El dífícil arte de la sencillez. Producir
una historia cinematográfica, en apariencia sencilla, en ocasiones, puede
resultar contraproducente, ya que puede salir algo plano o profundamente
monótono. No es el caso de “Los bañistas”,
la ópera prima de Max Zunino, quien también es uno de los autores
del guión de la misma, junto con Sofía Espinosa, la talentosa protagonista de
“Gloria” y una de las actrices nacionales emergentes que no hay que perder de
vista.
“Los bañistas” es un filme de muchas capas,
una de aquellas cintas que Eugenio Caballero -el reconocido Diseñador de Arte
del “Laberinto del Fauno”- denomina películas “cebolla”. Hay que estar atentos
para encontrar las diversas lecturas que posee. “Los bañistas” nos introduce al
mundo nihilista de “Flavia” (la propia Sofía Espinosa), un ser inconsciente y vacío con una existencia zombie,
que sobrevive a la huelga de su escuela y el divorcio de sus padres. Es una
sonámbula de tiempo completo, la cual se desenvuelve en una cotidianidad regida
por la arrogancia, el ocio y el
“desmadre” convenenciero. Por azares de la vida (y de una caprichosa economía
mexicana), “Flavia” tiene que convivir con su vecino “Martín” (Juan Carlos
Colombo), un introvertido y antisocial sexagenario que no la mira con “buenos
ojos” por ciertas previas circunstancias que se han dado entre ambos.
Es así como entramos en un mundo de
dispares: la joven y el anciano; la imprudente que actúa sin pensar y el ser
contenido que evita los problemas (de hecho, evita casi todo); la chica con un
futuro incierto y el veterano con un pasado escondido. Pero “Los bañistas” va
más allá. El argumento de Zunino y Espinosa añade al universo de “Flavia” y
“Martin” un conjunto de huelguistas que le otorgan mayor riqueza al relato. “Los
bañistas” son quienes le dan sentido a las vidas de los protagonistas. Al
llenar el baño de la casa de “Martin”, los “parados” también llenan un hueco de
los “normales” trajinares de los opuestos protagónicos.
Ahora bien, “Los bañistas” aborda los claroscuros de las huelgas estudiantiles; también muestra, de una manera no totalmente abierta, las represiones a la ciudadanía así como los anhelos estancados de una generación “atemporal” (podría ser cualquier generación de los últimos 30 años que haya sufrido una crisis ecónomica). Igualmente, se habla de la cultura del desempleo y de un sistema fascista que desprecia el esfuerzo de las y los viejos.
A través de la lente de Dariela Ludlow,
percibimos un filme repleto de exquisitos detalles: un plano fijo, el cual
privilegia el sonido de una melodía, mientras
que al mismo tiempo, al fondo, observamos un burócrata “trajeado” que le
notifica a “Martín” el cierre de su “changarro”; un “huelguista” muy delgado que
durante su espera, se “clava” con una conversación ajena o; un microondas que
interrumpe inoportunamente el “flechazo” entre dos jóvenes. Las coreografías
del cast, la sencilla dirección de arte y el trabajo de los extras son
indudablemente destacables.
Finalmente, las actuaciones del elenco
principal hacen de “Los bañistas” una grandiosa recomendación. Juan Carlos
Colombo, en una actuación que nos recuerda su intervención en “Más que a nada
en el mundo”, personifica de forma muy sobria a un discreto y herido “Martín”,
mientras que la “Flavia” de Sofía Espinosa puede “caer gorda” entre el público
por su convincente y entregada interpretación de un ser egoísta. Mención aparte
merece Harold Torres, un magnífico complemento que agrega carisma a la historia.
Una pequeña “joya” que brilla, principalmente, por su sencillez y adecuado
manejo de las sutilezas.