Cinetiketas | Por Jaime López Blanco |
De manera discreta se ha estrenado en algunas partes de la
República Mexicana el nuevo largometraje dirigido por Matías Meyer, “Yo”, obra
que centra su argumento en un joven que dice tener 15 años de edad (aunque
aparenta más) y que vive con su madre a las orillas de una carretera ubicada en
una zona marginada de la capital del país.
Se trata de una adaptación del cuento original de Jean-Marie Gustave Le Clézio (Premio Nobel de Literatura del año 2008) y que compitió en la categoría de Mejor Guión Adaptado en la reciente entrega de los premios Ariel.
El “Yo” de Meyer nos incita a dar seguimiento a un
protagónico difícil de juzgar. “Yo” (Raúl Silva) parece ser un joven-adulto,
dulce e ingenuo, con una deficiencia
intelectual y poseedor de una enorme estatura, características que,
indudablemente, lo hacen distinguirse entre la gente.“Yo” inicia su etapa de
despertar sexual: se convierte en un
hombre maduro con un cuerpo lleno de deseos, que está encerrado en la mente de
un niño. Esto último hace que su personaje genere cierta tensión entre la
audiencia, porque, de repente, conoce a una chiquilla de apenas 11 años de
edad, quien se vuelve su mejor amiga y su centro de interés. Las amenazas latentes
de una fijación sexual en la niña, de parte de “Yo”, provocan un poco de
animadversión hacia él.
Afortunadamente, el argumento de “Yo” evita caer en
subtramas innecesarias, dotando al rol principal de mayores y mejores
elementos: sueños premonitorios; complejo de Edipo; episodios de violencia
introspectiva; un rol de verdugo incesante de pollos; circunstancias que lo
sacan de su cómoda cotidianidad (y de su limitado conocimiento acerca de la
vida); y una voz en off que le otorgan una mayor dimensión y una especie de
conciencia evaluatoria de su propia persona.
Es así como “Yo” se convierte en un relato de grandes
momentos que logra entremezclar adecuadamente sueños con realidad; actores
amateurs con histriones profesionales; ficción con tonos de documental. La
fábula del chico marginado en un país ídem se presenta con una
manufactura de buena calidad (mención honorífica al diseño sonoro de Alejandro
de Icaza), gracias a esa naturalidad que se puede extraer de su sencillo
argumento, de varias de las situaciones planteadas y de su cuadro de actores.
Quizás el problema principal de la narrativa de “Yo” (a
veces comtemplativa, otras no tanto) radica en dejar a la deriva ciertos
personajes que pudieron ser más trascendentales para la historia primordial, como
es el caso de la niña “Elena”. Lo que se agradece eternamente a Matías Meyer es que apuesta por entregarnos un personaje
complejo, que pone a la vista el difícil universo de los seres atrapados entre
los oscuros deseos de sus sueños y el cruel desamparo de la realidad.
Compartimos parte de la entrevista que le realizamos a Matías Meyer, director de "Yo".