Una reducción simplista sobre una creación artística ajena, sería decir que trata de esto o aquello, pero al margen de la interpretación subjetiva sobre contenidos objetivos; hay que reconocer la existencia, como diría Carl Jung, de un inconsciente colectivo que nos atraviesa, que cruza y conecta a toda la humanidad en tanto que especie por igual.
Ha muerto un músico, que al margen del mainstream, desarrolló un estilo particular, que ya hacia los años 90, sonaba peculiar, que producía cierto desgarro en el alma, al comprender más allá de las letras y melodías, que se trataba de un canto a la vida, de un canto por recuperar, aquello que se había perdido en el tiempo.
Scott Weiland fallece, pero su música, su voz, queda grabada, queda impregnada no sólo para futuras generaciones y melómanos consumados. Su composición, su creación perdurará, como afirman los místicos, más allá de los entramados analógicos o digitales, en dimensiones desconocidas para los mortales. Se conecta Weiland, a esa tropa de músicos que parten al otro lado, pero que establecen un puente o punto de conexión entre el mundo de los que viven y de aquellos que se han ido.
Weiland no sonaba melancólico, sus letras no reflejaban necesariamente el estado de su alma, el sólo pedía comprender a través de su música, la posibilidad de conectarnos a algo más real e imperecedero, música, con sonidos vibrantes, equiparados de una voz única, se fundían para crear el efecto del llamado. Un llamado para volcar nuestros pasados sobre una memoria que ha caído en el olvido, de saber que somos y hacia dónde vamos. Sus letras, sus sonidos y su voz, se amalgaman ahora, en un registro que es etéreo o más bien invisible al ojo humano, pero que está ahí, presente y atento, para quien lo quiera disfrutar. Su trabajo se ha inmortalizado a través de los múltiples pliegues que contienen este espacio que habitamos y este tiempo que vivimos.
Dos canciones, con dos formatos muy distintos, pero que remiten un mismo horizonte:
The Last Fight
Fall To Pieces
Tal como lo narraba líricamente, el propio Weiland, cada vez que interpretaba The Last Figth:
“Everyone is sick of caring
No silver lining on the cloud that covers you
Let it pour and soak you through
No hunted desperation
so sit and wait for death
And play it takes you soon
The addiction's taking you”
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El autor: Tuto Flórez, nacido en el departamento de Santander, en la caótica y convulsionada, pero hermosa tierra del suramericano país llamado Colombia. Melómano consumado, amante del rock, de la música hecha con sentido, sobre todo de los años noventa y la cultura underground. Cinéfilo por convicción. Crecí entre los textos, de Henry Miller, Charles Bukowski, Allan Stewart Königsberg más conocido como Woody Allen, H. P: Lovecraft y Allen Ginsberg. tuto201333