Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |
“En la Argentina puede cambiarse todo, menos el tango”-Astor Piazzolla
Aquellos que tienen el gran placer de conocer a mi hermana Elo saben perfectamente de su amor por el tango y que incluso éste, ha sido protagonista en momentos clave de su vida, por lo que abiertamente les digo que es a ella a quien le dedico el siguiente y pequeño texto, porque su insistencia de meses para que yo escribiera sobre el gran Astor Piazzolla, al fin rindió frutos. Ojo, no es que a mí no me guste el tango, simplemente no me había interesado ‘acercarme’ tanto a él y me da gusto haberlo hecho a través de este legendario artista que logró fusionar al jazz y al tango con mucha insistencia y con cierto valemadrismo.
Cuando estaba leyendo algunas de las biografías de Astor, me parecía más bien que estaba leyendo sobre Charlie Parker de quien, curiosamente, escribí recién hace un mes. La similitud artística de estos dos gigantes de la música, radica en que ambos fueron terrible y tremendamente criticados por sus composiciones y por querer que sus géneros musicales correspondientes, evolucionaran. Fue muy difícil que, en su momento, sus colegas y melómanos clásicos se abrieran a otras posibilidades, a otras formas de hacer y apreciar la música, por lo que sus batallas profesionales, afectaron también sus batallas personales.
‘Los problemas más grandes de mi vida, han sido por eso… por querer cambiar y evolucionar una música popular llamada tango’.
La historia de Astor Pantaleón Piazzolla comienza en Mar del Plata (Argentina) un 11 de marzo de 1921, hijo de Vicente y Asunta Manetti quien a los pocos años, deciden mudarse a Nueva York, decisión que me parece, marca a un pequeño Piazzolla y lo hace inclinarse instintivamente hacia la música. A los siete años, y gracias a la nostalgia de su padre por la Argentina, recibe su primer bandoneón y de inmediato comienza a familiarizarse con él. La verdad es que no es nada común que a un niño de tan corta edad, le regalen un instrumento tan complejo como lo es un bandoneón; hemos leído historias de artistas a quienes les regalan una guitarra, un piano, un saxofón… pero ¿un bandoneón? nunca. Por ello es que el tango es tan único.
En alguna entrevista afirma que, ‘[…] la Calle Ocho, la violencia, Al Jolson más esa cosa emocionante que tiene Nueva York, está en mi música, están en mi vida, en mi conducta, en mis relaciones’.
Y es que es imposible no inspirarse con tan emblemática ciudad, aquella que le introdujo a Bach y al mismo tiempo, al jazz; bajo dichas influencias y con un bandoneón en la mano, compone su primer tango: ‘La Catinga’ que en realidad, nunca fue difundido pero, que marcó las ‘intenciones’ del pequeño Astor. Es por estos años que comienza a tomar clases particulares de piano con Bela Wilda, un pianista discípulo de… ¿Rajmáninov? Pues sí, de Rajmáninov. ¿Quién le consiguió el contacto? no se sabe, pero yo sigo en shock queriendo que alguien me explique como un niñato de diez, once años, se codeaba ya con gente de altísimo nivel y como de la nada, componiendo sus primeras melodías; su estadía en Nueva York tendría un significado mucho más especial de lo que él creería porque lo convenció a ser un verdadero estudioso de la música.
La Ciudad Santuario, le permite aprender a hablar de manera fluida el español el inglés, francés e italiano, nada mal ¿eh? Para 1934 un tal Carlos Gardel, era la estrella más alta y más brillosa que tenía Argentina en el mundo del entretenimiento y quien estaba a punto de filmar su tercera película estadounidense al lado de la Paramount Pictures. ¿Recuerdan la anécdota de Gardel y Sinatra? Pues la que estoy a punto de contarles, es también igual de sorprendente. Vicente, el papá de Astor, logra contactar a Gardel una vez que éste se había instalado en la ‘Gran Manzana’ y Astor le lleva un pequeño regalo; Gardel se queda bastante impresionado, no sólo por las habilidades musicales de Piazzolla, sino también por su personalidad tan ‘macanuda’ y entonces solicita a los productores de la película, que le den un pequeño papel: el de un ‘canillita’ o repartidor de periódicos. Pff… son ese tipo de anécdotas las que más me gustan, ¿a ustedes no?
Pues bien, Gardel continúa su amistad con los Piazzolla (en donde incluso Astor a veces le hacía de traductor porque Carlos no hablaba nada nadita de inglés) y una vez que termina de filmar, invita al pequeño Astor a formar parte de su gira musical, misma que le llevaría a la muerte en 1935. Por suerte, ni el sindicato ni los padres de Astor le habían dado permiso porque era menor de edad. ¿Se imaginan? Desafiando al destino desde chiquito, ¡bien Astor! Y en sus propias palabras: “Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa”.
Mientras todo esto ocurría, a Piazzolla seguía atrayéndole el jazz ese que escuchaba en las calles y en la radio y buscaba de alguna manera tocarlo en su bandonéon; en 1937, los Piazzolla deciden regresar a Buenos Aires y, hasta inicios de los años 50s, Astor se dedica a varias cosas importantes: estudiar música clásica, a codearse con intelectuales que le recomendarían practicar con otros grandes artistas, se casó con Dedé Wolf, trabajaba en todos los clubes nocturnos, lo nombraron Director de la Orquesta Típica de Buenos Aires que en Argentina y Uruguay, está fuertemente ligada al tango; comenzó una carrera en el cine, tanto como actor, como compositor llegando a musicalizar hasta más de 20 películas. Comienza sus estudios de dirección orquestal, al lado del genio alemán Hermann Scherchen; al poco tiempo Astor forma su primera orquesta y puede decirse que finalmente comienza a hacer sus ‘experimentos’ con la música clásica y el tango.
Es hasta 1953, tras haber aprendido largos años acerca de la música clásica sin dejar a un lado el bandoneón, compone Tres Movimientos Sinfónicos titulados: ‘Rapsodia Porteña’, ‘Sinfonietta’ y ‘Buenos Aires’, con los que –pese el asqueo general de la audiencia que lo escuchaba- ganó el premio Fabien Sevitzky donde recibe una beca por 18 meses para ir a estudiar a París con Nadia Boulanger, una extraordinaria y reconocida docente que lo ayudará a encontrar un estilo definitivo. Astor cuenta que cuando la conoció, le avergonzaba muchísimo decirle que tocaba el bandoneón y que su música predilecta, era el tango:
‘[…] ella me enseñó a creer en Astor Piazzolla, en que mi música no era tan mala como yo creía. Yo pensaba que era una basura porque tocaba tangos en un cabaret y resulta que yo tenía una cosa que se llama estilo. Sentí una especie de liberación del tanguero vergonzante que era yo. Me liberé de golpe y dije: “Bueno, tendré que seguir con esta música, entonces”.
En París, tuvo la oportunidad de escuchar al jazzista saxofonista Gerry Mulligan con quien años más tarde, grabaría el exitoso álbum de jazz-tango ‘Summit’. Vuelve a Argentina en 1955 y conforma el Octeto Buenos Aires, con quienes surgiría el término tango contemporáneo y/o moderno, y por quien se ganaría tantísimos enemigos en su país natal. Con una formación de dos bandoneones, dos violines, contrabajo, cello, piano y guitarra eléctrica, incorpora a la orquesta de tango un aspecto de música de cámara que lo aleja del modelo tradicional de formación con cantante y bailarín. Esta elección de instrumentos fue claramente influido por el jazz y podemos darnos cuenta de ello en canciones como ‘Los Mareados’, ‘El Marne’ y ‘Arrabal’. Si logramos apreciar lo que hizo Piazzolla, es muy parecido a lo que hacía Charlie Parker: melodías alta y contagiosamente vertiginosas. Pero, es gracias a la poca aceptación del octeto, disuelve la agrupación y corre nuevamente a Nueva York para grabar un par de discos denominados como ‘jazz-tango’.
En el trabajo ‘La influencia del jazz en la música de Piazzolla’ de David Gómez Lucas, menciona que uno de los artistas que más influyó a Astor para trabajar en el jazz-tango, fue el mismísimo Miles Davis con su álbum ‘Miles Ahead’; Piazzolla buscaba hacer lo mismo que Miles, pero en el tango: mezclar sonidos pasados y presentes para generar algo completamente nuevo, conocer el poder de cada instrumento y ver de qué manera podrían involucrarse en el tango siempre de manera positiva.
“Piazzolla buscó trasladar esa manera de hacer música al tango aunque con una diferencia sustancial: en el jazz la composición es una idea secundaria, ya que las obras son como guiones abiertos, en Piazzolla en cambio la composición siempre es un procedimiento esencial aunque su escritura intenta sugerir una espontaneidad que haga parecer el discurso improvisado. Y aunque realmente no hizo jazz propiamente, sí quiso acercarse a su manera, a ese mundo musical, tal vez por el aislamiento que sufrió en el ámbito del tango tradicional”.
Una de sus obras más galardonadas fue en álbum de 1973 titulado ‘Libertango’ abogando por esta libertad creativa en sus composiciones y fue su lucha personal y profesional constante: hacer lo que más le apasionaba pero siempre con el lastre de la gente que lo criticaba. Sobre todo lo que más le molestaba es que todos estos individuos que le llevaban la contra, eran personas que no tenían una cultura musical amplia y que obviamente impedían que el tango evolucionara por su misma ignorancia. Y yo creo que la mayoría nos hemos encontrado en la misma situación.
En general, la vida de Astor fue un constante ‘escape’ intermitente de Buenos Aires: se instaló en Italia, en París, se iba de gira por Sudamérica, por Asia, por Estados Unidos… pero no permanecía mucho tiempo en Argentina, donde se encontraban sus más enérgicos críticos y quienes no concebían las ‘atrocidades’ que hacía con el tango. Supongo que era una constante molestia lidiar con este tipo de situaciones pero, como bien dicen por ahí, nadie es profeta en su propia tierra y tampoco es que toooodos los argentinos lo odiaran. Fue hasta mediados de los años 80, con una fama indiscutible, que por fin es declarado como ‘Ciudadano Ilustre de Buenos Aires’ y se presenta ya en los teatros más importantes de dicha ciudad, sin hacer muchos corajes. Sus amigos más cercanos, eran personalidades como José Luis Borges, Aníbal Troilo, el poeta Horacio Ferrer, entre otros, cada uno aportando meticulosamente sus dones y talentos y la música de Piazzolla.
Algunos de sus más grandes éxitos a lo largo de toda su carrera fueron: ‘Libertango’, ‘Adiós Nonino’ dedicada a su padre con muchísima nostalgia, ‘Oblivion’, ‘Verano Porteño’, ‘Vuelvo al Sur’, ‘Revirado’, ‘Escualo’, ‘Los pájaros perdidos’ y por supuesto la monumental ‘Balada para un loco’ escrita por su amigo Horacio Ferrer y que a cualquier mortal le enchina la piel. Acá entre nos, mi adorada Eugenia León tiene un disco de tangos sensacional en donde interpreta magníficamente estas dos últimas canciones que les dije. Igual les recomiendo muchísimo escuchar los tangos de Piazzolla viendo a bailar a los legendarios María Nieves y Juan Carlos Copes (vejete que odio, por cierto).
Astor Piazzolla nos regaló en 60 años de trayectoria musical, una discografía de 46 álbumes de estudio, 21 álbumes grabados en vivo, 6 suites, 4 conciertos y 1 musical. Me queda claro que, además de ser un buen seguidor de jazz, la principal influencia que tuvo de este género musical, era el poder evolutivo y de trascendencia, dejando atrás los conceptos de pasado, presente y futuro: lograr realmente que un género prevalezca sin temporalidades. Y yo creo que no hay regalo más grande que ese.
La Autora: Publirrelacionista de risa escandalosa. Descubrió el mundo del Social Media Management por cuenta propia. Gusta de pintar mandalas y leer. Ácida y medio lépera. Obsesionada con la era del jazz. Llámenme anticuada… ¡por favor!