Por René Padilla Quiroz
Nuestro mundo ha caído en un exceso de comunicación; los medios, la información, la digitalización, han desconectado al ser humano de su realidad en la naturaleza y nos ha desconectado los unos de los otros.
El parecer ser, impera por encima del ser; las apariencias alimentadas por la industria mercantil, generan necesidades esclavizantes que, promoviendo el ser único a través de su consumo, consiguen la estandarización de los humanos en una réplica exacta del maniquí en el escaparate… en el póster de película o en la cancha deportiva.
Un consumo desmedido y superficial que no permite la satisfacción de necesidad alguna, al contrario, genera una mayor necesidad. La droga es el consumir lo que se nos diga que necesitamos consumir.
Cada vez más, los productos salen de lo material; su carga simbólica y representacional opaca su valor de uso, su utilidad o la posibilidad de un verdadero crecimiento o de la verdadera mejora tangible en alguna habilidad o capacidad humana real. La realidad se vive a través de filtros electrónicos que nos desconectan de lo natural y aún más preocupante, el uno del otro.
La desensibilización ante la violencia y ante la desigualdad, consiguen que las diferencias se conviertan en abismos, alineándonos cada vez más a la desconexión con la realidad los unos con los otros mientras que al mismo tiempo e irónicamente, nos convertimos en la copia el uno del otro.
Por eso necesitamos:
1.- Un arte que reconozca la época en la que se está desarrollando, abrazando los avances de la tecnología digital de la que se encuentra rodeado, sin olvidar las enseñanzas de una infancia vivida sin dicha tecnología.
2.- Necesitamos un arte que no sólo muestre el desequilibrio y la injustica, sino que también actúe para revertirlo.
3.- Que busque despertar a los espectadores del letargo y que interpele a conectarse los unos con los otros. La promoción de la empatía como el valor que lleve a superar la insensibilidad imperante en una sociedad movida por el consumo sin conciencia.
4.- Un arte que busque que las diferencias de muchos, sean el patrimonio de todos.
5.- Un arte que se convierta en el vehículo que transmita las voces de aquellos que han tenido problemas en ser escuchados; que busque la manera de que dicha comunicación, pueda realizarse en sus propios términos y que nosotros debemos aprender. Visitar comunidades con la actitud de aprender, no de enseñar; de apreciar no de descubrir.
6.- Un arte que reconozca la importancia del arte popular como reflejo de las creencias de una sociedad y las observe sin una postura exotizante, sino que se integre en ellas por medio de la identificación de elementos comunes.
7.- Un arte que infecte los modos de producción y los procesos mercantiles, promoviendo un consumo pensado, respaldado por una historia que permita al consumidor conocer lo que está comiendo/bebiendo/vistiendo, convirtiendo dicho consumo en una experiencia de mayor profundidad que le aporte más que el simple consumo en sí.
8.-Un arte que, a través del conocer la historia de alguien más, permita reconocerte en él, su potencial y el tuyo.
9.-Un arte que se niegue a representar el mole de lata y asista a capturar el proceso de preparación del mole en la sierra.
10.- Un arte antiguerra, que ataque a la sociedad que promueve dicha guerra, que ataque el consumo indiscriminado y promueva el consumo pensado, autosustentable y consciente.
Por un arte por la naturaleza y la humanidad (en ese orden); por la empatía y la conexión con el otro; por un arte que inunde los anaqueles de las tiendas con historias.
¡QUE VIVA EL MOLE DIGITAL! *
*Preparado de forma tradicional
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