Existen dos cosas que se le deben de
reconocer a Nancy Meyers (directora, productora y guionista estadounidense):
tener una filmografía constante y exitosa, dentro de una industria voluble y
caprichosa dominada por hombres; y siempre arreglárselas para conseguir, como
protagonistas de sus cintas, a histriones de gran renombre. Para muestra de
ello, varios botones. De las seis películas que ha realizado, todas han recuperado,
o hasta superado, la inversión inicial de sus gastos de producción. Asimismo,
talentos como Meryl Streep, Kate Winslet, Jude Law, Jack Nicholson o Diane
Keaton han aparecido en alguno de sus trabajos, sean éstos buenos, grises o
malos.
Con su nuevo filme, “The Intern” o “Pasante
de moda” (así fue bautizada en nuestro país), Meyers continúa con la dinámica
de incluir atractivos nombres en los roles estelares de sus argumentos, los
cuales, en distintas ocasiones, han pecado de ligereza o predecibilidad en su
estructura narrativa. Luego entonces, en esta ocasión, nos presenta a una
pareja intergeneracional, conformada por Robert De Niro y Anne Hathaway,
inmersos en una historia acerca del aprendizaje y la amistad entre opuestos.
Como era de esperarse, Meyers intenta
contarnos un entretenido y conmovedor relato de una exitosa empresaria de
ventas de ropa por internet (Hathaway), ensimismada en su mundo laboral,
alejada de su mundo familiar y; de un hombre viudo (De Niro), quien se
encuentra poco familiarizado con la dinámica del mundo virtual de las
nuevas generaciones, pero no así con las honorables costumbres de hacer sentir
bien a la gente. ¿El resultado? Un producto que divierte por ratos, el cual
tiene su punto más sólido en las carismáticas actuaciones de sus protagonistas.
Debo confesar cierta admiración al
atestiguar la tenacidad de un tipo como De Niro, actor que sigue trabajando
incansablemente en los platós y que ya acumula en su haber más de 70
películas y de cuatro décadas de carrera. Es cierto que De Niro ha interpretado
papeles que, finalmente, fueron caricaturas o parodias de sus roles más
prestigiados, pero en “The Intern” se acerca más a su magistral ejecución en
“Despertares” (“Awakenings”), de la directora Penny Marshall.
De Niro sabe interpretar, de manera
contenida y hábil, a un septuagenario cálido, respetuoso, inteligente,
observador y sensible. Su rol de “Ben” brilla por la sutileza con la que aborda
a un hombre que intenta conservar el arcaico significado de ser un caballero. Está
lleno de carisma, paciencia y mucha simpatía. Además, la interacción con Anne
Hathaway se siente natural y se encuentra alejada de escenas ridículas o
exageradas.
Lo negativo se halla, una vez más, en el
guión de Meyers, quien vuelve a alargar sus finales y los endulcora más de la
cuenta. Su tercer acto hubiera lucido mejor si le hubiera agregado más realismo
y madurez a la situación familiar que estaba contando. Aunado a lo anterior,
cuando se termina de presenciar su nueva cinta, embarga una sensación de
frustración, de un clímax interrumpido o que nunca acaba por llegar.
“The Intern” cumple como un buen recurso para aprovechar el ocio, contra el aburrimiento, pero dista de mucho de consagrarse como la esperada y renovada fórmula de las comedias románticas.