Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |
‘Regresar a la rutina, pero jamás a la normalidad’. Y sí, esperemos que este México nunca regrese a la ‘normalidad’
en la que vivíamos y qué mejor que seguir adelante acompañados de buena música,
de ese arte maravilloso que siempre rellena cada hueco del corazón. Que el
sismo que nos estremeció el 19 de septiembre, nos haya sacudido la indiferencia
y cada quién reacomode su interior como mejor crea posible. No me queda más que
enviarles un abrazo sincero y fraterno
Y bueno… retomando mi rutina
personal, después de 31 artículos publicados en mi querida Sputnik, al fin me atrevo
a escribir sobre el buen Charlie Parker.
Si se preguntan por qué no lo había hecho con anterioridad, en realidad es por
una cuestión muy personal de decir ‘me queda grande el artista y no le haré
justicia a su genialidad’ porque no soy una experta en jazz ni nada por el
estilo. Pero, cuando lo reflexioné un poco más y solita me di unas cuantas
palmaditas en la espalda, deduje que en realidad el objetivo es que, con este
pequeño texto (estilo plática de cafecito), nos demos una idea general de quién
fue este hombre que verdaderamente –y sin exagerar- revolucionó al jazz y le
demostró a amigos y enemigos que él era el mejor en el business. Entonces, aquí les va mi cortita colaboración del mes
(porque honestamente, no tuve mucha cabeza para escribir en estos días).
Si vieron la película ‘Whiplash’ tal vez les pase como a mí, que llegan a apiadarse un
poco del temible Terence Fletcher cuando expone sus razones del por qué llevar más
allá de los límites a los estudiantes de Shaffer, un speech motivacional que a veces bien que nos hace falta. Como
recordarán, usa el ejemplo del mismísimo Parker cuando, con tan sólo 16 años,
pasa uno de los peores ridículos de su vida pero lo ayuda a perfeccionar su
técnica y callarle la bocota a todos aquellos que se mofaron de él. La historia
es que Charlie –junto con otros músicos jóvenes- esperaban tocar en una ‘jam session’ en el Kansas City’s Reno
Club que traía de invitado al magnífico baterista Jo Jones de la orquesta de Count Basie. Cuando es el turno de
Charlie, comienza a tocar con su saxofón Selmer, los nervios lo traicionan,
pierde la melodía, pierde el ritmo y Jones, a modo de desprecio, le lanza uno
de sus platillos y de inmediato todos comienzan a reírse, a abuchearlo y pedir
que abandonara el escenario. Pues bien, estuvo un año practicando unas 15 horas
al día, 7 días a la semana y justo ahí, en el mismo bar, apasionadamente expone
nuevas técnicas y nuevas formas de hacer música en el Siglo XX. Fletcher
explica que, de no haber sido por ese evento bochornoso, Parker jamás hubiera
llegado a ser lo que fue porque se hubiera estancado en la mediocridad y en el
jazz (en el buen jazz) eso es inadmisible.
Charles Parker Jr. mejor conocido como Charlie
Parker, ‘yarbird’ o simplemente ‘bird’,
es considerado EL MAESTRO de las armonías complejas, de vertiginosas melodías
que personificaron a toda una generación de jóvenes jazzistas ávidos por romper
los esquemas y redirigir al jazz hasta sus últimas posibilidades. Nacido en
Kansas en 1920, hijo de la sobreprotectora Addie y del ausente Charlie, fue un
chico que sufrió muchas carencias que posteriormente, se vieron reflejadas en
sus desmedidas adicciones. Era un mal estudiante que a los 11 años, recibe su
primer saxofón, un regalo de su madre para compensar la tristeza que había
provocado el reciente abandono de su padre; por ello es que Charlie se aferra
tanto a su instrumento. Se inscribe a la banda del colegio y se ‘educa’ a sí
mismo con ese buen oído que siempre lo caracterizó; escuchaba melodías en la
radio y las reproducía tantas veces como fuera necesario y trató de buscar
amigos en la escena de la música que de alguna manera u otra, influyeron sus
inicios. Como otros artistas colegas, abandona la preparatoria y toma la
decisión contundente de que lo suyo lo suyo, es la música. Pasa el episodio del
Reno Club, se reivindica y a los 19 años y tras unos trabajillos bastante mal
pagados, por fin se une a la banda del pianista Jay McShann.
Si creían que así de fáciles fueron las cosas, la
realidad es que hay que añadirle varios factores medio controversiales: para
1938 ya se había casado, divorciado, tenido un hijo y ya era adicto a la
heroína gracias a un accidente automovilístico aparatoso. Su relación con
Rebecca, su ‘highschool sweetheart’
era tormentosa: él era un abusivo infiel a quien le importaba muy poco su
familia y siempre antepuso su saxofón a todo lo demás. Por ello es que a sus 19
años se muda a Nueva York en búsqueda de la verdadera vida jazzista aunque en
ese momento no sabía que el personaje que la definiría, sería él mismo. Chido,
¿no?
Los que tuvieron el placer de conocer a Charlie,
concuerdan que en general era un tipo bastante reservado; grande, mirada un
poco perdida, bien vestido, tímido, de poca conversación, prefería entablar
relaciones con base en la música. Es sus momentos de lucidez y sobriedad, era
un genio que impulsaba a sus colegas a ir más allá de lo ya establecido, a
crear sonidos auténticamente nuevos. Cuando tocaba, la rapidez de sus dedos
dejaba boquiabierto a cualquiera e incluso le mandaron a hacer un sax especial
que actualmente permanece descansando en un museo.
Agarraba cualquier trozo insignificante de papel y comenzaba a componer de la nada y, borracho o no, drogado o no, nunca dejó de practicar cuando debía hacerlo.
A inicios de los años 40s se gana el apodo de ‘Bird’; algunos dicen que es porque le
gustaba mucho el pollo (¿?), otros porque simbólicamente dejaba volar su
talento y otros que porque durante una gira, había atropellado a un pájaro de
jardín. Anyway… el apodo trasciende. A su llegada a Nueva York, forma parte de
algunas bandas y poco a poco se anima a componer sus primeras canciones y a
crear el famoso bebop que ya les he
explicado en varias ocasiones. Al mismo tiempo, se adentra al mundo de Harlem y
sus presentaciones se vuelven más y más regulares en los clubes más famosos de
por ahí. Hace una excelentísima mancuerna con mi querido Dizzy Gillespie y entre los dos, le ponen cara a esta esperada y
revolucionaria versión del jazz que fue terriblemente criticada por algunos de
los clásicos como Louis Armstrong o Nat King Cole, quienes creían que el bebop sonaba a improvisaciones mal
ejecutadas y denigraba a todo lo que se había logrado en el jazz hasta el
momento. Francamente les digo que el bebop
no es fácil de digerir pero, en ningún momento es nefasto. Es una de las tantas
evoluciones que tuvo el jazz y me parece que en una época donde el rock n roll
estaba a la vuelta de la esquina, lograron hacerle un gran contrapeso. Los
jóvenes (y más los jóvenes negros) necesitaban música que representara todo lo
que vivían en la época más cruda del racismo estadounidense y el bebop fue como un regalo del cielo.
La década más prolífera de Parker sin duda fue la de
los 40s, en donde hizo colaboraciones con artistas maravillosos, grabó varios
álbumes, tenía interminables giras en Estados Unidos y Europa, y compuso
algunas de las canciones más dinámicas en la historia del jazz, como ‘Now's the Time’, ‘Ornithology’ (excelente el recurso de las aves en varias de
sus composiciones), ‘Billie's Bounce’, ‘Yardbird
Suite’ y ‘Ko-Ko’. No había otro
igual, no había alguien que desbordara tanto talento en una sola
interpretación. El problema de Parker fue… fue Parker. Sus adicciones, sus
miedos e inseguridades, hacían que trabajar con él fuera como vivir en el
mismísimo infierno. Fue internado en hospitales psiquiátricos y centros de
rehabilitación un par de veces, tanto así que hasta se le diagnosticó
esquizofrenia. Llegaba muy borracho y/o drogado a las grabaciones, se ponía muy
agresivo y hay alguna anécdota por ahí en donde alguien tuvo que sostenerlo
literalmente para que pudiera tocar algo, lo que fuera y posteriormente hizo un
berrinche espantoso, un episodio bien documentado en la película ‘Bird’ de 1988 de Clint Eastwood. También
está la trágica historia de cuando empeñó su hermoso sax por heroína y le costó
bastante recuperarlo.
Ya sé, ya sé… no debería enfocarme tanto en sus problemas personales
pero, ¿cómo no hacerlo? Las adicciones son sinónimo de Charlie Parker, en
especial la heroína; toda esta tormentosa etapa de drogadicción que vivió hasta
el último día, le costó varios amigos, apoyo de las disqueras, cero recursos
económicos e incluso, fue echado de su propio bar llamado ‘Birdland’ por orinarse en el escenario (lo leí por ahí). Dizzy de
plano, se negaba a colaborar con él porque en verdad le decepcionaba la
situación tan denigrante en la que estaba su amigo. Su última pareja formal,
fue la bailarina Beverly Dolores Berg, mejor conocida como Chan Parker, con
quien tuvo dos hijos y una relación relativamente estable hasta que, en 1954,
fallece su pequeña hija Pree de tan sólo 2 años, cuando Charlie andaba de gira.
Esto fue un golpe terrible para Parker agravando su estado físico y mental;
tenía un sobrepeso bastante notable que hacía que se cansara por cualquier cosa.
El 12 de marzo de 1955 a sus 34 años, fallece al frente del televisor en la casa de su amiga y mecenas, la baronesa Pannonica de Koenigswarter; la causa de su muerte fue por neumonía y una úlcera reventada, además de su estado avanzado de cirrosis.
Obviamente la repentina –pero esperada-
muerte de Charlie, dejó un gran vacío que nadie, hasta la fecha, ha podido
llenar; le bastaron unos 15 años de carrera para dejar una huella imborrable en
la música y para inspirar a muchas generaciones a seguir trabajando por y para
el jazz. Algunos creemos –o queremos creer- que le fue fácil crear de la nada esta
variante magnífica del bebop y que
tuvo la visión de jalar a talentos que él sabía continuarían con dicha ‘estirpe’.
Se codeó con gente que posteriormente serían leyendas pero, él ya era una de
ellas y su público lo sabía cada que lo veían tocar, solo o acompañado.
¿Recuerdan que en algún momento les dije
que mi canción favorita de Ella Fitzgerald era ‘April in Paris’? Pues tienen que escuchar y deleitarse con esta
versión de Parker que se ha convertido en una de mis favoritas. Gracias por
todo Bird, gracias porque tu vertiginosa vida se proyectó
en tus vertiginosas canciones.
La Autora: Publirrelacionista de risa escandalosa. Descubrió el mundo del Social Media Management por cuenta propia. Gusta de pintar mandalas y leer. Ácida y medio lépera. Obsesionada con la era del jazz. Llámenme anticuada… ¡por favor!