Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |
He de confesar que tuve un ligero bloqueo mental y anduve vaaaarios días meditando sobre quién escribir en esta ocasión, y no precisamente porque me ‘falten’ artistas o algo por el estilo, sino porque realmente quería que este mes estuviera dedicado a una mujer talentosísima y equilibrar un poquito más esa balanza de la que alguna vez hable años atrás (¿‘años’? sí… ¡años!). Pues bien, ahondando un poquito más en mi adorado jazz, la influencia de las mujeres en este gran género musical, va mucho más allá de las cantantes; muchas eran compositoras, arreglistas, saxofonistas, pianistas y la lista sigue y sigue, sin embargo, soy honesta – como siempre he tratado de serlo con ustedes-, y les confieso que no estoy familiarizada con todas esas artistas y me parece que necesitaría de varias semanas para empaparme bien en el tema. Así que, estando en este dilema, recordé un pequeño documental que vi cuando escribía sobre Sarah Vaughan titulado ‘Queens of Jazz: The Joy and Pain of the Jazz Divas’ y de inmediato ubiqué a la única reina de la que no he hablado en todo este tiempo: la incomparable Miss Peggy Lee.
Si alguno de ustedes pensó de
manera instantánea en Miss Piggy de los Muppets, no teman sentirse avergonzados
al respecto porque, en efecto, el nombre e incluso la personalidad de esta
querida cerdita, está totalmente inspirado en Peggy Lee como una especie de
homenaje pero, en algún momento de su senectud, nuestra cantante quiso demandar
a Jim Henson (creador de los Muppets). Afortunadamente nunca llegó a concretar
nada.
La historia de Norma
Deloris Engstrom comienza un 26 de
mayo de 1920 en Dakota del Norte, la séptima de ocho hijos de la pareja
conformada por Selma Amelia y Marvin Olof, ambos de descendencia escandinava. La
triste infancia de Peggy comienza cuando, a sus tiernos 4 años, fallece su
madre y tan sólo un par de meses después, pierde su casa en un incendio. Su
papá vuelve a casarse con una señora que durante años, abusa física y
mentalmente de Peggy: la trataba horrible, la golpeaba, la forzaba a hacer
labores de casa en vez de asistir al colegio y bueno… el trauma se quedó ahí
para siempre. Todos sus hermanos mayores abandonaron la casa sin pensarlo más
de dos veces y bueno… Lee se queda a cargo de su inestable hogar soportando al
alcohólico de su padre y a la violenta de su madrastra. A los 10 años, y
sabiendo hacer ya todas las actividades de un ama de casa de los años 30s,
comienza a cantar en el coro de la iglesia Luterana donde asistían con
frecuencia y que afortunadamente estaba cerca de la estación de radio KOVC donde
Peggy comenzó a cantar casi de manera regular, después le dieron un espacio en
un programa que era patrocinado por una restaurante local y así es como
comienza a generar ruido en su natal Dakota.
Por cierto, el restaurante patrocinador, le pagaba a Peggy con comida… my kind of salary! hahaha.
Durante
sus años en la secundaria y preparatoria, Lee siguió cantando en otras
estaciones de radio hasta que, Ken Kennedy, personalidad radiofónica de Dakota en
la WDAY le dice que tiene que cambiar su nombre a algo mucho más artístico y
que la gente pudiera pronunciar con facilidad y, creo que de la nada, le impone
el Peggy Lee. Luego, nuestra querida Peggy hace unas cuantas giras
locales con la orquesta de Doc Haines, ahorra todo lo que puede y con tan sólo
18 dólares, decide dejarlo todo y mudarse a Los Ángeles en 1937, donde
instintivamente sabía que podría ganar más dinero y volverse un tanto famosa.
De inmediato consigue trabajo como cantante en un bar llamado ‘Jade’ por dos
dólares la noche; afortunadamente su talento la ayudó a conseguir un aumento y
llegó a ganar hasta 30 dólares a la semana. Sin embargo, y debido a su
inexperiencia como cantante profesional, necesitó una cirugía que le removiera
las amígdalas y la mandó de regreso a Dakota, en donde se dio cuenta que dicho
procedimiento quirúrgico, le había cambiado la voz, dándole unos tonos más
rasposos o roncos que posteriormente se convirtieron en su sello personal.
Después
de haberse recuperado, comienza a laborar en distintos hoteles de varias
ciudades vecinas en Dakota hasta que por fin llega a Chicago, donde trabaja en
el club nocturno ‘The Buttery Room’ del Hotel Ambassador West donde llegó a
ganar hasta 75 dólares por semana más su estadía en el hotel (con comidas y
todo). Justo aquí es donde le llega su golpe de suerte: la entonces prometida
de Benny Goodman (quien he mencionado muy fugazmente en otros de mis
artículos) Alice Duckworth, quedó tan impresionada con la presentación de Peggy
que al otro día, llevó prácticamente a rastras a Benny, quien estaba buscando
un reemplazo para la entonces cantante de su orquesta, Helen Forrest. Goodman
queda aún más impresionado con las habilidades vocales de Lee, quien en vez de
gritar para que su voz destacara de la música y del barullo del club, cantaba
de manera muy suave y muy pausada, creando un efecto de intimidad que obligaba
a la audiencia a prestarle el 100% de su atención.
De
inmediato forma parte de la ya famosa orquesta de Benny Goodman y comienzan a
tener éxito tras éxito en la radio: hizo el cover de ‘Let’s Do It, Let’s
Fall In Love’ de mi querido Cole Porter, ‘I
Got It Bad (and That Ain't Good)’ de Duke Ellington, ‘How
Deep Is the Ocean’ de Irving Berlin, ‘Somebody Else Is Taking My Place’ que
se convirtió en la canción favorita del público en Año Nuevo de 1942. Era
evidente que el buen Benny había acertado con la contratación de Lee en su
banda y no desaprovecharía la buena racha; trabajaron sin parar durante meses,
no sólo grabando, sino también componiendo canciones, un talento que todos
desconocían de Peggy. Puede decirse que es precisamente Benny quien la ayuda a
formarse de manera profesional.
Rápido comenzó a opacar al
resto de la banda apareciendo en revistas, en entrevistas en radio y televisión
e incluso –junto con la orquesta y Goodman- participó en dos películas: ‘Stage
Door Canteen’ y ‘The Powers Girls’. Para este momento, la disquera y el mismo
Goodman habían trabajado mucho en la imagen de Peggy, haciéndola más rubia, más
esbelta, con trajes y vestidos preciosísimos que la hicieran destacar aún más
del resto de los miembros de la banda y con los peinados más elaborados de la
época. Tal vez todo esto fue parte de la razón por la que el guitarrista de la
banda, Dave Barbour, rompió la estricta regla de Benny de ‘prohibido enamorarse de la cantante de la orquesta’ y decidió
iniciar una relación con Peggy. Casi de inmediato fueron descubiertos por
Benny, quien enfurecido despide a Dave sin pensar que Lee le seguiría a toda
costa, renunciando sorpresivamente a la banda y terminando una relación
sumamente fructífera con Goodman.
La pareja decide casarse en
marzo de 1943 y mudarse definitivamente a Los Ángeles, donde exactamente 8
meses después, nacería su hija Nicki. La idea de Peggy en este momento era
convertirse en ama de casa 24/7, sin embargo Dave le insistía que tenía
demasiado talento como para ‘desperdiciarlo’ de esa manera. En lo que le hacía
caso a su marido, comenzaron a componer y grabar algunas canciones de manera
independiente como ‘What More Can a Woman Do?’ y ‘You Was Right,
Baby’. El dúo dinámico pronto se dio cuenta de que su trabajo era bastante
solicitado y firmaron con la Capital Records, abandonando totalmente la idea de
Peggy como una ‘stay home mom’.
Su fama comienza a crecer aún
más, y aparece recurrentemente en los especiales radiofónicos de Bing Crosby,
Perry Como y Joe Stafford durante toda la década de los años 40. Asimismo, su
participación en bares y clubes nocturnos era mucho más grande y la paga
proporcionalmente igual. La simple canción ‘Mañana
(Is Enough For Me)’, la hizo ganar unos 2.5 millones de dólares y le regaló
una estadía de 21 semanas en los primeros lugares de las listas populares de
Billboard. Su música era una mezcla de varios géneros que se ‘acomodaban’ con
facilidad a su voz: jazz, blues, big band, swing, canciones del GASB… Mientras
disfrutaba de su ascenso a la fama y al mundo del entretenimiento, su
matrimonio empeoraba; Dave era un alcohólico medio violento que también la
introdujo a la bebida. En 1951 y tras varias peleas y reconciliaciones, se
divorcian. Dos años después, Peggy vuelve a casarse ahora con el actor Brad
Dexter pero, la felicidad les duraría poquito porque sólo duraron 10 meses
juntos. Supuestos rumores indican que la separación se debió a que Peggy era no
sólo adicta al alcohol, sino también a las famosas ‘drogas prescritas’, como
algunos calmantes y pastillas para dormir. A todo esto, tal vez se pregunten ‘¿aja, y su hija Nicki?’ pues bien
gracias. Algunas biografías coinciden en que los maltratos que sufrió Lee con
su madrastra, los reprodujo con su pequeña hija.
Las apariciones en películas,
no se quedaron atrás: durante toda su carrera, filmó un total de 11; en 1955
hizo el papel de una cantante alcohólica de blues (¡duh!) en la aclamada ‘Pete Kelley’s Blues’ en donde obtuvo
una nominación en los Premios de la Academia a la mejor actriz de reparto. Para
este momento, su carrera en el mundo del espectáculo, se ampliaba más y más. Es
en este año donde hace una peculiar colaboración al lado de Walt Disney en la
película ‘Lady and the Tramp’ o ‘La Dama y el Vagabundo’. No faltó
mucho para que, una fanática obsesiva de Disney como yo, dedujera que Peggy
hizo la voz de ‘Peg’, una perrita mucho muy coqueta que vive en la perrera junto
con un montón de perros con personalidades bien peculiares y es quien se
encarga de hacerle ver a Reina que su muy amado Golfo es… pues es en efecto un
golfo. De chiquita me caía mal esa
perra porque obviamente había sido novia de Golfo antes de Reinita y le hace
ver que ese tal Golfo no es lo que ella pensaba pero bueno… nunca he negado que
la canción es bastaaante pegajosa. Pues nuestra querida Peggy no sólo fue la
intérprete de dicha canción, sino que también la escribió y compuso la música. Y,
buscando más información al respecto, resulta que también dobló las voces de
los gatos siameses, ese par de gatos que me hicieron odiar a los gatos
prácticamente unos 24 años. Dije mucho la palabra gatos pero no importa.
En 1958, Peggy Lee graba la
que sería su canción ícono y por la que miles de nosotros nos enamoraríamos de
ella por primera vez: ‘Fever’. Escrita
por Eddie Cooley y grabada por primera vez por Little Willie John, esta canción
fue mundialmente reconocida dos años después gracias a la voz de Lee, quien se
tomó la libertad de añadirle un par de versos como el de ‘Romeo loves Juliet’ y ‘Captain
Smith and Pocahontas’. Le valió su primera nominación a los Grammys,
muchísimas semanas en las listas de popularidad y miles de ventas de su álbum ‘Things are swingin’!’.
Empezaba la década de los
años 60s y varios críticos concordaban en que lo más especial que Peggy Lee
tenía, era su manera tan minimalista de interpretar: no hacían falta grandes
producciones, sino únicamente su sensual voz y mirada penetrante. Trabajó al lado
de los grandes, como Sinatra, Ella Fitzgerald, Crosby, Judy Garland, Dean
Martin, Andy Williams y un largo etcétera. La cuestión es que, al mismo tiempo
que construía su legado musical, su reputación de diva cada vez era más insoportable.
Desafortunadamente se convirtió en una artista difícil de trabajar, peleando
constantemente con sus asistentes, con promotores, con músicos, con otros
artistas y por supuesto, siempre buscando un hombre que la confortara y por ahí
se rumoraba que tenía un apetito sexual INSACIABLE. Ay, ay, aaaay. Se casó y
divorció 4 veces en total y tenía una mala relación con su hija. Trataba de
llevar una vida de lujos, con casas, joyas carísimas pero que, a final de
cuentas, no le ayudaron mucho a sobrellevar las múltiples enfermedades que
padeció; tenía diabetes, insuficiencia cardiaca y un mal en la espalda que la
postró en una silla de ruedas en los años 80s, aunque ninguna de esas
cuestiones hizo que dejara de trabajar. En el documental que les platiqué, mencionan
que hasta mandaba a decorar su silla de ruedas con lentejuelas o boas de plumas
estrambóticas.
En 1998 sufre un ataque al
corazón que supuestamente, la dejó sin habla (o con dificultades para hacerlo),
hecho que la entristeció y sumergió en una depresión absoluta. Cuatro años
después, sufre su último ataque al corazón –esta vez masivo- y fallece,
entristeciendo a sus colegas y a toda una industria que fue testigo de su
talento y de su arduo trabajo, no sólo como cantante, sino como actriz,
compositora y arreglista. Agradezcamos a esta reina y diva del jazz por
dejarnos tantísimas canciones que, por más que sean ‘covereadas’ nunca se compararán a su inolvidable y original voz.
La Autora: Publirrelacionista de risa escandalosa. Descubrió el mundo del Social Media Management por cuenta propia. Gusta de pintar mandalas y leer. Ácida y medio lépera. Obsesionada con la era del jazz. Llámenme anticuada… ¡por favor!