Detrás de cada gran Elvira hay un gran guionista
El planteamiento es sencillo: un marido que
advierte a su esposa que va de compras, por cigarrillos, pero que nunca
regresa. Sin motivos obvios, sin explicaciones, sin vuelta atrás. Lo que viene
después es la búsqueda incesante de una mujer por encontrar al amor de su vida,
que se vuelve también una búsqueda de sí misma (otro verdadero amor). Y ésta es
la principal virtud del guión original que Manolo Caro escribió para dar forma
a su tercer largometraje, “Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando”, el
cual igualmente dirige.
“Elvira...” se inscribe dentro del género
de la dramedia, un melodrama recargado con varias situaciones y diálogos
revestidos de comedia, con un timing ágil y acertado. Esto último
se debe al buen argumento que la
historia posee, la cual nunca pierde de vista la importancia de la protagonista
y, a la vez, va nutriéndose de diversos personajes que enriquecen el relato en
cuestión. Quizás el único rol que peca de poco natural es el interpretado por
Luis Gerardo Méndez, a quien se le olvida quitarse la papa de la boca
característica de su popular “Javi Noble”. El resto del elenco funge a la
perfección como apoyo y beneficio de toda la película. Las apariciones
especiales generan una enorme sonrisa en el rostro del espectador, siendo la
más notable la de Carlos Bárdem, quien sigue demostrando su capacidad para
ejecutar buenos papeles dentro de la cinematografía mexicana. El Gustavo de
Bárdem es necesario, doloroso y muy complejo; algo que Manolo Caro entiende con
madurez para no dejarlo solamente como un antagonista sin escalas de grises.
Lo más obvio y alabable es la grandiosa y
versátil actuación de Cecilia Suárez, quien goza y sufre a su personaje desde
la primera hasta la última escena. Su Elvira puede pasar a la memoria
del cine mexicano como uno de los mejores roles femeninos de los que se tenga
recuerdo.
Asimismo, la Elvira de Suárez es una metáfora exquisita del camino hacia el empoderamiento recorrido por las amas de casa abnegadas e ignoradas.
La tercera cinta de Manolo Caro brilla por
sentirse completa en su manufactura y honesta en su tratamiento; evita caer en ridículas
exageraciones, a pesar de tener grandes dosis de tragedia, construyendo una
historia común o cercana a la audiencia. Esto último te hace valorar al cineasta, por su buen ojo
para edificar adecuadamente la historia, desde la concepción del montaje o la
edición de la misma; al mismo tiempo, te hace admirarlo y reconocerlo aún más
como el escritor y hombre inteligente que está detrás de un argumento que posee
varios subtextos de gran reflexión social. La Elvira de Manolo Caro es
amena, fácil de digerir y ciertamente conmovedora; un filme que no se le puede
abandonar fácilmente. A ésta Elvira sí le doy mi vida aunque la esté
usando.