La virtuosa cámara de Roger Deakins, doce
veces nominado en la categoría de Mejor Fotografía de los premios Oscar, aunque
nunca ha ganado, es el medio idóneo para presenciar un desgarrador poema visual
sobre el narcotráfico y la moral ambigua de los diferentes “jugadores” que se
involucran en dicho “deporte extremo”. Los cuerpos ensangrentados y hediondos
que se desbordan en pantalla anuncian una historia decadente e interminable. La
muerte nunca tiene fin, menos en una tierra de nadie, en un juego sin
ganadores.
El cielo aborregado que Deakins
captura de Ciudad Juárez es marco de una lúgubre postal que se reconoce por sus
constantes fuegos artificiales, producto de incesantes balaceras y explosiones
entre policías y narcotraficantes. México y Estados Unidos cubiertos por un
firmamento que mezcla los tonos azules con los rojizos: el infierno y el paraíso fundidos en una
tenebrosa fábula contemporánea sobre la caída de dos sociedades “modernas”;
bien y mal mezclados, sobre esa delgada línea invisible que no permite
individuos puros. Los cazadores retratados con colores ocres y cámaras
térmicas, en imágenes que pueden erigirse como metáforas de gusanos que
regresan a su lugar original, la tierra, en medio de un mar de polvo que es
indicativo del estado de putrefacción. Todo ello con una esencia gris que evita
distinguir entre blancos o negros.
Esto y más es “Sicario”, la nueva cinta
dirigida por el canadiense Denis Villeneuve (“Enemy”, “Prisioners”,
“Incendies”), la cual cuenta el intenso seguimiento clandestino a un
irrastreable capo mexicano, búsqueda emprendida por una idealista agente
federal (Emily Blunt), un oficial de una élite gubernamental (Josh Brolin) y un
misterioso asesor (Benicio del Toro). Todo lo anterior conforma el gran dilema
moral en el que se ven envueltos los personajes, dilema que también constituye
el motor de sus acciones.
“Sicario” destaca por la hábil dirección de Villeneuve, quien nos sumerge en
intensas secuencias de suspenso, además de un magnético score, ambos
capaces de impactar a más de uno. Emily Blunt cumple con su rol protagónico;
otorga sensibilidad a una polícia honesta que ve derrumbada sus convicciones.
Por otra parte, Benicio del Toro casi se “roba” el filme al interpretar un
personaje con varias capas de lectura.
Por último, “Sicario” ofrece uno de los
mejores y más realistas finales del año, lleno de la desesperanza y el
conformismo de una colectividad sumergida en el caos y la violencia, imposibilitada
para discernir entre ser lobos o corderos.