Por Gabriela Jackman Bolaños |
La resolana entraba en la habitación sin techo, los tenues pero reconfortantes rayos de sol se propagaban disimuladamente por el follaje formando finos delineados en las hojas y el grueso tronco. Otros se escurrían velozmente hasta llegar a nosotros.
El estupor de sus mejillas tal vez para el ojo de un mortal ordinario, sencillamente era imperceptible, pero él desde distintos ángulos hallaba algo complejamente enigmático, sin aparente explicación.
Cuando lo conocí, ese primer día donde sucumbía nerviosamente por no saber cómo confrontarlo; el tiempo interrumpió su curso, ni ocurrieron toda esa clase de coyunturas cíclicas, sin sentido que a menudo nos rellenan todos los espacios entre páginas y parpadeos.
Continuamente lo contemplaba pues me proporcionaba ese rotundo placer cognitivo.
Para completar la escena a lo lejos un ave emitía su canto, en silencio recostado a mi lado en la hierba etéreamente humedecida me decía más con pensamientos que con absurdas palabras, este lenguaje era genuino sin códigos, absolutamente exquisito.
Si lo percibía, tal vez no mostraba deseos de compartirlo; entonces… tendría que inventar cierta manera de hacerlo discernir, cuantas cosas podía realizar por él, incluso lo considerado imposible se tornaba en un vil paralelismo maquinado por la humanidad.
En un principio me propuse que algún día, quizá no en ese preciso instante lograría captar su atención sutilmente, sin esfuerzo sobrehumano. Esperé, perecí incontables ocasiones interiormente, abusé imperativamente del pecado de la envidia disfrazada de gran camaradería con aquella mujer, cual nombre significa: dulce como la miel.
Mi imaginación surcó como velero en destinos no meramente desconocidos, creo que la definición correcta sería inconclusos o inciertos.
Podrás tener la ingeniosidad de subestimarme en uno y mil modos, sin embargo ésta fémina te sorprenderá por todo lo que conoce y desconoce. Lluvia de abril transformada en constante tempestad, que no abandona la esperanza y persevera.
¿Pelearé? Me cuestiono a mí misma. La respuesta es sí, con toda mi energía, correré el riesgo también de caer, aunque recobraré mi fuego abrasador, arrasando con todo aquello que impida concluir con mi ideal.
Al inicio fue un gran tren donde el subconsciente jalaba insistentemente la palanca de emergencia en la siguiente parada, ahora es el turno del llegar al final de la vía. Querer suena poco egoísta, empero espero que el camino sea un colega azaroso, mantendré firme la voluntad porque es navegante en un océano de perjuicios y falsedades.
Contigo desnudo mis verdades, te dibujaré lo que la mente indique, no te dejo la irónica llave para acceder al músculo latente titulado corazón, pues es inexistente.
Aclararé hasta concluir varios puntos medulares, acerca de la objetividad del amor. Me lo he formulado como aquellas integrales que tanto te gusta resolver. Es una mera invención ese continuo enunciado “Rompiste mi corazón”. Acaso te has imaginado el insoportable dolor físico al que seriamos sometidos u observarlo gráficamente hecho pedazos.
En fin, creo que he divagado demasiado del mensaje original. Trato de ser sensata afirmando la presencia de millones de peces en el mar y muchas veces ambicionamos con conocerlos a todos súbitamente, lo que intento mostrarte sin trivialidades es mi incontrolable necesidad de evadir consignas, averiguar lo ilimitado y desentrañar a tan misterioso personaje como lo es el guerrero que hay en ti.
Ratificaré que definitivamente no existe una eternidad para alternar lo suficiente con una persona. La brújula conducirá mis puntos cardinales aérea, terrestre, submarina y por qué no subterráneamente hasta el centro del planeta.
Cae el día acompañado de la noche, diversos autobuses con asientos azules, verdes, amarillos y naranjas en la misma ruta cruzando la avenida a cuatro centenas en los ríos buscados para ser encontrados.
Decides correr mientras los demás caminan, dominas el éxito que te fue infundado para convertirte en ganador sobresaliente de cualquier frontera y es por eso que pierdo el punto, mi mirada se defiende tal como la roca para no ser arrastrada por las olas furiosas.
Si me abandona la cordura, no te culpes, si bien, cierto es mencionar el elixir embelesador derramado codiciosa e intencionadamente en mis labios esperando afanosamente un ósculo.
Desde mi cielo te espío a través de pestañas, sólo para tus ojos una lágrima caerá del paraíso, hasta que lo abras finalmente, cuando el propio subsistir ceda a ser un suspiro y así sea el destino o la fatalidad si tú lo prefieres lo que nos ha juntado; yo permitiré que este momento pase sin decirte lo profundamente que ha afectado lo más esencial de mi existencia.