Call me old fashioned… please! | Por Mónica Castro Lara |
Tengo que reconocer que, a partir de mi
artículo pasado sobre Sarah Vaughan y una playlist fantástica de mi cuñado Hugo
en Spotify, me quedé mucho con esta idea de las big band orchestra de los años 30s y 40s, orquestas que
definitivamente influenciaron al jazz más comercial y le abrieron las puertas
de par en par al swing (sorry Duke Ellington). Me hubiera encantado escribir
sobre Count Basie peeeero, reconozco que tengo que ‘empaparme’ mucho, mucho más
con su trabajo para hacer un mejor artículo. Pero no se preocupen, ya les estaré
hablando de ‘Shiny Stockings’ o de ‘One O'Clock Jump’ muy pronto. Pues bien,
uno de los personajes más emblemáticos en la escena de las big band orchestra fue el legendario Glenn Miller, creador nada más y nada menos que de la clásica ‘Moonlight Serenade’ y que con su muy corto paso por la industria,
revolucionó e influenció a muchísimos artistas contemporáneos. Sé de buena
fuente que a mi abuelito paterno le encantaba Glenn, así que por eso decidí aún
más a escribir sobre él.
No sé si a ustedes les pase o no pero, cuando
escucho ‘In the Mood’, de manera
instantánea me pongo de buen humor, es casi inevitable. Y ojo, ni siquiera es
de la autoría de Miller, él se encargó de convertirla en la gran pieza que es y
popularizarla a nivel mundial… pero nada más (uy, qué fácil). Lo que me parece realmente
increíble es como una sola pieza puede generalizar todo un movimiento musical de
una época específica, vamos… si ustedes la escuchan, estoy segura que se
remontan a 1940 y ubican perfectamente un escenario con un montón de músicos
apachurrados y bien vestidos haciendo sus mejores esfuerzos por sobresalir del
resto. Pues sí… así era la cosa.
Alton
Glenn Miller,
nace en Iowa en 1905; sus primeros pininos en la música fueron al lado de la
corneta y la mandolina pero, a final de cuentas se decide por el trombón. Como
cualquier músico de los que he hablado, forma su propia banda con amigos de la
prepa y, cuando lo inscriben a la universidad y reprueba tres de cinco materias,
decide darse por vencido y abandonarla para forjar una carrera musical. Para no
hacerles el cuento muy largo, anduvo de músico ‘freelance’ del ’28 al ’37 –más menos-, tocando en varias bandas, haciéndola
de arreglista en varias disqueras, tocando en Broadway, y colaborando con
grandes artistas como Bing Crosby etc. Pero, como cualquier idealista/soñador/iluso
su tirada era formar su propia big band
y con los mejores. Se anima a hacerlo en el ’37 pero con poco (o nada) de
éxito, lo cual lo desanima bastante porque ya era alguien con experiencia y con
conocimientos amplios en la industria… cuando se desahoga con su amigo Benny
Goodman (otra leyenda), éste le recomienda que no se dé por vencido tan fácil y
que siguiera haciendo migas con la perseverancia.
Básicamente Glenn hace una reflexión acerca
de lo que podría hacer a su banda diferente y que forzosamente tendría que
imprimirle un sonido único y que se implantara en la mente de la gente de
manera permanente. Su fórmula exitosa –y que es homenajeada hasta nuestros
días- surge cuando toda una melodía corría a cargo de un clarinete, un saxofón
tenor y la colocación estratégica de trompetas. Suena simple, imitable pero, en
realidad no lo era. Ese fue su descubrimiento y su magnífico aporte a la
competencia.
Aquí es cuando llegan los contratos, las
giras, los discos, su programa de radio de una hora de duración en NBC-Blue, las
apariciones en películas como ‘Orchestra
Wives’, ‘Sun Valley Serenade’ y
no era tan mal actor ehh… medio tieso pero, ¿quién no lo era en esos días?
Hahaha. Obvio los éxitos fueron "Pennsylvania 6-5000", "Chattanooga Choo Choo", "A String of Pearls", "At
Last", "(I've Got a Gal In) Kalamazoo" (que me encanta la voz y la carita de Tex
Beneke), "American
Patrol", "Tuxedo
Junction", "Elmer's
Tune", y "Little Brown Jug", la mayoría con esta misma fórmula pero, con
sus respetables variaciones.
La crítica a Miller era constante y en
ocasiones, bastante atinada a mi parecer; le reprochaban el hecho de quitarle
al jazz su rasgo principal y su razón de ser tan exquisito: la improvisación.
Glenn ensayaba y ensayaba y ensayaba hasta que una simple melodía fuera
perfecta y de su completo agrado y se enfurecía cuando no lo lograba
rápidamente. Eso para muchos, era excesivamente ambicioso y aburrido a la vez. También,
criticaban el hecho de que su banda, de al menos unos 20 hombres, fuera
completamente ‘blanca’; ni una sola alma negra. Él se defendía diciendo que
únicamente tocaba con los mejores pero pues… que no me diga que Charlie Parker
no era el mejor en su campo. De todos modos, yo Mónica Castro Lara, catalogo
más a Miller en el swing que en el jazz… ¿qué opinan?
Algunos de sus músicos difieren en sus
versiones sobre cómo era Glenn en la realidad; algunos afirmaban que era
bastante reservado pero buen amigo, unos que era un tremendo hijo de puta que
intimidaba a sus músicos mediante puro bullying
hasta lograr que lo respetaran mediante el miedo; otros que era un apasionado
de lo que hacía y era feliz cada que tocaba y dirigía a su banda; otros, que
tenía ataques de ira, otros, que era un tipo súper bonachón. Miller era un ser
humano a fin de cuentas y me parece que cualquiera de nosotros tenemos y
vivimos con todos esos matices. Se acuerdan de J.K Simmons en ‘Whiplash’ ¿no?
En fin. En plena Segunda Guerra Mundial, Miller decide servir a su patria enlistándose en el ejército (y de paso a toda su orquesta) para participar en la banda de guerra, con el fin de entretener a las tropas en el extranjero y también de modificar un poco lo tradicional de la música en la milicia. Desafortunadamente, a la edad de 40 años y en pleno vuelo hacia Francia, su avión desaparece dejando un montón de mitos y conspiraciones al respecto. Es triste pensar en un final tan terrible para una gran leyenda pero bueno… así pasó con Gardel y con muchos otros, que con sus pocos años en la industria, la revolucionaron de maneras inimaginables. Cuando piensen en el swing coqueto, les recomiendo que piensen y valoren a la ‘Glenn Miller Orchestra’.