Entrevista | Por Jorge Espinosa
Entre los tranquilos
sonidos de la tarde, aflorando los recuerdos de toda una vida, de cuando
alumbraba las tumbas, con la tenue luz
su linterna. Aquel hombre que ha caminado por los camposantos de su
natal Montevideo, se prepara para una inusual entrevista que jamás hubiera
esperado tener.
Atardecía en
Montevideo y con ello daba inicio a las preguntas que traerían a la vida
historias que muy pocos han de conocer. De tono tranquilo y paciente se dispuso
a contestar las preguntas que le habrían
de recordar su pasado.
Los pasos de su padre
La primera pregunta
estaba cargada de nostálgicos recuerdos sobre su padre, del que heredó la
profesión de sepulturero. Recordó, cómo desde
temprana edad se encontraba al lado de su padre jugando, entre la tierra del
cementerio, para años después terminar ayudándole
a ganarse la vida entre los muertos, habló sobre el primer cementerio que
recuerda, siendo de la cooperativa de Salud
Pública, por lo que a su viejo se le conocía como “Salud Pública”.
Las siguientes
preguntas le recordaron aquellos tiempos, en que buscó seguir los pasos de su padre, yendo al cementerio diariamente después de la escuela. Señaló que al llegar la adolescencia,
lo que comenzó como simple ayuda se transformó en un trabajo.
Este oficio lo encontraba interesante, porque en
los cementerios siempre se encontraba algo que hacer; ya sea limpiando las
tumbas y los nichos o en los talleres de grabado de placas, relacionado con lo
anterior, comentó que su primer trabajo
formal fue en el panteón de la Corte Electoral de Uruguay, al que recuerda cariñosamente
por su excelente ambiente laboral y las amistades que llego a cultivar durante
ese periodo.
Al preguntarle sobre
su primera vez como sepulturero, respondió que venía a su mente su estancia en
el inconcluso panteón de Previsión, en el que nadie se animaba a quedarse de sereno por las noches, debido a la carencia
de servicios. A lo que su padre muy animado les comento a los arquitectos de la obra.
-¡Mira, mi botija se anima!
Recuerda aquella noche
en la que acompañado de mates se
encontraba componiendo y escribiendo en el cementerio, siéndole aquella noche
lo más natural del mundo, ya que se había jugado y criado entre las tumbas.
Los deberes del
sepulturero
Al abordar la pregunta sobre en qué consiste
la profesión de sepulturero, comenzó a explicar
lo mal entendido que está, ya que es muy común que esta palabra se
interprete como “aquel individuo que toma una pala, cava un agujero y entierra
a la gente”. Comenzó a explicar que no
sólo tiene que ver con enterrar los cuerpos, sino con limpiar las tumbas;
revisar los trámites funerarios; registrar los cuerpos que salen y entran en un
“libro de los muertos”; reducir los cuerpos que llevan cierto tiempo para
colocarlos en una urna. Adicionalmente,
comentó que otro de los deberes de un sepulturero en ocasiones es hacer de
psicólogo, en todos estos años que desempeño la profesión, es un hecho que ante el dolor de la gente uno va
aprendiendo a escucharlos para poder aliviar un poco su dolor; pero hay que ser
muy cuidadosos con lo que se le dice a la gente, no puedes llegar y decirles -Mira, está en un
lugar mejor-. Porque si llegas a
decir algo mal, en vez de animar puedes causar mucho más dolor del que ya tienen.
Prosiguiendo sobre los
deberes de un sepulturero, se tocó el
tema sobre lo más escabroso que llegue a ocurrir al tratar con los cuerpos,
siendo la primera cosa de estas, el olor que expiden. Ya que al trabajar entre
los muertos uno termina acostumbrándose a su aroma. Para explicarlo, nos
explica que es como los que trabajan con gas, se acostumbran al olor al punto
de no molestarles, el sepulturero se acostumbra a la fetidez de la carne humana
podrida; ya que en los panteones este hedor se encuentra impregnado. Bloomerfield, afirma que este
aroma puede definirse como dulce y nauseabundo; siendo lo más
cercano que uno pudiera experimentar la fetidez es el comer un pedazo de carne
podrida con azúcar; describiendo más a detalle que el aroma dulce es lo que
vuelve más vomitivo este olor. A lo que
comenta en su experiencia personal, que antes de entrar a su casa tenía que
quitarse el uniforme de trabajo y meterlo en una bolsa de plástico, al meterse
a bañar recuerda aquella fuerte pestilencia que provenía del uniforme.
A lo que añadió, que
existen situaciones con las que resulta difícil tratar con un cuerpo, entre las
que destaco los casos en que los cuerpos se momifican, si bien nadie tiene una
explicación certera de porque ocurre esto, se han llegado a señalar como
posibles responsables la humedad, la medicación, la quimioterapia, a lo que afirmo que después de tantos casos
que vio nadie tiene una explicación real de porque ocurre esto. Continuó contando que, el caso verdaderamente
difícil de tratar son los llamados “súper tamaños” estos son cuerpos de
personas de 200 kilos o más, así como personas demasiado altas.
En estos casos, se
debía de realizar procedimientos que no
le resultarían muy agradables a los familiares del occiso. Puntualizó que uno
de los trabajos más duros que pudo enfrentar, es fungir de carnicero al cortar
alguna extremidad para ajustar los cuerpos a los nichos o mutilar los cuerpos
para poderlos colocarlos en las urnas.
Experiencias extrañas
en el cementerio
Una de las preguntas
que le pareció más interesante a Bloomerfield, fue la referente a los fenómenos
paranormales que han sido reportados en los cementerios, a lo que sostuvo que
realmente, es raro que pasen ahí. Argumentó que es más común que los fantasmas,
espíritus u otro tipo de entidades se manifiestan en lugares donde han ocurrido
muchos asesinatos, ya que en realidad muy poca gente a muerto en los
cementerios, esto les ha ganado la consideración de “tierra santa” llegando a
mencionar este detalle en el cuento “Suicidarse en el cementerio”. En su experiencia personal comenta que las
experiencias aterradoras que han vivido en los cementerios están relacionados a
seres vivos tales como ratas, comadrejas, cucarachas, delincuentes y
saqueadores de tumbas.
Comenzó a relatar
sobre el aullido de los perros en viernes santo, fenómeno en el cual los perros
aullaban como poseídos en la madrugada del jueves previa a viernes santo, nos
explica que según una leyenda que cuentan los coraceros y funcionarios de
cementerio estos perros le dan la bienvenida al diablo, el día previo a que
matara a Cristo. Prosiguió con la segunda experiencia en la que narra cómo es
que una noche en la que disfrutaba de la película “De origen desconocido”, en
la que un hombre se encuentra atrapado junto a una aterradora rata gigante. Pasando
la película salió junto con su perra ovejera alemana a recorrer el cementerio,
confiesa que se encontraba muy sugestionado y que temía que la rata pudiera
aparecer. Repentinamente, notó que su fiel macota comenzó a ladrarle a una
enorme figura gris que se encontraba posada sobre los límites con el panteón
Graf Spee. En esos instantes encadenó a la perra y se acercó a aquella cosa
pensado que se trataba de un gato, al acariciar esa cosa, esta se dio la vuelta
y vio que se trataba de una comadreja, la cual soltó un grito furioso y enseño
su afilada dentadura, a lo que resaltó que de por sí es aterradora la dentadura de una comadreja, uno debe de
temerles porque te pueden arrancar un dedo con una facilidad asombrosa.
Su última historia fue
acerca de cuándo le tocó participar en un fuego cruzado con delincuentes, que
merodeaban los alrededores, llegando a ser herido en una pierna. Explicó, que a
los alrededores de los cementerios uruguayos se encuentran los barrios muy
conflictivos tales como son el “Cuarenta semanas” y “El palomares”.
Un legado a seguir
Para concluir la entrevista se abordó cómo es
que estas vivencias en el cementerio influenciaron en su carrera de escritor,
Bloomerfield afirmo que desde antes de trabajar ahí, ya escribía, por lo que
realmente no fue la influencia para escribir este generó. Señalo que quiso
escribir horror porque era un género que le producía una catarsis al terminar
de leer libros de terror, así como leer autores como Edgar Alan Poe, Robert
Bloch y Horacio Quiroga; señalando a este último como la mayor influencia, al
tratarse de un autor proveniente de Uruguay y el único del género de horror
durante su adolescencia . Destaca que en 1997 cuando salió su primer libro
“Dormirás con las luces encendidas”, le dedicó el libro a Quiroga, por lo que define que el escribir horror es una
manera de rescatar un género muy importante, del que Uruguay le dio al mundo a
uno de sus más grandes genios.
Bloomerfield concluye que
su intención era rescatar el legado de Quiroga y más allá de que haya gente que
no le guste lo que escriba, su verdadera intención era provocar y motivar a la
gente a escribir. Aclarando, que nunca le ha molestado que hubiera autores que
escribieran mejor que él, porque su propósito era revivir el género del horror; señalando que es un placer entrar a las librerías uruguayas y encontrarlas repletas de libros de autores latinos, mirar
un ciclo de televisión dedicado al misterio y al horror dirigido por su colega
Guillermo Lockhart, reconocer el trabajo de un escritor venezolano que publica
libros de humor negro y fantasía como en el caso de Dross; así como admirar el
regreso del horror latinoamericano, por lo que considera que el horror ha
regresado no solamente en los libros, sino en cine y la televisión.
Como comentario final,
afirmó que la mayor influencia del cementerio fue la calma y el silencio que se
puede experimentar, señalando que un silencio tal, que es posible escuchar cuando una mosca se posa sobre los vidrios
de una oficina.