Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |
“Jazz is a white term to define black people.
My music is black classical music”-Nina Simone-
Pff… qué frase. Irónicamente me recordó lo
que dijo Jimmy Kimmel en la pasada emisión de los Premios Óscar: 'black people saved NASA and white people
saved jazz'. Me imagino que de estar viva, a Nina no le hubiera hecho nada
de gracia dicho comentario. Ahora, hablando abiertamente de Simone, hay algo en
ella que sin duda me asusta y francamente nunca me había sentido así por una
artista, al grado de no poder y no querer ahondar demasiado sobre ella en el
presente artículo, porque siento que mis simples palabras no le harían nada de justicia
a su legado.
Hace ya varios meses, cuando mi cuñado Hugo
me recomendó insistentemente a Simone, lo primero que le dije –después de haber
escuchado varias de sus canciones- es que había algo en su voz que no me
cuadraba del todo porque nunca había escuchado algo así; obviamente no suena
como Ella Fitzgerald, ni como Sarah Vaughan, ni tampoco a Billy Holiday. Es una
voz demasiado poderosa, oscura y triste como para compararla con la de alguien
más o etiquetarla dentro de un género como el jazz, el blues o el folk. Nina
supo “definir” su propio estilo que a la vez, es indefinible; fue pianista, cantante,
compositora, arreglista, activista social… una mujer apasionante y desbordante
que contagió a toda una generación con su genialidad.
Como les he mencionado en artículos
anteriores, me encanta 'descubrir' a un artista y empaparme de su vida y de su
trabajo; con Nina, además de familiarizarme con sus obras, experimenté un
montón de sensaciones que me recordaron lo compleja que es la vida y lo
vulnerable que es el ser humano ante ella. El primer acercamiento que tuve a su
vida personal, fue un artículo de ‘Pikara Magazine’ que hablaba de un episodio
en específico donde había mandado al carajo a un público de Cannes por ahí de
1983, argumentando que por ningún motivo iba a 'entretener' a una bola de
adinerados y que básicamente no eran merecedores de su música. Lo leí y me
pareció algo poderosísimo, simbólico y medio aterrador, a pesar de no conocer
con exactitud su biografía.
Después de varias semanas, decidí darle el
'sí' a Nina Simone y escribir sobre
ella en esta ocasión; me encaminé a leer varias de sus biografías y
posteriormente ver el documental de Netflix 'What Happened, Miss Simone?', dirigido por Liz Garbus y que nos
narra lo que su título –una frase de Maya Angelou- cuestiona. Llevo ya varios
días repitiendo en mi cabeza todo lo que vi en dicho documental porque de
verdad tuvo un impacto bastante significativo para mí. ¡Qué mujerón fue Nina
Simone! Los calificativos se quedan cortos al describirla. No logro
racionalizar cómo es que una artista que sufrió tanto, pudo ser capaz de
levantarse día con día y haber compuesto más de 500 canciones durante sus cinco
décadas de carrera, justo en una época tan miserable para los negros
estadounidenses. Convivió demasiado, demasiado cerca con sus demonios
personales que la llevaron a tocar fondo a finales de los 70s; aunado a ello, tuvo
un matrimonio catastrófico que le arrebató a golpes su salud mental. Con todo
eso, aún nos regaló temas legendarios como 'I
Put A Spell On You', ‘To Love
Somebody’ y ‘Feeling Good’. In-cre-í-ble.
El que Eunice
Kathleen Waymon (su nombre real)
haya decidido a muy corta edad en trabajar arduamente para convertirse en la
primera pianista negra en tocar música clásica, nos dice bastante acerca de
quién fue Nina Simone y cuáles eran sus
ambiciones personales y profesionales. Desde los 3 o 4 años, y a pesar de vivir
en una familia bastante humilde, se encadenó al piano y comenzó una relación
tormentosa con él; tanto Nina como su familia, tuvieron que hacer bastantes
sacrificios para que tomara clases particulares de piano con la inglesa Muriel Mazzanovich (a quien Nina llamaba cariñosamente
“Miss
Mazzy”) quien le inculcó el
amor por Bach, Debussy y todos los grandes maestros y que posteriormente se
dedicaría a generar fondos para la educación universitaria de Simone. Pero
mientras todo esto pasaba, Eunice sufrió toda clase de discriminaciones
raciales en su cotidianidad y sin importar qué tan grandes o pequeños fueran
estos hechos, indudablemente alimentaron su ira cuando luchaba por los derechos
civiles al lado de Martin Luther King o Malcolm X unos veinte años después, a inicios
de los años 60s.
Cuando se le
negó una beca por su color de piel, no le queda más remedio que trabajar en
bares e interpretar esas canciones populares que tanto sonaban en la radio y, a
regañadientes, comenzó a cantarlas. Lo curioso es que ni la mismísima Nina
sabía que tenía ese vozarrón que tanto la caracterizaba y es por ello que
inmediatamente hizo que todas las cabezas giraran para ver de dónde provenía. Así
es como “la descubren” y comienza a grabar varios singles a mitades de los años
50, como ‘I Loves You Porgy’, ‘Little Girl Blue’ y ‘My Baby Just Cares For Me’ y sin
esperarlo demasiado, llega la fama local y nacional. Tenemos que agradecerle a
un tal ‘Chico’ –un novio que tenía- por el nombre artístico de Nina, que se
combina de la palabra castellana ‘Niña’ y del nombre de la actriz francesa
Simone Signoret.
En 1961, cuando ya era conocida como la gran
Nina Simone, comete uno de los peores errores de su vida al casarse con el
detective policiaco Andrew Stroud,
el hombre responsable del desequilibrio mental de Nina (en mi opinión); el fragmento
de su vida que más me impactó y que nos regala una fragilidad palpable de la
cantante que podemos escuchar en sus canciones y composiciones, porque si bien
este tipo se convirtió en su mánager y le dio cierta estabilidad en el
‘negocio’, también era el peor de los verdugos. No sólo la golpeaba constante y
violentamente, también la violaba, la torturaba psicológicamente y la hacía
trabajar como esclava… lo peor es que Nina llegó a deleitarse con ello. Su
hija, Lisa Simone Kelly, que funge como productora y –en ocasiones- narradora
del documental de Netflix que les conté, describe en el film la relación
enfermiza y dependiente que tenían sus padres, con fines individuales y
colectivos, como lo eran el dinero y la buena vida. Llegó el momento en que,
aunado a la problemática social que se vivía en ‘gringolandia’, Nina abandona a
Stroud y a su hija para llegar a África y literalmente, olvidarse de todo;
después de un tiempo se reúne con Lisa y ahora el peor de los verdugos fue la
misma Simone, orillando a su hija a tener pensamientos suicidas y padecer los
mismos golpes físicos y psicológicos.
Nada de estos trances se
comparan a los conflictos interpersonales que vivía Nina y a su ímpetu por
hacer un cambio social radical y no pacífico a favor de los negros
estadounidenses. Tanto así que toma la decisión de únicamente tocar canciones
de propuesta y por ende, su fama se extingue rápidamente, haciéndola una mujer
difícil de lidiar y con arranques extremos de violencia. Si ustedes ven el
documental (que me parece acertado exigirles que lo vean) podrán ver a una Nina
incitando a la gente a irse a las armas y exterminar a todo hombre o mujer
blanco que pasara por el frente; abiertamente le dijo a Martin Luther King: “yo no puedo ser pacifista, yo no quiero ser
pacifista”. Mientras esto sucede, nos regala verdaderos himnos de lucha como
‘Mississippi Goddam’, ‘To Be Young, Gifted
and Black’, ‘Backlash
Blues’ ‘I Wish I Knew How It Would Feel to Be
Free’; son canciones que a cualquiera le enchinan la piel y que
obviamente Nina no se restringiría a escribir reservada o prudentemente, sino
todo lo contrario, ella siempre buscaba llevar al límite a las personas que las
escuchaban y generar un poco de conciencia y empatía con la causa; buscaba una
revolución mental y un asqueo general por la realidad tan cruda que se vivía. ¡Necesitamos
a una Nina Simone en México a la de ya!
‘You’ll
Never Walk Alone’, es una canción escrita y compuesta por los
genios del teatro musical Rodgers y Hammerstein para el musical ‘Carousel’;
Sinatra, Streisand, Doris Day, Elvis Presley y otros más, han hecho sus propias
‘renditions’ de esta canción, pero la
que se lleva los laureles sin pensarlo dos veces, es Nina Simone, que con su destreza en el piano, toca las fibras más
sensibles de quien la escucha (¿verdad Hugo?).
Nina es una artista a la que
le debemos pleitesía; nuestro deber es conocer su legado y apasionarnos con él
porque fue una mujer demasiado irreverente y revolucionaría como para no saber
quién fue o qué es lo que hizo. Por favor, CORRAN
a ver el documental y obsesiónense con Simone tanto como lo hice yo.