Cinetiketas | Por Jaime López |
Tomemos como cierta la primera parte de la premisa: los
recuerdos de un agente de la CIA (¿o del FBI?, a estas alturas da igual), caído
en misión, son trasladados al cerebro de un tipo que, aparentemente, “no siente
nada”, y cuyo lóbulo frontal es tierra fértil para la implantación de células
de la memoria. El objetivo es recuperar las últimas experiencias vividas por el
agente fallecido, para así encontrar a un hacker holandés que amenaza con crear
un caos en los sistemas de armamento de Estados Unidos.
Lo anterior, sumado a un prometedor elenco, sonaba llamativo
y hasta convincente, incluso con un Kevin Costner a la cabeza. Sin embargo, la
historia se va desmoronando poco a poco, y lo que inicia como un thriller,
mezclado con toques de ciencia ficción, termina por diluirse en un drama de
acción hueco, forzado, predecible y demasiado inverosímil. Con un cuadro de
actores sumamente desaprovechados y un Costner emitiendo bufidos durante casi
todo el metraje.
Pareciera que el otrora galán de “El Guardaespaldas” no supo
comprender lo que significaba crear a un
ente sin sensibilidad alguna (¿o será culpa del director?). Su manía por gruñir
para no demostrar sentimiento alguno raya en el humor involuntario. Hasta Clint
Eastwood es más natural en su estado primigenio, ya no se diga con sus
personajes de gestos adustos.
Lo rescatable: algunas secuencias de acción, con una buena
atención en los detalles y mucho cuidado en la producción. También lo es la
participación especial de Ryan Reynolds, quien desde “Deadpool” trae consigo
una buena racha. En “Mente implacable” o “Criminal”, Reynolds demuestra un
nuevo rango actoral, a pesar de sólo aparecer quince minutos.
Lo más triste de todo es que se malgaste la figura de dos
buenos actores, el versátil Gary Oldman y el prestigiado Tommy Lee Jones. La
culpa no es de estos últimos, sino de un guión plagado de caracteres unidimensionales y poco
trascendentales. El peor de todos es Jordi
Mollá, que ha ejecutado el mismo rol ya en muchas ocasiones, un
terrorista estereotipado con mala pronunciación del “inglish”.
¿Y el desenlace? No sé si es peor o igual de ridículo que la
escena de la actriz que sale ilesa de una explosión, y se observa en su rostro
un pésimo maquillaje, el cual pretende hacernos creer que ha sufrido cierta
cantidad de quemaduras. Quemada es la que se dieron mis retinas con esta fútil
película.