El simpático y olvidadizo pez hembra azul de “Buscando a
Nemo” está de regreso, ahora encabezando esta especie de secuela/spin-off de un film que, en el 2003,
tuvo gran éxito de recaudación y de críticas. Trece años después, nuevos y
viejos integrantes de las familias podrán sumergirse en las salas para conocer
o recordar, respectivamente, a la pandilla acuática que apareció por primera
vez en el periodo mencionado.
Lo cierto es que, cuando esta columna se publique, “Finding
Dory” habrá logrado rebasar la histórica cima de la taquilla animada estadounidense-canadiense,
la cual estaba en poder de “Shrek 2”, y se convertirá en la tercera película
con mejores ingresos en toda la existencia de “la casa del ratón”
(Buenavista/Disney).
En virtud de todo lo anterior, vale la pena preguntarse si
“Buscando a Dory” cumple con todas las expectativas generadas. ¿Sus buenas
reseñas son justas, directamente
proporcionales a la calidad de su historia? Cabe recordar que el cine también
es un ejercicio de subjetividad, pero esto no impide darse cuenta de evidentes
e indefendibles bodrios. Este no es el caso.
Debo confesar que la anterior película de “Dory”, de hace
más de una década, no me dejó muy satisfecho. De hecho, no es una obra que
recuerde como lo mejor de la firma Pixar. Eso sí, su técnica de animación era digna
de reconocerse, sin reproche alguno. En aquella ocasión, el personaje de “Dory”
fue precisamente el que me pareció el más encantador. Ahora es la protagonista
y es tan grande su carisma (se le escuche en español o en inglés) que irradia
ternura en cualquier océano de este mundo.
“Dory” es un ser que padece de memoria a corto plazo, lo que
la hace diferente y convierte en una especie de paria entre los “normales” en
materia de retentiva mental. Además, es
arrebatada, impulsiva, cuestión que le preocupa a “Marlin”, el papá de “Nemo”,
ya que éste lleva su vida con un método o una rutina más cauta y ortodoxa.
Luego entonces, esas diferencias, esas particularidades la hacen más especial,
única.
De lo anterior, se puede evidenciar el primero de los tres
principios básicos de la productora de la lámpara saltarina, regalar el
protagónico a los menospreciados, a las
minorías marginadas (el “Remy” de “Ratatouille”; la grúa vieja y abollada de
“Cars 2”; el anciano de “Up”; la antiprincesa
de “Brave”).
Utilizar el “esqueleto” narrativo de la búsqueda de algo o
de alguien, e incorporar en el camino a personajes memorables, junto con
equilibradas dosis de comedia, aventura y drama, conforman el segundo principio
fundamental de la casa Pixar. Ocurrió con “Wall-E” en su rescate por “Eve”; con
“Alegría” y “Tristeza” en “Intensamente”; o con “Woody” y “Buzz” en la trilogía
de “Toy Story”. Aquí “Dory” busca a sus padres, y en su odisea encuentra a
grandes personalidades, tales como el pulpo “Hank” (memorable carácter) o
“Destiny”, la amiga ballena con problemas visuales.
Finalmente, Pixar tampoco hace a un lado a su tercera
característica sustancial: la exquisita técnica de elaboración y un
cortometraje (en este caso, uno que funciona como muy buen prólogo de la
historia marítima).
¿El resultado? Un filme divertido que, a pesar de sentirse poco original o novedoso, sabe contarse, ya que sus creadores entretejen hábilmente todos los hilos, con lo cual logran mantener atentos tanto a grandes como a chicos.
No la considero una de las mejores cintas producidas por el estudio Pixar (principalmente por lo que respecta a su guión), pero tampoco es una pérdida de tiempo. Se deja ver y provoca constantes sonrisas. Mención honorífica a la secuencia de acción en la que se disminuye la velocidad de los frames y se resalta en primer plano el melódico clásico de jazz de Louis Armstrong, “What A Wonderful World”. Muy buena escena, sin desperdicio alguno.