Cinetiketas | Por Jaime López Blanco |
El joven cineasta Carlos Lenin Treviño, originario de Nuevo León y estudiante del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, ahonda en una parte de su memoria emocional con su nuevo cortometraje denominado “24 grados, 51 minutos, Latitud Norte”, el cual describe el reencuentro efímero de “Ernesto” (Armando Hernández) con cuatro amigos de su infancia (“Pollo”, “Banche”, “Kiko” y “Lobo”), en el municipio de Linares, Nuevo León.
El título de la obra de Lenin Treviño hace referencia a la coordenada específica en la que sucede el relato, que es la ubicación de la Presa Cerro Prieto, asentada en el municipio ya mencionado. Treviño edifica, mediante voces en off que ayudan a configurar introspección y aislamiento en el protagonista, un documento audiovisual lleno de nostalgia, al cual se le suma una serie de imágenes (cortesía de Diego Tenorio) repletas de texturas, tonalidades, enfoques selectivos, contraluces y planos generales, los cuales evocan pasajes de recuerdos caseros y seres borrosos que se han vuelto simples sombras para la existencia de “Ernesto”. Y como complemento a todo esto, la naturaleza del Cerro Prieto de Linares, una monumental e implacable observadora de su breve e insatisfactorio regreso.
Con “24 grados, 51 minutos, Latitud Norte”, el realizador, guionista, editor y fotógrafo, Carlos Lenin Treviño, participará en la edición número 56 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, en Colombia; además, busca mayor difusión de su creación al también estar inscrito en el mercado de cortometrajes exhibidos en Cannes.
Cabe destacar que “(...) Latitud Norte” fue filmada en 16 milímetros, ya que su director deseaba experimentar con ese tipo de formato. Asimismo, se empleó una mezcla de actores profesionales y no actores. Armando Hernández (“Lejos del cielo”) lleva el rol protagónico, y está reforzado de apariciones especiales como las de Silverio Palacios y Moisés Arizmendi.
Lenin Treviño aclaró -en entrevista telefónica con este medio- que no tiene contemplado volver largometraje la obra en cuestión, sino más bien desarrollará un conjunto de historias centradas en cada uno de los personajes que aparecen a lo largo del argumento en turno:
“Sí lo pensé en algún momento, porque el primer corte que yo tuve, que funcionaba realmente esta película, estaba durando alrededor de 46 minutos (...) Pero creo que más bien que lo que va a suceder -y en lo que estoy trabajando ahorita- es la adaptación de estos relatos, que surgieron en paralelo a Latitud Norte, para convertirlos en largometraje (...) Voy a contar ahora la historia del “Lobo”, de uno de los chicos que están allí, y en otra, voy a contar la historia del “Pollo”; desarrollar este universo de este complejo grupo de amigos”.
Respecto al menosprecio o poca valorización que siguen recibiendo los cortometrajes, Treviño mencionó que “se les sigue viendo como una especie de obra inconclusa o, por su nombre mismo, como algo más pequeño. No se le da la oportunidad de dialogar, ya que luego tienen muchísima búsqueda, tanto en la forma como en el fondo”.
“(...) Latitud Norte” puede percibirse como una meditación sobre la camaradería extraviada y la inevitable llegada del olvido, consecuencia despiadada de la vida que continúa. Pero también puede verse como la respetable creación de un cineasta emergente, quien trata de abrirse un hueco dentro del competido universo de la filmografía nacional e internacional.