mi cabeza
loca. Me tocabas el pecho con tanta fuerza y te regocijabas en él como
queriendo conocer los sentimientos que inundan en lo más profundo de mi ser, te
quedabas abrazado de mi como un niño mimado, me apretabas al ritmo de los
latidos de mi corazón, yo, quedaba sin aliento, apasionada y contenta por tu
forma de unir tu cuerpo y tu alma con mi cuerpo y mi alma.
El reloj marcaba las seis y cuarto, faltaban quince minutos
para que llegara el siguiente tren, en el que tu llegarías, de un momento a
otro se dejó caer una llovizna que amenazaba en convertirse en una tormenta, el
viento golpeaba con tal fuerza que movía descontrolado a mi vestido y
acariciaba con brutalidad a mi cabello que era sujetado por una liga. Mi
respiración se aceleraba, mi instinto de huida hablaba a mis oídos pero mi
sentido de la razón insistía que me quedara y saliera de dudas. Una posesión se
acumulaba en mis hombros como un costal de papas para que no me moviera del
lugar en el que me encontraba, siempre supe que algo me pasaría, la tentación o
la curiosidad no sé qué era pero estremecían a mi cuerpo, iba a tener una
aventura que sería una desventura, sabía que sería parte de ella y que saldría
lastimada.
Bruno salió huyendo acobardado porque el cielo comenzó a
tronar más fuerte y dejaba escuchar su furia, inició una lluvia que coloreaba
al cielo más triste y gris. Las gotas que caían mojaban mi cara y escurrían por
mi cuerpo, por la ropa que cubría ligeramente a cada parte de mi ser.
Mi amigo el tiempo se presentaba alocado y con una burla que
me tenía sentimental, eran las 6.30, un silbato se dejaba escuchar a lo lejos,
mis ojos volteaban como atraídos por la gravedad que se encontraba alrededor de
ese tren, éste se detenía lentamente y dejaba abrir todas sus puertas, la gente
se dejó llegar con paraguas en mano y algunos cubriéndose con bolsas para no
terminar empapados, yo buscaba por las ventanillas lo que más he esperado ver
tu silueta aparecer, verte llegar. Las personas que abordaban el tren bajaban
despavoridas como un montón de aves en libertad, se empujaban, el ruido no
dejaba de cesar, los murmullos, los llantos y risas hacían eco por todo el
lugar. De un momento a otro el silencio gobernaba y sólo se dejó escuchar el
ruido de una puerta que se encontraba a unos metros de mí al compás con la
lluvia que se calmaba en ese momento, frente a ella se encontraban una mujer
joven, muy atractiva por cierto pero describirla está de más, iba acompañada
por un niño de aproximadamente unos cinco años. Lograba observar una sombra de
una persona alta con una gabardina negra y un sombrero del mismo color, esa
persona medía como un metro ochenta, caminaba como loca hacia allá, vi que eras
tú, si mi primer amor, al único que me le he entregado como si el mundo fuese a
acabar, eras tú, sonreías y tu cara mostraba una felicidad inmensa, jamás había
visto esa cara, me enternecía y a la vez me dejaba estremecida, de repente esa
mujer se abalanzó hacia a ti y ese niño se abrazaba de tu pierna izquierda, la
mujer lloraba y un sentimiento de alegría se desprendía de su rostro, tú la
besabas en la frente y acariciabas su mejilla. En cambio yo, retrocedía
lentamente, lloraba y me desvanecía, me abrazaba a mi estómago como mi único
consuelo, caía de rodillas al piso, veía como te ibas abrazado de esa mujer, no
tuve el valor de levantarme y de acercarme a ti, no quería acabar con aquella
alegría, eran la familia perfecta, mordía mis labios, quería dejar de llorar
pero no podía, cubría mis ojos no quería seguir viendo. Tanto que corrí para
darte la noticia, algo dentro de mi pecho se despedazó, tanto que me arreglé
para encontrarme contigo y de qué me sirvió. Me levanté y corría con tanta
pena, solo imploraba a Dios fuerza para valerme por mí y por ese ser que crece
dentro de mi vientre, mi fuerza de voluntad sería sólo por ese ser. El tiempo
pasará y un siglo no es mucho, no podré vivir sin tu amor, pero me dejaste lo
más hermoso sembrado en mi cuerpo, y sí, me regresé a esa banca, mi ropa mojada
y mi cabello desarreglado, porque me di cuenta que ha quien esperaba aún no
llegaba, por lo que opté por esperar a mi primer amor, sí tú, mi único y
verdadero amor. Sé que aún te encuentras lejos, sigo postrada en esta banca
esperando tu llegada.
Hoy como todos los días escribo una carta preguntando tantas
cosas, esperando recibir alguna respuesta. Mis amistades dicen que ya te olvide
que no sirve de nada esperar, que un amor de lejos no es sincero pero no se
percatan de que lo que siento por ti ignora cualquier comentario necio, mi amor
es tan fuerte y puro que todo eso lo hace único, lo hace lo más bello y
celestial, inquebrantable, perfecto, inmortal. Pensé que el dudar de ti al no
recibir ninguna carta de tu parte acabaría por matarme, sé que me condenaba a
la desesperación, a los celos sin justificación. Creía en lo que otros me
decían pero no vuelvo a cometer ese error porque sé y puedo esperar.
Quizá no entendía lo que pasaba y hoy me doy cuenta que es
una prueba aunque sea algo extraña, ahora más que nunca sé que mi amor me hace
fuerte, valiente y paciente, me hace estar de pie, esperándote en aquella
estación de tren todos los días de invierno observando por todas las
ventanillas lo que más he esperado, tu llegada, ver tu silueta aparecer para
recibirte con las brazos abiertos, con un beso en la mejilla, mientras te tomo
de las manos, y así, no soltarte jamás, para que caminemos siempre juntos por
las calles de la ciudad, tomando como rumbo la eternidad. Tal vez suene cursi y
ridícula al decirte todo esto, pero no hay nada que me detenga, en esa estación
ya me conocen y me dicen que me dé por vencida, que tú jamás volverás, pero aún
sigo esperando y seguiré así hasta el final de mis días, sabes por qué, porque yo
puedo esperar.
Siete Nuevos Narradores
Editorial
Nos gusta tomar letras para formar palabras, aunque no despreciamos el agua, la leche, cerveza, güisqui o bebernos alguna que otra idea para ir alimentando nuestras historias.
Nos gusta escribir lo que vemos, pensamos, sentimos. Intentamos ser fieles a nosotros mismos, aunque de pronto nos traicionamos y somos más fieles a nuestras inquietudes, nuestros vicios, nuestros miedos, nuestras certidumbres y nuestras dudas, de ahí nacen nuestras historias.
Hijos de nuestro tiempo, apostamos al ciberespacio y nos subimos a la revista Sputnik 2 (junto con Laika) para poner en órbita nuestras letras. Pase, léanos, quizá se reconozca en alguno de nuestros textos. Recomiéndenos si pasa un buen rato leyendo, sino escriba para decirnos lo malos que somos. Apostamos a divertirnos, generar nuestra propuesta literaria para que sepan que aquí estamos y derramaremos letras e historias desde Aguascalientes.
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